Háblenos, si le parece, de su infancia ¿en Donostia?
Sí. Estudié en el Liceo Francés, y luego en el Sagrado Corazón y en La Salle. Guardo bastante mal recuerdo del Sagrado Corazón porque coincidió en esa época, los 60, en la que a los chavales nos “zurraban” cosa fina, algo que hoy día es impensable. Es curioso porque cuando me encuentro con compañeros de entonces siempre coincidimos en lo mismo “¿te acuerdas de las palizas que nos daban?”, no hablamos de “qué bien jugábamos al fútbol” o “cómo nos escapábamos de tal clase...”.
También recuerdo el parque de Cristina Enea, antes de que lo restauraran, que era muy bonito, tal y como estaba, y que era el espacio que teníamos que recorrer para ir al Sagrado Corazón. Es como un mismo recuerdo con dos caras, la sensación de libertad y bienestar en el parque y la de estar encerrado en esas aulas horribles en las que unos curas sin demasiada pasión por la enseñanza, en cuanto veían que los chicos se salían un poco de la norma, tomaban una actitud muy castradora.
¿Desde niño tiene esa sensibilidad artística que caracteriza a sus fotos?
Yo diría que sí. Porque con siete u ocho años mientras mis compañeros se fijaban en el argumento o la historia de la película yo me fijaba en cómo estaba hecha, en cómo daba la luz a los actores, cómo si era de noche estaba tan iluminada la habitación, por qué si la historia se desarrollaba en un castillo o en un caserío podía haber tanta luz... Ya enseguida comencé a tener inquietudes artísticas.
¿Algún antecedente familiar?
Hay parte de la familia emparentada con Montes Iturrioz, y mis tíos, por parte de mi padre también pintaban muy bien, tengo un tío diseñador gráfico que trabajó con Munoa, el joyero... Así que, sí tuve un respaldo en mi familia cuando vieron que tenía esa sensibilidad y que me horrorizaba el fútbol, los deportes... (riéndose) Es curioso porque ¡todo es un bucle en la vida!
¿Su primera cámara?
Una Nikon. Me la regaló mi padre cuando tenía 12 años. Primero empecé fotografiando a mis amigas, a mi hermana, a mis primos, a la gente de alrededor y ya con eso decidí que quería hacer algo vinculado con la imagen y la fotografía. Hice muchísimas fotografías, -horribles todas ellas-, y volví locos a todos, porque siempre andaba “oye dile a ese, -que soy primo de la del segundo, que te conoce porque su tía la del otro portal... -, que quiero sacarle fotos”. Siempre he sido muy selectivo y no me vale cualquier cosa, no me vale cualquiera.
Cuando tuvo unos años más se fue a Madrid, ¿por qué?
Más que nada me apetecía salir de San Sebastián y con esa idea me fui a Madrid a estudiar Ciencias de la Información. Además, cuando llegué estaba pasando toda “la movida madrileña”, aquella efervescencia, tantos grupos, la noche, -además viviendo en San Sebastián en los ochenta, que era como un paisaje en la niebla, me llamó mucho la atención-, tenía claro que yo quería vivir aquello, y que no me apetecía estudiar cine así que estudié tres años de Imagen y Sonido y después me metí a estudiar fotografía en serio.
¿Coincidió con Arakis (artista de la movida y actual director del Centro Cultural Montehermoso de Vitoria-Gasteiz)?
En ese momento no, le conocí posteriormente en Bilbao. En Madrid no coincidí mucho con él, porque realmente yo fui más “espectador”. Siempre he sido de los que se sienta o se aposta en una esquina y mira lo que sucede a su alrededor. Si te digo la verdad, pasé muchas más horas en el Prado que en las discotecas. Soy un gran aficionado de la pintura y tuve la gran suerte de poder “perder el tiempo” estudiando a los pintores del Barroco y analizando la luz de Velázquez. Velázquez me llevó a Rembrand, Veermer, Caravaggio... Eso me llevó a hacerme un tour por toda Europa para conocer la obra de todos estos autores.
