María Amor Beguiristain Gúrpide. Prehistoriadora: Don José Miguel Barandiarán era un líder

2011-01-07

VELEZ DE MENDIZABAL AZKARRAGA, Josemari

La antropología, la etnografía y la arqueología son disciplinas científicas que nos acercan un pasado y que tratan de hacernos comprender la evolución de la sociedad, tanto en sus aspectos materiales como inmateriales. Por el mero hecho de tratar con referencias pasadas, la misma interpretación de los aspectos investigados ha de ser realizada con sumo cuidado. Algo que es fundamental para desbrozar el camino hacia el conocimiento, en el sentido más estricto y aséptico de la palabra. Conocimiento sobre un pasado que, paradoja, cada vez nos es más extrañado, pero que cada vez nos es más necesario comprender.

María Amor, cuéntenos algo sobre su entorno familiar. Beguiristain, Gúrpide. ¿de larga estirpe navarra?

Sí, con ciertos matices. Mi madre era de Otxagabia, y se casó con mi padre Alfredo como se dice por aquí “a Obanos”. Él había nacido en Argentina, en Bell Ville en la provincia de Córdoba, era hijo de emigrantes, y, al cabo de un tiempo, la familia se vino, ya que a mi abuela le hicieron heredera de la casa familiar de Obanos. Fue la forma de hacerles volver de Argentina. Vinieron pensando en regresar, pero ya nunca lo hicieron. Yo soy la sexta de ocho hermanos, y toda la infancia he vivido en Obanos.

E hizo ahí sus primeros estudios...

Así es, los cursé en la escuela pública de Obanos, que se inauguró en la República. Tengo grandes recuerdos de la maestra de párvulos, Pilar Cildoz, fallecida siendo centenaria, maestra de gran dedicación a sus pequeños. Todo el mundo le profesaba gran cariño, y tenía unas dotes pedagógicas extraordinarias, como los grandes maestros de antes. Pasé luego a lo que decíamos “la mixta” por un período breve, y a los 10 años me preparó Pilar Guembe, otra maestra obanesa, para hacer el ingreso y primero de bachiller, como alumna libre en el Instituto de la Plaza de la Cruz de Pamplona. Y luego me enviaron interna a Guadalajara, con otra hermana. Teníamos una tía monja allí, y pasé tres años, que me dejaron también buenos recuerdos. Hice buenas amigas, en un régimen del que salíamos solo en Navidad. La verdad es que ninguna de nosotras quedamos traumatizadas por ello.

¿Influyó en Vd. de alguna manera, el ambiente recoleto de Obanos en su posterior formación?

Los recuerdos de esa época quedan muy arraigados en la persona. Quedan como enquistados, y a medida que vas desarrollándote vas dándote cuenta del porqué de muchas cosas. Cuando yo salgo de Obanos a Guadalajara, utilizaba cantidad de palabras que chocaban a mis nuevas compañeras. Expresiones como “extremar”, que en Navarra significa sencillamente “limpiar la casa”, no entendían su significado; lo mismo con otras muchas. Poco a poco, vas tomando conciencia de que tienes un bagaje distinto del resto. Lo guardas, lo proteges de alguna manera. Y te das cuenta, con el tiempo, de que todo aquello es una riqueza.

Y obviamente le valdrá para investigaciones posteriores. ¿Fue por ello que eligió la carrera de Filosofía y Letras...?

En mi casa familiar había mucho libro y me encantaba leer a Ceram: “El misterio de los hititas” y “Dioses, tumbas y sabios”... Al ser la sexta de ocho me podía esconder y leía, evitando que me mandaran a hacer encargos. Mi padre también me dejaba novelas. El mundo clásico me apasionaba y mi idea desde siempre fue estudiar Filosofía y Letras, que es donde estaba incardinada la Historia antigua: Mesopotamia, Egipto. Luego, cuando llegué a la Universidad, topé con Grecia, Creta... pero conocí a Enrique Vallespí, profesor de Prehistoria, y cuando yo estaba en tercer curso de carrera se descubrió todo el conjunto Paleolítico de la sierra de Urbasa, con los yacimientos de Andasarri, Aranzaduia.... En ese momento el mundo del Paleolítico me pareció apasionante, con el origen del hombre. Además, Vallespí tenía unas dotes enormes para entusiasmar, y me captó, y me olvidé de Grecia y me dediqué a la Prehistoria.

