Urteko galdera

Arantza	Lauzirika / Decana de la Facultad de Bellas Artes

03/23/2016

Arantza Lauzirika / Decana de la Facultad de Bellas Artes

La respuesta no es fácil. No por la complejidad de la pregunta, sino por la perversión de los motivos por los que se está primando la implantación de un modelo científico, en detrimento de las enseñanzas humanísticas. Aunque probablemente el verdadero problema viene de la actual deriva economicista. En cualquier caso, si analizamos los porqués, posiblemente obtengamos parte de la respuesta. Como dice Derrida (2002):

"(...) las humanidades son con frecuencia los rehenes de los departamentos de ciencias pura o aplicada que concentran las inversiones supuestamente rentables de capitales ajenos al mundo académico (...)"

Es cierto que las enseñanzas científicas están padeciendo, al igual que las humanísticas, las consecuencias de los recortes y de la reconversión a la que se viene sometiendo a la universidad pública en los últimos años. Una universidad a la que parece que se le está olvidando su verdadera razón de ser (servicio público) y también su origen, para entrar en rankings de competitividad en función de unos criterios de calidad que poco o nada tienen que ver con la calidad de la docencia. Una universidad que se acerca cada vez más a los modelos de gestión neoliberales de las empresas privadas. Donde priman los datos de matrículas (clientes), donde se instrumentaliza y se cuantifica la investigación en función de la rentabilidad económica (patentes), donde la docencia se entiende como una carga[1] y no como el objetivo principal, donde se valora la participación de la empresa, no como el lugar al que luego se irá a poner en práctica los conocimientos adquiridos, sino haciéndola participe en la configuración de unos planes de estudios on demand. No me refiero a la UPV/EHU en particular, hablo de la Universidad Pública en general. Cuando la universidad entró en la carrera del Espacio Europeo de Educación Superior, ya sabíamos que en el camino, la comunidad universitaria perdería una buena parte de los logros alcanzados durante los últimos años. Pero nada nos hacía sospechar, que el cóctel Bolonia agitado con modelos de productividad basados en la competitividad, el emprendizaje, el liderazgo y el último palabro de moda, el talento, acabarían con todas nuestras defensas. El alumnado es sometido a la realización de un sin fin de ejercicios que merman su autonomía creadora, normalizan a los mediocres y atenúan las capacidades de los verdaderamente brillantes. El profesorado, cubriendo más grupos con menos medios, se ve obligado a adoptar patrones de trabajo en los que no cree, pero que son la única alternativa asumible ante un modelo educativo pensado para grupos reducidos en los que la tutorización personalizada es la base, pero que resulta difícil de poner en práctica con más de 12 estudiantes por grupo y es ciencia ficción (de la mala) con 40-50 personas por aula. Si como guinda del cóctel añadimos que al profesorado se le valora, y lo que es más absurdo, se le retribuye en función de una supuesta capacidad investigadora basada en méritos más que cuestionables, como los contratos, las patentes, las publicaciones de "reconocido prestigio" (otorgado por empresas privadas) o las aplicaciones de citas, se le insiste, tal y como señala Indocentia en la entrevista citada anteriormente, en discursos basados en la excelencia, el espíritu emprendedor, la innovación o la autorrealización, que naturalizan la necesidad de competir, mediada por la necesidad de asumir que no podemos esperar nada de nadie y que tenemos que ser capaces de sobrevivir, siendo más competitivos que nuestros compañeros... la resaca está asegurada. Y esta es, aunque solo sea en parte, la respuesta a la pregunta que se nos plantea: el modelo educativo, no puede basarse solamente en indicadores cuantitativos, los beneficios, la economía, la estadística. En ideales que avocan al profesorado a olvidarse de las monografías o los textos ensayísticos para publicar artículos en revistas "de impacto" porque nos resultan más rentables, curricularmente hablando. No puede basarse en un formato de investigación que no potencia la divulgación social del conocimiento, que no contribuye al enriquecimiento de la cultura, que no tiene una repercusión real en la comunidad, que no trabaja por el procomún. Es fundamental considerar otra serie de indicadores, no tan rentables económicamente, basados en el beneficio social, colectivo, de construcción de comunidad, de desarrollo de capacidad crítica. Se han fomentado modelos de cuantificación científicos de la investigación y se han abandonado en la cuneta las enseñanzas humanísticas, menos productivas en el mercado de la rentabilidad económica. Ese es uno de los motivos por los que cada vez están más distanciadas: se ha incentivado erróneamente, la parcela más competitiva de las ciencias. El modelo educativo, no solo pasa por volver a acercar ambas enseñanzas, o por diferenciar las enseñanzas científicas de la empresa, debería pasar por humanizar las ciencias. Desvincular el destino y el interés de la cultura de la lógica de la industria, al menos en su dimensión más pública, cuando ha de ser accesible a todo el mundo, en beneficio de lo común. Lo malo de las políticas económicas neoliberales es que se están convirtiendo en un patrón aplicable a todas las parcelas de la sociedad y la producción de conocimiento, tanto científico como humanístico; no debería estar sometida a una ideología de mercado. Se ha apostado por la economía redirigiendo las demás parcelas de conocimiento a las áreas más rentables. Derrida (2002) (otra vez) nos recuerda que hay que diferenciar la universidad de la rentabilidad económica:

"(...) distingo aquí, stricto sensu, la universidad de todas aquellas instituciones de investigación que están al servicio de finalidades y de intereses económicos de todo tipo, sin que se les reconozca la independencia de principio de la universidad. (...)"

La universidad no debería estar dirigida a la construcción de "capital humano" como advertía Foucault (1978-79), del que se espera la ganancia en función del tiempo invertido en su formación. La universidad debe de dirigirse como señala Read (2010) "(...) a ser una experiencia atravesada por la producción de lo común, por la utilización colectiva y compartida del conocimiento (...)". La riqueza radica además, en la multidisciplinariedad, en la hibridación, en el mestizaje. La medicina, la ingeniería o la física, ganan en combinación con la filosofía, el arte o la literatura y viceversa. La vuelta a patrones fabriles de obreros (ahora empleados) especializados que buscan la rentabilidad económica, nos abocan a un modelo social de obsolescencia programada.
  [1] Muy recomendable la lectura de la entrevista al colectivo de alumnado y profesorado Indocentia en El Diario, el 19-02-2016. Disponible en: http://www.eldiario.es/interferencias/Disciplinar­-investigacion­-devaluar-­docencia- Universidad_6_486161402.html y los textos publicados al respecto por el colectivo en cuestión
Derrida, Jacques, La universidad sin condición. Editorial Trotta, Madrid, 2002. Fernandez-Savater, Amador, Entrevista al colectivo de alumnado y profesorado Indocentia en El Diario, el 19-02-2016. Disponible en: http://www.eldiario.es/interferencias/Disciplinar-investigacion-­devaluar-­docencia-­Universidad_6_486161402.html Focault, Michel, El nacimiento de la bíopolítica. Curso en el Collége de France , 1978-1979. Buenos Aires FCE 2006 Read, Jason, "la experiencia de la universidad: el neoloberalismo contra los commons." En La universidad en conflicto. Traficantes de sueños. Colección Mapas 2010
Arantza Lauzirika UPV/EHUko Arte Ederren Fakultateko Dekanoa eta Arte eta Teknologia saileko irakaslea
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