¿En qué momento se encuentra? Ha montado una exposición en casa, en este caso en San Sebastián (Behar gorria primavera azul. Koldo Mitxelena); sus obras están en las colecciones más importantes...
Al finalizar la exposición de San Sebastián, me he dado cuenta de que últimamente he estado enfrascado en muchos trabajos diferentes y no he tenido tiempo suficiente para trabajar en mi estudio. Hace más de un año comencé el proyecto de un libro de dibujos eróticos al que dediqué más tiempo del que había pensado en un principio, por lo que retrasé muchos otros trabajos. Tuve una exposición en el CAB de Burgos y luego llegó la de San Sebastián. Entre tanto, me surgió la oportunidad de preparar otras cuatro muestras, en Valencia, Orense, Penedès y una exposición colectiva en el Baluarte de Pamplona. En estos dos últimos años, nada más acabar algo ya me veía metido en otra cosa y a mí me gusta correr riesgos a la hora de montar una exposición, conseguir algo de tensión de una forma o de otra. Me gusta mantener la tensión en las exposiciones, pero es muy fácil entrar en la dinámica de empezar un trabajo después de otro. Hace muy poco, nada más acabar la muestra de San Sebastián, mi galerista se fue con uno de mis proyectos a la feria de China que se organiza en Beijing. El verano pasado estuve en la feria de Volta. La verdad es que últimamente he andado bastante apurado y eso me ha obligado a solucionar todo según iba llegando. Ahora, en cambio, estoy inmerso en un período de descanso. He cogido la bici después de mucho tiempo, me gustaría acondicionar y renovar mi estudio. Me gustaría aprovechar este descanso para pensar en el camino que he realizado y en el que quiero seguir.
También ha trabajado en el proyecto de los puentes de San Sebastián.
Sí, eso ha sucedido mientras tanto. Hace un año me metí en el proyecto del quinto puente del río Urumea. Me llamaron de la empresa LKS de Arrasaste, diciendo que querían otra presentación para el quinto puente y surgió la posibilidad de trabajar juntos. Acepté esa propuesta y después surgió el proyecto de reubicar el puente de hierro con el departamento de ingeniería del Ayuntamiento de San Sebastián. Cuando miro esos trabajos me da la sensación de que llevo una vida paralela.
¿Porque hace otras cosas además de crear en el estudio?
Y además una vez a la semana doy clases para adultos en la Casa de Cultura de Zarautz y por las tardes participo en la iniciativa “Aprendiendo a través del arte” del Museo Guggenheim. El Museo trabaja con alumnos de edades distintas y elige a un artista para trabajar con cada grupo. Yo este año trabajo con niños de entre siete y ocho años.
Y ¿qué les enseña?
Hacemos muchas cosas. Los temas los decide el colegio. En la década de los 70 hubo una gran crisis en Estados Unidos y quitaron todas las asignaturas conocidas como “marías” de los colegios públicos. Un grupo de artistas del Guggenheim quiso criticar esa medida. Empezaron a visitar los colegios de uno en uno y allí presentaban proyectos artísticos, partiendo de asignaturas como matemáticas, historia o geografía. Empezaron a trabajar con centros problemáticos y, con el tiempo, se ha ido abriendo a otros colegios. Este trabajo le da un punto de seguridad a mi vida, ya que en este mundo del arte nunca sabes qué va a pasar.
Tiene que ser enriquecedor.
Sí, dar clases me ha enseñado a adaptar el idioma del arte, tanto para los niños como para los adultos. Estoy muy a gusto, a veces pienso que es demasiado, porque supone mucho trabajo, pero lo hago contento. En Zarautz enseño a pintar y eso no me supone ningún problema. El trabajo del Guggenheim lo utilizo sobre todo para cumplir cierto tipo de deseos. Hace dos años, por ejemplo, trabajé con los niños en torno a los planetas en base a la obra de Oteiza, también hicimos un trabajo bonito a partir de una exposición de Alexander Calder. En otra ocasión organizamos un rally fotográfico... Se puede hacer cualquier cosa, no ponen límites y eso hace que la iniciativa sea muy enriquecedora. Este año me ha tocado estar en Aretxabaleta y, partiendo de las obras de teatro de Paul Mccarthy, hemos trabajado sobre la resolución de conflictos. Eran niños muy pequeños y me basé en las sensaciones para hacer una obra de teatro mediante personajes de cuentos. Al final, al terminar la obra de teatro, sólo quedaban fotos y varios trajes en un perchero, ha sido muy interesante.