Coincidió también que asistí a las clases de Don José Miguel Barandiaran, y entonces descubrí la etnología y que todas aquellas cosas que había vivido en la infancia tenían un valor: el hogar, el llar, las relaciones entre padres e hijos. Todo ese mundo se me abrió y me di cuenta de que no eran cuentos que debía olvidar sino que tenían también un significado y un valor académico. Es por eso que me he orientado por los dos campos el de la arqueología prehistórica y el de la etnología.

Se puede hablar de vocación...

No he dudado nunca. Luego las circunstancias me han hecho elegir entre un período u otro. Y no he podido especializarme sólo en megalitismo, aun a pesar de que una gran parte de las excavaciones que he dirigido pertenecen a este mundo. Pero al hacer la tesis tuve que elegir por un tema. El profesor Ignacio Barandiaran, a quien conocí a través de la Cátedra de Lengua y Cultura Vasca en la que impartía su docencia Don José Miguel, me propuso el tema de los asentamientos al aire libre. Así hice una tesis con un título muy largo, y un marco geográfico también amplio: “Los yacimientos de habitación durante el Neolítico y Edad del Bronce en el Alto Valle del Ebro”.

Ya ha topado con los dos Barandiaran de su vida académica. Hizo su tesis de licenciatura sobre un tema relacionado con Don José Miguel...

Sí. Don José Miguel había recogido en las canteras de cemento de Olazagutia unos materiales muy interesantes del paleolítico. Los donó al Seminario de Arqueología de la Universidad de Navarra, para que alguien los estudiara. En principio lo iba a hacer el profesor Vallespí pero él, generosamente, me los dejó para que hiciera la memoria de licenciatura. Estamos hablando de maestros muy generosos, en un ambiente de gran generosidad en la transmisión de datos. Eso es lo que he vivido yo. Estudié ese material que era un poco conflictivo, al provenir de varias cuevas destruidas por las canteras, que contaban con apoyo oficial, y al mismo Don José Miguel se le prohibió la entrada a las escombreras, para evitar la paralización de la industria. Cuando entran en conflicto componentes económicos y culturales, casi siempre pierde lo cultural, es un tema difícil de afrontar. El análisis tipológico del material me confirmó lo que ya había dicho el descubridor del yacimiento, el escolapio Máximo Ruiz de Gaona, quien había trabajado antes que Don José Miguel en aquel lugar: que el yacimiento era de gran valor para el estudio del paleolítico. Coscobilo de Olazagutia, el lugar del que procedían aquellos materiales, está situado entre dos masas calizas frente a la Sierra de Urbasa, donde hay afloramientos de sílex, materia prima básica en la producción de herramientas del hombre del paleolítico. Por eso debió ejercer una gran atracción como están demostrando las investigaciones más recientes. Ese fue mi primer encuentro con Don José Miguel. Y el motivo de mi primer viaje a Ataun, a principios del año 1973. Fue deseo de Enrique Vallespí que estuviera Don José Miguel en el tribunal, pero Barandiaran cogió una gripe que motivó no sólo el aplazamiento de la defensa sino también de su docencia ese curso.

Donde ya impartía clases desde 1964...

Efectivamente. La invitación se le hizo a finales de 1963 y en enero de 1964 empezó sus clases. De ahí su vinculación con nuestra Universidad y la posterior donación por su parte de materiales para la investigación.

Su vida va a estar a partir de entonces muy ligada a Don José Miguel Barandiaran...

