Luisa Etxenike y José Javier Fernández Altuna. Escritora e historiador: Las humanidades se están sacando de los sistemas educativos precisamente por su extrema utilidad

2016-06-01

AGUIRRE SORONDO, Juan



Las vanguardias del siglo XX generaron una ruptura en todas las disciplinas artísticas. ¿Cómo se produjo esta revolución y qué importancia tuvo para su desarrollo posterior?

José Javier Fernández Altuna (J.J.F.A.): La evolución que tuvieron las vanguardias artísticas es muy interesante. Y es que en un principio se supone que la pintura y la escultura fueron las primeras en romper con los códigos digamos que habituales, con el lenguaje que podríamos denominar como común o normal antes del siglo XX, y ellas comenzaron a experimentar, comenzaron a cambiar y el resto fueron un poquito más tarde. Creo que fue un momento fundamental el periodo entre las dos guerras mundiales, sobre todo después de la II Guerra Mundial. Ahí es cuando la iniciativa rupturista de la pintura y la escultura llegó al resto de las disciplinas, y el resto de las disciplinas poco a poco fueron sumándose a ese carácter rupturista que tenían en un principio la pintura y la escultura.

Luisa Etxenike (L.E.): Lo que afecta realmente a la literatura, y a lo que vamos a llamar luego la literatura modernista en el periodo de comienzos del siglo XX o el periodo entre guerras, está determinado por muchas cosas. También por una relación muy particular con la ciencia, con la filosofía y con toda la idea bergsoniana del tiempo. Yo creo que ya se van produciendo a finales del XIX y comienzos del XX toda una serie de teorías y de fenómenos sociales y de avances científicos que van, podríamos decir, de algún modo interesando y cada vez más por el mundo de la conciencia: está Freud que tiene una influencia capital en la manera de presentar y de entender la conciencia en lo literario, aunque ya hay una preocupación por el subconsciente antes, incluido en Dostoyevski... Me parece que hay toda una serie de fenómenos sociales, científicos y luego el trauma brutal que supone la I Guerra Mundial, que explican esa necesidad de romper con viejos modelos e incorporar nuevos. Y además creo que la literatura se ha metabolizado, se ha integrado de tal manera que hoy mucha gente aplica el monólogo interior o la presentación de un tiempo subjetivo casi ya sin darse cuenta, sin darse cuenta de la ruptura tremenda que eso supone.

J.J.F.A.: Y luego está la influencia entre las propias disciplinas. Antes del siglo XX la escultura tiene su propia parcela, la pintura la suya, y de pronto se mezcla, se combina, todo lo que tú has dicho. En la filosofía por ejemplo se ve claramente la influencia que ejerce en el arte.

L.E.: Efectivamente. Además, en una constante reflexión sobre la forma, las disciplinas artísticas se van necesitando para explicarse cada vez más las unas a las otras. Y no digamos ya con la irrupción de la fotografía o del cine que cambia también la noción de imagen, de representación. Yo creo que ese periodo de finales del XIX y comienzos del XX, y ese periodo de entre guerras es de una fertilidad extraordinaria no solamente en la ejecución de obras concretas sino yo diría de una reflexión que nos acompaña hasta ahora mismo.

J.J.F.A.: Sí, yo creo que no ha habido tantos cambios. Habrá habido cambios formales, materiales pero desde un punto de vista del contenido, del sentido, de los objetivos, que se han marcado los artistas se sigue repitiendo en gran medida.

L.E.: Yo diría además que coincide con un momento de gran valor o valorización por parte de la sociedad del arte. Y en ese sentido también hay una curiosidad: se ponen en marcha los sistemas educativos tal como los hemos ido conociendo después. Hay un gran esfuerzo de acercamiento del arte también a la gente, de introducción del arte en la sustancia educativa, y yo creo que eso hace también que haya por un lado una forma de riesgo y por otro de ruptura en lo que es la propia recepción. Y hemos ido viendo cómo probablemente ese interés o esa relación tan exigente entre los artistas y el público se ha ido también degradando o tiñendo de otras cosas.

J.J.F.A.: Yo creo que ha habido una especie de doble dirección. Por una parte ha habido una democratización del arte —no hay más que ver cuántos museos de Arte Contemporáneo se han abierto—, pero por otra parte sí ha habido, y en eso estoy de acuerdo contigo, una especie de alejamiento entre el artista, entre el mensaje del artista y la recepción que hace de ese mensaje el espectador. Hay una cierta contradicción.