¿Está en el lugar que soñaba?
No. Cuando eres pequeño, simplemente piensas que serás artista, pero con el tiempo te das cuenta de que lo de ser artista es una carrera de fondo. De todas formas, es ciertamente impresionante que algo que amas se convierta en tu trabajo; es una de las mejores cosas del mundo. A mí no me cuesta nada venir al trabajo, siento la necesidad. Yo amo esto, estar solo, hacer mis cositas... es como una droga. Tengo un punto autista. Ahora me he dado cuenta de que es duro ser artista. A veces me llama la atención un niño porque pinta muy bien. Pero que el niño pinte bien no tiene valor, si sigue pintando mientras sus amigos juegan, entonces sí, puede ser artista. Te tiene que gustar estar en tu mundo por encima de todas las cosas: da igual qué estés haciendo, puede que sea el diseño de una pieza pequeña, el boceto de un cuadro... Además, esto te consume todas las horas del mundo. Yo lo comparo con el fútbol, hay algunos que juegan en la Champions, pero la mayoría están en un equipo de tercera. Yo he conseguido ser medio profesional y me he dado cuenta de que es duro, porque no tiene seguridad. Eso sí, las cosas pueden ir bien, pero no sabes qué va a pasar mañana. Corres el riesgo de quedarte al margen si no estás de moda.
¿Tan inestable es el arte?
Tuve la oportunidad de estudiar con Joan Hernández Pijoan. Tuvo una grandísima influencia en la corriente conceptual de la década de los 70, tuvo un éxito impresionante. Yo le conocí cuando tenía unos 50 años, era muy bueno, y él me enseñó que también existía el desierto. Después de tener tanto éxito, de repente no le llamó nadie en cinco años. Tenía cinco hijos, y me contó que en esos casos haces lo que se pueda. Cuando yo le conocí se hallaba de nuevo en una época de fama. Si algo así le ocurre a un gran artista, piensa lo que podemos vivir los pequeños. Eso da miedo, sobre todo cuando tienes hijos, cuando llegas a determinada edad... Ahí hay un gran vacío, y no sólo en el campo del arte, pasa lo mismo en el teatro y en la música. Y no es algo que tenga que ver con la calidad. En el País Vasco muy pocas veces ha ocurrido lo que ahora estamos viendo, que hay cuatro o cinco nombres de nivel internacional que han pasado a otra categoría.
Y los artistas ¿qué pueden hacer?
Creo que hay una obligación por parte de los artistas. Tendríamos que adaptar el idioma del arte para ayudar a la gente a comprenderlo. Si intentáramos explicarlo bien habría otra relación. Antes el arte era muy metalingüístico, pero ahora ha llegado el momento de compartirlo con la gente. Hay artistas vacos importantes a nivel internacional. Por ejemplo, Ibon Aranberri, Sergio Prego, Itziar Okariz o Jon Mikel Euba, de mi generación. Además de estos, ahí están Txomin Badiola, Peio Irazu o Juan Luis Moraza, sin olvidar a J.R. Amondarain. Todos están en un muy buen momento, aunque los jóvenes están mejor. Ibon Aranberri, por ejemplo, ha dado un gran salto en el Documenta de Kassel (Alemania) y en Basilea (Suiza). Está en primera división y ha expuesto su obra en lugares como Roma o Berlín.
Dice que los artistas tiene que hacer un trabajo especial para explicar su obra, pero, ¿diría que aquí, en el País Vasco, las instituciones y la sociedad se esfuerzan lo suficiente para interiorizar el arte?