Sí, son muchos recuerdos. Todavía hasta hace poco he estado trabajando en la Fundación José Miguel de Barandiaran. He comentado que queríamos que participara en el tribunal de mi licenciatura pero que una gripe lo impidió. Al no poder hacerlo, le llevé personalmente el texto de mi tesina. Para entonces yo había sido propuesta por el director del Departamento, Marcos Pous, para actuar como secretaria de Etniker, que es otro tema muy enjundioso. Desde su cátedra de la Universidad de Navarra Don José Miguel insistía en que había que impartir docencia pero también investigación, y por eso creó el Grupo Etniker. Preparó una serie de encuestas que eran remodelación y ampliación de otras anteriores de los años veinte del siglo pasado, y creó ese pequeño grupo de investigadores de campo. El convocaba a esos investigadores tres veces al año, y como estaba patrocinada la investigación por la institución Príncipe de Viana, las reuniones tenían lugar en el Museo de Navarra. Se me invitó a asistir, siendo aún estudiante, y comencé a realizar labores de secretaria. Escuchaba a los distintos miembros (Lapuente, Jimeno Jurío...), y un día se me ocurrió que aquella investigación podía hacerla yo en Obanos. Lo planteé e inmediatamente pasé de ser simple secretaria a miembro de Etniker. Reconozco que ha sido suerte, un lujo, el haber estado ahí.

El año 2011 se cumplirán veinte de su fallecimiento ¿Qué aspectos remarcaría más de Don José Miguel?

Serían muchos, pero si algo le caracterizaba era su magisterio permanente, aunque él no dijera nada. Un enorme respeto al alumno. Llegaba a implicarnos en la investigación. Nunca exponía los temas como si estuvieran cerrados, sino que dejaba entrever que allí se podía seguir investigando. Con lo cual te sentías útil.

¿Era un líder?

Creo que, sin él pretenderlo, sí era un líder. Sin alardes, por su propio peso específico.

Barandiaran ha sido uno de los grandes científicos que este País ha dado, y además su labor investigadora la adornaba con un humanismo vivo. Algo de eso, en momentos en que nuestra sociedad anda desorientada, habría que recuperar, ¿no le parece?

Sin duda. El humanismo de Don José Miguel era un humanismo cristiano. Desde esa base él era capaz de organizar la investigación, de animar, de estar convencido de que lo que hacía era bueno. A pesar de las críticas. En sus últimos años apareció la moda de una antropología “agresiva”, pero él era consciente de que unos gramos de datos era más valioso que muchas teorías. En ese sentido, se aferraba mucho al dato, a no teorizar. Que es lo contrario de lo que hacemos muchas veces en los medios académicos.

De un Barandiaran a otro. De una tesina de licenciatura a una tesis doctoral...

Fue Enrique Vallespí quien me puso en contacto con Ignacio Barandiaran. Había asistido como profesor a la Cátedra de Lengua y Cultura Vasca, impartiendo clases sobre el hombre vasco. Como ya he dicho antes, Ignacio fue otra persona de la máxima generosidad. En nuestro Departamento, al ser pocos, los cursos de doctorado que yo podía seguir eran muy limitados en cuanto a la especialización en prehistoria, por lo que él me acogió en la Universidad de Zaragoza, donde dirigía un Departamento, y me permitió asistir a todos los cursos de doctorado, incluso me presentó a doctorandas suyas, entre ellas la que hoy es su mujer, Ana Cava, y a Pilar Utrilla, ambas prehistoriadoras de reconocido prestigio. Me brindaron no sólo su amistad sino también una habitación en su piso de estudiantes... Ignacio Barandiaran es una persona de gran peso científico, investigador forjado en la escuela de Don José Miguel. Es minucioso en su trabajo, muy serio. Y me permitió excavar con él, en ambientes distintos al que estaba yo acostumbrada. Estuvimos en Mirones, Cantabria, con un equipo de paleolitistas; en el Bajo Aragón, estudiando la neolitización, es decir el paso de cazadores a productores; en la cueva navarra de Zatoya, en Abaurrea Alta, el yacimiento para su época más importante de la zona norte peninsular e incluso de ultrapuertos, analizando la transición del paleolítico al postpaleolítico. Son muchos recuerdos de amistad que se mantienen vivos...

Su tesis doctoral la hace con él...