L.E.: Claro, porque digamos que efectivamente esa democratización se entendía en un determinado momento de una manera y se ha ido después entendiendo de otra. Digamos que en un momento se entendía que el arte tenía que estar en conexión con la gente y que había que dotar a las personas de herramientas interpretativas y ahora, de algún modo, en algunos momentos, hay muchas nociones culturales que están en la cercanía o en el vecindario —para mí desde luego lamentable— del entretenimiento. Lo que todavía llamamos arte ha ido rebajando sus exigencias para conformarse a otro tipo de modelo. Yo creo que eso también ha determinado que ese esplendor, esplendor muy tenso también del arte en esa primera parte, o en ese primer tercio, o incluso primera mitad del siglo XX, haya languidecido mucho. “Sobre todo después de la II Guerra Mundial fue cuando la iniciativa rupturista de la pintura y la escultura llegó al resto de las disciplinas”.

La belleza fue una de las categorías estéticas centrales a lo largo de la historia. ¿Piensan que el tiempo de la belleza ya ha pasado?

L.E.: Yo creo que no ha pasado, lo que sucede es que pasa el tiempo por las palabras y entonces llamamos belleza a cosas distintas. Yo diría—de una manera simple y simplificadora—que se ha pasado de entender la belleza como algo exterior a representarse la belleza como una categoría, podríamos decir, más de lo íntimo y de la conciencia, o por lo menos de la subjetividad. Y en ese sentido, creo que no solamente no ha decaído la noción de belleza, lo que ha sucedido, como en muchas cosas, es que se han multiplicado sus nociones y sus exigencias y hoy podemos discutir sobre lo que es bello también en términos éticos, también en términos de coherencia con la obra del artista, con su propia vida. Hay una frase de Yeats que a mí me gusta mucho: “Me corrijo a mí mismo cuando corrijo mis obras”. Hay una forma de coherencia también, de expresión clara del proyecto formal que yo entiendo que podemos seguir llamando belleza.

J.J.F.A.: Lo que a finales del siglo XVIII desapareció fue el único concepto de belleza establecido por los ámbitos de poder del momento. De un concepto único que podía haber de belleza y que no se discutía o no se admitía que pudiese haber otros conceptos de belleza, a partir de finales del siglo XVIII —para mí fue fundamental el Romanticismo, el espíritu romántico— de pronto se vio que había otros tipos de belleza, incluso cierta fealdad podía ser bella. Lo que sí creo es que el concepto Belleza se ha mantenido. Creo que cualquier obra de arte, incluso el Arte Povera que podemos decir que está hecho con desperdicios o con restos de basura, intenta ser bello a su manera, con su lenguaje, con sus objetivos propios, pero intenta ser bello. Yo creo que esa necesidad de encontrar en la vida algo bello es algo que va con el ser humano. Lo que ha cambiado es el concepto de belleza. Lo que antes se consideraba que era bello, y solo había una manera de entender lo que era bello ahora es algo mucho más múltiple de significados y hay diferentes conceptos de belleza. Pero yo sí creo que el concepto de querer encontrar la belleza o transmitir belleza a partir de una obra de arte eso se sigue manteniendo.

L.E.: A mí sí me parece que hay siempre una pretensión de belleza, una aspiración de belleza, que yo la llevaría al terreno —y en eso me parece fundamental el arte— podríamos decir de una réplica a lo otro, ¿no? Quizá la idea de que las cosas no sean como aparecen, una única manera de mostrar o de representar algo, sino que haya una alternativa o incluso una réplica. Y muchas veces vemos la belleza en aquello que corrige algo que nos resulta dañino, antiestético, agresivo, también, insisto, desde el punto de vista moral o de la organización de algo. Entonces, esa idea de la belleza —y además yo creo que en eso es coincidente con nociones anteriores—, la idea de la belleza como algo que mejora...

J.J.F.A.: Sí, que nos hace mejores de alguna manera...

L.E.: Claro a lo mejor eso que mejora, o eso que es una réplica, no todo el mundo la ve con los mismos cánones.

Hoy creo que vivimos una dictadura también en relación con el cuerpo, en relación con la moda, en relación con ciertas cosas, de tratar de encerrar de nuevo la belleza en una categoría.

