Mayte Sancho y José Félix Martí Massó. Directora científica de Matia Instituto Gerontológico y Neurólogo e investigador: Que haya tantas personas que vivan muchos años es un éxito de nuestra sociedad

2017-07-05

AGUIRRE SORONDO, Juan



El envejecimiento tiene una doble dimensión: biológica y cultural. ¿Tiene importancia que seamos conscientes de estos dos aspectos de la vejez?

José Félix Martí Massó (J.F.M.): La vejez es un período muy largo de la vida. Tiene un recorrido que va desde los 65 años (por convenio), y hoy la esperanza de vida está por encima de los 85 años. No es lo mismo una persona anciana de 65 a 70 años, lo que llamamos viejos jóvenes, a lo que son los viejos de 85 años, lo que se llamaba antes la tercera o la cuarta edad. El número de enfermedades que aparecen después de los 80 años y las limitaciones funcionales que tienen son mucho mayores. En cuanto al grado de conciencia, yo siempre entiendo que los viejos tenemos una cierta anosognosia, un cierto desconocimiento de nuestra vejez. Pensamos que somos más jóvenes de lo que en realidad somos, tenemos en nuestra memoria, de alguna forma, nuestro esquema corporal de joven y pensamos que aún podemos correr, podemos movernos, o podemos pensar, o tener la fluidez verbal que teníamos con 40 o 50 años. Tenemos un grado de conciencia, ya digo, escaso siempre de nuestra vejez. Pero es verdad que la sociedad sí tiene que tener presente estos dos aspectos, tanto el biológico como el cultural.

Mayte Sancho (M.S.): Me estaba acordando, cuando comentabas nuestra anosognosia en relación a la conciencia de la vejez, de una entrevista que me tocó hacer a un excelente geriatra y al preguntar: “¿Qué es la vejez para ti?, ¿cómo se te representa?” (tenía en ese momento unos 70 años), decía “La vejez es alguien que tiene 20 años más que yo”. Y creo que esa es una imagen bastante clara, porque no somos conscientes totalmente de nuestra situación de envejecimiento, por un lado. Pero, por otro lado, creo que también es muy importante el que la sociedad tenga claro que vivir muchos años es un éxito de su sociedad, porque no todos los países, ni todo el mundo puede disfrutar de ese éxito. Nosotros somos privilegiados en eso y, por lo tanto, la vejez es una situación deseable a pesar de todo. Y a pesar de estar tan identificada con lo indeseable, es bien deseable. Todo el mundo quiere vivir muchos años, eso sí, quiere vivir muchos años en buenas condiciones y ahí está el gran reto. “Todo el mundo quiere vivir muchos años, eso sí, quiere vivir muchos años en buenas condiciones y ahí está el gran reto”.

La identificación del envejecimiento con un periodo de pérdidas, ¿es pesimismo o simple realismo?

M.S.: Yo creo que, quizás por los años que ya tengo también, me toca rebelarme un poco ante ese planteamiento de vejez=pérdida. Estaba recordando una frase de Einstein que decía algo así como “Vivimos tiempos difíciles, es más fácil desintegrar un átomo que un prejuicio”. Creo que en esto de la pérdida hay grandes prejuicios, estereotipos. No creo que la vejez sea una pérdida. Evidentemente, el cuerpo te acompaña poco, es decir que el cuerpo, a pesar de que hoy lo cuidamos y muy bien, aun así, los años pasan esa factura del envejecimiento. La mente te acompaña de otra forma. Pero me gustaría reivindicar también todo lo que se ha hecho en las etapas consideradas como vejez de la vida por tantísimas personas. Creo que es una etapa en la que el criterio funciona maravillosamente, la visión, la experiencia tiene importancia (aunque vivimos en una sociedad donde la experiencia tiene mucha menos importancia de la que tuvo en otros momentos porque no garantiza el sistema de producción, antes sí lo garantizaba y ahora no). Creo que hay muchas matizaciones, pero, desde luego, asociar vejez solamente a pérdida, me parece que es afianzar un estereotipo negativo que no veo muy claramente.

