Izaskun Astondoa. Gerente de Pirotecnia Astondoa: En Euskal Herria ha habido mucha gente dedicada a la pirotecnia, pero al no haber tenido continuidad ha ido desapareciendo.

2004-07-23

BREA, Unai

GARMENDIA YARZA, Koro

Izaskun Astondoa

Gerente de “Pirotecnia Astondoa” "En Euskal Herria ha habido mucha gente dedicada a la pirotecnia, pero al no haber tenido continuidad ha ido desapareciendo" Unai Brea

Traducci?n: Koro Garmendia

Jatorrizko bertsioa euskaraz "Aunque no disponemos de datos precisos, calculamos que nuestro bisabuelo fundó la empresa aproximadamente en 1885”, observa Izaskun Astondoa. A finales del siglo XIX, Eustaquio Astondoa fundó en Areatza, el municipio que le vio nacer, la Pirotecnia Astondoa, y allí es donde la empresa permanece, ahora en manos de la cuarta generación. La bisnieta de Eustaquio, Izaskun, lleva doce años al frente de la misma. Nos indica que, al principio, la fábrica se encontraba en la propia vivienda familiar, hasta que, a raíz de un grave accidente en el que la nuera de Eustaquio Astondoa -abuela de Izaskun- perdió la vida, los habitantes del municipio les fueron presionando para que trasladaran la fábrica a las afueras de la villa. Tras varios años de incertidumbre –en los que la empresa fue dirigida por el abuelo de Izaskun, Luki, y, posteriormente, por su padre, Eustaquio-, en 1979 se instalaron en el enclave donde siguen permaneciendo: en la carretera que discurre desde Areatza a Gorbeia, a un par de kilómetros del municipio. Allí es donde entrevistamos a Izaskun Astondoa, heredera de un oficio de larga tradición. ¿Qué le llevó a su bisabuelo a fundar una empresa de pirotecnia? Todos me preguntan lo mismo. En una ocasión, viajó con dos amigos a Valencia. Lo que no sabemos es si para entonces ya fabricaba cohetes -con lo que viajaría con la intención de aumentar sus conocimientos-, o si fue allí donde se le ocurrió la idea. A su regreso, cada uno de los tres amigos abrió una fábrica de cohetes, que es lo que se echaba en las fiestas de aquellos tiempos, no había otra cosa. Luego, unos años más tarde, mi abuelo aumentó el abanico de producción. Supongo que estará muy familiarizada con el mundo pirotécnico... Desde luego. Recuerdo que en los veranos solíamos venir a la fábrica, bien a trabajar, bien a jugar, sobre todo mi hermana y yo; no sé si mi hermano, eso no lo tengo tan claro. De todos modos, no creo que la intención de nuestros padres fuera el hacernos cargo del negocio. Claro que, al final, inevitablemente llega el momento de tomar una decisión. ¿Y está usted satisfecha con la decisión que tomó? Sí. Antes de entrar en esta empresa estuve diez años trabajando fuera. Pensé que no tendría ningún problema para adaptarme a su ritmo, pero me di cuenta de que el asunto tenía su grado de dificultad. De todos modos, estoy contenta. Soy yo misma quien toma mis decisiones. Y aunque este mundo sea una incesante fuente de problemas y quebraderos de cabeza, me gusta mucho. Tenemos un inconveniente, y es que al ser una de las pocas empresas pirotécnicas del entorno, todo nos resulta nuevo. En estos momentos, por ejemplo, estamos tratando de obtener el certificado ISO del Medioambiente, pero, al no haber precedentes en el ámbito pirotécnico, nadie puede ayudarnos. Además, no es el Gobierno Vasco el que supervisa nuestra actividad, sino el Gobierno central, según lo establecido en la Normativa sobre los Explosivos. Por otra parte, la Guardia Civil nos vigila muy de cerca, conque estamos totalmente controlados. En cuanto que empresaria, ¿se desenvuelve usted bien en la vertiente técnica? No. Alguna que otra vez he presenciado un montaje, para saber cómo va el asunto, pero poco más... Para ello contamos con trabajadores, profesionales, expresamente contratados; no todos iban a ser de la familia, claro. Otro de los problemas que acusamos es la falta de una escuela de pirotecnia. Este oficio se aprende con la práctica. La media de la edad de los trabajadores de esta empresa es de 45 años, la mayoría de los cuales comenzaron a trabajar con mi padre, a los 15 años. Tienen a sus espaldas una experiencia de 30 años; en ese tiempo han ido aprendiendo nuevas fórmulas junto con mi padre y mi tío. Luego, con el tiempo, vas conociendo otras empresas, leyendo libros, etc. Si ninguno de los tres hermanos hubiera continuado en la empresa, ¿qué hubiera sido de la pirotecnia Astondoa? Pues, seguramente, hubiéramos tenido que vendérsela a alguna empresa pirotécnica. No creo equivocarme al afirmar que, siendo optimistas, alguna empresa valenciana hubiera mostrado interés, porque en Euskadi, y especialmente en Bizkaia, trabajamos fino. Tenemos muchos clientes en Bizkaia, y no pocos en Gipuzkoa. En Álava menos. Es un mercado interesante. ¿Y qué hay del nombre de la empresa, Astondoa? ¿Es importante para usted? Sí. Ya llevamos muchos años, y hoy la gente asocia el apellido con los fuegos artificiales. ¿Qué sucederá con las generaciones venideras? Tengo dos hijos, muy pequeños todavía, y, desde luego, no tengo la intención de encauzarlos hacia una determinada profesión. En las empresas familiares surgen muchos problemas a la hora de determinar las responsabilidades de cada uno. Yo me considero afortunada por lo maravillosa que resultó ser la transición que me tocó vivir con mi padre. Aunque venga todos los días a visitar la empresa y no deje de hacerme preguntas, me concede toda la libertad del mundo. Y no hay más familiares, estoy yo sola. En el Consejo de Administración están también mi hermano y mi hermana, además de mi padre, pero también ellos me