El título fue larguísimo: “Los yacimientos de habitación durante el Neolítico y Edad del Bronce en el Alto Valle del Ebro” No sabíamos si estudiar Urbasa, si abordar algo de megalitos... En aquellos momentos él estaba dirigiendo una tesis a Teresa Andrés sobre rito funerario en el Valle del Ebro, otra a Ana Cava sobre industrias líticas, y a mí me propuso estudiar los asentamientos, el hábitat en la misma época, de lo que no se conocía casi nada. Teníamos algunas referencias de los mal llamados talleres al aire libre, pero poco más. Con el tiempo transcurrido desde entonces vemos que aquel trabajo fue muy interesante, ya que con las grandes obras de infraestructura que se están haciendo en la actualidad se está descubriendo que hubo un importante poblamiento en el Valle del Ebro durante el Holoceno. La mía fue, por tanto, el inicio de una investigación cuyo interés se está reconociendo más recientemente.

Con ese bagaje de conocimiento cada día más amplio, Vd. comienza a impartir clases en la Universidad de Navarra...

La marcha de Enrique Vallespí hizo que empezara pronto a explicar Prehistoria. La nuestra es una universidad privada y periódicamente debemos presentarnos a oposiciones al cuerpo del estado, y Vallespí sacó plaza en Oviedo. Por tanto, me tocó impartir las clases de prehistoria, algo que ya había hecho antes en esta universidad una ilustre profesora, María Luisa Pericot, hija del famoso prehistoriador que investigó la cultura pirenaica, Luis Pericot. Yo he estado muy a gusto en mi cometido, habiendo podido permanecer todo este tiempo en la Universidad de Navarra y compaginando la docencia de arqueología prehistórica con excavaciones y con la etnografía.

Y da comienzo, así mismo, una larga trayectoria como investigadora en antropología, etnología y prehistoria... Aunque pienso que Vd. es más arqueóloga que otra cosa...

La Universidad no tiene cátedra de Etnología. Pero gracias a la Cátedra de Lengua y Cultura Vasca y al Diploma de Estudios Vascos que depende de ella se pudieron organizar algunas clases de Etnología vasca, y ahí he podido dar docencia, pero son asignaturas optativas. Profesionalmente soy prehistoriadora. Y en mi vida de investigación ha primado la arqueología. Lo que sucede es que en el campo de la etnología he disfrutado de la enriquecedora relación con los miembros de los otros grupos Etniker y la Universidad me ha dejado trabajar también en ese campo.

Antes ha mencionado los Grupos Etniker. Participó como directora del grupo de alaveses y navarros en la investigación del Atlas Etnográfico de Vasconia. ¿Cómo fue esa experiencia?

Fue una experiencia magnífica. En el año 1982 recibimos la beca José Miguel de Barandiaran, de la Sociedad de Estudios Vascos, y organizamos un buen equipo de trabajo. Hay que decir que las investigaciones en etnología recompensan mucho, aunque académicamente no se reconozcan tanto como las realizadas en arqueología, desde el punto de vista personal son muy gratificantes. Hicimos un equipo con Etniker-Araba, con Juanjo Galdós a la cabeza, y con investigadores navarros que estaban más libres en aquel momento (Juan Cruz Labeaga, Javier Zubiaur, Paz Larraondo, Maika Munárriz, Carmen Jusué...), y trabajamos en la implementación de las encuestas para dar forma al sueño de Don José Miguel, que era el Atlas Etnográfico de Euskal Herria. Los alaveses prefirieron continuar con la parte de juegos, y nosotros escogimos el capítulo de culturización, más sensible a la pérdida ya que abarca leyendas, cuentos y sobre todos creencias; pérdida que ya se veía venir a principios de los ochenta. El trabajo fue publicado por la Sociedad de Estudios Vascos.

Es también directora del Diploma de Estudios Vascos en la Universidad de Navarra, que es una realidad con muchos años... ¿Cuál es su futuro?

Se está reflexionando sobre qué hacer con ella, siempre desde la base de que la Cátedra va a seguir. Pero el Diploma de Estudios Vascos, que nació en los años noventa, está muerto. El nuevo sistema de Bolonia no prevé la libre elección, sino que apuesta por unos currícula mucho más cerrados, y por tanto nuestro Diploma no tiene sentido. Era una opción de organizar la libre optatividad de los alumnos, dándoles a la vez un perfil. Fue una idea de la Profesora Ana Etxaide, cuando era directora de la Cátedra, y a mí me va tocar enterrarlo. Pero seguro que desde la Cátedra saldrá algo nuevo. No vamos a dejar que Bolonia se cargue un bagaje de cincuenta años, por donde han pasado miles de alumnos y grandes investigadores. La Universidad va a apostar por la continuación de la Cátedra.

