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María Silvestre Cabrera / Profesora de la Universidad de Deusto e Investigadora Principal del Equipo Deusto Valores Sociales

21/12/2016

María Silvestre Cabrera / Profesora de la Universidad de Deusto e Investigadora Principal del Equipo Deusto Valores Sociales

No va a ser tarea fácil eliminar el divorcio existente entre la cultura humanística y la científica porque expresiones como "ser de Letras o de Ciencias" están muy interiorizadas en nuestra sociedad y no solo recogen la división existente en nuestro modelo educativo, sino que definen identidades personales: personas que se consideran de Letras y personas que se consideran de Ciencias y que, a partir de dicha identidad, justifican el desconocimiento de todo lo que, a priori, sería ajeno a su área de conocimiento. La división establecida entre las diferentes áreas de conocimiento es negativa puesto que estas se necesitan mutuamente para conseguir una aprehensión integral de los procesos, sistemas y estructuras sociales que nos rodean. Además es un problema la clara minusvaloración que recibe la cultura humanística. La excelencia se reserva para la cultura científica. No es algo poco común que si en un aula alguien destaca académicamente su familia e incluso su profesorado, consideren una pérdida si esa excelencia no se invierte en la cultura científica, como si la cultura humanística se nutriera de despojos. Sin embargo, cuando las Universidades escogen a quien honrar con doctorados honoris causa, suelen encontrar más y mejores candidatos (casi siempre hombres... pero esa es otra reflexión... aunque no tan ajena ni distante) en la cultura humanística. Por tanto, no se trata solo de promover un modelo educativo que elimine el divorcio entre la cultura humanística y la científica, sino de promover un modelo que otorgue el mismo valor a los diferentes conocimientos. La formación integral, aquella que establece puentes entre las distintas materias es importante. Realizar un trabajo de literatura sobre una teoría científica, aprender química en un idioma distinto al propio, coordinar programas docentes de distintas materias para desarrollar un proyecto didáctico integral. El alumnado no debería tener que optar tan pronto entre diferentes ramas de conocimiento. La oferta formativa debería definir qué materias científicas y humanísticas son importantes para el crecimiento personal en valores y en conocimiento y dichas materias, deberían ser obligatorias, más allá de itinerarios. Para la especialización siempre hay tiempo. La especialización temprana, sin una base de conocimientos integrales y generales se construye sobre cimientos de barro. Es fundamental conocer varias lenguas y conocer diferentes registros de comunicación. Es fundamental conocer nuestra historia para reconocer y entender los hechos y fenómenos de nuestro entorno. Es fundamental saber optar por un paradigma científico desde el que plantearnos las preguntas que nos hacemos y que formulamos al exterior. Asimismo, son básicos conocimientos sobre la composición y estructura de nuestro entorno y de nuestro ser, así como saberes sobre el funcionamiento de procesos físicos y fisiológicos. No quiero cerrar esta reflexión sin explicar, aunque sea brevemente, porque el hecho de ser mujeres u hombres también está relacionado con la división entre lo humanístico y lo científico. La relación reside en la asignación de valor. Lo científico tiene mayor valor y reconocimiento que lo humanístico y lo mismo ocurre con lo masculino en comparación con lo femenino. La distinta atribución de valor explica, por ejemplo, porqué tradicionalmente, las mujeres no han optado por carreras más técnicas, cuestión que está siendo corregida y que solo se aprecia de forma muy notable en las ingenierías técnicas. Pero esa diferente atribución de valor a la cultura científica y a la cultura humanística sí tiene que ver con lo que en nuestra historia reciente y en nuestra sociedad se considera propio de las mujeres y propio de los hombres y que "casualmente" coincide con la diferente atribución de valor. De la misma manera que tenemos que favorecer un modelo educativo integral, que retrase la especialización, y asigne igual valor y reconocimiento a los distintos conocimientos, de la misma manera, deberemos trabajar para que en las nuevas generaciones, no haya conocimientos más apropiados para los chicos y conocimientos más propios de chicas.
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