conceden toda la libertad. Por otra parte, tampoco es que tengamos el propósito de crecer empresarialmente. En todas las grandes empresas pirotécnicas que conozco –de aproximadamente 60 trabajadores- hay demasiados miembros familiares en la estructura empresarial, y le aseguro que no resulta fácil trabajar con la familia. A la hora de distribuir las responsabilidades surgen problemas, y se nota. Usted entró en la empresa en 1992. ¿Modificó algún aspecto a su llegada? Bueno, la gente dice que sí, aunque yo no puedo asegurarlo. En cualquier caso, lo que sí es cierto es que yo traía nuevos conocimientos, porque mi padre no pudo ir a la universidad. De todos modos, en mi opinión, en la universidad tampoco se aprende demasiado; la experiencia es mucho más instructiva. En cualquier caso, creo que yo he ordenado la empresa, aunque nadie es imprescindible. Supongo que durante estos años la pirotecnia habrá avanzado lo indecible... Sobre todo durante los últimos diez años. Es uno de los motivos por los que la empresa ha cambiado. No sería justo atribuirme todos los méritos sabiendo cuánto ha avanzado la tecnología pirotécnica mundial en estos diez años. El progreso, además, se ha visto reflejado en todas las empresas. ¿Qué hacen en la Pirotecnia Astondoa exactamente? El material pirotécnico está clasificado en ocho niveles, de los cuales está permitido vender al público el material correspondiente a los tres primeros, y que suponen el 75% de la producción de Astondoa: cohetes, bengalas, “cascadas”, tracas, petardos, toros de fuego, etc. En cuanto al material pirotécnico profesional que se utiliza en los espectáculos, parte de ese material lo fabricamos aquí mismo, y lo demás lo compramos, en Italia, en Valencia, etc. También organizamos espectáculos de fuegos artificiales, claro está. ¿Viene mucha gente a comprar este tipo de material? Habida cuenta de que ahora no se puede adquirir más que en este tipo de establecimientos autorizados... Para poder vender material pirotécnico se ha de contar con un permiso especial, de igual forma que en el caso de la venta de armas y explosivos. Y, por el momento, somos el único establecimiento de Bizkaia que cuenta con esa licencia. La afluencia de gente se nota sobre todo en las fechas navideñas, en Nochevieja, y también en festividades como la de San Juan. De todos modos, la gente emplea la pirotecnia en cada vez más celebraciones: bodas, fiestas... Supongo que dispondrán de fuertes medidas de seguridad... No sólo debemos cumplir la normativa vigente, sino que, además, periódicamente nos realizan una inspección. La normativa es la misma para las empresas de pirotecnia y de explosivos, aunque, estrictamente, no tengan nada que ver. Tenemos un exclusivo sistema de alarma, y cogemos los datos de todas las personas que salen o entran, no porque nosotros lo queramos, sino porque así lo dispone la normativa. Además del lamentable accidente en el que su abuela perdió la vida, ¿han tenido algún otro percance en Astondoa? No. Algún que otro susto, pero nada grave. ¿Cree usted que en Euskal Herria existe una tradición pirotécnica? A la vista está que esto no es Valencia. Hay un libro muy bueno, llamado “Pirotecnia en Euskal Herria”, de Felix Goñi, en el que se da cuenta de todas las empresas pirotécnicas que ha habido en Euskal Herria. Hoy sólo quedamos los Lezea en Álava y nosotros. La nueva generación de los Lezea, además, se ha multiplicado y ha diversificado su producción: uno produce bengalas para barcos, y los otros dos material pirotécnico para los espectáculos. Cuando leí el libro me quedé bastante perpleja, porque vi que a lo largo de la historia se había dedicado a este oficio más gente de la que yo pensaba. Con el tiempo han ido desapareciendo y no han tenido continuación. Cuando, llegado el momento de contratar a trabajadores, se les explica que tendrán que trabajar los sábados y domingos, y además de noche, se echan para atrás. No sé si es un problema de las nuevas generaciones o qué. Evidentemente, nuestros espectáculos tienen lugar de noche, y finalizada la actuación hay que recoger todo el material. Los técnicos llegan a sus casas aproximadamente a las tres de la madrugada. ¿Cuándo empezaron a lanzar fuegos artificiales? Creo que mi padre empezó en la década de los 80. ¿Y por qué motivo? Pues no lo sé. La verdad es que nunca se lo he preguntado. También nuestro abuelo hacía sus pinitos, pero eran cosas más simples. Y han alcanzado cierto prestigio... ¿Usted cree? Bueno, la gente nos conoce, sí... A Bilbao acudimos todos los años, y en San Sebastián hemos estado unas dos o tres veces. La última de ellas, además, nos dieron el segundo premio del público, el premio que a mí, personalmente, más me satisface, porque los concedidos por el jurado siempre suelen ser más dudosos. En el caso de Bilbao, aunque acudamos todos los años, no participamos en el campeonato, porque yo trabajo como asesora en el ayuntamiento, y no es posible participar como juez y competidor al mismo tiempo, son incompatibles. En San Sebastián ocurre lo mismo, ya que soy miembro del jurado. Algunos municipios lanzan fuegos artificiales para celebrar sus festejos, pero ¿es el mercado lo suficientemente amplio? Sí. Lo cierto es que los fuegos artificiales son el producto que menos beneficios aporta en la pirotecnia, pero son necesarios para darnos a conocer. Es nuestra tarjeta de presentación. Muchos son de la opinión de que en los fuegos artificiales se derrocha dinero y trabajo, puesto que al cabo de unos pocos minutos todo queda abrasado... Siempre digo que hay que