2003/10/10-17 Helena Pimenta
Directora de teatro "La más profunda compensación y la ilusión más grande las siento cuando el público me ha entendido. Para mí el éxito es sentirme comprendida" Teresa Sala
Jatorrizko bertsioa euskaraz Más de veinte años en el teatro hacen que a Helena Pimenta se le escurran, en cada frase, restos de la gran pasión que confiesa sentir por este arte. Ella es muy de teatro, espontánea y de palabra audaz. Una de las pocas mujeres que, junto a Nuria Espert, María Ruiz, Carme Pórtaceli o Magüi Mira, dirige escena en el estado español. El poco respaldo con el que cuenta su profesión, y la “a veces durísima” vida ambulante a la que esta sometido el ser humano, principal materia prima del espectáculo, son para la salmantina los aspectos más duros de este trabajo. Aún y todo no se arrepiente de haber dejado su plaza fija por oposición en la enseñanza para involucrarse con el teatro. “En esta profesión tan creativa si no te arriesgas nunca sabes de lo que eres capaz, yo no podría haber sido otra cosa”. ¿Cuándo y cómo supo Helena Pimenta que se dedicaría al teatro? Mi primer contacto con el teatro se produjo alrededor de 1975 en el Teatro Universitario de Salamanca durante mi época de estudiante. Yo participé en él pero nunca me planteé ningún objetivo profesional. Más tarde, mientras trabajaba en el instituto de Errenteria formé un taller de teatro con el objetivo de enseñar una lengua extranjera, porque yo era profesora de inglés y francés. Fue entonces cuando se fue produciendo un encuentro extraño con el teatro que despertó en mí la vocación e, incluso, el deseo o dilema de tener que elegir entre mi plaza fija en la actividad docente y el teatro. Yo opté por el teatro, vi que tenía que arriesgarme, porque en este tipo de profesiones creativas, o te arriesgas o nunca descubres de lo que eres capaz. Así lo vi yo y así lo decidí; en 1987 abandoné definitivamente la docencia para dedicarme al teatro de forma profesional. Sin embargo, el colectivo teatral Atelier fue anterior a la década de los ochenta. Sí, en 1978 empecé un taller escolar en Errenteria a partir del cual se constituyó el grupo de teatro en el 79. Yo seguía compaginando la enseñanza con el trabajo semiprofesional del teatro. Digamos que Atelier pasó entonces de ser un colectivo aficionado a convertirse en superaficionado. No vivíamos del teatro pero le dedicábamos mucho tiempo, presentábamos espectáculos en lugares donde se presentaban obras de profesionales. ¿Podemos decir que sus estudios teatrales son puramente autodidactas? Yo no estudié enseñanzas regladas de teatro. El mío ha sido un trabajo autodidacta, aunque no se ha basado únicamente en la experiencia de la práctica, ya que he ido intentando identificar mi línea de trabajo, mis faltas y carencias y he buscado los profesores o las referencias correspondientes en cada época. Luego he trabajado con maestros del norte de Europa, rusos, franceses o latinoamericanos. El plan de aprendizaje me lo diseñé yo misma según lo que iba necesitando en cada momento. Indudablemente en este oficio la práctica es muy importante porque en el momento en el que tienes que tomar decisiones sobre un espectáculo es lo que más te enseña. ¿Hasta qué punto es precaria la vida de una directora de escena teatral? Creo que para mí no ha sido tan difícil vivir del teatro por mi carácter. Yo soy muy apasionada, y ahí han estado siempre la vocación y la pasión que he sentido siempre por el teatro, que han sido suficientes. No he necesitado tener otras cosas como vacaciones. Como me ha gustado tanto, no me ha supuesto un sacrificio tremendo hacerlo. Está claro que tiene que ser algo vocacional y tienes que estar dispuesto a renunciar a muchas cosas. Yo he renunciado a gusto porque lo que estaba haciendo me encantaba. Quizá mi anterior trabajo académico en la enseñanza y mi carrera de filología me han dotado de una base sistemática o disciplinada en el trabajo que he compaginado con la pasión que siento por este arte. Sé que si hubiera elegido otro camino hubiera estado más cómoda y hubiera tenido más garantía de supervivencia. El teatro me obliga, cada muy poco tiempo, a pensar que tengo que volver a empezar. Ensayo de la obra "Sigue la tormenta" de la directora Helena Pimenta (de pie). Donostia-San Sebastián. Foto Justy García Koch, 7-6-2001. AUÑAMENDI ¿Afecta esa incertidumbre en la dinámica de trabajo? El pánico de no saber si el año que viene vas a tener de qué vivir nos afecta mucho. El teatro no está protegido o tratado como otras profesiones. Es una profesión muy precaria. Por un lado, es muy precaria en medios, pero el material con el