¿Con qué género empieza su andadura profesional?
Con retrato. Por aquel entonces empecé a colocar algunos en la revista “La Luna”, sobre todo en las dos últimas etapas y de ahí comienzo a trabajar en otras revistas. Entonces me voy a París, porque tenía una amiga que quería llevar mi carrera junto a la de otros fotógrafos. Era muy duro, y me costó bastante, pero conseguí finalmente poder ir a los desfiles de grandes diseñadores como Gaultier, Montana, Christian Dior...-¡Esa época grande del diseño de moda de los 80!- y me cogían fotos sueltas para sus dossieres. Así comencé a hacer “curriculum”, y como había estudiado en el Liceo Francés no tuve ningún problema con el idioma y la conexión surgió de un modo muy natural.
Una vez introducido en el “circuito” ¿cómo prosigue su camino?
Pues el haber empezado en París me dio oportunidad de hacer trabajos en Madrid. Recuerdo cómo hice una portada para un disco de La Unión. Era el siguiente disco a Hombre Lobo en París, y Mario, Luis y Rafa querían una cosa muy etérea. Si bien la portada fue muy posada, para la contraportada se hizo una fotografía en una gravera, cerca de Toledo. Les solté por allí, -llevaban tres abrigos negros-, y se hundían en la grava, yo les seguía con la cámara y también me hundía. Así conseguí una fotografía en blanco, negro y gris, en la que ellos son como tres manchas y presenté esa imagen a un concurso de fotografía de moda que hay a nivel mundial. Foto: Pedro Usabiaga.
¿Y?
Primero seleccionaron mi foto entre las 500 mejores, -a mí aquello ya me pareció un regalo, y pensé “Usabiaga ya puedes emborracharte porque llegar hasta aquí es casi imposible para un fotógrafo que está tan verde”-, y después el jurado, entre los que estaban Montana, Frederic Mitterand, la directora de “Elle” Europa, decidió darme el premio que viene a ser como los “Oscar” de la fotografía de moda.
¿En qué fecha?
(Sin titubeos) Septiembre del 89. En ese momento me pasó algo muy curioso que después me ha servido mucho en la vida: Tener muchísimo éxito sin estar preparado para ello. Es decir, yo había ganado un concurso muy muy importante, pero no tenía infraestructura para poder hacer los encargos que un premio así conlleva.
¿Por ejemplo?
Una campaña de Calvin Klein. No obstante, trabajé mucho y me ayudó a establecerme en mi carrera. Así que ya empecé a trabajar unos meses en Francia y otros en Madrid, empecé a trabajar haciendo portadas de discos, de artistas variopintos como Mecano, Massiel, Manolo Tena... mis colaboraciones en revistas como Man, Cosmopolitan, Vogue, Marie Claire, etc.
De ahí pasa a otros proyectos como libros, exposiciones...
Eso fue algo muy curioso. A principios de los 90 me llamó un editor alemán diciéndome que quería venir a Madrid a ver fotografías mías y publicar un libro sobre desnudo masculino. Lo titulé Bésame mucho, porque es un nombre de bolero y se relaciona con el mundo latino, y seleccioné fotos de chicos que había fotografiado en Madrid, París, Miami, San Sebastián... y que tenían en común ese “toque latino”. Eran fotografías muy artísticas y sexys en las que no había desnudos llamativos ni frontales.
¿Un libro sólo de fotografía?
Fundamentalmente. Las imágenes estaban “trenzadas” con pequeños textos de un escritor madrileño y citas que me sugerían a mí las fotografías. El libro salió al mercado alemán en el 91, después lo editaron para Europa y posteriormente para todo el mundo, incluso se hizo una edición en japonés, en tres años se hicieron 17 ediciones. De ahí se hicieron calendarios, exposiciones... y un montón de libros más de desnudo masculino. Cuando vi que todo el mundo me copiaba, -y que los bomberos de Sigüenza, los hombres separados de Móstoles etc., posaban desnudos para calendarios-, me dije que ya era momento de cambiar. Hacia el 97 cambié el género y saqué un libro de actores y actrices y luego otro, y después se me ocurrió lo de los futbolistas. Tengo un amigo que me dice que me prepare para la temporada que viene porque me copiarán y (con sorna) va a haber una oleada de calendarios, libros y exposiciones de fotos de futbolistas.