tener en cuenta cuánta gente acude a ver los fuegos, gente de todas las edades, desde niños hasta ancianos. Es el espectáculo que más variado público atrae. Yo creo que un concierto de los Rolling Stones resulta mucho más caro, porque sólo acude un tipo de público muy determinado. Además, aquí no se cobra por ver los fuegos, cosa que sí lo hacen en Francia, Alemania y la mayoría de los países del norte de Europa. Para ustedes, el preparar un espectáculo de fuegos artificiales debe de suponer un trabajo enorme... Hay que invertir muchas horas. A Bilbao, por ejemplo, llegamos a las siete de la mañana, y no regresamos hasta las tres o las cuatro de la madrugada. Y a todo ello hay que añadir todo el trabajo a realizar con anterioridad: el diseño, la preparación, etc. En sesiones más simples, basta con ir para las tres o las cuatro de la tarde. No hay que olvidar otra serie de factores que inciden en nuestro trabajo: vientos muy fuertes, o ausencia de viento... Los inconvenientes abundan. Lo peor de todo será la lluvia... Pues no esté tan seguro. No molesta en el momento de lanzar los fuegos, ni afecta al espectáculo, pero sí en la fase de la preparación, porque nos impide realizar nuestro trabajo en las debidas condiciones. En cualquier caso, lo peor para nosotros es que no haya nada de viento. ¿Pueden los espectadores sentirse seguros al contemplar los fuegos artificiales? Sí. En el año 1997, en Vitoria/Gasteiz, un niño de diez meses falleció cuando estábamos lanzando nuestros fuegos. Fue el peor año de mi vida. El niño estaba a 200 metros, a una distancia mayor que la normativa que posteriormente -a raíz del accidente- aprobaría el Gobierno Vasco preveía por motivos de seguridad. Fue una pura casualidad que en un radio de 200 metros el fuego fuera a caer precisamente donde estaba el niño. Desconozco si hubo más accidentes con anterioridad, pero lo que está claro es que el hecho de haber establecido esas distancia nos ha supuesto un alivio, sobre todo de cara al montaje. Y eso se nota mucho cuando salimos fuera. En más de una ocasión hemos tenido que advertirles de que no volveríamos a aceptar su invitación; mientras nosotros andábamos preparando el montaje, la gente se paseaba tranquilamente por el medio. Nosotros estamos allí para trabajar, no podemos ocuparnos de vigilar que nadie pase con un cigarro o de que algún niño toque el material. Desde que en Euskadi se aprobó la normativa, yo ando mucho más tranquila. ¿Qué aceptación tienen fuera de Euskadi? Este año iremos a Tarragona. La tradición del norte de la península es distinta, y a ellos les gusta. Aquí utilizamos sobre todo el cohete, y en el Mediterráneo la carcasa, debido a la peligrosidad de los cohetes de ocasionar incendios. La última vez que estuvimos en Tarragona ganamos el segundo premio, y recibimos muchas felicitaciones. Por otra parte, no somos tan ruidosos. Decían que porque soy una mujer, aduciendo que somos más sensibles, etc. La cuestión es que yo concedo más importancia al color que al ruido, aunque reconozco que al público el estruendo le entusiasma. Por ello, tratamos de combinar los dos aspectos. Y por eso nos han vuelto a llamar, porque nuestra oferta es muy distinta a la valenciana. De todos modos, no cabe duda de que hemos recibido su influencia. En cualquier espectáculo, los fuegos del Mediterráneo son todo un referente. ¿Es fácil introducir cambios? Es posible. Nuevas formas y combinaciones, etc. En lo que respecta a los artificios, yo creo que ya lo hemos visto todo. Lo que sí se puede mejorar es la calidad, pero no más. Las diferencias vienen dadas por el diseño, donde cada cual le da su toque personal. ¿Lo diseñado coincide con el resultado final? Normalmente sí. Claro que siempre nos fijamos más en los errores, porque siempre suele haber algo que no sale como lo esperado, pero creo que los espectadores no se dan cuenta mientras no sean errores evidentes. ¿Pueden considerarse como entendidos los espectadores de fuegos artificiales de Euskal Herria? Yo creo que sí. Tanto Bilbao como San Sebastián son buenas escuelas, y, desde que viene organizando la exhibición internacional, ahora también Vitoria/Gasteiz. A mí me gustan todo tipo de fuegos, pero si estoy viendo fuegos italianos, quiero que sean italianos, y si veo fuegos japoneses, pues japoneses. El público se pone muy nervioso cuando contempla fuegos del lejano oriente, porque son mucho más pausados. Pero cada uno de los fuegos que lanza un japonés es absolutamente maravilloso desde el punto de vista técnico. Yo creo que los espectadores han empezado a entender y a distinguir. Me suelen llamar de muchos sitios para charlar sobre este tema, y siempre les digo lo mismo: hay que tener en cuenta lo distintos que son un valenciano y un japonés. ¿Qué escuela se ha impuesto en Euskal Herria? La mediterránea. ¿La gente es precavida cuando maneja material pirotécnico? No, no lo es. Uno de los argumentos que se justifican las prohibiciones de las fechas navideñas es el elevado número de accidentes. No revisten gravedad, claro, pero el 99,99% de esos accidentes se debe a la incorrecta utilización del material. La gente consume alcohol, no lee las instrucciones de uso... Evidentemente, es posible que los productos vengan con algún defecto, nadie es perfecto, pero la causa de todos los accidentes de los que he tenido conocimiento ha sido la incorrecta utilización: sujetar el material con las manos, manejarlo en estado de embriaguez, lanzarlo contra no sé qué... A la pólvora hay que tenerle más respeto. Izaskun Astondoa Sarria (Bilbao, 1962)