Yo no me fío de la política. Entre otras cosas, porque marcan plazos de cuatro años y el arte hay que pensarlo para muchos años. Hay que hacer largos recorridos. En Alemania y Estados Unidos, los artistas más importantes dan clases en las universidades, pero aquí no se hace nada parecido. Bernardo Atxaga, por ejemplo, está ahora dando clases en Reno, Estados Unidos y, sin embargo, nunca ha hecho nada parecido en el País Vasco. Esta situación me parece vergonzosa, pero nadie dice nada. En el extranjero, los mejores profesionales del campo de la cultura están en relación con las universidades. Estoy seguro de que en el futuro Ibon Aranberri será profesor en alguna universidad extranjera. Jon Mikel Euba, por ejemplo, está ahora en Holanda, impartiendo unos talleres como invitado. Aquí, en cambio, no hacen nada.
¿Dónde está la alegría del arte? ¿Qué le llena?
Ahora me gustaría entrar en mi estudio y estar allí hasta Navidad. La alegría es estar conforme con lo que hago. Ver que lo que estoy haciendo y lo que pienso encajan, quedarme a gusto. Y yo muy pocas veces me quedo a gusto con lo que estoy haciendo.
¿Es exigente consigo mismo?
No me gusta volver a ver lo que he hecho. Hacerlo sí, pero después las obras creadas me parece residuos. Siempre queda ese sentimiento de “quiero y no puedo...”. Muchas de mis obras no las volvería a hacer como las hice. Con las exposiciones me pasa lo mismo, aunque parezca que todo está bien en una exposición, para mí no está bien. Es muy importante hacer grandes apuestas, y al apostar a lo grande se mete la pata. Pero que haya meteduras de pata significa que realmente se está en el juego. Si el discurso es perfecto no es verdadero, pero si en ese discurso hay grietas, significa que te has involucrado en las cosas del pasado o en las que están por venir. No las controlas, pero lo importante es esa frescura. Si el resultado es aún más roto, si das todo lo que puedes, te quedas tranquilo. Prefiero los defectos a las cosas que están completamente terminadas.
Así que le gustan los riesgos.
Sí. Yo me quedo con el artista que mete la para pero que mantiene la intención.
Pero meter la pata puede acarrear una crisis.
Pero las crisis nos enseñan. Es necesario que haya crisis. La crisis es cambio y eso es necesario para nosotros. Si no estás dispuesto a cambiar, no hay nada que hacer. Una cosa es mostrar una obra de hace dos años con otro aspecto y otra cosa es exponer las tripas. Yo pienso que nunca cambio y que siempre soy igual. Las obras que he expuesto en el Koldo Mitxelena están llenas de dudas. Y si me tengo que quedar con algo, es con la apuesta que he hecho.
En alguna ocasión ha dicho que se ve como pintor.
Soy pintor o, al menos, trabajo con el punto de vista del pintor. Estoy hablando de una forma de ver, y eso no cambia nunca, aunque se trabajen otras disciplinas. Yo puedo hacer cosas diferentes, pero el punto de vista siempre es el mismo. Es cierto que la arquitectura ha influido en mi creatividad. Mi hermano es arquitecto y ahora, por ejemplo, dejando de lado los libros de pintura, he empezado a comprar libros de arquitectura, porque no entiendo el discurso que me llega desde la pintura. No sé dónde acabaré, pero también eso es necesario. Ahora mi discurso se ha roto. Antes parecía que había una militancia por la pintura, que tenía que seguir ahí, pero ahora no me siento así.
Se habla en muchos lugares de la multidisciplinariedad.
Sí, pero en mis obras veo pintura. Las formas de plantearlo o el pensar hasta dónde puede llegar la pintura no tiene límites. Mi idea en cambio es volver al cuadro, pero creo que hace falta una vuelta. Siempre he sido pintor y la pintura es el punto de partida de todas mis obras. Mi forma de trabajar es la pintura. Pintar, eso es lo que hago en principio.
¿Dónde encuentra la inspiración?
Me gustan mucho los libros. Mi paisaje, aunque ahora se ha abierto mucho, lo he encontrado en los catálogos de arte. Y eso lo he aprendido en Arteleku. Su biblioteca me ha abierto puertas importantes. Utilizo Internet, pero tengo un vínculo especial con los libros. Suelo salir y traer libros de fuera.