Entonces, además de fotógrafo es un pionero...
Casi te diría que mi trabajo no es hacer fotos, mi trabajo es adelantarme y presentar lo que los demás van a digerir luego.
La magia de las fotos: ¿delante o detrás del objetivo?
En todo. La magia está primero en la idea, la idea de lo que se quiere hacer y se quiere contar, el mismo cuerpo, depende de cómo lo ilumines y fotografías, sale absolutamente diferente hecho por unos o por otros. Después tienes que convencer a la persona que tienes delante y tiene que confiar en ti y dejarse atrapar y posteriormente tiene que haber esa química y esa magia entre tres elementos: el fotógrafo, el modelo y el objetivo de la cámara, y hacer que todo funcione como una orquesta. Cuando todo eso está en armonía, sale la foto.
¿Es la fotografía la heredera de la pintura de finales del XIX?
Sí. De hecho, si yo hubiera nacido en el XVIII, no habría sido fotógrafo, habría sido pintor. Como te comentaba, Velázquez es mi pintor favorito, me fascina cómo ilumina las caras en algunos retratos, “La vista de Delft” de Vermeer es apoteósico, uno de los cuadros de mi vida, Caravaggio con sus desnudos voluptuosos... Con todo eso, elaboré un estilo pictórico de fotografía.
¿Podríamos decir que pinta con la cámara?
Es un arte diferente, aunque tiene un “ritual” parecido al de la pintura: estudio, quietud, modelo, un fondo de música... Y en un principio no te permitía el retoque que puedes hacer en pintura. No es lo mismo, y a mí, personalmente, me emociona más el mejor de los cuadros, un retrato de Vermeer por ejemplo, que la mejor de las fotografías.
Ya que el fútbol no le gustaba de pequeño (risas), hábleme sobre su trabajo con las estrellas de Hollywood.
Antonio Banderas: Tuve muchísima suerte porque cuando Antonio Banderas estaba rodando Los Reyes del Mambo, las revistas Americanas se interesaron mucho por unas fotos que yo le había hecho, es decir, publicaron sus fotos en Vogue Español y luego me llamó el Vogue Brasileño, y luego el Vogue Argentino... y así mi trabajo se expandió muchísimo. Foto: Pedro Usabiaga.
¿Alguno más?
Otro muy conocido: Resulta que estábamos en el festival de cine de Valladolid y en el Hall del Hotel, tipo el Lido, un hotel decadente muy en la línea de Muerte en Venecia, había un chavalito, un rubio bastante guapo, al que le habían mandado a defender una película en la que él tenía un papel secundario y al que nadie hacía ni caso. El chaval en cuestión era (como sin ninguna importancia) Brad Pitt. Nadie le hacía entrevistas, solamente el del periódico local y porque estaba “obligado”. Yo ya tenía vistas las películas de Jonhy Sweet, en Cannes, y la de Telma y Louise y pensé: este chaval va a pegar un pelotazo.
Así que me lo llevé a la plaza de Valladolid, le llevé de copas, me lo llevé a Madrid al Prado, -ahí tienes un titular (riéndose); la primera vez que Brad Pitt fue al Prado fue de la mano de Pedro Usabiaga-, me lo llevé a comer por ahí y todas esas cosas. Sobre este hecho tengo una anécdota muy curiosa que me encanta contar y es que como ya estaba cansado de salir y tenía ganas de quedarme en mi casa llamé a dos amigas mías estupendas, modelos, -a quienes solía colocar modelos guapos y extranjeros para que me los pasearan por la noche-, y me dijeron “pero ¿cómo vamos a sacar a ese americano, que seguro que es un gorrón y que no tendrá dinero ni para el Taxi, ni para nada?” y no lo sacaron. Después cuando se estrenó Leyendas de Pasión y se convirtió en una estrella (entre carcajadas) ¡me quisieron matar!