J.J.F.A.: Volvemos a colocarle de alguna manera señalizaciones, como diciendo “esto sí, esto no es bello”. No pienso que vayamos para atrás, pero sí estamos ante una tendencia en la que se ha vuelto a canonizar cierto tipo de belleza. “Se ha pasado de entender la belleza como algo exterior a representarse la belleza como una categoría, podríamos decir, más de lo íntimo y de la conciencia, o por lo menos de la subjetividad”.

El Arte Contemporáneo ha adoptado una dimensión retórica que hace que el discurso sea lo que en gran medida determina la naturaleza artística de algo. ¿Cómo observan desde sus respectivas disciplinas esta confluencia entre la palabra y la imagen?

J.J.F.A.: Bajo mi punto de vista, dentro de lo que es el Arte Contemporáneo tenemos un problema bastante gordo. Yo creo que el discurso, con toda su legitimidad, ha cogido tal fuerza... el mensaje, el contenido, lo que se quiere contar, ha cogido tal fuerza y tal importancia que la forma, no voy a decir que ha sido abandonada, o ha sido dejada en un segundo lugar, pero creo que no se le da la suficiente atención, ni por parte del artista, ni por parte del sistema, críticos, comisarios de exposiciones, incluso por parte del público. Ya se acepta que cualquier cosa, cualquier objeto, que cualquier manifestación sea arte, cuando creo que no debería de ser así. Y creo realmente que un discurso correcto no tiene por qué legitimar nunca una obra de arte.

L.E.: Yo estoy completamente de acuerdo contigo. Aparte, yo creo que es uno de los fenómenos más preocupantes, realmente, que lo que se espera de la mediación del discurso se ha convertido en una sustitución. Con el agravante además de que... voy a utilizar una palabra un poco fuerte... hay una repetición de un discurso que no se renueva, que digamos que además suena un poco achatarrado. Tengo muchas veces la impresión, cuando leo algunos comentarios críticos, el acompañamiento de algunas obras, de algunos catálogos en algunas exposiciones, de un déjàvu permanente. De una especie de circuito cerrado de palabras que se van colocando de un modo cuya pertinencia ya no entiendo o ya no veo. Digamos que por un lado alejan de la obra en sí y por otro exasperan un poco porque ya parecen sonajeros que tienen dentro unas semillas secas.

Y sin embargo, creo que habría una gran oportunidad. Cuando funciona, cuando te encuentras con obras significativas junto con textos significativos... Y por eso es la literatura, de todas las artes, aquella que necesita mantenerse en una mayor figuración, porque si no, no tendríamos manera de comunicar. Esa necesidad de una figuración en el lenguaje permite muchas veces acompañamientos extraordinarios cuando de los dos lados hay una mirada atenta que no se suplanta.

J.J.F.A.: Yo creo que ha habido un alejamiento de lo material porque una cosa es que Duchamp dijera en su momento, “cualquier obra, cualquier representación física puede llegar a ser una obra de arte”, y otra cosa es que un artista luego coja esa idea y cualquier cosa la convierta en obra de arte. Yo creo que tiene un proceso, no solamente discursivo sino material también. Y creo que los artistas, independientemente de la manifestación artística que realicen, tienen que trabajarse el aspecto material. Y el aspecto material tiene que ser tan potente y tiene que atraer tanto como el propio discurso, el propio mensaje que tenga la obra de arte. Yo me encuentro con muchas obras y exposiciones en las que puedo estar de acuerdo con el discurso, a veces los textos son magníficos, otras veces no lo son e incluso te dificultan más poder entrar dentro de esa obra de arte, pero a veces se me caen de las manos las obras de arte. Digo: “Dios mío, esto materialmente no se sostiene desde ningún punto de vista”.

L.E.: Yo creo que eso se debe también a la importancia que ha adquirido la mediación en el arte y la figura de unos mediadores que se han convertido en los verdaderos protagonistas hoy del mundo del arte. Yo creo que hay ahí un trabajo que hacer. Estamos en un tiempo, con la multiplicación que permite Internet, con la cantidad de fuentes a través de las cuales recibimos cosas, una época en la que la selección, el diferenciar, el realmente cotejar las cosas se vuelve extremadamente importante. Pues yo creo que en el mundo del arte nos confrontamos cada vez más con la necesidad de realmente distinguir.

