Urteko galdera

Jaime Nubiola / Filósofo

03/16/2016

Jaime Nubiola / Filósofo

El divorcio de las dos culturas

Cuando tenía 14 años, después de superar la temida reválida del bachillerato elemental de entonces, tuve que escoger entre ciencias y letras para seguir los estudios. Si no recuerdo mal, quienes escogían ciencias dedicaban varias horas a la semana a matemáticas, física y química, mientras que los de letras dedicábamos esas mismas horas al aprendizaje de latín y griego. El grupo de letras era mucho más pequeño que el de ciencias y teníamos la impresión de que éramos más originales y divertidos -o al menos distintos- que el grupo de ciencias más numeroso. Al terminar el bachillerato superior y el curso preuniversitario, los estudiantes de letras éramos capaces de hacer debates en latín y de leer de corrido textos fáciles en griego como el evangelio de san Lucas. Sin embargo, nuestro estudio de las matemáticas se había detenido para siempre en los polinomios y las ecuaciones de primer grado, y en química y física poseíamos solo los rudimentos aprendidos en el tercer año del bachillerato. Han pasado cincuenta años y múltiples reformas educativas que han eliminado el griego y prácticamente el latín, aunque en el fondo no se ha alterado mucho aquella tajante división entre las ciencias y las letras, que se conserva hoy en las dos modalidades principales de bachillerato: Ciencias, por un lado, y Humanidades y Ciencias Sociales, por otro; comúnmente llamados el bachillerato científico y el humanístico. Puede parecer una anécdota, pero, por ejemplo, cuando en aplicación de la LOE es necesario hacer diversificación curricular en la ESO, se hace patente ese divorcio pues los conocimientos están divididos en dos ámbitos, el "sociolingüístico" y el "científico-tecnológico" que la ley trata como bloques inmiscibles. Se sobreentiende que, por ejemplo, cualquier filósofo puede enseñar gramática vasca y que cualquier matemático puede enseñar anatomía humana, si bien resulta del todo impensable que las materias de ambos bloques se crucen. Sin embargo, los asuntos realmente interesantes pueden ser precisamente los enfoques transversales a ambos bloques, como por ejemplo la matemática aplicada a las ciencias sociales o -en sentido inverso- la ética aplicada a la biología. Quizá solo desde una amplitud de horizontes de quienes participan en el proceso de enseñanza-aprendizaje puedan superarse esos corsés curriculares y hacer así una aproximación más verdadera al conocimiento de una realidad en la que no existe tal distinción entre las ciencias y las letras. Leía ayer al Nobel de física Frank Wilczek que "el misterioso anhelo que está detrás de la búsqueda de significado por parte de un científico es el mismo que inspira la creatividad en la música, el arte, o cualquier otra iniciativa del incansable espíritu humano. Y la liberación que ofrecen es la de vivir, aunque sea solo por un momento, en algún punto de unión entre el solitario mundo de la subjetividad y el universo compartido de la realidad externa" (Longing for the Harmonies, 1987, p. xi). Es en el ámbito de la creatividad, sea en ciencia, en música o en literatura, donde nos jugamos la calidad de la vida humana. ¿Qué pienso yo al respecto? Tres cosas: 1) Que en el siglo XX se ha dado una importancia desmedida a las matemáticas en la enseñanza, de la misma manera que ahora se da -me parece a mí- una excesiva importancia al aprendizaje de las llamadas "nuevas tecnologías". 2) Que si queremos preparar al alumnado para un futuro incierto, tenemos que enseñarles, sobre todo, a pensar por su cuenta y riesgo, y eso solo puede lograrse descubriéndoles desde la infancia el placer de la lectura y ayudándoles a aprender a expresarse mediante la palabra y la escritura. Por supuesto, enseñar a los niños y jóvenes a escribir requiere un profesorado deseoso de dedicar tiempo a la corrección de los escritos de sus alumnos y a enseñarles pacientemente cómo superar sus errores ortográficos, sintácticos, retóricos o conceptuales. 3) Enseñar mucha más historia: Historia de la Ciencia y de los descubrimientos científicos, Historia del Arte, Historia de la Música, Historia de las Ideas y de la Cultura. "Aquellos que no recuerdan el pasado están condenados a repetirlo", dejó escrito George Santayana. Nosotros lo que queremos realmente es comprender y la comprensión en todas las cosas humanas es siempre histórica. Si nuestros jóvenes no conocen la historia podrán llegar a ser eficientes robots tecnológicos, pero no podrán llevar la humanidad a un estadio mejor. Pienso que si se aplican de manera inteligente estas tres ideas en la educación primaria y secundaria no solo se superará el famoso divorcio entre las dos culturas, sino que nuestra sociedad se hará, sobre todo, más humana, más inteligente y más amable.
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