¿De qué salud goza Txuri Beltzean dos años después de su creación?
Ha habido dos fases. Una de ellas es el debut, que ha durado un año más o menos. Ha consistido en tareas de proyección pública y en trabajos para dinamizar a las gentes, sobre todo de Roncal y Salazar. Fruto de este empeño, han quedado dos libros de fotografías, una labor de recopilación de más de cuatro mil fotografías antiguas, dos mil en cada valle. A través de ellas, hemos identificado diez mil personas en Roncal y otras tantas en Salazar. Un total de veinte mil personas. Todas las fotografías han quedado debidamente documentadas, con datos como la fecha aproximada, el nombre del fotógrafo, qué motivo recoge... Todas fueron realizadas antes de 1960 y desde el último cuarto del siglo XIX. Las hemos conseguido pueblo por pueblo, casa por casa. Hemos digitalizado las imágenes, devuelto los originales a sus propietarios y depositado las copias en los archivos de los valles.
¿Y esa segunda fase a la que se refería?
Ha consistido en una labor más interna, materializada en identificación de documentos en archivos, trascripción de éstos, difusión del patrimonio histórico en los medios de comunicación, organización de actos, recuperación de juntas entre los valles, proyectos culturales con los valles circundantes, siempre en torno al hombre pirenaico y, especialmente, al navarro.
Se deduce una envidiable salud. ¿Similar a la de los valles de Roncal y Salazar?
Llevan ritmos diferentes. Roncal acumula más años de trabajo en el ámbito de la cultura y del patrimonio. Sin embargo, actualmente y en ambos casos, el ritmo es casi frenético. No hay que olvidar que son dos valles especialmente ricos por su confluencia entre tres reinos, por su historia. Pero en el siglo XX sufrieron una ruptura total con las tradiciones. Sin embargo, la salud ahora es extraordinaria. Por ejemplo, se ha publicado un diccionario de euskera roncalés, se ha llevado a cabo el reconocimiento de diversos personajes...
¿Esta prosperidad cultural es similar a la económica?
El terreno económico es otro cantar. Los valles han tocado fondo. Sectores como el ganadero o el maderero están en crisis. Por ello, se están metiendo de lleno en el turismo. Por otro lado, la autovía ya está en construcción, existe un proyecto de residencia de ancianos, otro de un polígono industrial, otro de una estación de esquí. Son factores que hacen pensar en una recuperación económica. Y de hecho, como dato de la confianza existente, los pueblos de Roncal tienen desde hace diez años los mismos alcaldes.
¿Tiene la impresión de que, entre otros factores, por su ubicación y por su deficiente comunicación, Roncal y Salazar no están algo olvidados por Navarra?
La sensación es que somos la imagen folclórica de Navarra, a través del pastoreo, de los quesos, de las almadías... Lo realmente necesario es complementar estos factores, ya que la vida cotidiana en el valle sigue siendo muy sacrificada. La dedicación al ganado es sacrificio, como la destinada a la madera. La juventud se fue yendo y quedaron sólo los mayores. Es prioritario mejorar las carreteras, pues, sobre todo, el valle de Salazar está mal comunicado. En el fondo, te ves obligado a pensar que, como somos poca gente, también somos pocos votos para los políticos.
¿Cuáles son las mayores carencias?
Hace falta establecer y consolidar buenas vías de comunicación para hacer los valles accesibles. Si no, de qué vale promocionar el turismo. También es necesario implantar empresas. Y en el terreno social, la atención a los ancianos mediante la construcción de una residencia.
El museo, la llamada Memoriaren-Etxea (Casa de la Memoria), ¿puede ser uno de los pilares de revitalización?
Debe serlo. Ahora mismo, no es más que un embrión pero ya se está trabajando en su ejecución. Se está llevando a cabo un cambio de enfoque que derivará en la transformación de lo que hasta ahora se conocía como Museo de los Roncaleses en lo que desde ahora se va a denominar Memoriaren Etxea. Esto implica un equipamiento del edificio y todo un proyecto de intervención patrimonial, para el que existe un presupuesto total de 703.897 euros, de los que el Gobierno de Navarra participa con una subvención de algo más 215.000 euros, el Ayuntamiento de Isaba aporta 180.000, y las ayudas europeas a través de Interreg alcanzarán una subvención de 262.000 euros.
¿Y cuál será su principal atractivo, ese algo que lo haga peculiar y distinto de los muchos que ya existen?
Asentado en Isaba, será un museo moderno y etnológico, en el que se va a jugar con los sentidos. Va a ser un punto de referencia en Navarra, dinamizador de todo el patrimonio, un museo con un valor añadido. Queremos que aspire a ser un ecomuseo. El objetivo es construir un museo innovador en el que van a estar hábilmente conjugadas las piezas etnológicas y la tecnología. Lo previsto es que a finales del año próximo se puedan abrir las puertas a unos visitantes que podrán percibir sensaciones inusuales en un museo, como pueden ser los olores, un lugar donde los sentidos van a jugar un papel muy importante.