Bueno, pues esas fotos que hice de Brat Pitt me abrieron todas las puertas, porque le hice un retrato tipo James Dean, muy en la línea de los 60, que dio la vuelta al mundo.
¿Cuál es el secreto de su éxito?
Me han pedido que dé conferencias, incluso en La Facultad de Ciencias de la Información, -y como no acabé la carrera siempre me dicen que no diga que la Universidad no sirve para nada-, pero cuando lo pienso veo que mi carrera ha sido muy irregular, he tenido suerte y creo que lo mío ha sido un cúmulo de estar en el momento indicado, en el lugar preciso.
Pero hay algo más que suerte, ha sabido ver lo que otros no veían.
Bien, en el caso de Brad Pitt ¡es que siempre me han gustado los perdedores! y cuando le vi actuaba en una película de perdedores, no en una del héroe que acaba siendo Presidente de los Estados Unidos. Días de cine
Como donostiarra que conoce el mundo del cine y de los festivales hay una cuestión que no puedo dejar de preguntarte: El Festival de Cine de San Sebastián.
Viendo los otros festivales de categoría A, a mí me parece que el festival donostiarra anda un poco escaso de “glamour”, superestrellas del celuloide, desfiles de moda en la alfombra roja... ¿qué opinas tú? -No sé si lo puedo decir sin un abogado delante-. Yo crecí con el Festival de Cine de San Sebastián, por lo tanto, para mí, tiene un valor personal importantísimo.
Foto: Pedro Usabiaga. La primera película que yo vi en el cine, fue una en blanco y negro en el Festival de 1973, Luna de Papel de Peter Boldanovich, una película maravillosa en un blanco y negro impoluto. Ese mismo año, Víctor Erice ganó la Concha de Oro con El espíritu de la Colmena. Ese recuerdo del Victoria Eugenia, en pase de tarde, toda la gente arreglada, viendo Luna de Papel, es mi primer recuerdo del Festival de Cine y tiene tanta importancia que cuando yo hice el cartel del Festival en el año 2003, retrocedí 30 años y recreé a Ana Torrent en las mismas vías del tren.
Creo que el Festival de Cine de San Sebastián ha perdido la personalidad, la suya. Hay gente que dirá que no la ha tenido nunca, yo creo que sí. Hay cuatro grandes festivales en el mundo: Cannes, Venecia, Berlín y antes era San Sebastián, -ahora no-.
No es tanto el “glamour” o no “glamour”, sino el crear la ilusión que haga que la gente de la ciudad se vuelque con el Festival, y no se haga al margen de la ciudad. Es decir, si tu estás en el barrio del Antiguo o en el de Amara, prácticamente no te enteras del Festival. La gente ha perdido el interés, no creo que sea lo del glamour y las estrellas, sino la ilusión que debe crear una manifestación cultural de ese calibre en la ciudad. Alfombra roja hay, este año, un maravilloso Victoria Eugenia, un bonito Hotel María Cristina, un Kursaal... falta que la gente haga que sea diferente, que exista la magia, porque si no ¿en qué se diferencia ir al cine cualquier martes por la noche de ir al cine durante el Festival?
A nivel personal, cuando veo las fotos del Festival que salen en prensa, o el mismo librito de “Así fue”, cuando por ejemplo, veo a Angelica Houston en esas fotografías, tengo la sensación (con desazón) de que estoy viendo las fotos de un congreso médico en Laponia, no tiene nada, absolutamente nada, relacionado con la fantasía y la magia del cine. Han hecho un Festival tan aséptico, le han quitado tantas cosas que le han quitado la ilusión a gran parte de la gente de la ciudad. Si vas a Cannes, toda la ciudad trabaja para el Festival, primero porque es una fuente de ingresos que supone el 20% anual de los ingresos totales de la ciudad, pero aparte de eso está la magia, la industria del cine. Y esa industria va desde Sharon Stone con un vestido de Prada y una fiesta maravillosa, hasta la película rumana; y quiero decir que sin Sharon Stone la película rumana no tiene sentido; y aquí hay muchas películas rumanas pero no viene Sharon Stone.