J.J.F.A.: Ha habido una crisis de la crítica, ¿no? La crítica ha desaparecido y el trabajo del crítico lo realizan los comisarios, pero cuando realmente ellos no están haciendo crítica, ellos lo que están haciendo es fomentando ciertos artistas y están creando sus propios discursos. El propio comisario se ha convertido en otro artista que lo que hace es agrupar, aglutinar diferentes discursos de unos artistas, los hace suyos y digamos que eso es lo que realmente se considera que es arte ahora, ¿no? Y ahí el crítico ha sido completamente apartado: en los medios de comunicación ha desaparecido casi la crítica.

L.E.: Sí, ha desaparecido. Y además en un momento, insisto, en el que es más necesario tener criterio y formar el criterio de las personas, desaparecen esas oportunidades de formarse. Por eso con tanta facilidad, digamos, frente a una pérdida de herramientas críticas por parte de los receptores, del público, de la gente en general, y también un abandono de la formación humanística en los sistemas educativos... evidentemente la sustitución de la crítica por las razones, las leyes o los intereses del mercado se vuelve fácil... El mundo del arte se vuelve presa fácil de esas sustituciones. “Creo que los artistas, independientemente de la manifestación artística que realicen, tienen que trabajarse el aspecto material. Y el aspecto material tiene que ser tan potente y tiene que atraer tanto como el propio discurso, el propio mensaje que tenga la obra de arte”.

Se habla mucho de la mercantilización del arte, pero ¿no se puede decir lo mismo respecto de la industria editorial? ¿Qué tienen de común y de distinto?

L.E.: Bueno, yo creo que tienen de común muchas cosas. Quizá en el caso de la literatura entiendo que la cuestión es incluso más grave, por una razón muy simple: porque de todas las recepciones artísticas, la lectura es la más exigente. Podemos acudir a una exposición y casi sin esfuerzo colocarnos delante de una obra, y con un poco más de esfuerzo, pero poco también, llegar a, por lo menos, meterla en nuestro campo visual, pero eso con lo escrito no puede ser. Leer es una tarea extremadamente exigente. No digamos según vayamos subiendo los niveles de dificultad de la propuesta literaria.

Cuando hablamos de literatura, en general no hablamos de literatura, se habla del mundo editorial, o se habla de los libros editados o de las cosas que aparecen editadas en forma de libro. Para mí el problema es ese: el problema es que hoy lo que llamaríamos literatura como disciplina artística, está sumergido por otras versiones de la palabra escrita y eso supongo que tiene que ver también con el hecho de que, a diferencia de otras disciplinas artísticas, de creación, que requieren una formación previa, no digamos la música por ejemplo. El lenguaje nos pertenece a todos y entonces dar ese salto, podríamos decir de la manera ordinaria de abordar el lenguaje a la manera extraordinaria de abordar el lenguaje en la literatura, parece algo que no es necesario dar y sin embargo sí es necesario.

J.J.F.A.: ¿Y ahí la culpa qué sería por una parte del lector pero también de las editoriales que no hacen esa apuesta por esta literatura?

L.E.: Yo creo que, insisto, leer es muy complicado y leer literatura por ejemplo... hemos hablado antes de la literatura modernista, leer una novela de Joyce, e incluso los primeros cuentos de Joyce, o leer a Virginia Woolf, o leer a Martín Santos, o leer a Vargas Llosa (es más fácil leer a Vargas Llosa en las revistas del corazón que leer la obra de Vargas Llosa, que es realmente muy importante) requiere una formación anterior. Y si eso se abandona en los sistemas educativos, si no se entra en contacto pronto, no se maneja el vocabulario, no se van a poder dar los siguientes saltos. Asistimos a una pérdida de capacidad verbal, asistimos a una simplificación también de la exigencia. Entonces, eso hace que muchos de esos libros hoy no encontrarían editor porque no pueden dirigirse, por lo menos en nuestro país, a un público amplio. Y sin embargo, ¿por qué se siguen editando libros mucho más fáciles, que yo no llamaría en muchísimos casos literatura? Porque contar y recibir historias que te cuentan es probablemente la primera actividad cultural de los seres humanos y sigue siendo algo que nos resulta extremadamente gratificante. Nuestra mente necesita la organización narrativa, establecer relaciones causales. Somos una materia narrativa, pensamos de una manera narrativa, entonces, que nos cuenten o leer historias fáciles es algo que nos acompañará siempre. ¿Qué sucede? Que eso no es literatura. Como los ciervos cruzando es pintura, pero no hablamos de arte si evocamos eso. “Contar y recibir historias que te cuentan es probablemente la primera actividad cultural de los seres humanos y sigue siendo algo que nos resulta extremadamente gratificante. Nuestra mente necesita la organización narrativa, establecer relaciones causales”.