J.F.M.: Yo me alegro de que tengas esta visión optimista y, probablemente, yo tenga una visión sesgada porque veo pacientes neurológicos, ancianos, que sufren pérdidas. Pero también me gustaría decir que participo de una actividad de deporte que es el golf, y cuando voy al club de golf y veo una cantidad de ancianos impresionante jugando al golf me digo “Pues eso no es tanto pérdida como veo yo en las consultas”. Quiero decir, el cerebro a medida que uno envejece pierde velocidad, esto es una realidad, y nuestros tiempos de reacción son más largos, tenemos menos evocación verbal, probablemente utilizamos estrategias diferentes para llegar a las mismas soluciones que hacíamos anteriormente y a cambio ganamos experiencia. Es verdad que la experiencia yo creo que es algo muy importante en la vida de una persona. Hoy, por ejemplo, estoy muy satisfecho con mi edad y no me siento en falta de tener la agilidad memorística que tenía probablemente con 25 años. Esto no lo echo en falta demasiado.

Me preocupa mucho, y creo que es un tema muy importante, que el cerebro es el asiento de enfermedades neurológicas que ocurren en la vejez, pero que veinte años antes empiezan a tener ya síntomas sutiles prodrómicos. Esto en este momento está ya en fase de poder ser diagnosticado, es decir, mucha gente cuando empieza a notar pérdida de memoria, puede ir a que le hagan un estudio de líquido con marcadores o una tomografía de emisión de positrones con un PET/TAC, y decir “Yo tengo una enfermedad de Alzheimer que desarrollaré en 20 o 30 años”. Esto es por un lado preocupante, por el hecho de lo que significa conocer de antemano que uno va a sufrir esta enfermedad, pero por otro lado también ilusionante, y desde el punto de vista terapéutico, la posibilidad de que haya medidas terapéuticas que retrasen o eviten la aparición de esta enfermedad durante el tiempo de vida.

M.S.: Sin duda. Yo creo que ahí tenemos todavía un campo amplio de generación de conocimiento; quizás hay una reticencia mayor a saber cuando no hay salida, cuando no hay respuesta al conocimiento...

J.F.M.: Igual ahora no hay salida, pero puede haber dentro de unos años...

M.S.: ... Pero la va haber enseguida. Otro aspecto que no hemos comentado, pero me parece que cada vez es más interesante y en el que veo que se avanza bastante en investigación, es esto que llamamos la resiliencia. Creo que la resiliencia como capacidad de afrontamiento de dificultades y de superación, es un área que la edad te ayuda a desarrollar. Porque evidentemente has tenido que afrontar situaciones complejas y difíciles en todos los ámbitos, y esto creo que también es un área a fortalecer porque nos puede ayudar a envejecer mejor.

J.F.M.: Probablemente es una de las virtudes de la gente que hace un envejecimiento saludable.

M.S.: Exacto. “El cerebro es el asiento de enfermedades neurológicas que ocurren en la vejez, pero que veinte años antes empiezan a tener ya síntomas sutiles prodrómicos. Esto en este momento está ya en fase de poder ser diagnosticado”.

¿Cómo le damos la vuelta al discurso que ve a los mayores como una carga para el sistema social?

J.F.M.: Yo entiendo que el cambio probablemente venga por el porcentaje, que va aumentando, de la población mayor. Cada vez tendrá más influencia desde el punto de vista económico, y no solo económico sino también en votos, en toma de decisiones y en importancia dentro de la sociedad. Esto es una realidad: a mayor número, mayor porcentaje.

M.S.: Sin duda. Yo creo que en este momento hay una expectativa, quizás a lo mejor excesiva, sobre todo en este mundo que se denomina “silver economy”, de todo el mercado que puede surgir en torno a la vejez.

Me estaba acordando ahora de la ley de la adaptación del envejecimiento que recientemente ha aprobado Francia, donde la exposición de motivos dice que la vejez, así en término global, va a ser la primera fuente de empleo no deslocalizado en ese país en los próximos 20 años. Esto es interesante, es decir, es otra mirada que de alguna manera equilibra esta conciencia tan extendida de vejez igual a carga social. Eso por una parte, pero por otra parte también está todo ese mundo, que es invisible además, y que tiene que ver con el trabajo no remunerado. Las personas mayores jubiladas ejercen montones de tareas que se engloban ahí, en eso que se llama el trabajo no monetarizado, que se traduce en tareas de transferencia de cuidados, transferencias económicas, trasferencias de apoyos... Solamente recordemos tan recientemente nuestra crisis, en que el 20% de los hogares en España han sido mantenidos por una pensión, hogares multigeneracionales.