Hemos visto su nombre como secretaria de la Comisión Interuniversitaria en la elaboración del Libro Blanco de Humanidades...

Fue una labor ardua. La Universidad me había pedido dirigir el Consejo de Humanidades, una nueva licenciatura que se había creado, con implantación fundamentalmente en universidades jóvenes, alrededor de cuarenta. Se formó una comisión entre todas y a mí me nombraron secretaria. Lo más agradable fue el contacto con otros profesionales que trataban de llevar la licenciatura hacia delante. Y salió de ese trabajo un Libro Blanco. La crítica más adversa provino, precisamente, del actual Ministro de Educación, Ángel Gabilondo, a quien no le parecía un título necesario. No sé si es políticamente correcto el decirlo. La licenciatura sigue actualmente, y en nuestra Universidad se planteó como una opción muy humanística, más abierta, y se concentraron las asignaturas en dos itinerarios, que han tenido éxito: gestión cultural y gestión comercial. Esta última, aunque choque, ha tenido buena acogida en el mundo de la empresa donde deben primar las relaciones humanas.

Desde su experiencia, ¿cómo ve el futuro de las humanidades en el entramado docente universitario y su incardinación en la sociedad?

Si somos inteligentes, las humanidades deben tener un campo amplio, deben ser más valoradas. Una sociedad sana e inteligente debería tener más en cuenta las humanidades.

Pero si hasta Vd. duda de si es políticamente correcto comentar que el actual Ministro criticara la licenciatura...

Debo aclarar que él estaba en contra de un determinado título, no de las humanidades. Y hay que confesar que lo de los títulos es algo así como el reparto de una tarta. Bolonia expresa su punto de vista y dice que hay muchos y que hay que dejar solamente los que son viables. Los perfiles de las tradicionales carreras, como Historia, Historia del Arte etc. estaban claros. No lo estaban tanto el de una nueva carrera en Humanidades, que era como una invasión en determinado terrenos. Y de ahí, probablemente, el desacuerdo de Gabilondo.

Es decir que si no hay demanda de filósofos ¿hay que quitar la carrera de filosofía...?

Sí, sí... Va un poco por ahí. Si la sociedad no demanda no se deben ofertar títulos no rentables. Estamos en una sociedad muy pragmática y el padre del alumno que paga las carreras está impregnado de ese pragmatismo. Yo quiero que mi hijo estudie algo que le dé de comer, que le proporcione éxito. Esa es la mentalidad.

Pero parece que los poderes públicos deberían abrir la mente y proporcionar otras opciones, aunque rentablemente no sean viables...

Creo que la sociedad tiene sus vaivenes, y resulta que —por ejemplo— hay muchos economistas en paro, e ingenieros etc. ¿Qué está ocurriendo como consecuencia de ello? Pues que estamos recibiendo a muchos alumnos y alumnas, con auténtica vocación, que ante el panorama existente de desempleo prefieren estudiar aquello que les llena. Al final, la sociedad es inteligente.

Hemos dicho que Vd. profesionalmente se considera arqueóloga, y como tal ha dirigido campañas de excavaciones en Navarra... ¿De cuál conserva un mejor recuerdo?

Seguramente de la más reciente, de los años noventa, de las excavaciones en el dolmen de Azibita, aunque tuve un par de disgustos, ya que tuvimos la visita de clandestinos que destrozaron uno de los lechos. Fueron cuatro años de trabajo muy bonito, con alumnos. Aunque debo reconocer que disfruto mucho más dentro de un equipo amplio, colaborando, mas que dirigiendo un proyecto. He tenido más satisfacciones con Don José Miguel o con Ignacio Barandiaran. Dirigir una excavación es una cosa muy seria, al director le supone mucho esfuerzo burocrático y de gestión, es la parte que a mi personalmente me atrae menos.

Tomó parte en el libro Nueva Historia de Navarra, editado por las Universidades de Navarra y Sevilla. A mí me llama la atención el título...

