Urteko galdera

Carmen Diez Mintegui / Antropóloga

07/15/2015

Carmen Diez Mintegui / Antropóloga

El profesor Javier Echeverría, que marcó el inicio de estas reflexiones en torno a la influencia de Internet en nuestros procesos cognitivos, planteó una serie de "cautelas" que debíamos de tener en cuenta ante el fenómeno de las tecnologías de la información. Especialmente interesante, dado mi perfil profesional,es su cautela número 5, en la que plantea los tres entornos en los que los humanos hemos ido conviviendo y su apuesta por verlos en interrelación y como un proceso en el que, de momento, la aparición de este "tercer entorno", sería un nuevo ámbito para el desarrollo tecnosocial de la especie humana. La adquisición del conocimiento está estrechamente ligado a los procesos de socialización, ocurre en lugares y tiempos concretos y está afectada por la situación social y económica del sujeto en cuestión y del contexto que le rodea. Al no ser un tema que he estudiado específicamente, únicamente puedo hacer una reflexión personal sobre el camino recorrido en las últimas tres décadas y media. A comienzos de los años ochenta no contábamos todavía con un simple ordenador que nos permitiera guardar y corregir los textos que producíamos, ni las fichas bibliográficas, ni por supuesto las fotografías. Los manuscritos, después de muchas correcciones manuales, a los sumo se mecanografiaban un par de veces y quedaban como ejemplares finales. Sólo unos pocos años más tarde adquirimos aquellos grandes ordenadores con pantalla en blanco y negro, que nos permitieron guardar y modificar los textos cuantas veces queramos. Sin embargo, el paso de la máquina de escribir al ordenador, gran paso tecnológico y de posibilidades en el trabajo de investigación, no supuso todavía estar en ese "tercer entorno", que tiene, como característica destacable, la posibilidad de interrelacionarnos, tanto con redes en las que podemos obtener información como con otras personas. Conozco a una señora que a la edad de noventa años comenzó a utilizar el correo electrónico; para ella, se trata de la unión de dos prácticas que venía usando anteriormente, las cartas escritas a mano o a máquina y el teléfono; lo ve como algo un poco "mágico", ya que para ella el fenómeno no tiene una explicación clara; algo que quizás nos pasa un poco a todos. Un paso más es la comunicación "en línea", a través del WhatsApp, del Skype, que se parece al email, con la novedad de que nos permite hablar en grupo y prácticamente desde cualquier lugar que tenga wifi y con un móvil. Son grandes herramientas de comunicación, aunque también de control y difamación, algo de lo que no somos siempre conscientes. Por ejemplo, en los casos de bullying este elemento amplía de forma exponencial la capacidad de hacer daño a niños o jóvenes. En mi opinión, las personas que ya tenemos una edad y hemos ido adaptándonos y adquiriendo estas novedades tecnológicas, hemos ampliado nuestras capacidades cognitivas; somos más ágiles en la búsqueda de información y ésta es más abundante, lo que nos hace a la vez ser más conscientes de que no podemos abarcarla y de que tenemos que ser humildes en nuestras conclusiones. La gran incógnita es la gente joven y muy joven que se está socializando en este mundo tecnológico. Justo cuando estando escribiendo estas líneas recibí el ejemplar de julio de la edición en castellano de LE MONDE diplomatique, en el que aparecen dos artículos interesantes sobre el tema que nos ha planteado Eusko Ikaskuntza. Uno es de Ignacio Ramonet que bajo el título "Comprender como nos manipulan", reflexiona sobre la novela Un mundo feliz, de Aldous Huxley, que se publicó hace ahora ochenta años. Leí esa novela cuando era muy joven y me dejó una profunda huella, analizarla desde la actualidad nos lleva a reflexionar sobre el escepticismo del autor sobre la idea de progreso del ser humano, si ese progreso es únicamente técnico y proporciona exclusivamente confort exterior. Ramonet dedica también una parte del artículo a la premonición de Huxley de que en el fututo seríamos manipulados sin que nos diésemos cuenta de ello; aporta algunos ejemplos de "publicidad subliminal" y de experimentos realizados sobre la importancia, para su aceptación y venta, de los colores que envuelven un producto determinado. Asusta bastante desde ese perspectiva, pensar en la dependencia que tenemos de la información virtual. Precisamente sobre el tema de la dependencia trata el otro artículo "El enfermo virtual" de Virginie Bueno. La autora trata el tema de ciberdependencia y de cómo se está tratando esta tanto desde la Organización Mundial de la Salud, como en diferentes puntos del planeta. Un aspecto interesante es la pregunta que se hace la autora sobre cómo se estarían jerarquizando prácticas sociales en función de su productividad económica. Es decir, ¿se va a considerar adicción o dependencia únicamente algunas actividades y no otras, como el tiempo de trabajo y de aprendizaje?. La pregunta que lanza es directa: ¿Es acaso la dificultad para desconectarse durante una semana síntoma de una necesidad fisiológica o más bien de una sociedad en la que las actividades sociales, escolares y profesionales pasan todas por la mediación de la Red?. En esta misma sección, la aportación de Francis Jauréguiberry es un buen ejemplo de análisis sobre este problema. Poco puedo añadir a esto, sólo que es importante que sigamos reflexionando sobre algo que nos afecta directamente en nuestra manera de ser humanos ahora y en el futuro.
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