Desde hace más de siete meses La Fundación Sancho el Sabio está ubicada en Betoño, en una moderna sede. ¿Cuáles son los cambios más significativos que ha traído el cambio de ubicación del Palacio Zulueta al nuevo edificio?
El traslado lo hicimos en marzo del 2009 y lo abrimos a la investigación el 1 de junio. Llevábamos más de un año trabajando en el traslado de fondos, y no hemos tenido ningún problema. Los dos edificios son muy distintos. El Palacio de Zulueta arquitectónicamente tenía un encanto especial, y en el momento en que nosotros fuimos allí tuvo muchísimas ventajas: era muy espacioso y céntrico, y nos dio imagen durante muchísimos años. Por tanto, no hay comparación posible entre un edificio y otro: este es un edificio minimalista, absolutamente práctico y hecho expresamente para la Fundación. En el Palacio Zulueta fuimos nosotros los que nos adaptamos al edificio y aquí el edificio se ha hecho de acuerdo a nuestras necesidades.
En este sentido, el traslado ha sido muy positivo porque el edificio en sí reúne todas las condiciones perfectas, tanto en depósitos como en climatización, para la conservación de fondos: humedad, temperatura, seguridad para las zonas de trabajo, etc. y junto con eso, tiene mucha imagen. Lo que me ha gustado es que seguimos teniendo edificio con una personalidad especial. Esta es una zona totalmente distinta a donde estábamos anteriormente, y además, junto con el futuro edificio Krea, se va a crear un polo cultural. Somos dos instituciones muy diferentes en nuestros objetivos, pero compartiremos un espacio común.
El cambio de ubicación, más allá del espacio físico, ¿ha abierto una nueva etapa en la Fundación?
Sí. Hemos hecho un esfuerzo muy especial en abrir Sancho el Sabio a la sociedad, empezando por Vitoria. Estamos haciendo muchas más actividades de cara al exterior, sin olvidar, claro está, nuestro objetivo principal. Por ejemplo, hemos hecho una programación de visitas guiadas que ha tenido un éxito enorme. La primera sorprendida he sido yo. Durante todos los jueves hemos hecho visitas para todo el mundo que quisiera apuntarse, y también otras específicas para colectivos especiales: desde universitarios que estudian arquitectura, hasta profesionales de nuestro mundo. Y la respuesta ha sido fantástica. Hemos iniciado esta nueva etapa con la intención de hacer más actividades culturales, que se nos conozca más. Indudablemente somos los primeros interesados en que la gente nos conozca, porque ahora la gente tiene que moverse para venir hasta aquí. Creo que cuando esté construido este polo cultural, va a ser un lugar de atracción para la gente. Esa es nuestra apuesta.
La apuesta por acercarse a la sociedad, ¿puede ayudar a dejar a un lado ese aire elitista que siempre ha perseguido a la Fundación Sancho el Sabio?
Yo llevo un cuarto de siglo en esta institución, y siempre he hecho una apuesta para que fuera de todo el mundo y para todo el mundo, sin ninguna cortapisa. Pero sí que creo que el edificio de Zulueta nos daba cierto aire elitista: la verja que rodeaba el palacio, la escalinata de entrada, el edificio tan rimbombante... Creo que todo eso nos dio esa especie de elitismo, a pesar de que hemos luchado como locos para que no fuera así. Yo siempre he dicho que esto está abierto para todo el mundo: cualquier persona puede venir a consultar nuestros fondos. Somos una biblioteca de investigación, y creo que igualmente puede venir a investigar un chaval de 14 años, como un profesional. Creo que la investigación es muy vocacional y se puede empezar a moldear desde pequeño. Hay que abrir estos centros a la gente y darle facilidades para que venga, consulte, vea...
¿El hecho de que el nuevo edificio esté alejado del centro, no dificulta el contacto con la sociedad?
Que los centros culturales estén a las afueras de las ciudades entra dentro de un movimiento que se está dando a nivel europeo. Muchos centros culturales están saliendo de los cascos de las ciudades, en muchas ocasiones porque es imposible construir más en la ciudad. Yo siempre pongo el ejemplo de la nueva biblioteca de París, Mitterrand. Se construyó en un barrio absolutamente degradado, y la propia biblioteca ha sido capaz de dinamizar toda esa zona. Aquí pasa lo mismo. Estamos en una zona industrial, y de lo que se trata es de dinamizar toda esta zona y de convertirlo en uno de los focos culturales de Vitoria. Junto con Krea, este espacio será una isla cultural.
Actualmente la Fundación Sancho el Sabio es una institución mundialmente reconocida, pero ¿cómo fueron sus comienzos en la década de los años 50 y 60?