Pese a haber nacido en la capital vizcaína, Izaskun Astondoa, la mayor de tres hermanos, se considera a sí misma arratiarra. Vive a caballo entre Areatza y Artea, muy próximos entre sí. Cursó los estudios de Empresariales en la Universidad de Deusto, finalizados los cuales manifestó a su padre su deseo de trabajar fuera de la empresa familiar. “Mi padre pensaba que mi hermano estudiaría Química y que le sucedería en la empresa, pero resulta que se decantó por la Informática”. Y dado que su hermana estudió Medicina, le propuso a Izaskun continuar con la empresa pirotécnica. En un primer momento se negó. Tras haber superado unas oposiciones, empezó a trabajar en el Gobierno Vasco, hasta que en 1992 decidió entrar en la empresa familiar. “El aita se veía ya demasiado mayor como para seguir trabajando, por lo que me lanzó un órdago. Y dado que yo no estaba muy contenta con mi trabajo, terminé por aceptar”. Se nombró a sí misma gerente, y así es como continúa. Es, además, presidenta de la Asociación Española de Fabricantes de Pirotecnia, asesora al Ayuntamiento de Bilbao en materia de pirotecnia, y es miembro del jurado del concurso de fuegos artificiales de la Semana Grande donostiarra. Menua ELKARRIZKETA Aurreko Aleetan Inicio > EM 264 > Elkarrizketa -->

2004/07/23-30
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