Durante los últimos años, las siglas I+D+i han pasado a formar parte de nuestro vocabulario, pero ¿qué significan realmente?
Las siglas I+D+i hacen referencia a tres actividades: a la Investigación, bien sea la investigación científica básica o la investigación científica aplicada; al Desarrollo de los productos y procesos; y a la innovación, en el sentido más amplio, desde la inserción de los grupos hasta la comercialización y preparación. Desde la óptica tradicional, lo que hay es una sucesión de fases, en la que la investigación termina abocando en un producto. La práctica, sin embargo, es mucho más compleja. Además, debemos tener en cuenta que el concepto innovación abarca todo lo anterior, pero referido al ámbito económico: se trata del proceso que comercializa el nuevo producto.
¿Y qué avances se han producido en Euskadi en el sector del I+D+i?
El avance más significativo ha sido, en mi opinión, el haber creado el sistema vasco para la innovación, un sistema que, desde el primer momento, ha ido progresando tanto en lo referente a su capacidad como a su red de relaciones. Como es bien sabido, uno de los pilares fundamentales de este sistema es la red de Centros Tecnológicos, factor que proporciona a la economía vasca una ventaja en la competitividad. Otro de los pilares del sistema ha sido la política de ayudas para la Investigación y el Desarrollo de las empresas, que fomenta la colaboración entre las empresas y entre empresas y centros tecnológicos. Pese a que la competencia sobre la política científica y tecnológica prevista en el artículo 10.16 del Estatuto de Autonomía todavía no haya sido transferida, y aun cuando la eficacia de las actividades del Estado sea muy escasa, durante los últimos 22 años, el gasto realizado en I+D se ha multiplicado por 22; hemos pasado de la nadería hasta el 1,5% del PIB actual. A mi parecer, los logros más significativos han sido éstos.
La competencia sobre la política científica y tecnológica no ha sido transferida. ¿Qué ventajas –o desventajas- traería consigo la transferencia?
Ventajas, desde luego, muchas. La política de innovación no puede funcionar de una manera centralizada; el sistema de innovación debe estar ligado al territorio, allí donde la oferta (centros tecnológicos y universidad) y la demanda (empresa) se interrelacionan. Los procesos dirigidos a fomentar la oferta tienen que adaptarse a las necesidades de la demanda, y si desean que su llegue a todas las empresas, deben buscar la colaboración de los centros tecnológicos. Pensar que esto se puede realizar desde Madrid es una locura. Hay, además, otra cuestión, y es que hay que cumplir la ley, y dado que la administración central no lo ha hecho, hemos tenido que hacerlo nosotros, desarrollando un sistema de innovación propio. ¿Qué obtendríamos gracias a la transferencia? Disponer de los recursos para alcanzar la convergencia tecnológica con Europa. Se trata de un tema muy serio, puesto que la competitividad global nos obliga a dar ese paso.
¿Nos encontramos a la par que los demás países, mejor o peor?
La pregunta tiene su importancia. Hemos avanzado, pero no por eso nos encontramos entre las primeras posiciones. Cuando recurrimos a las comparaciones, lo más fácil resulta hacerlo en términos cuantitativos; en este sentido, debería decir que, con respecto al Estado, nos encontramos muy bien situados, porque están en el 1% del PIB; pero si tomamos como referencia a Europa, que se sitúa en torno al 2%, debemos reconocer que estamos bastante lejos. No sólo eso: debemos tener en cuenta que, en esta carrera de la innovación, los países en vías de desarrollo están pasando a ocupar un lugar muy destacado. Muchos creen que la economía de China está atrasada, pero pocos saben que en el año 2003 tuvo un PIB del 1,3%.
¿Cuáles son, a su juicio, los principales retos para el futuro?
Siempre hemos prestado especial atención al desarrollo de la tecnología, pero la competitividad global y el esfuerzo que están realizando los países que compiten entre sí nos obligan a progresar aún más. El Gobierno Vasco ha declarado que, así como en su momento alcanzamos la convergencia en la renta o en el empleo, ahora ha llegado el momento de conseguir la convergencia tecnológica. Europa se ha marcado como meta un 3%, pero creo que va a ser difícil llegar hasta ese punto, ya que, de seguir al ritmo actual, se prevé que llegaremos a un 2,3%. En cualquier caso, alcancemos ese objetivo o no, tenemos que esforzarnos por sumarnos a Europa; y el criterio válido para ello es, a nuestro juicio, aumentar los recursos destinados a la política de I+D tres veces más que el PIB nominal.
¿No le parece que las cifras ofrecen una visión demasiado esquemática?
Es posible, sí. A veces parece que nos perdemos entre los números, y que no analizamos lo que subyace tras ellos. En todo caso, tenemos que reconocer que las cifras ayudan a informar a la sociedad sobre los retos y objetivos, así como a concretar los esfuerzos a realizar en el ámbito de los recursos. Detrás de todo ello, hay un gran reto: seguir potenciando la capacidad de los centros tecnológicos, para que sean plataformas competitivas con una mayor proyección internacional; también debemos prestar atención a la demanda, para pasar del “qué” al “para qué”. Una fotografía de este reto reflejaría que hoy en día desarrollan actividades de I+G unas 1.000 empresas, pero si queremos alcanzar el objetivo europeo marcado en Lisboa, es decir, llegar al 3%, necesitamos 500 empresas más. Lo cual significa que, además de movilizar nuestro sistema actual, tenemos que promover cambios estructurales que nos permitan llegar a productos y sectores que cuentan con más contenido en los conocimientos.
