Nuevas capacidades perceptivas y cognitivas en el tercer entorno
Agradezco mucho la invitación de Eusko Ikaskuntza a participar en un debate sobre Internet, uno de los temas de nuestro tiempo, por decirlo en términos de Ortega y Gasset. Al haber tenido el honor de ser invitado a intervenir en la primera ronda del debate, mi aportación se centrará en algunas cuestiones conceptuales previas. Pretendo evitar algunas confusiones epistémicas, que son muy usuales, y así contribuir a que el debate tome una dirección fecunda. Concretamente, introduciré algunas cautelas léxicas que conviene tener en cuenta al usar el término "Internet", que para unos parece designar una entidad mágica, salvífica y generadora de todo tipo de bienes, mientras que para otros encarna todo tipo de males, como antaño las ciudades. Mantendré la tesis de que Internet, pese a su gran incidencia social y a lo mucho que se habla de la "red de redes", no es más que un síntoma de una transformación mucho más profunda, que consiste en la emergencia de un nuevo espacio/tiempo social, el tercer entorno, al cual han de adaptarse nuestras mentes. También advertiré que la revolución tecnocientífica, que está a la base de la aparición de Internet, está llegando a nuestros cerebros, con todas las consecuencias que ello tiene (y tendrá) para nuestros procesos cognitivos y perceptivos. La consolidación y el auge del tercer entorno (mundo digital, espacio electrónico) exige desarrollar habilidades perceptivas y cognitivas adicionales, siempre que uno decida pasar parte de su tiempo allí, en el tercer entorno, y concretamente en Internet.Cautela 1: Controlemos nuestra imaginación y no concibamos a Internet como un sujeto. En particular, no atribuyamos a Internet inteligencia, ni voluntad, ni sentimientos, ni deseos, ni intenciones. A sus diseñadores, programadores, mantenedores y desarrolladores sí, claro está. Internet es un espacio humano, demasiado humano. Sin embargo, Internet no es inteligente, como tampoco lo son las ciudades, ni las religiones, ni los países, salvo a título metafórico, y un poco hiperbólico. Quienes sí pueden ser inteligentes (pero también estúpidos) son los usuarios de Internet. Internet es un conjunto de redes de ordenadores interconectados que, al enlazarse entre sí, aportana las personas que usan dichos servidores nuevas capacidades de relación, de acción y de interacción, entre ellos y con el medio ambiente. Estamos ante un nuevo espacio tecnosocial que conviene humanizar, impregnándolo de valores humanos positivos. Sin embargo, resulta peligroso antropomorfizarlo e imaginar a Internet como si fuera un sujeto que piensa, razona, percibe, nos controla, nos vigila, nos domina, etc. Esos modos de imaginar son mentalmente patológicos y pueden generar enfermedades mentales. Voy a referirme ante todo a peligros epistémicos, y por tanto cognitivos. Si alguien concibe inadecuadamente una entidad nueva, cometerá errores en cadena, derivados de una categorización deficiente. Una cosa es que la estructura gramatical de nuestros lenguajes nos lleve a insertarla palabra "Internet" como sujeto gramatical en muchas frases, y otra muy distinta pensar en Internet como si fuese una entidad comparable a una persona. Ante todo, Internet es un espacio relacional. Si fuésemos mínimamente precisos en el uso del lenguaje deberíamos hablar de la red Internet, o mejor, de las redes Internet, puesto que son muchas, no una sola. La palabra "Internet" designa a una entidad tecnosocial extraordinariamente compleja e intrincada, compuesta por múltiples redes telemáticas a las que se conectan millones de personas de todas las partes del planeta. En cuanto a la World Wide Web, la Wikipedia la define así: "Es un sistema de documentos hipertextuales vinculados entre ellos en Internet". Cuando accedemos a una web no estamos navegando, sino consultando un documento, es decir, leyendo. Otro tanto hacen los buscadores, pero mucho más rápidamente que nosotros, que vamos de página en página. Nosotros no tenemos la capacidad de buscar en Internet, ellos sí, pero eso no implica que los buscadores sean "inteligentes", simplemente que nos superan en determinadas acciones, para eso han sido diseñados. Pues bien, no hay que olvidar que los navegadores usuales, incluido Google, sólo acceden a una parte de la Web. Francis Pisani y Dominique Piotet, en un libro publicado en Francia en 2008, estimaron que "la web llamada invisible, que no ven los motores de búsqueda, representa entre el 70 y el 75% del conjunto, es decir, que hay mil millones de páginas no referenciadas" (La alquimia de las multitudes: cómo la web está cambiando el mundo, Barcelona, Paidós, 2009, p. 177). Obvio es decir que hoy en día esa web oculta es mucho más extensa y profunda que en 2008: una gran caverna. Por otra parte, son muchas las personas que, como sólo usan la web y las redes sociales, tienden a identificar Internet con dichos subsistemas tecnosociales. Esto supone otro error conceptual importante, del que se derivan muchas actitudes y modos de pensar equivocados. Sólo podemos acceder a una parte de la WWW, de manera que no deberíamos imaginarla como