Jesus Olaizola fue el primer director de la Fundación, el que puso su saber, su tiempo y toda su voluntad en el proyecto, y Vicente Botella entonces director de la Caja de Ahorros Municipal, fue el impulsor, el que puso los recursos. Lo importante en aquel momento era tener la idea, y yo siempre digo que fue una idea realmente novedosa que en aquel momento alguien pensara en crear un centro donde se pudiera recopilar la historia y la cultura de un pueblo. Por aquel entonces no había Universidad aquí, y Olaizola tuvo la idea de que la gente que volviera de la Universidad de Valladolid a Vitoria pudiera ir a un centro a estudiar, a trabajar, o a consultar. La institución se creó en 1955, y como centro de documentación en 1964. Por tanto es una institución de largo recorrido, no es una moda.
¿Con qué fin nació la Fundación Sancho el Sabio?
Se creó como una cosa modesta, abarcable, y sobre todo, en una época muy buena para adquirir determinados materiales. Porque en el año 1964 todo lo escrito en euskera tenía, por decirlo de alguna forma, un precio razonable. En bibliografía antigua la oferta y la demanda depende de la rareza, pero en aquel momento no había muchas instituciones que tuvieran ese interés, cosa que ahora sí existe, y además, hay muy poco. Olaizola pudo hacer unas compras e iniciar un fondo interesantísimo en euskera, que ahora sería mucho mas difícil y muchísimo más caro de crear. Era un hombre que le apasionaba su trabajo. Le encantaba el libro antiguo. Realmente él fue mi maestro y el me adentró en el libro antiguo vasco. Él hizo una labor de investigación importantísima, y así empezó, y creo que murió feliz. En los primeros años, cuando se empezó a crear todo esto, él estaba prácticamente solo, y tenía que hacerlo absolutamente todo: la compra de materiales, así como su clasificación y catálogo. Por tanto, cuando vio que esta institución empezaba a tener vida propia y a tener gente nueva, él se sentía encantado porque se dedicaba a lo que le gustaba, a ver catálogos de libro antiguo. Y así pudo desprenderse de todas las preocupaciones y ocupaciones diarias de una labor de gestión.
Usted llegó en 1985 a la Fundación. ¿Cuál fue su mayor aportación?
Por entonces estaba trabajando en la Diputación de Álava, y me llamaron para reorganizar técnicamente la biblioteca Sancho el Sabio. En ese momento había un tipo de materiales que Jesus Olaizola había ido clasificando, y yo comencé a reorganizarlo técnicamente, siguiendo los criterios de las normativas internacionales para clasificar tanto archivos como bibliotecas. En aquella época empezó la informatización de los materiales, y yo llegué para la revolución tecnológica. Y durante todos estos años eso es lo que hemos hecho, implantar las nuevas tecnologías. Creo que hemos conseguido ser un centro puntero.
¿Cómo han influido las nuevas tecnologías en su trabajo?
Hemos sido los primeros que hemos digitalizado los fondos. Empezamos en 1993: primero informatizamos los fondos, y luego los digitalizamos. Creamos la primera página web en 1996, y la que tenemos en estos momentos ya es la tercera página que hemos creado. Tenemos dos plataformas en red: por una parte la página web, la tradicional, la que incluye toda la normativa y alrededor de 2 millones y medio de páginas en red. Y por otro lado, desde hace dos años estamos en un proyecto nuevo llamado Euskal Memoria Digitala. Es una plataforma denominada de sistema abierto. Es decir, que si alguien en cualquier buscador pregunta, por ejemplo, sobre la historia del Reino de Navarra, no le sale la página web de la Fundación, sino el libro digitalizado de la Fundación. Este proyecto está financiado por el Ministerio de Cultura, y a través del ministerio entramos en la biblioteca digital europea. Por tanto, sí, efectivamente, hemos dado muchísimos pasos en las nuevas tecnologías.
No habrá sido un trabajo fácil digitalizar todo el material, teniendo en cuenta el volumen de documentación que manejan.
No, no ha sido fácil. Sólo un ejemplo: en el año 2009 en nuestra pagina on-line hubo 2.300.000 consultas o accesos, y en la biblioteca digital que tenemos con el Gobierno Vasco hemos recibido alrededor de un millón de consultas. La digitalización ha sido un boom que nos ha superado totalmente. En el último mes nos han consultado 48 países distintos. Estamos contentos porque en cierta forma vemos que el esfuerzo que estamos haciendo tiene su recompensa. La verdad es que nos conocen más en el extranjero que aquí, por eso hemos hecho una apuesta para que Vitoria y el País Vasco nos conozcan. Alguien denominó este centro como la joya de la cultura vasca. La gente no es consciente de la cantidad de cosas que puede encontrar aquí.
¿Con qué tipo de material trabaja la Fundación?