Belleza: “Hemos creado un mundo de guapos y guapas, -en esto yo me siento culpable-, en donde todo tiene que ser perfecto, armonioso y bonito. Primero, eso es irreal, yo he tenido la suerte de coincidir cenando en París, en la mesa de al lado con Gisele Bündchen, y te puedo asegurar que no veo mujeres así en todo el mundo: esa belleza, esa piel, esos ángulos de cara... son un don. La belleza es un don, como lo es el don para la música, el cine o la literatura y la gente debería asumirse tal y como es: Por mucha cirugía, photoshop o lifting que nos hagamos nunca lograremos esa armonía”.
Realidad: “Procuro corromper muy poco la realidad. No me gusta retocar mis fotos, a lo sumo corrijo algún granito o alguna pequeña cicatriz si me lo exigen”.
No soy fotogénica: “Déjame que yo te ponga la luz, (entre risas) -se deben pensar que yo soy Dios en el primer día de la creación-”.
Su cámara: “Trabajo con analógica, 35mm, porque me resisto a las digitales. Me parece que el tema digital es muy interesante y muy inmediato para un determinado tipo de fotógrafos, por ejemplo, fotógrafo de periódico. Pero mi trabajo tiene otro ritmo y otro ritual: Yo necesito un tiempo para trabajar con los contactos, mirarlos con el cuentahílos, tocarlos, olerlos, coger mis rotuladores y acotar... es un trabajo diferente”.
Su rasgo favorito de los hombres: “Las narices grandes, -tengo una amiga que me dice: Pedro, tengo un novio con un narizón que te va a encantar-, me encantan las narices grandes porque deconstruyen las caras, las rompen, pero dan mucha personalidad al rostro”.
Lo que le atrae de las mujeres: “La belleza serena que da la sencillez y la frescura, los ojos grandes y expresivos”.
Lo esencial del arte: “La luz en el arte es fundamental”.
La luz en el cine: “Para mí una de las mejores iluminaciones de película es la de El Gatopardo. Una película mal iluminada, te destroza la cinta, El Capitán Alatriste por ejemplo, está fatalmente iluminada, tiene una luz espantosa, ¡con lo fácil que hubiera sido cogerse esos cuadros de Velázquez, con esos azules!, el rojo de Caravaggio, eso que los directores artísticos extranjeros trabajan con tanta exquisitez aquí se hace de cualquier modo, “-que haga mi primo la dirección artística, que tiene muy buen gusto decorando la casa-”. La ignorancia: Es el estado perfecto, porque es la única manera en la que uno vive sin verdaderamente tener conocimiento y sin valorar las cosas. La ignorancia es el estado perfecto y estoy seguro de que si supiera menos cosas sería más feliz. Si tú escribes tu novelita de historias de provincias y no conoces otra cosa, eres absolutamente feliz, pero si se te ocurre leer Madame Bovary de Flaubert, te hundes en la miseria. A veces el tener puntos de comparación, el tener una personalidad, una cultura y un gusto es muy fastidioso. La gran preocupación de todos los grandes dictadores de todo el mundo ha sido mantener al pueblo en la mayor ignorancia posible. Acuérdate de la novela de Umberto Eco El nombre de la rosa, todo gira en torno a eso, porque si saben, si leen, pueden cuestionar. Pedro Usabiaga