J.F.M.: Me ha gustado el comentario que haces. Yo entiendo que en los países nórdicos: Finlandia, Noruega, Suecia... las personas ancianas son una de las principales fuentes de empleo. Yo creo que esto cambiará la impresión que tiene la población normal sobre la ancianidad como una fuente de empleo importante.

M.S.: Totalmente. De empleo y de riqueza. De generación de productos, de tecnologías, de productos especiales para mayores... todo este tipo de cosas.

J.F.M.: También creo que la población se tiene que acostumbrar a pensar que cuando invierte en vejez, invierte en ellos mismos dentro de unos años. Yo creo que esto es una perspectiva que a la gente se le olvida.

M.S.: Es una perspectiva práctica...

J.F.M.: Muy práctica y útil, ¿no? “La población se tiene que acostumbrar a pensar que cuando invierte en vejez, invierte en ellos mismos dentro de unos años”.

Cuando familiares se inhiben del cuidado de una persona con dependencia, incluso teniendo medios para hacerlo, ¿la solidaridad pública ha de compensar al egoísmo privado?

M.S.: En este momento hablar de cuidados requiere una mirada mucho más amplia que la mirada exclusivamente familiar. Ya sabemos que los cuidados de una persona en este momento pueden durar en torno a 10-12 años, que además tiene una intensidad enorme en tiempo y también en especialización, en el tipo de cuidados que es necesario realizar hacia una persona que los necesita. En este sentido, yo creo que no podemos hablar de Estado-familias. Nuestro modelo, además, en este momento es Estado más familias, más aportación voluntaria, más iniciativa privada, más... todo. El cuidado, hoy, puede dirigir y condicionar totalmente la vida de las personas. Por lo tanto, yo no me atrevería a calificar de egoístas a las familias. Evidentemente, las familias tienen historias privadas que desconocemos desde el análisis más profesional, pero lo que está claro es que, en este momento, el cuidado necesita la aportación del sistema público, la aportación familiar y la aportación de la sociedad en general. Además, el sistema de protección social tiene obligación sobre la ciudadanía en relación a los cuidados. Yo creo nadie hoy se planteará cuando alguien va al especialista, va a tu consulta, si su declaración de renta es superior al siguiente paciente que va a venir, porque es un derecho. Los cuidados son un derecho también, mucho más imperfecto, pero sí están reconocidos como un derecho subjetivo pleno. Es decir, que el sistema de protección social tiene que hacer frente a una situación de cuidados que ha tomado una dimensión completamente diferente a la de hace 15 o 20 años.

J.F.M.: En términos generales estoy de acuerdo con lo que dices. Creo, efectivamente, que el cuidado de ancianos desde el punto de vista económico es muy caro, desde el punto de vista de consumo emocional, muy largo, y eso se nota muchísimo cuando a veces durante 10, 12 o 15 años una persona demenciada sobrevive con cuidados que a veces uno se plantea si esto tiene sentido o no... Y hago un paréntesis para decir que a mí me sorprende cuando pregunto: “¿La calidad de vida de esta persona crees que es buena, que merece la pena vivir así?”. La mayoría de gente dice que sí, la familia de personas con enfermedad de Alzheimer relativamente avanzada, entiende que es una vida con cierta calidad.

También hay algo que veo que es muy difícil de evitar, y es que los bienes que ha ganado una persona es muy difícil que los hijos, los que van a ser herederos se desprendan con generosidad. Bueno, lo ha ganado ella, ha sido para tener una vejez feliz, ahora estamos en la vejez, ahora es cuando hay que gastarlo... Y les cuesta muchísimo invertir en esto, como que necesita seguir ahorrando en una fase de la vida en que lo que hay que hacer es gastar. Y me sorprende, la verdad.

