El pasado mes de febrero recibió el séptimo premio que el Orfeón Donostiarra y la Universidad del País Vasco (UPV/EHU) otorgan todos los años a personalidades que han destacado en el mundo de la música de Euskadi. ¿Cómo se acoge un galardón de estas características?
Un premio de estas características nunca se espera del todo, pero, lógicamente, cuando uno se presenta siempre cabe la esperanza de ser elegido. Recibirlo supuso una alegría inmensa, y el momento de la entrega fue increíblemente emocionante. Además, tuve el honor de compartirlo con el Coro Easo. La verdad es que el galardón ha supuesto un espaldarazo a mi carrera, porque la labor de investigación es dura.
¿Realmente es tan costoso el trabajo del investigador?
Sí, pero también es un trabajo muy bonito. Creo que es vital tener un buen guía a lo largo de la investigación, dar con alguien que, desde el principio, te aconseje y te ayude a hacer tu camino y a tomar las decisiones importantes. Una buena orientación es imprescindible para hacer un buen trabajo. Yo tuve la gran suerte de contar con Carmen Rodríguez Suso.
¿Cuánto tiempo dedicó a la elaboración de la tesis?
Normalmente hacen falta entre cuatro y cinco años para realizar una tesis, pero yo tardé un poco más, entre siete y ocho, porque en el camino me he detenido para ser madre y ahora ya tengo dos hijos. A pesar de que ya había empezado la investigación por mi cuenta, me puse a trabajar en serio en 1998, cuando logré la beca de la BBK, y terminé de escribirla en 2002, año en el que publiqué un libro sobre Emma Chacón, una pianista y compositora bilbaína del siglo XIX que fue el ejemplo de lo que una mujer podía llegar a hacer en aquella época. El Gobierno Vasco me concedió otra beca.
Centrémonos en la materia de su investigación: “La canción para voz y piano en el País Vasco entre 1870 y 1939”. ¿Cómo desembocó en esta temática y por qué eligió este periodo tan concreto?
La fecha de inicio coincide con el despegue económico que se dio primero en Bizkaia, luego en Gipuzkoa y, finalmente, en Araba. Da la casualidad de que, en los mismos años en los que la economía mejoró, también se dio una eclosión cultural importante en las tres provincias, en las que aparecieron y se consolidaron bandas de música, conservatorios o editoriales, entre otras iniciativas. Además, en aquella época también nacieron la fundación de la sociedad filarmónica, las orquestas o las temporadas de conciertos. Todo cobra vida a partir de ese momento, la producción musical de esos años es realmente importante. Me pareció que 1939 era un año idóneo para establecer el final del periodo de mi investigación, porque también coincide con la conclusión de la Guerra Civil. Creo que es discutible si se dio un parón general o fue un parón simbólico, pero sí es cierto que hubo bastante dispersión de gente, instituciones que dejaron de funcionar y cambios en la radio, la televisión, el disco... Además, consideré algo muy práctico hacer coincidir la conclusión del conflicto bélico con el final de la época de mi investigación.
En total encontró 1.400 canciones para voz y piano, ¿esperaba dar con tal cantidad de documentación?
La verdad es que no, no esperaba encontrar tanto material y tan enriquecedor, pero hay que tener en cuenta que entre los documentos que encontré también hay muchas colecciones o canciones muy breves. Sí creo que es destacable el hecho de que, además de encontrar muchísimas piezas, su variedad es enorme.
¿Fue eso lo más sorprendente?
Sí, la variedad de las piezas que encontré, su tipología. Lógicamente, una vez has encontrado el material llega el momento de la clasificación. Ahí topé con el Zortziko para voz y piano por un lado, y los bailables, jotas o tangos, por otro. Además, entre las melodías hay canciones muy típicas de corte romántico.
¿Queda mucho por descubrir?
La verdad es que sí. Yo sólo he trabajado la canción, pero quedan infinidad de piezas que están ahí, en los archivos, a la espera de ser descubiertas. Hay que encontrar todo ese material, clasificarlo y editarlo. Tenemos un patrimonio musical muy valioso, que está esperando a que le demos vida. Porque el patrimonio existe para que se le dé vida; si no, no tiene sentido.
¿Qué archivos o lugares ha visitado para recoger información?
El punto de partida fue el Archivo Vasco de la Música de Errenteria, Eresbil, donde están haciendo una gran labor de recopilación de material desde su fundación en los años 70. Allí encontré un fondo de canciones importante, que me sirvió para crear mi propia base de datos. De hecho, el equipo de Eresbil y en especial su director, Jon Bagüés, me ayudaron mucho. El siguiente paso fue emprender una búsqueda de partituras en archivos más cercanos, en la biblioteca del Conservatorio, o en la Diputación Foral de Bizkaia. La verdad es que recorrí todos los lugares de Euskadi que supe contenían algún tipo de fondo musical. A continuación emprendí la búsqueda en la SGAE (Sociedad General de Autores y Editores), la Biblioteca Nacional de la Música, la Fundación Juan March y el Conservatorio Superior de Música de Madrid, donde también me encontré con un fondo de gran calidad.