Coincido plenamente. A mí tampoco me gusta el título. Podía haber sido mejor utilizar la palabra “Novedades” o algo parecido. Lo de Nueva creo que fue una razón de marketing. Tomé parte como redactora del primer capítulo, sobre la prehistoria, y doy cuenta de las novedades surgidas desde la publicación anterior de una prehistoria en esta región.

Siguiendo por esa vía de constataciones, tengo muchas veces la impresión de que la antropología, la etnología, la arqueología, dependiendo de quién la escriba, sirven para unir o para desunir.

Pienso que si los que buscamos todos es la verdad, las distintas disciplinas deberían unirnos, deben converger. Pero la historia la hacemos los historiadores, los antropólogos, etc., y cada uno de nosotros partimos de distintos supuestos, muchas veces desde planteamientos ideológicos, y de ahí que en vez de unir, una misma cosa nos desuna. No es extraño que se desprecie, ya de entrada, lo que hace otro, porque parte de supuestos diferentes. Si buscamos ciencia de verdad, nos tendría que unir.

Cuanto más alto está el científico ¿más fácil es el equilibrio, la asepsia?

Yo creo que no. Si se está muy alto y muy honesto, seguramente que sí. Pero, lo normal es que la altura académica no vaya pareja a la asepsia.

En su opinión, por tanto, el más brillante no es el más equilibrado.

No necesariamente. La realidad es poliédrica, y si pudiéramos juntar todas las caras de esa realidad, nos acercaríamos más al equilibrio. Pero a menudo nos quedamos con una sola cara, y el medio se convierte en el fin. El equilibrio es un objetivo un tanto difícil.

Claro, estamos hablando de ciencias no exactas...

Lo que hace el hombre no es exacto, no es un ente de laboratorio que ante las mismas experiencias o circunstancias reaccione siempre igual. Somos nosotros los actores de nuestra existencia y las personas somos muy ricas, muy complejas. No podemos encasillar a la persona. Es mucho más que antropología experimental. Es biología, es cultura, es la circunstancia, son los sentimientos... pero las ciencias humanísticas también tienen sus reglas, su método.

Ha sido miembro del Consejo Navarro del Euskera. ¡Qué difícil lo ponemos las personas! ¿no?

Efectivamente, he sido. Ahora es el Dr. Luis Echarri. Quiero aclarar que somos vocales que representamos a la Universidad de Navarra. Pero sí, es verdad que las cosas las ponemos difíciles. Son consejos consultivos. Y en una cosa tan valiosa como es esta lengua, es una pena que no todos estén con la misma sintonía, para defenderla, protegerla, cuidarla.

Una prehistoriadora como Vd. ahí tiene un elemento prehistórico...

Así es. Ya nos advertía sobre ello Don José Miguel.

Si se me permite por su parte, quisiera pedirle, como responsable de la Cátedra de Lengua y Cultura Vasca, su opinión sobre la lengua y cultura vasca en Navarra.