que se trabaja es muy sutil y frágil porque se trata del propio ser humano. Una gira es un esfuerzo físico muy grande, no es una película que va en un avión. Todo esto tiene un desgaste que no está medido en los cuadros de empresa. Es difícil compaginar el éxito de un espectáculo con calidad. Y este esfuerzo te lleva a que te dejes muchas cosas en el camino. A Ur Teatroa nos importa hacer las cosas hasta el final, lo hacemos muy artesanalmente y, por lo menos en medidas de tiempo, nos sale todo mucho más caro. Además, la dinámica pediría cosas más rápidas e inmediatas. Por ahora a nosotros nos compensa porque el público responde muy bien a nuestros trabajos. Aunque a veces siento que hago mucho esfuerzo y que no es eso lo que está de moda en nuestros días. ¿Hasta qué punto coinciden la calidad de una obra con los aplausos del público? ¿Cuál es la compensación más grande? La más profunda compensación y la ilusión más grande las siento cuando el público me ha entendido. Cuando el público comprende el porqué de la elección de la obra y los pasos que se han dado para contarla desde una visión particular. Cuando todo esto llega al público yo me siento muy bien, y esto suele ir acompañado, por lo menos para mí así ha sido, de un número de público muy importante y de una recepción muy buena. Cuando esto no queda claro yo lo paso muy mal. Ocurrió, por ejemplo, con el espectáculo Sigue la tormenta; tuvo un enorme éxito de crítica y de público en unas ciudades y en otras, sin embargo, los espectadores no se sintieron convocados por la obra. Eso me extrañó, a pesar de que yo era consciente de que no se trataba de un espectáculo de masas. Para mí el éxito es sentirme comprendida. Creo que yo necesito expresarme a través de la escena y eso no se trata de algo únicamente literario o retórico, se trata de algo humano e incluso ético o filosófico. Y me gusta que se entienda. ¿Cómo elige Helena Pimenta sus obras? He dirigido espectáculos para centros de producción distintos. Tanto si ha habido un encargo particular de un autor, una época o un texto, como si debía elegir yo todo, se trataba de propuestas que iban con mi línea de trabajo: temática, estilo, filosofía de equipo. Siempre me implico a fondo y el proyecto me tiene que interesar para sacar conclusiones teatrales, estéticas, éticas, técnicas, personales... De lo contrario, no lo haría. De hecho, he rechazado muchas propuestas que no se adecuaban a mis necesidades. Cuando la producción es de Ur Teatroa todo parece surgir de forma más cercana y de principio a fin se ancla la elección de una manera de entender la producción teatral. ¿Habla del teatro como vía de escape o forma de expresión? Sí. Cuando algún tema me remueve por dentro me sale reflexionar sobre ese tema a través de una obra. Sigue la tormenta, por ejemplo, es un espectáculo sobre el holocausto judío; en aquel momento yo quería reflexionar sobre la violencia, sobre el horror y la belleza y esa mezcla tan extraña que hay en las situaciones violentas. Encontré ese texto en el que había una gran influencia shakesperiana, una textualidad muy rica y muchas potencialidades contemporáneas. Tengo muy claro que tengo que hacer una lectura personal, yo no puedo contar, sea el encargo que sea, el texto sin introducir una reflexión personal lo más sincera posible de lo que a mí me preocupa, explicar cosas que hablan de la sensibilidad actual. El año que viene haré, seguramente, Coriolano de Shakespeare. Quiero hablar sobre los imperios, el heroísmo y el papel del pueblo. Siempre quiero contar algo que me inquieta y eso, por supuesto, lo tengo que hacer desde una visión personal, si sólo trasladara lo que dice el autor no lo haría, no sentiría que estoy haciendo una puesta en escena. Fotografía: Archivo Compañia Ur Teatroa ¿Hay alguna de sus obras que por alguna razón recuerde especialmente? Evidentemente está Sueño de una noche de verano, para mí y para Ur Teatroa fue un reconocimiento muy grande y nos dio la oportunidad de confrontarnos con públicos muy diversos de muchos países. Supuso un grandísimo crecimiento. Sentirte tan comprendido y valorado es un gran placer. Fue una torta muy fuerte porque hubo que hacer muchísimo esfuerzo para ponerse en el lugar que pedían los acontecimientos y no perderse. Por estas razones, Sueño de una noche de verano es inolvidable. Respecto al resto de las obras, decir que cada una ha cumplido su etapa. Sí tengo la sensación de haberme esforzado por avanzar, de no repetirme, de no buscar fórmulas hechas. Mi último espectáculo, Luces de Bohemia, es, lógicamente, la referencia máxima que yo tengo ahora. Porque es la más complicada