M.S.: Con eso estoy completamente de acuerdo contigo. Es más, estaba recordando las aportaciones que hicimos a la Estrategia Vasca de Envejecimiento Activo, 2015-2020. Ahí he puesto un énfasis especial en todo lo que tiene que ver con orientaciones de intervención y consejo hacia las personas cuando envejecen. Todavía vivimos con esta idea de que el patrimonio que hemos construido con bastante esfuerzo a lo largo de los años es de los que vienen después. Esto se enfrenta con las situaciones de dependencia, y es triste cuando ves a personas que pueden perfectamente financiar con su patrimonio, con su dinero, los cuidados y no lo están haciendo. A veces las familias tampoco animan a ello, y están teniendo una calidad de vida deficiente cuando podrían tener una calidad de vida, dentro de su enfermedad, de la mejor manera posible. Todo ello sin negar, insisto, la obligación que tiene el Estado, como contribuyentes, además, con sus ciudadanos. Porque, claro, los cuidados en este momento son una responsabilidad social, personal y de los poderes públicos también.

Pero esto que comentas me parece importantísimo, siempre pensamos que lo nuestro tiene que ser para nuestros hijos. A veces lo nuestro tiene que ser para nosotros; casi desafortunadamente, la verdad, tiene que ser así. “Tenemos que prepararnos desde la infancia para envejecer bien, pero también la sociedad tiene que aceptar el envejecimiento como una etapa en la vida en la que hay pérdidas, pero en la que también hay muchas riquezas”.

El envejecimiento no se asume hasta que se acerca. ¿Habría que irse acostumbrando a todo lo largo de la vida?

J.F.M.: Muchas veces no se asume ni cuando llegas a ser viejo, no es fácil asumirlo. Pero es verdad que uno tiene que estar pensando cuando es joven en que un día va a ser viejo, y que es importante para tener calidad de vida en la vida adulta y en la vejez cuidarse desde la juventud. La gente que ingiere tóxicos: alcohol, tabaco, otras sustancias nocivas; que tiene mal cuidado en la alimentación y engorda de una forma desproporcionada; la gente que no controla los factores de riesgo vascular, la hipertensión; si es diabético, la diabetes; el sedentarismo, el ejercicio físico como algo importante; el ejercicio intelectual en forma de lectura, de escritura, de reflexión... La actividad social: yo creo que la actividad social es muy importante para cuidarse, el tener amigos o participar en actividades colectivas desde cantar en coros, ir a ONGs o a la parroquia, por citar sitios habituales de nuestras personas mayores. Creo que todo eso es importante hacerlo desde la juventud para llegar a tener una vejez saludable, y hay que insistir en que la gente joven empiece a prepararse desde ya.

M.S.: Sin ninguna duda. Desde luego yo creo que, efectivamente, no pensamos en la vejez. No pensamos en la vejez porque la vejez tiene mala prensa y ahí también es necesario invertir. La inversión en prevención y en hábitos, por ejemplo, tiene de alguna manera que transmitir una imagen de la vejez ajustada a la realidad, ni ensalzar, ni minimizar o demonizar. Lo que hemos estado comentando antes: asociar la vejez con pérdida, con enfermedad, con tristeza, con cuidados y con gastos... claro, nadie quiere apuntarse a esa tribu. Evidentemente, tenemos que prepararnos desde la infancia para envejecer bien, pero también la sociedad tiene que aceptar el envejecimiento como una etapa en la vida en la que hay pérdidas, pero en la que también hay muchas riquezas.

J.F.M.: Algo que me sorprende es la facilidad y la alegría con la que la gente se jubila. Yo entiendo que el trabajo para mucha gente debe de haber sido una carga muy importante, porque está deseando jubilarse y dejan el trabajo con alegría y pasan a disponer de su tiempo libre.

Yo, en este momento, estoy en mi última fase de época laboral y en el hospital termino en agosto, me cortan el paso y dejo de poder actuar como médico en el hospital. En la universidad, ya veremos, puedo pasar a una situación de catedrático emérito, que es una situación con pocas responsabilidades laborales. Pero veo que a la gente no le preocupa demasiado, y a mí sí me preocupa. Bueno, ¿qué hago con toda mi riqueza profesional y mi experiencia de aquí en adelante?, ¿cómo puedo plasmarla en algo que siga siendo útil a la sociedad? Y es algo que yo creo que en general se tiende a descuidar. Mucha gente corta y no les importa nada el dejar su actividad profesional para siempre.