En este sentido, ha dejado ver otra de sus facetas, la de naturalista. ¿En qué situación se encuentra el oso pardo pirenaico en esta zona?
Inicialmente, debemos distinguir entre el oso pardo pirenaico, autóctono, y el pardo traído de Eslovenia. Actualmente, se estima que existen quince ejemplares autóctonos en el Pirineo. En apenas una década, el oso pardo pirenaico ha pasado de quince a tres ejemplares. La muerte de la osa Canela tras los disparos de un cazador ha reducido la población autóctona de osos del Pirineo a dos machos adultos: Camille, de entre 20 y 22 años, que desde 1997 vive en Roncal y que hace incursiones en Ansó y Hecho (Aragón) y también en Francia, y Aspe-Oeste, nacido entre 1995 y 1998, y que vive en el oeste del valle francés de Aspe. A esta exigua lista habría que añadir el osezno de Canela, aunque el hecho de que su padre sea de origen eslavo impide incluirlo propiamente entre los osos autóctonos. Desaparecida la única hembra del núcleo de osos autóctonos, muchos expertos creen que la raza está abocada a la extinción, aunque confían en la genética Pero no hay una población genéticamente idéntica. La más próxima es la cantábrica pero de ahí no se pueden sacar ejemplares. Tendríamos que ir a la eslovena. La extinción del oso, como en otras especies, puede responder a un proceso natural, lo cual no me parece mal, incluso es algo correcto. Ahora bien, si se opta por la vía, llamémosle artificial, de la repoblación, hay que replantearse varios temas: de qué vivíamos, de qué vivimos, de qué queremos vivir. Si optamos por el turismo, los montes con osos suponen un gran atractivo turístico.
Para ello, se antoja vital la acción del Gobierno de Navarra.
Tan importante es que haya oso pirenaico como hombre pirenaico. Entre ambos, hay que lograr un equilibrio que es difícil pero posible. En Navarra, el Gobierno realiza una política de protección del hábitat del oso pardo y de indemnizaciones por los daños que causa el animal. Es lo mismo que se hace en la zona osera de ambas vertientes del Pirineo, tanto en Aragón como en Francia. La única diferencia es que Navarra es más generosa en las indemnizaciones. Esta política de protección no es suficiente. Debe existir también una política de recuperación. Es lo que hacía falta para que el oso pardo pirenaico saliera adelante: proteger el hábitat, reforzar la población con osos jóvenes y hembras.
Su preocupación por Roncal, su dedicación a este valle, le han llevado a rescatar tradiciones como el ttun-ttun, el baile típico, tradicional del valle. ¿Volverá a arraigar entre los roncaleses?
Es algo similar a la recuperación de indumentaria propia del Roncal. Conseguimos reproducir toda la variedad de trajes. Con el ttun-ttun, ha pasado lo mismo. La verdad es que se desconocen los orígenes de esta danza, aunque sí se sabe que se bailó en los siete pueblos del valle, y que fue Uztarroz el último enclave donde se perdió, más o menos por los años veinte del siglo pasado. Mediante un equipo de personas, que lo han enseñado a unos y otros, se recuperó en 2003, primero en Garde, y lo siguen bailando. En Uztarroz, en 2004, pero no lo han vuelto a hacer. Y este año, en Isaba. Se bailó en Santiago y se va a volver a bailar por San Cipriano, a mediados de septiembre. Pero más importante es la labor social. El equipo que he citado ha trabajado en torno al patrimonio. Se ha creado un entusiasmo y ahora mismo, por ejemplo, hay un montón de gente en el valle haciéndose trajes. A partir de ahora promoveremos actos para que esos vestidos se puedan lucir. Y lo mismo haremos con este baile. Propiciaremos las ocasiones para que se pueda bailar.
Lo que ya no parece recuperable es ese tesoro denominado “euskera roncalés”.
Así es, imposible. No es recuperable. Puedes conseguir que la gente vuelva a hablar euskera. Pero hoy el euskera roncalés sería inviable, sobre todo porque no quedan personas que sepan hablarlo. Sólo hay un par de lingüistas que lo controlan más o menos. Lo que sí ha habido es una recuperación casi total de su vocabulario, de refranes, de dichos, de canciones... Hemos tenido la suerte de tener a los hermanos Estornés, que han trabajado más de setenta años sobre el euskera roncalés. Está muerto su uso pero está recuperado de la manera que he indicado.
La castellanización fue el principal enemigo para su pervivencia. El batua, ¿lo ha podido ser también por absorción?
Es un tema muy difícil de abordar. El euskera batua hay que considerarlo como una maniobra de supervivencia. No puede ser considerado como algo negativo. Bien es cierto que ha puesto el punto final a las diferentes lenguas, a las diferentes hablas del vascuence, en el momento que ya agonizaban todas ellas. Recoge la selección de vocablos de cada una de esas lenguas, con una cierta castellanización obligada para recoger conceptos que no existían y lo que hace también es aplicar unas normas, una ortografía. En este sentido, es positivo. Lo que pasa es que ahora, cuando se recupera el euskera en un valle se recupera el batua. La pena es que, mientras todo esto se ha dado, ha habido una ruptura generacional. Hemos visto cómo los nietos no se entienden con los abuelos.