¿Puede éste ser el caso de la Estrategia Biobask?
Sí, desde luego. Es un ejemplo del cambio estructural. A través de la tecnología, intentamos fomentar un nuevo sector económico. Se trata de una estrategia que en el lenguaje técnico se conoce no como “push”, sino como “pull”, y presenta importantes dificultades. Cierto que he comentado que debemos prestar atención a la demanda, pero quisiera resaltar que las estrategias como Biobask se basan en modelos de cooperación minuciosamente analizados, como puede ser el CIC o Centro para Investigaciones Cooperativas, donde empresas privadas del sector trabajan con un potente centro de investigación de gran capacidad investigadora. Gracias a una avanzada infraestructura biológica, además, este centro se verá dentro de poco fortalecido. Todo cambio es una apuesta, pero una apuesta cimentada sobre bases firmes.
No podemos pasar por alto la preparación de los profesionales. ¿Se ha avanzado en esta materia? ¿Hay recursos suficientes?
Sin científicos ni tecnólogos no puede haber ni ciencia ni tecnología, evidentemente, pero muchas veces olvidamos que detrás de los presupuestos hay personas, y que las apuestas como la que indicaba se basan en la confianza depositada en las personas. Si queremos dar un gran salto en I+D, necesitaremos gente profesional, y, en este mundo cada vez más abierto, la pugna por contar con los mejores profesionales será enorme. Puede que resulte sorprendente, pero Euskadi es muy atractiva a los ojos de los investigadores. La experiencia de Biogune es una buena muestra de ello. En cualquier caso, y como es de suponer, nuestro propósito no puede ser otro que desarrollar nuestros recursos humanos, y, para ello, además de facilitar recursos para la formación de los profesionales, es necesario mostrar los estudios de ciencia y tecnología como una atractiva opción. En este sentido, debo decir que el Departamento de Industria, Comercio y Turismo ha empezado a desarrollar programas de ayuda para ser destinadas a la formación del personal de los centros tecnológicos, en aras de obtener una mayor productividad. Quisiera decir a los jóvenes que las carreras científicas son y serán una interesante elección profesional; puede que sean duras, pero, como reto, me parecen formidables.
¿Cómo nos hemos adaptado a la era postindustrial?
Siempre nos hemos mostrados muy satisfechos al hablar sobre la economía industrial y sobre el proyecto que nos permite seguir en esa línea. Por ello, y para que no surja ningún malentendido, en primer lugar quisiera destacar que, pese a estar inmersos en un proceso de fortalecimiento del tercer sector, que existe en todas las economías de renta alta, el sector industrial de Euskadi ha mantenido, durante los últimos diez años, una cuota del 30% del PIB, y ha creado 45.000 puestos de trabajos. De modo que no hay señales de desindustrialización; el “post” no tiene nada que ver con el “des”. Aclarado esto, nosotros decimos que el modelo de competitividad ha pasado por tres fases: en la primera, se competía con los factores (el coste del input); en la segunda, se incidió en el capital de cada trabajador (inversión); y en la tercera, el factor competitivo no es otro que el conocimiento.
Al referirnos al desarrollo, es obligado hacer alusión al desarrollo sostenible. ¿A qué criterios se atiene el Departamento de Industria, Comercio y Turismo al actuar en este ámbito? Este Departamento tiene una importante misión con respecto al fomento del desarrollo sostenible, por dos motivos: en primer lugar, porque sus sectores de referencia representan directamente la mitad de la economía vasca; y, en segundo lugar, porque es el responsable de la política energética y, por tanto, influye en todas las actividades. De cara al año 2010, nos hemos fijado los siguientes objetivos con respecto a la sostenibilidad en la política energética: ahorrar energía en un 15% y reducir la intensidad energética (energía que se consume por cada unidad del PIB) en un 16%; aumentar la producción mediante fuentes renovables, incrementar el consumo hasta el 12% y sustituir paulatinamente las centrales térmicas por centrales de ciclo combinado. De esto modo, daremos un importante paso que nos permitirá cumplir con lo establecido en el Protocolo de Kyoto, ya que Euskadi aumentaría sus niveles de emisión de CO2 tan solo en un 11% con respecto a las cifras de 1990, por debajo del compromiso adquirido por el Estado español (15%). Ana Agirre Zurutuza (Bilbao, 1957) Ana Agirre estudió Derecho en la Universidad de Deusto (1975-1980), donde se especializó en la rama jurídico-económica, y posteriormente completó su formación con los Estudios Europeos en el Instituto de Estudios Europeos de la Universidad de Deusto (1984-1985), así como con las Políticas Comunitarias (1985) y Mercado Interior (1986) en la Escuela Europea de Administración Pública de Maastricht. Se incorporó al Gobierno Vasco en 1981, en calidad de técnica, y a partir de 1984 ha desempeñado diversos cargos; entre otros, el de Jefe de la Asesoría Jurídica del Departamento de Industria y Comercio (1984-1986), Jefe y Primera Letrada del Departamento de Presidencia y Justicia (1986-1987), Directora de la Secretaría General Técnica del Departamento de Trabajo y de la Seguridad Social (1987-1991), Directora de Gabinete de la Vicepresidencia Primera para Asuntos Económicos (1991-1995), Asesora del Departamento de Industria, Agricultura y Pesca (1995-1999), y Asesora con rango de Viceconsejera del Departamento de Industria, Comercio y Turismo (1999-2003). Desde enero de 2004, es Consejera del Departamento de Industria, Comercio y Turismo.