M.S.: Yo no sé si no les importa nada o realmente se incorpora una vez más a esta especie de carro en el que la jubilación es solo liberación, y, por lo tanto, después viene el júbilo, como su propio indica. En este momento estamos viendo a miles y miles de personas que tienen muchísimo que aportar y que no tienen un cauce. Yo también estoy en esa situación prácticamente. Es una pena, has ido acumulando un montón de conocimiento y de criterio, y de pronto eso ya no se comparte, no se ofrece, no tiene valor... ¡Fíjate lo importante que es en relación a los estereotipos de la vejez!

J.F.M.: Buscaremos formas de utilizarlos...

M.S.: Si no nos van a venir a veces dadas, seguramente. “Un trato infantilizado de alguna manera anula la capacidad de opinión, de decisión, las preferencias, los deseos de esa persona y por lo tanto su dignidad, que es lo más importante, con lo cual yo ahí soy radical: ¡vejez e infancia, no!”.

¿Hay ventajas objetivas en la positividad vital o es solo un tópico de manuales de autoayuda?

M.S.: Yo creo que cada vez hay mayor evidencia sobre la importancia de la actitud ante la vida. Cuando se puso tan de moda el paradigma de envejecimiento activo, difundido por la Organización Mundial de la Salud, hace no tanto, no llega a veinte años, se intentó evidenciar cómo determinadas actitudes o posiciones de personalidades en la vida pueden de alguna manera alargar la vida, pero sobre todo pueden ofrecer una vejez mejor. Y una de ellas es esta: digamos, la actitud positiva; y hay otra que creo que es tan importante como esa que es la que llamamos el compromiso con la vida. Compromiso con la vida: parece que cada vez hay mayor evidencia de que es un buen indicador de la longevidad. Pero quizás el sabio en esto eres tú.

J.F.M.: Hay una cosa que valoro de una forma un poco diferente quizá. Cuando veo la apatía, la falta de ilusión, la falta de interés, la falta de iniciativa de algunas personas, siempre pienso: “Esto es un síntoma de una alteración frontal que va a desembocar dentro de unos años en una demencia con cuerpos de Lewy, en una enfermedad de Alzheimer o en una encefalopatía vascular”, y en eso casi nunca te equivocas. Es muy frecuente que estas personas mayores con apatía, que ya tienen un deterioro cognitivo importante, a las familias, si son varones, no les llame demasiado la atención, pero si son mujeres sí, porque dejan de poder seguir haciendo las labores de casa con eficacia y con eficiencia. Por lo cual, yo creo que esto es un síntoma. Cuando veo a la gente que mantiene la ilusión, que mantiene la iniciativa, que sigue siendo curiosa intelectual y quiere seguir aprendiendo —siempre digo que el aprender es un placer—, pienso: “Este tiene el lóbulo frontal intacto”. Es verdad que dentro de la población normal también hay personas que son más curiosas desde el punto de vista intelectual, que tienen más ilusión por las cosas, y estas personas sí tienen ventajas a la hora de envejecer más saludablemente que las personas que no son así.

M.S.: Sin duda.

La impresión de que al final de la vida el círculo se cierra y la persona mayor vive una especie de segunda niñez, ¿es un mero espejismo o tiene algún fundamento?

J.F.M.: Un neurólogo amigo y profesor, Lluís Barraquer i Bordas, hizo la tesis doctoral aproximadamente el año 1965 dirigida por el profesor Julián de Ajuriaguerra sobre las apraxias constructivas en los enfermos con demencia que llegaban a tener una fase regresiva similar a la que el niño había adquirido desde el punto de vista evolutivo, ellos lo hacían en un sentido inverso. La verdad es que era atractiva la hipótesis, pero yo creo que no es real en muchas ocasiones.