de número de actores, o porque económicamente ha sido el riesgo mayor de nuestra compañía, porque es la última, en definitiva. Dentro de un mes o dos, que estreno otra, será esa la que tenga en mente. Y, ¿guarda en mente algún sueño incumplido, su gran obra? Esto es más un deseo. Creo que me gustaría estar abierta y despierta y con fuerzas para no apalancarme. El oficio es tan cansado a veces que uno se pregunta si seguirá teniendo fuerzas y ganas para buscar cosas. Lo que más me importa es tener la fuerza para seguir dando pasitos en cada obra, seguir descubriendo autores. Hay dos o tres obras de Shakespeare, entre ellas El Rey Lear y La tempestad, que me gustaría hacer algún día, pero creo que deberé de cumplir por lo menos sesenta años para saberlas hacer de alguna manera, porque son obras de gran experiencia humana y todavía no me siento capaz. Lo que quiero es seguir avanzando. Me gusta mucho la introducción de música. La experiencia que tuve con el Orfeón Donostiarra, La pasión según San Juan de Bach, fue impresionante, y también me gustaría hacer proyectos en esa línea. Quiero tener lucidez y fuerza de querer hacer cosas. Shakespeare, Valle-Inclán...¿Por qué los clásicos? Yo nací en Salamanca y también estudié allí. Además, a mi padre le hacía mucha ilusión leernos textos. Así, siento gran familiaridad con la lectura clásica desde que era una niña. La ciudad de Salamanca, además, siempre sugiere cosas de tiempos pasados, recuerdos y evocación. Creo que en la carrera, ineludiblemente, estudié la literatura e historia de Inglaterra y Francia de siglos pasados. Así, ha sido una época que he dominado más. Con estas tres influencias me he dado cuenta de que al final, lo que más te gusta es aquello que dominas mejor. Creo que estos textos que siguen vigentes a pesar del paso de los siglos constituyen una riqueza a la que hay que volver. ¿Siempre ha querido ser directora de teatro? Desde que tomé la decisión de dejar la enseñanza he tenido claro que quería ser directora de escena. Ya lo era, pero como no estaba segura de si iba a poder vivir de ello no me lo creía. Ahora sí. También escribo y hago versiones o imparto clases, pero siempre vinculada a la dirección teatral. Algunas veces he tenido la tentación de conocer el sufrimiento de los actores, para saber qué les puedo pedir, transitar anímicamente sus experiencias y quizá algún día suba al escenario. Quiero llegar a algún sitio con una dirección escénica de la que me sienta satisfecha. Ahora lo estoy, pero creo que en el caso de los directores, a más edad y experiencia, mayor solidez. Todavía me queda mucho trabajo por hacer. Ur Teatroa es una de las compañías vascas con mayor proyección internacional. No disponer de un mercado suficientemente fuerte para mantener la compañía es costoso. Que para sobrevivir tengas que moverte es duro porque requiere mucho esfuerzo, eso es una cosa que las compañías de Barcelona o Madrid tienen más garantizado porque se pueden nutrir de medios técnicos o teatros donde actuar sin moverse tanto. Pero esto es muy difícil de resolver, porque se trata de un problema estructural. El poder mantenerse en ciudades como Bilbao, Donostia o Gasteiz algunos meses actuando sería maravilloso, pero es imposible. Es algo que se da sólo en grandes centros. Siempre que hemos ido a otros lugares hemos hecho un buen papel. Por lo tanto, creo que artísticamente, en cuanto a calidad y formación de los equipos tenemos un nivel muy alto. Nuestro grupo ha nacido en Euskadi y hemos estado a la altura de cualquier festival internacional. Hay algunos países en los que el respeto, respaldo y consideración del oficio es más alta. Creo que eso para el teatro sería algo muy importante, porque si no la tendencia nos va a llevar a picar de todos los medios, los actores se van a la televisión o al cine y el teatro se ve perjudicado, porque el teatro es distinto, requiere mucha dedicación y es muy artesanal. Cartel de la obra de teatro "Sonámbulo" ¿Quiénes son Ur Teatro y qué están haciendo? Además del equipo estable, que en estos momentos se encuentra en Madrid, acostumbramos a invitar a distintas personas a que participen dependiendo de las necesidades de cada obra. Ahora estamos ensayando Sonámbulo de Juan Mayorga, basada en Sobre los ángeles de Rafael Alberti. Se estrenará el próximo 16 de octubre en el Teatro Falla de Cádiz para luego viajar a Madrid al Teatro de la Abadía, Santiago de Chile, Nueva York, Calais, Sevilla, Granada, Barakaldo o Donostia... En una gira que durará hasta abril del 2004. Para este espectáculo hemos invitado, entre otros, a Pepe Viyuela, Jordi Dauder y Guillermo Weickert.