¿Cómo es el trabajo de recopilar información en un archivo?
Es un trabajo en el que se disfruta mucho pero que, en la mayoría de las ocasiones, hay que hacer muy deprisa. Es una pena no tener tiempo de mirar cosas que te van interesando, porque tus ojos se sienten tentados por muchos temas que vas descartando mientras piensas que ya tendrás tiempo de tratarlos en otra vida. Se trata de una labor de hormiguita, muy solitaria, pero de la que recoges sus frutos. Además, por norma general, el trato con los archiveros es muy agradable.
Entonces, ¿cuál es la parte del trabajo que más le satisface?
Después de la catalogación y la observación llega el momento de ponerse a escribir, y eso es algo que me emociona mucho. También es el trabajo más costoso, porque hay que dar con las palabras precisas, el estilo adecuado... Hay que corregir, repetir, volver a corregir y volver a repetir. Me conmueve encontrarme el papel en blanco y partir de ahí. Me imagino que sentiré algo parecido a lo que sienten los pintores cuando se encuentran ante el lienzo desnudo y limpio. Esforzándome por intentar plasmar lo que tengo en la cabeza de forma rigurosa me siento realizada, es una labor que me satisface.
Antes ha mencionado que el galardón ha supuesto un espaldarazo en su carrera, ¿le ha motivado a emprender algún otro tipo de investigación?
La tesis es un monstruo con muchas ramas, y el premio me ha animado a profundizar en alguna de ellas, me encantaría abordar investigaciones más pequeñas.
¿Cree que las instituciones vascas prestan el apoyo suficiente a las diferentes vertientes de actividades relacionadas con la música?
Yo creo que sí se hacen cosas; el archivo de Eresbil, sin ir más lejos, se sostiene gracias a las aportaciones de instituciones públicas, pero me da pena que, por ejemplo, aquí no esté reconocida la carrera superior de Musicología.
Combina la labor de investigadora con la de docente en Musikene (Centro Superior de Música del País Vasco), ¿cómo compagina ambas actividades?
Los dos trabajos me gustan y en los dos me siento realizada. Además, ahora me doy cuenta de que muchos aspectos que he profundizado a lo largo de la investigación los aplico sin apenas darme cuenta en mis clases, y eso es algo que me satisface mucho.
¿Qué espera del nuevo conservatorio que se prevé construir en el barrio donostiarra de Ibaeta, al lado de la Universidad?
Lo estamos deseando fervientemente, es algo muy necesario que esperamos ver pronto. Soy consciente de que diseñar un conservatorio es algo muy complicado. En estos momentos estamos desperdigados por varios centros y es algo que dificulta mucho la organización, los alumnos andan de un lado para otro en bicicleta, nosotros nos arreglamos como podemos, y quien se encarga de configurar los horarios tiene que hacer un verdadero encaje de bolillos.
¿Cómo desembocó en estudios de música?
Yo siempre me he sentido tentada por la literatura y la música, y he dirigido mis estudios enfocados hacia ambas disciplinas. Tengo que decir que mi formación es bastante híbrida. Yo quería seguir investigando, fue la propia Carmen (Rodríguez Suso) quien me propuso investigar este mundo, que me resultó muy tentador, porque suponía no tener que desprenderme de ninguna de mis dos grandes aficiones. Yo no quería despegarme de la música por nada del mundo. Hoy puedo decir que me alegro mucho de la formación que tengo, me siento satisfecha.
¿Escucha música en casa? Sí, desde que tengo hijos apenas puedo ir a conciertos, aunque espero que eso cambie y poder ir con ellos cuando crezcan un poco. Y es que, el placer de escuchar música es algo impagable. Isabel Díaz Morlan (Bilbao, 1967) Es licenciada en Filología y en Música, y doctora en Musicología, con la tesis “La canción para voz y piano en el País Vasco entre 1870 y 1939”, que le ha supuesto el galardón del Orfeón Donostiarra y la Universidad del País Vasco (UPV/EHU). Actualmente compagina la investigación con su trabajo como docente en el Centro Superior de Música del País Vasco (Musikene), donde enseña Historia de la Música. Ha publicado varios artículos sobre la canción en el País Vasco y en 2002 publicó un libro sobre la compositora bilbaína Emma Chacón. Entre otras actividades, participa asiduamente en conferencias y charlas divulgativas.