(Donostia-San Sebastián, 1959) Es uno de los fotógrafos más destacados de las últimas décadas. Estudió fotografía de moda en París y Roma y empieza a colaborar en la famosa revista La Luna de Madrid, en plena movida madrileña. Sus fotografías pueden verse en publicaciones como: Man, Cosmopolitan, Arte Fotográfico, Fotogramas, Foto Profesional, Ragazza, D. T. Magazine, Elle, Cinemanía, Vogue, La Vanguardia, Marie Claire... Ha publicado libros de fotografías dedicados al desnudo masculino, así como a actores y actrices de todo el mundo. Bésame Mucho (Bruno Gmunder, 1991); Piel de serpiente (Editusa S. L., 1995); Pedro Usabiaga (Bruno Gmunder, 1997); Bésame Mucho (Sharp Point, 1997); Pedro Usabiaga Postcard (Bruno Gmunder, 1998); Ecce Homo (Udyat, 2001) Nudes (Vértido Pubblishers, 2002); No profanar el sueño de los vivos (Patronato de Cultura, San Sebastián, 2003); Las joyas de la familia (Patronato de Cultura, San Sebastián, 2005). Ha realizado portadas de discos y campañas de promoción en prensa, para grupos musicales de la talla de: Luis Miguel; Ricky Martin, Marta Sánchez o Miguel Bosé, entre ellos Vivir al este del edén (La Unión), por el que recibió el Premio a la mejor foto en blanco y negro en el Festival Internacional de la Photo de Mode, en Deauville, en 1989; Adalai (Mecano); Sangre española (Manolo Tena); Deslices (Massiel); Ciudades de paso (Mikel Erentxun); Erren (Iluani)... Muchos de estos trabajos pueden verse en la actualidad en los libros antológicos dedicados a grupos míticos como Mecano (Editorial La Esfera, 2003); o La Unión (Editorial Espejo de Tinta, 2006). A lo largo de una dilatada carrera destacan sus trabajos para diseñadores de la talla de Jean Paul Gaultier, Juanjo Rocafort, Nikos, Joan Estrada, Manuel Fernandez, Nelsy Chelala... y para diferentes firmas comerciales como El Corte Inglés; Macy’s; Joma; Verri Uomo; fotografías que han podido verse en revistas, catálogos y dossier de prensa, a lo largo de más de veinte años. Al mismo tiempo de su actividad en el mundo de la moda, Pedro Usabiaga ha desarrollado paralelamente una carrera en el cine, como fotógrafo artístico, como en Demasiado corazón (Eduardo Campoy, 1991); Amor de hombre (Yolanda García Serrano y Juan Luis Iborra, 1997); La Copa dorada (James Ivory, 1998); Lejos (André Téchiné, 2001); Caótica Ana (Julio Medem, 2006); El Camino a los Ingleses (Antonio Banderas, 2006). En el año 2003 diseñó la imagen de la 51 Edición del Festival Internacional de Cine de San Sebastián a partir de la película Victor Erice, El espíritu de la colmena, con su protagonista Ana Torrent. Sus fotografías han sido expuestas en galerías de Madrid, París, Nantes, Valencia, Gijón, Málaga, Nueva York, San Sebastián, Niza, Berlín o Cannes donde en 1993 fue destacado por el Club de Prensa de la Coté D’Azur como mejor fotógrafo por su trabajo sobre la película de Jane Campion, El Piano. Todas estas imágenes forman parte de colecciones particulares, bancos de imágenes y museos. En 2002 la productora alemana Arte/ZDF produce un documental dedicado al autor, Diario intimo, que ha sido proyectado en más de 50 cadenas de TV en todo el mundo y ha participado en Festivales de Cine, y su Edición en DVD ha sido distribuida por Sagrera TV. Junto a los infógrafos Andoni Alemán y Óscar Oliva ha creado los posters, portadas de discos y libros, entre ellos: Michael Winterbottom, El Orden del Caos; André Téchiné, La Estraegia de la Tensión; el cine de Julio Medem, Contra la Certeza; Cine Fantástico y de Terror Español 1984-2004; David Cronnemberg o el Cine de Terror Americano 1968-1978. En la actualidad prepara tres libros de fotografías: Diferente Usabiaga; dedicado al mundo del fútbol, en el cual 70 futbolistas de la Primera y Segunda división han posado como modelos para la cámara del artista donostiarra; Cruel Summer, 150 imágenes en blanco y negro dedicado al desnudo masculino; Dulce Pájaro de juventud, un recorrido por más de 60 actores y actrices del panorama internacional que tienen en común su juventud y sus exitosas carreras.