¿Cuál es la situación del euskera en los valles de Roncal y Salazar?
Lleva un proceso de recuperación a través de las escuelas tras esa ruptura generacional a la que ya me he referido. La lengua que se usa sigue siendo el castellano. Hace unos años el euskera era prácticamente inexistente. Pero, por ejemplo, las ordenanzas del valle del Roncal, de gran antigüedad, ya tienen un capítulo dedicado al euskera para conseguir la normalización. Todo lleva su proceso. Al euskera hay muchas formas de hacerle daño. Ni es buena la politización ni la política que se sigue desde determinados sectores ideológicos que lo utilizan como arma arrojadiza. Todas esas posturas, de un lado y de otro, son negativas. El euskera necesita una normalización al cien por cien, en todos los sentidos. Yo trabajo el tema del patrimonio y lo que pretendo es que la gente lo vea como esa lengua en la que se ha vivido siempre, como bien patrimonial.
Y en el resto de Navarra, ¿cómo lo ve, cómo lo siente?
Se puede aplicar lo mismo que para el valle del Roncal. Ahora mismo, quien lo habla es identificado con el nacionalismo o como una persona de izquierdas. Este concepto hay que enterrarlo. El euskera es patrimonio de todos y debe ser respetado por todos. Hay que despolitizarlo y entenderlo como una pieza clave del patrimonio navarro. Es una aberración que haya leyes que presenten categorías respecto a esta lengua. Pero hay que entenderlas dentro del concepto político global que estamos viviendo. Hace falta una profunda reflexión por parte de todos los navarros.
¿Qué soluciones puede aportar para aproximarlo a esa normalización?
Yo trabajo en la línea de recuperación del patrimonio: trajes, almadías, fiestas... Lo mismo hago con la lengua, que debe de tener un puesto de honor en este sentido patrimonial. En la medida que seamos capaces de darle ese valor patrimonial, estaremos consiguiendo esa despolitización, quitar ese freno. Ese debe ser el punto de arranque. Lo demás llegará solo. Desde el navarro de Cortes hasta el de Valcarlos llegarán a entender que el euskara es algo suyo, pero que también tienen algo suyo en la cultura judaica, en la castellana. Entenderán que poseemos un mosaico de culturas.
Por último, su trabajo también se engloba en ese puñado de investigadores que han profundizado en la figura de Ernest Hemingway. Este célebre escritor ¿opinó sobre esta lengua, sobre el euskera? ¿Tuvo algún contacto con ella? No. Pero seguramente sí tuvo contacto con ella. Desde que llegó por primera vez a Navarra, a Pamplona, en 1923, uno de los denominadores comunes de casi todas sus visitas es que, antes o después de San Fermín, fue al Irati a pescar. En esos tiempos, las gentes de Aribe, de Burguete, se comunicaban en euskera. Por tanto, algo habría oído. Pese a ello, puedo afirmar, casi con total seguridad, que en su obra no hay referencias al euskera. Fernando Hualde (Pamplona, 1961) Casado y con cuatro hijos, Fernando Hualde Gállego nació el 27 de septiembre de 1961 en la capital navarra. De antepasados roncaleses, se siente tan natural de este valle como de Pamplona. Las circunstancias de la vida le llevaron a abandonar los estudios para incorporarse al mundo laboral. Y de esta manera ya acumula 28 años como recepcionista en esa joya histórica que es el Hotel La Perla, fundado a finales del siglo XIX y posiblemente el más antiguo de la península. Entre tanto, su inquietud le llevó a profundizar en la historia de Pamplona y de sus fiestas, en la del valle de Roncal y en la pirenaica por extensión. Investigación traducida en compromiso, que le ha llevado a formar parte de diversos colectivos, como, entre otros, Txuri Beltzean, asociación nacida en 2003 para recuperar, proteger y divulgar el patrimonio histórico-cultural del Pirineo navarro, Asociación Cultural La Favorita, para la promoción de la figura de Julián Gayarre, Asociación Txaranbil, destinada a la promoción del valle de Roncal. Asimismo, colabora con otras entidades de carácter cultural, como la asociación de almadiero o la del toro ensogado de Lodosa. Además de haber colaborado en la redacción de folletos y de ser coautor de varios libros, ha escrito y publicado en solitario las siguientes obras: “Hemingway. Cien años y una huella” (1999), “Hemingway. Centennial font prints” (1999), “Historia y carteles de San Fermín. Siglo XX”. Tomo I 1900-1950. Tomo II 1951-2000 (2000 y 2002), “Ura txuri beltzean” (2002), “El valle de Roncal y sus gentes” (2003) y “El valle de Salazar y sus gentes” (2003).