En la exposición del Koldo Mitxelena Kulturunea ha vuelto a mostrar las obras realizadas durante los últimos años ¿le gustaría seguir en esa línea?
En San Sebastián he mostrado obras realizadas desde 2004. La estructura del edificio me pedía que expusiera un testimonio y proyecto especial en cada espacio. Qué cuadro poner, dónde y en qué contexto puede tener discursos muy diferentes, y a menudo todo eso lo decide el comisario. En esta última exposición yo he sido mi propio comisario, ya que creo que ese trabajo debería hacerlo el artista. El artista tiene que decidir la forma de exponer sus obras, el discurso tiene que estar en manos del artista. Si no, ¿qué somos, simples autores objeto? Y para coser o hacer ese discurso no hacen falta creaciones nuevas, se puede hacer un discurso nuevo con materiales del pasado. Creo que hay que acabar con la creencia de que siempre hay que mostrar lo que es nuevo. Mostrar un cuadro viejo en una exposición nueva puede ser innovador, porque es capaz de ofrecer un planteamiento y un significado nuevos.
Ha dicho que los adultos se toman como una ofensa el arte que no entienden.
Aunque todos vemos lo mismo, lo que entiende cada uno es personal. Lo más importante es que lo que ha hecho el artista se pone en contacto con el espectador y con cada persona lo hace de una forma especial. El artista puede crear con una intención concreta pero la gente puede interiorizar cosas muy distintas. Al final no es tan importante lo que se quiera decir a través de la obra como lo que la obra dice.
¿Cuándo supo que serías artista?
La verdad es que no sé si alguna vez he tenido opción. He estado metido en este mundo desde pequeño, pero muchas veces me he preguntado qué pasaría si lo dejara. Lo cierto es que no sé si he tomado alguna decisión o no en la mayoría de las cosas de la vida. Estoy en un río, el río me lleva. Hay una canción de Imanol muy bonita que habla sobre eso. La canción dice que la vida es un río y yo también lo siento así.
¿Y si no fuera artista?
No sé qué sería. Puede que no pueda ser otra cosa.
¿Cuál es su deseo? Que esto funcione. Ahora no estoy en ningún sitio. Algunos dicen que he conseguido muchas cosas, pero yo diría que he conseguido no ahogarme. Además, hay dos logros distintos: conseguir el éxito o estar de acuerdo contigo mismo. He cumplido cuarenta años y cuando miro lo que he hecho, me da la sensación de que no he hecho nada. Antes pensaba que llegaría un momento en que diría: “ya soy yo; lo he conseguido”. Pero todavía no lo he conseguido, estoy en ello. Creo que estoy empezando. Quería ser artista al acabar la carrera y decidí intentarlo. Les preguntaba a mis profesores si era bueno, porque si era malo dejaría el mundo del arte. Todavía pienso así. Manu Muniategiandikoetxea (Bergara, 1966) Licenciado en Bellas Artes por la Universidad del País Vasco (UPV), en la especialidad de pintura y escultura. Entre 1992 y 1995 realizó distintos talleres en Arteleku, San Sebastián, para completar su formación. Así, en el taller de Adolfo Schlosser trabajó con Joan Hernández Pijoan, Pepe Espaliu y Jürgen Partenheimer. En 1994 participó en el taller de Ángel Bados y trabajó también con Txomin Badiola. Además, participó en un tercer taller de Pepe Albacete. Todo esto en Arteleku. Ha recibido varias becas con las que ha ampliado su formación artística. Entre otras cosas, ha participado en varias exposiciones colectivas, incluyendo la realizada en ARCO’06, en Madrid, “Dieciséis Proyectos de Arte Español”. En 2005 realizó una exposición en solitario llamada “Orain” en la Galería Espacio Mínimo de Madrid y en 2004 hizo otra llamada “Ni ez naiz hemengoa” en la Sala Rekalde de Bilbao junto a la comisaria Chus Martínez. En mayo de 2008 ha ofrecido la muestra “Behar Gorria Primavera Azul” en el Koldo Mitxelena Kulturune de San Sebastián.