Para decirlo más fácil, hay dos materiales con los que no trabajamos: la música, porque consideramos que para eso está Eresbil, y las películas, porque para eso está la Filmoteca Vasca. Es decir, lo que no pretendemos es volver a repetir trabajos que otras instituciones ya hacen, y muy bien, por cierto. Aquí tenemos fundamentalmente libros y revistas (alrededor de 11.000 títulos de revistas, que son miles y miles de ejemplares). Pero también tenemos un tipo de material que la gente hasta ahora no recogía en centros como éste como son las pegatinas, los pasquines que tiran por la calle, los carteles,… De ese tipo de material tenemos un fondo estupendo. Tenemos un acuerdo con varias Universidades para que los estudiantes vengan a hacer prácticas aquí, y son ellos quienes trabajan este tipo de materiales. Junto con todo eso, albergamos una colección de mapas interesantísimo, y una sección de archivos familiares. Ese tipo de documentación la empezamos a recopilar hace 20 años, sin pensarlo. En aquel momento hubo una familia que tenía mucho interés en que su documentación familiar se depositara aquí, y así empezó todo. Seis de esos archivos familiares los tenemos on line. Esos documentos los digitalizamos mediante un acuerdo con las familias. Muchísima gente tiene un sentido patrimonial de su documentación y no tiene ningún interés en vender, ni nada por el estilo. Entonces lo que hacemos es firmar un acuerdo con ellos, por el cual estos archivos se depositan temporalmente en la Fundación, los trabajamos, los digitalizamos, los ponemos on line, y luego les devolvemos los materiales ópticos digitalizados. Ellos tienen la generosidad de que su documentación pueda ser investigada, y al mismo tiempo se benefician.
¿Qué tipo de donaciones reciben en la Fundación?
Tenemos todo tipo de donaciones: libros, fondos fotográficos,... Empezamos con incorporar todo el archivo fotográfico de Caja Vital desde el último tercio del siglo XIX (unas 30.000 unidades). También hemos tenido muchísimas donaciones de familias, porque el tener unas condiciones especiales para este tipo de materiales les llama la atención. El hecho de que vean que en un tiempo razonable todo esto sale a la luz, que no se duerme aquí, que se puede investigar, también anima a la gente a donar.
¿Reciben muchas consultas por parte de los investigadores?
Las consultas on-line son imparables. La gente tiene prisa y no tiene tiempo para venir hasta aquí, por tanto optan por la consulta on line, para poder ver algunos materiales ya digitalizados.
Y a usted personalmente, ¿qué tipo de documentos le interesan?
Me gusta muchísimos el libro antiguo, el fondo patrimonial, y también los materiales que se recogen en la calle (pegatinas, carteles,...) porque he visto lo prácticos que son para la investigación. Con el tiempo, el material objeto de investigación ha ido cambiando. Primero sólo eran los materiales de archivos, luego la bibliografía, a finales de los 70-80 fue la prensa, y ahora son este otro tipo de materiales que he comentado. Este tipo de material es fundamental para los historiadores, porque está sin manipular, y es una fuente histórica importantísima. A mi ese tipo de material me gusta, por lo práctico que es.
¿A lo largo de estos años le ha quedado alguna obra que le hubiera gustado adquirir para la Fundación, y que no pudo conseguir?
Sí, la biblia de Leizarraga, que se subastó en 1995 en Londres. Creo que el fondo en euskera es fundamental para poder estudiar una lengua que ha tenido tantas controversias hasta hace poco. En la Fundación a lo que no ponemos veto es a aquello que esté en euskera. Si hay que hacer una selección, eso se queda fuera de la selección.
Y a usted, ¿de dónde le viene la afición de recopilar información?
No lo sé, la verdad es que siempre me ha gustado la historia. Me parece que el pasado, si eres capaz de analizarlo, es un excelente maestro para entender el presente. La historia no se repite, pero muchas circunstancias son parecidas, y a veces no aprendemos de las lecciones que nos da la historia. Creo que mi afición por recopilar información es una especie de vicio por recopilar lo máximo posible. Realmente me gusta, es como si me diera adrenalina.
Y el interés por la documentación vasca, ¿de dónde le viene?
Eso seguramente se lo debo a Jesús Olaizola. Carmen Gómez (Palencia, 1945) Carmen Gómez es licenciada en Filosofía y Letras, sección de Historia de España. Desde 1979 trabajó en el Archivo de la Diputación Foral de Alava. En 1985 se incorpora a la Fundación Sancho el Sabio y en 1990 es nombrada Directora Técnica de dicha Fundación, llevando a cabo la planificación, dirección y control de todas las actividades que el centro desarrolla. Participa en Congresos y Jornadas sobre temas bibliotecarios y de archivística, presentando ponencias y comunicaciones tanto a nivel nacional como internacional. Publica artículos y dirige las publicaciones editadas por la Fundación Sancho el Sabio. Imparte cursos en Universidades y Asociaciones bibliotecarias y archivísticas.