La novela se ha definido como “una suma de mentiras cuyo producto es la verdad”. ¿Puede una ficción (una obra artística en general) llegar allí donde la racionalidad no alcanza?

J.J.F.A.: Yo creo que sí. Yo creo que sí puede llegar, y yo creo que de hecho no está obligada a llegar pero debería de ser uno de sus objetivos el poder llegar a eso. Yo creo que cualquier obra literaria de ficción, cualquier obra de arte lo que pretende es dar un salto por encima de la realidad, reflejar otro tipo de realidad diferente a la que existe. La realidad que existe ya la tenemos en el día a día. Yo creo que los artistas, los escritores, tienen que dar su propia versión de esa realidad, lo que ellos consideran que sería otra realidad. En algunos casos sería la ideal, en otros casos no, pero yo creo que sí tienen que perseguir eso.

L.E.: Bueno, estamos ahora celebrando el 400 aniversario de la muerte de Cervantes. Cuando piensas en el Quijote, ya esa confrontación de dos realidades te das cuenta de hasta qué punto la ficción quiere eso, quiere proponer distintas posibilidades de lo real, y yo creo que además lo hace con una extraordinaria eficacia. Si nos preguntan a cualquiera de nosotros qué sabemos por ejemplo de la Shoah, probablemente nos remitamos a películas o a novelas que hemos leído más que a ensayos de historia sobre lo que sucedió. Porque lo que tiene la ficción, lo que tienen las novelas, el cine, es que te confrontan no solo con el pensamiento de las cosas sino también con las emociones, con los sentimientos, es decir, con la experiencia existencial completa, y por eso son tan extraordinariamente eficaces. Yo creo que son eficaces para representar la “verdad” o “más verdad” de unos fenómenos históricos en las situaciones experienciales y existenciales, y al mismo tiempo a proponer esa visión crítica que te hace desdoblar, ver como la parte de atrás... digamos los gigantes detrás de los molinos o los molinos detrás de los gigantes... Pero en cualquier caso siempre esa posibilidad, y yo creo que por eso no la abandonamos y tendrá siempre... Lo podremos llamar contar: con imágenes, con películas, con cuentos, con gestos también porque están las coreografías y las artes escénicas, contar para tener la posibilidad de llegar más lejos por un lado, y probablemente alumbrar ángulos que, si no, no se ven.

J.J.F.A.: En el fondo, yo creo que la creatividad artística... siempre se comenta que es uno de los rasgos del ser humano. El ser humano puede ser un ser racional, puede pensar, resumir, hacer historia pero luego necesita también darle la vuelta a todo eso y entenderlo y explicarlo de otra manera. Y ahí es, yo creo, donde entra el arte. “No es porque las humanidades sean inútiles sino precisamente creo que están desapareciendo porque son extremadamente útiles”.

Sobre la crisis de las humanidades: las letras y las artes ¿son un capricho inútil en este mundo volcado en lo económico?

L.E.: No recuerdo en este momento quién decía “si la cultura os parece cara, probad con la ignorancia”. Yo creo que es eso. Las humanidades no son más que la ambición estética, la ambición ética, la ambición de lucidez. Es algo que, o acompaña a una sociedad o una sociedad lo defiende, o esa sociedad está condenada a empobrecerse y a desaparecer en un tiempo que a lo mejor comparado con el tiempo de los astros es muy largo y no nos llega, pero en cualquier caso a ver sus efectos inmediatamente.

El empobrecimiento del lenguaje implica el empobrecimiento de la comunicación, implica el empobrecimiento del debate público, por lo tanto de la calidad de la democracia, incluso de la calidad de nuestras relaciones personales, cuantas menos palabras tengamos para decir lo que nos pasa nuestra relación con el otro será más pobre, con el otro incluso a nivel íntimo. Por lo tanto, yo creo que no tendríamos ni que estar discutiendo de este tipo de cosas. Una sociedad que no defiende el arte, la cultura, una sociedad que no se reconoce en los términos del humanismo está condenada a ser infeliz, primero, y poco a poco a perecer, a mi juicio.