Pienso que si echo la mirada hacia atrás y llego a la época en que yo comencé a estudiar en la Universidad y vine a Pamplona, cuando solamente oía hablar en euskera a los dueños de una farmacia existente en la Bajada de Javier, la cosa ha mejorado mucho. Se han publicado temas importantes, se han abierto líneas de investigación... Y creo que la cultura vasca saldrá adelante si hay personas empeñadas en que salga. No van a venir de fuera a salvarla. Navarra es un pequeño continente muy complejo, muy variado en su formación histórica, con muchos sustratos culturales y precisamente la herencia vasca es un importante componente que tenemos que cuidar. María Amor Beguiristain Gúrpide Nace en Pamplona el 12 de septiembre de 1949. Es la sexta de ocho hermanos y su infancia transcurre en Obanos, hasta que inicia sus estudios de bachillerato en 1959. Casada con Francisco Javier Zubiaur, especialista en Historia del Arte contemporáneo y de cine, tienen 5 hijos, dos varones y tres mujeres. Trabajos publicados en la última década en el campo de la Prehistoria-Arqueología: . (2009) Le mégalithisme en Navarre. Etat des connaissances, Bulletin du Musée Basque, nº 173/ 31-54, Bayonne . (2008) La industria lítica del dolmen de Aizibita (Cirauqui, Navarra) en el contexto de dólmenes del País Vasco peninsular. AIZIBITAKO DOLMENAREN INDUSTRIA LITIKOA (ZIRAUKI, NAFARROA) EUSKAL HERRI PENINTSULAREN EREMUAN, (electrónica) Gernika nº 1/. (G:\Gernika1\www.gernika.ru.htm)/2008 . (2007-2008) Un singular acondicionamiento del espacio en el dolmen de Aicibita (Cirauqui, Navarra), Veleia 24-25 <" ><<" ><Homenaje a Ignacio Barandiaran Maestu>> II, pp. 703-721. . (2007) Memoria de excavación e inventario de materiales del dolmen de Aizibita (Cirauqui, Navarra), en Cuadernos de Arqueología de la Universidad de Navarra 15, pp. 43-142. . (2007) La Herencia de la Prehistoria en Navarra. Memoria y olvidos, en: Navarra: Memoria e Imagen. Actas del VI Congreso de Historia de Navarra (Pamplona, septiembre, 2006), M. Galán, Mª del M. Larraza y L.E. Oslé (eds.), pp. 19-49, Pamplona. . (2004) Restos esqueléticos en yacimientos prehistóricos de Navarra, en Cuadernos de Arqueología de la Universidad de Navarra 12, pp. 79-145. . (2000) Megalitismo navarro. Bibliografía para una revisión historiográfica de su interpretación, CAUNA 8, pp. 27-44, Pamplona. En el campo de la Antropología Cultural: es responsable por Navarra del Proyecto Etniker que lleva a cabo la Investigación de Campo y edición del <" ><<" ><Atlas Etnográfico de Vasconia/Euskalerriko Atlas Etnografikoa/Atlas Etnographique du Pays Basque>>. De este proyecto, diseñado por J.M. Barandiaran y que actualmente dirige Ander Manterola y Coordina Gurutzi Arregui (desde el Instituto Labayru. Derio), se han editado seis volúmenes (La alimentación Doméstica, 1990, reeditado en 1999; Juegos Infantiles, 1993; Ritos Funerarios, 1995; Ritos del Nacimiento al Matrimonio, 1998; Ganadería y Pastoreo, 2000 y Medicina Popular en Vasconia en 2004). En este campo de la Etnografía dirigió en 1996: Etnografía navarra, 2 vols., editada por Diario de Navarra, en Pamplona. Entre las publicaciones más recientes en dicho ámbito cabe citar: . (2006) Cátedra de Lengua y Cultura Vasca. 40 Años/Euskal Hizkuntza eta Kultura Katedra. 40 Urte, Universidad de Navarra, Mª A. Beguiristain y A. Barandiarán (editores), 224 págs. . (2006) Aportaciones al conocimiento de la Etnografía de Navarra desde la Cátedra. El programa de Investigaciones Etniker, en Cátedra de Lengua y Cultura Vasca. 40 Años/Euskal Hizkuntza eta Kultura Katedra. 40 Urte, Universidad de Navarra, Mª A. Beguiristain y A. Barandiarán (editores), pp. 31-66. . (2003-2004) Familia, relaciones entre esposos. Reposo y aseo en Obanos (Navarra), en Anuario de Eusko folklore, tomo 44, pp. 7-58. . (2000) se ocupó de la Edición, Notas y Prólogo de: J.M. de BARANDIARAN, Curso Monográfico de Etnología Vasca, 173 páginas, publicado en el nº 4 de la Colección Sara, ed. Fundación JMB. . (1999) Patrimonio Etnográfico de Navarra, ponencia en la Mesa de Patrimonio del IV Congreso de Historia de Navarra (14-17 septiembre-1998) organizado por la SEHN bajo el subtítulo: Mito y realidad en la Historia de Navarra, Vol. III, pp. 353-375. Docencia que imparte: Prehistoria I (2005-2009) Prehistoria de España (2005-2009) Etnología Vasca (2008 y 2009) Historia Universal I (2007 y 2009) Seminario de Estudios Vascos (2009-10)
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