si fuese una, y como si la conociésemos bien. Las páginas web son muchas y sólo son accesibles a través de diversas aplicaciones tecnológicas, no de una solo. De hecho, la mayoría de las web nos resultan inaccesibles, por no disponer de instrumentos suficientemente precisos para rastrear los rincones de la "caverna digital". Y otro tanto cabe decir de la "caverna mental" (ver J. Echeverría, Entre cavernas: de Platón a Internet, pasando por el cerebro, Madrid, Triacastela 2013), que sigue siendo profundamente desconocida, a pesar de los grandes avances se han producido recientemente en el ámbito de las neurociencias. Hemos de ser muy prudentes al hablar de los cambios que las redes tipo Internet suscitan en nuestros procesos cognitivos, al menos mientras no sepamos chino, ruso, hindí y otras muchas lenguas, y sobre todo mientras la mayor parte de la red nos resulte desconocida, y en cierta medida incognoscible. También hemos de ser muy cautelosos al hablar de cambios en nuestra procesos cognitivos, al menos mientras las investigaciones neurocientíficas no hayan clarificado cómo se producen, y cuáles. Dicho esto: es muy verosímil pensar que sí se están produciendo cambios, como argumentaré al final de este artículo. Cautela 2: Cuando se habla de Internet conviene pensarla en plural, no en singular. Por eso voy a hablar a partir de ahora de las redes tipo Internet, dejando claro de antemano que muchas de esas redes nos resultan desconocidas. En todo caso, insisto en que Internet no es comparable a una persona ni a un organismo, sin perjuicio de que haya sido creada y esté mantenida e impulsada por múltiples organizaciones y personas. Dicho de otra manera: no conocemos Internet, sino nuestro uso de Internet. Por tanto, hay que preguntarse por cómo cambian nuestros procesos cognitivos por el uso de las redes tipo Internet. Puesta así la pregunta, su sentido ha cambiado algo, y por ende también sus posibles respuestas. Para conectarnos a Internet podemos recurrir a diversas redes, no a una sola. Dicho sea de paso: es importante que dicho acceso nunca sea en régimen de monopolio. Nuestros nuevos procesos perceptivos y cognitivos, que los hay, dependerán en primera instancia de esas redes de acceso y conexión, entre las cuales podemos elegir. En mi caso, estoy a favor de las redes de acceso abierto y de código abierto. No todas las redes son así, en particular las redes sociales: hay que transformarlas, por muchos clientes que tengan y por alto que coticen en Bolsa. El diseño de las redes influye profundamente en los procesos cognitivos que luego se desarrollan en ellas, de ahí la importancia de esta segunda cautela. Además, somos libres de usar o no las tecnologías de la información y la comunicación y hemos de tener suficiente criterio para seleccionar cuales usamos y cuales no. De ahí mis profundas dudas sobre las actuales tendencias de la e-administración, que de facto hacen obligatorio el uso de las TICs en actos ciudadanos básicos, como la declaración de Hacienda, siendo así que todavía se sigue votando en urnas de cristal. No todas las TICs son iguales, como tampoco lo son las redes informáticas. Utilizamos la palabra "Internet" como un cajón de sastre, sin precisión alguna. Es un error epistémico grave, que por supuesto yo también cometo. Sin embargo, hay que intentar evitarlo, porque muchas equivocaciones epistémicas suscitan procesos cognitivos vacuos y engañosos. En el caso de las redes telemáticas, un error conceptual de este tipo se propaga viralmente y se convierte en un engaño distribuido.Se requiere un mínimo de precisión conceptual al hablar de estos temas, en lugar de proponer y usar etiquetas conceptuales y denominaciones aparentemente atractivas, oficio en el que abundan los expertos en marketing conceptual. La selección de las metáforas relativas a Internet y a las TICs no es un proceso cognitivo trivial: requiere mucha responsabilidad intelectual. Cautela 3: Internet forma parte de un sistema tecnológico mucho más complejo y variado que la misma "red de redes": suele ser denominado sistema TIC (tecnologías de la información y la comunicación). Las TIC están en plena evolución y expansión, al ser uno de los principales motores de la innovación tecnológica contemporánea. Por tanto, experimentan y suscitan múltiples procesos de cambio e innovación, algunos de los cuales se consolidan económica y socialmente, la mayoría no. A la hora de responder a la pregunta concreta planteada por Eusko Ikaskuntza, prefiero referirme al sistema TIC, no sólo a Internet. Hay varias razones para ello, pero me voy a limitar a indicar dos:
- El uso de los videojuegos transforma mucho más nuestros procesos cognitivos que el uso de Internet. Su incidencia emocional también es mayor, al menos entre los niños.
- El uso de los diversos artefactos de simulación sensorial, denominados habitualmente de realidad virtual, transforma radicalmente nuestras capacidades sensoriales, en mucho mayor grado que Internet. Su incidencia emocional es asimismo radical, a todas las edades, y lo será más conforme esos artefactos vayan digitalizando otros sentidos, además de la vista y el oído.