J.J.F.A.: Yo estoy completamente de acuerdo. El humanismo es indispensable, es parte del ser humano. A mí también, cuando se plantean estas discusiones y se plantea que las humanidades en la enseñanza por ejemplo retroceden en comparación con otras disciplinas más científicas... aunque yo también a veces tengo mis dudas sobre esa especie de dicotomía o separación que se hace entre ciencias y humanidades, pero bueno, es verdad que los programas educativos ahí están y que las humanidades retroceden, y yo creo que eso es contraproducente. Es que al final las humanidades van con el ser humano.

L.E.: Finalmente, lo que podemos entender por humanidades, la filosofía, la literatura, el conocimiento de la historia, etc. son herramientas de capacidad crítica. Yo no creo que se erradiquen, se eliminen o adelgacen en los sistemas educativos porque sean inútiles. Yo creo que son útiles solo que no son útiles al mismo proyecto de sociedad. Son útiles para el proyecto de una sociedad dócil, acrítica, que produce y consume, pero no para el proyecto de una sociedad crítica y por lo tanto exigente con los sistemas de producción, reflexiva, o interrogativa sobre cuáles son las condiciones en las que quiere consumir, en las que va a manejar sus deseos, sus apetencias, etc. Eso es lo que sucede. Entonces, si tú eliminas eso de los sistemas educativos, se harán las cosas sin pensar, sin reflexionar, incluso se avanzará científicamente sin esos frenos éticos también que son tan fundamentales y que además los verdaderos científicos nunca excluyen.

No es porque las humanidades sean inútiles sino precisamente creo que están desapareciendo porque son extremadamente útiles.

J.J.F.A.: Sí, yo creo que detrás hay un discurso neoliberal en el cual se ha visto y se ha comprobado que las humanidades pueden ser un obstáculo para lo que es el sistema productivo y el sistema económico en el que vivimos. En el cual el consumo es indispensable y el consumo no puede ser crítico y el consumo tiene que ser rápido y hay que estar metidos dentro de esa vorágine. Entonces, en el momento en el que impulsemos las humanidades se supone que ese sistema de consumo y ese sistema económico se entorpecería.

L.E.: Efectivamente, y porque además las humanidades, pongamos la filosofía, también es una reflexión sobre tu propia felicidad. Y el consumismo no necesita solamente la rapidez sino la insatisfacción, que estés permanentemente insatisfecho para acudir a otra cosa. Entonces, cualquier herramienta de satisfacción sosegada... en la lectura... podríamos decir de satisfacciones baratas, es claramente un enemigo. Insisto, yo creo que las humanidades se están sacando de los sistemas educativos precisamente por su extrema utilidad. Sólo que no son útiles o aconsejables para los que quieren una sociedad finalmente dócil, manejable y muy permeable a los discursos manipuladores. Luisa Etxenike y José Javier Fernández Altuna.

La diversidad cultural del mundo vasco, ¿ha de verse como un valor o como un lastre para la creatividad y la conformación de una sensibilidad colectiva?

J.J.F.A.: No tengo ninguna duda. Para mí es algo enriquecedor. La sociedad vasca, y lo que denominamos —y no es nada fácil— cultura vasca, yo creo que una de sus grandes virtudes y uno de sus elementos excelentes sin duda alguna es ese, el que es diversa, el que es plural. Afortunadamente, no solo tenemos dos idiomas que utilizamos diariamente, tenemos aquí mismo al lado un tercero, el francés, al que tenemos desgraciadamente un poco abandonado también. Somos afortunadamente plurales y a mí cualquier discurso que vaya en contra de esa pluralidad me enfada pero sobre todo me entristece, porque creo que deberíamos incluso potenciar más esa pluralidad porque es algo afortunado para nosotros. Yo creo que ningún creador vasco ha podido extrapolarse de esa situación. Desde mi punto de vista la pluralidad nos ha enriquecido. Me gustaría que todavía fuésemos más plurales.