Ahora, cuando vemos cómo se desintegran los pacientes, sus aspectos motores o sus aspectos cognitivos, muchas veces creo que no tiene ninguna semejanza con el niño. Si comparas un anciano demenciado, torpe, con dificultad para moverse, triste, con un niño, móvil, ágil, cómo va adquiriendo las cosas... cuesta entender la relación que hay entre unos y otros. Pero es verdad que hay aspectos de la regresión personal que sí tienen cierta semejanza, de alguna forma, con la vuelta al inicio: la desinhibición que a veces hay desde el punto de vista del control, o, por ejemplo, cosas tan curiosas como lo que llamamos risa y llanto espasmódico, es decir, un anciano puede con un síndrome pseudobulbar pasar de la risa al llanto de una forma similar a la que hacen los niños por falta de control aún de la musculatura facial que controla la emoción... Hay algunas cosas que son curiosas y que pueden ocurrir así, pero, en general, diría que esto es un símil un poco artificial.

M.S.: Yo iría un poco más allá. Creo que con independencia de las constataciones que se hagan en el ámbito de la enfermedad, en el ámbito patológico, asociar vejez a infancia es una tendencia peligrosa, por no decir muy peligrosa. De hecho, la infantilización de las personas mayores está considerada dentro de la clasificación de malos tratos de la Organización Mundial de la Salud como una situación de maltrato. Pero sí creo que es importante insistir de manera clara que los mayores no son como niños, los mayores son personas que tienen una historia detrás y que de alguna manera esa historia continúa a lo largo de toda su vida hasta que mueren, a no ser que aparezca determinada enfermedad, entonces ahí estamos hablando de personas enfermas. Pero en personas no enfermas, nada que ver infancia con vejez. Porque, normalmente, esa conducta que está muy observada, infantilizar a una persona mayor, detrás lleva un trato inadecuado, porque “como es un niño” mando sobre él, puedo tomar decisiones sobre esta persona, cuando, en principio, no tengo ningún derecho a tomar decisiones. Esto lo vemos en conductas cotidianas cada día, ahí sí que puedo decir desde la observación que es impresionante. Esto genera, va construyendo, un trato infantilizado que de alguna manera anula la capacidad de opinión, de decisión, las preferencias, los deseos de esa persona y por lo tanto su dignidad, que es lo más importante, con lo cual yo ahí soy radical: ¡vejez e infancia, no!

J.F.M.: Me parece bien. Decir “se ha vuelto como un niño” para en el fondo justificar un trato inadecuado en esta persona... Me parece que es correcto. Mayte Sancho y José Félix Martí Massó. Mayte Sancho Castiello Licenciada en Psicología por la Universidad Complutense de Madrid (1975) y Máster en Gerontología Social por la Universidad Autónoma de Madrid (1991). Experta de la OCDE en Protección Social y Envejecimiento (1992-1995); miembro del Comité Técnico de la Sociedad Española Geriatría y Gerontología (SEGG); directora del Observatorio del Envejecimiento y la Dependencia en el IMSERSO (1998-2008); codirectora de Portal Mayores; coordinadora del proyecto “Malos Tratos a Personas Mayores” en la Organización Mundial de la Salud (2002-2007). Coordinadora general del proyecto “Saber envejecer, prevenir la dependencia” de la Sociedad Española Geriatría y Gerontología (2003-2007) de la cual fue vicepresidenta (2004-2007). Desde 2008 ejerce como asesora técnica de Fundación Instituto Gerontológico Matia-INGEMA y como directora del Área de Planificación y Modelos de Atención. Actualmente es directora científica de Matia Instituto Gerontológico. José Félix Martí Massó Catedrático de Medicina por la Universidad de Navarra. Jefe del Servicio de Neurología en el Hospital Universitario Donostia y profesor titular de Neurología en la UPV/EHU. Presidente y fundador de la Fundación Ilundain y de la Sociedad Vasca de Neurología (1988-1992). Investigador principal en diez investigaciones y en más de cuarenta ensayos clínicos, ha contribuido a la identificación del gen LRRK2 que sintetiza la proteína que denominó dardarina (del euskera dardara, temblor). Se le debe el descubrimiento de que la cinaricina —medicamento utilizado para el tratamiento del vértigo en ancianos— tenía capacidad de inducir síntomas parkinsonianos y la descripción del síndrome de pseudomigraña con pleocitosis de LCR, hoy denominado HaNDL. Autor de más de 300 trabajos científicos y de tres libros, el doctor Martí Massó recibió el Premio Euskadi de Investigación en 2014. LaOrganización Médica Colegialle concedió el Premio a la Trayectoria Profesional en la categoría de “Docencia e Investigación” en 2016.
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