L.E.: Sí, yo estoy completamente de acuerdo contigo. A mí me gustaría también que dejáramos de preguntarnos lo obvio. Yo no sé a quién se le ocurre pensar que puede ser más enriquecedor conocer una lengua que conocer dos o tener dos o tener tres, o ser capaz de comunicarse o de imaginarse uno en relación con otra cosa, en relación con otro en una especie de permanente mestizaje. Yo creo que esas son preguntas que si se siguen haciendo es, de nuevo, porque ha habido y hay un interés político en mantener separadas cosas que de manera natural están juntas. Porque el mantener separados, la idea de una rivalidad entre nosotros, ha alimentado y probablemente alimenta las expectativas políticas de algunos ya lo mejor justifica la fertilidad de algunos discursos. En ese sentido yo creo que tendríamos que dejarnos de preguntar lo obvio y lo que vivimos con naturalidad y yo diría que con alegría: la pertenencia a una sociedad que es de un modo íntimo bilingüe, que por lo tanto va a incorporar otras lenguas sobre esa base ya de entrada de un diálogo.

Pero luego hay otro elemento que también a mí me parece muy importante. En un mundo global, visto lo visto, que hablemos de diversidad cultural entre vascos porque unos se expresen en euskera o en castellano cuando pertenecemos todos al mismo background católico, todos con unas referencias culturales que se pueden compartir, todos blancos por decirlo simple, etc. Estamos declinando la noción de diversidad cultural con una pequeñez, visto la globalidad del mundo y visto las interrogaciones, las aperturas que tenemos que hacer, que a mí me resulta extremadamente decepcionante. Yo creo que tendríamos que empezar también a reflexionar sobre eso, sobre lo que constituye nuestra identidad común, sobre cómo esa identidad común ya está mestizándose de otras relaciones, de otros contactos, y realmente crecer, crecer en la suma y no perpetuar la resta o la división que es, como dices tú, irritante y además aburrido.

J.J.F.A.: Yo creo que ese discurso deberíamos superarlo, y prepararnos a otro tipo de escenario en el cual va a haber una mayor diversidad. A eso no podemos colocarle ningún tipo de fronteras ni ningún tipo de límites porque los límites ya nos los hemos cargado, ya han saltado por los aires.

L.E.: Entonces, si aceptamos que es algo que integramos con naturalidad y muchas veces con satisfacción en nuestra vida esa ruptura de fronteras, no podemos mantenernos en una especie de hueso de aceituna apretado con algunas cosas. No somos diversos. Tenemos el mismo background cultural religioso —no me refiero a las cuestiones devocionales, sino me refiero a las culturales—. Realmente nuestro ámbito de diferencia o las variables de nuestras diferencias son extremadamente pequeñas con respecto a la pluralidad del mundo. Yo siempre suelo decir que la identidad no es un equipamiento de serie como el de los coches. Vamos haciendo nuestra identidad, y creo que ganaríamos muchísimo como país si nos fuéramos... iba a decir abriendo pero es que ni siquiera hace falta abrirse, queda simplemente reconocer la apertura que cada uno de nosotros lleva en sí. Y creo que haríamos mal también transmitiendo a las nuevas generaciones viejas preguntas. Yo creo que hay que plantearles nuevas preguntas.Luisa Etxenike (San Sebastián, 1957) Escritora y traductora. Caballero de la Orden de las Artes y las Letras de Francia (2007). Medalla al Mérito Ciudadano de San Sebastián (2013). Directora del festival literario Un mundo de escritoras y de talleres de escritura creativa. Novelas: El detective de sonidos (2011) El ángulo ciego (Premio Euskadi de Literatura 2009) Los peces negros (2005) Vino (2000) El mal más grave (1997) Efectos secundarios (1996) Relatos: Ejercicios de duelo (2001) La historia de amor de Margarita Maura (1990) Poesía: El arte de la pesca (2015) Teatro: La Entrevista (con Gustavo Schwartz: 2016) José Javier Fernández Altuna (San Sebastián, 1968) Licenciado en Historia del Arte por la Universidad Autónoma de Madrid (1991). Estudios de posgrado sobre Arquitectura, Artes Plásticas, Cinematografía y Pedagogía. Docente y crítico de Arte en diversos medios de comunicación. Autor de: Elias Salaverria Memoriala. Euskal Herriko artearen historian barne dagoen istorioa (con Pinar Matey, 2010) Menchu Gal (2007) Euskal Herriko Arkitektura (2004) Euskal Herriko Artea (2003) Ha participado en la preparación de libros de texto para la ESO y Bachillerato, así como en catálogos de exposiciones de artistas como Juan Luis Moraza, Iñaki Olazábal, Fernando Gorostidi, Koldobika Jauregi, Ramón Zuriarrain y Javier Valverde. Responsable de la revisión y coordinación de contenidos del área de Arte de Auñamendi Entziklopedia (desde 2011).
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