Xabier Etxague y Ana Aierbe. Doctor en Ciencias de la Educación y Doctora en Psicología: La lectura es una competencia básica, no solo para el aprendizaje sino para el desarrollo del espíritu crítico, el análisis y la decisión

2017-03-01

AGUIRRE SORONDO, Juan

BELAXE. ITZULPEN ZERBITZUA



“¿Qué modelo educativo necesitamos para eliminar el divorcio actual entre la cultura humanística y la científica?”. Esta fue la pregunta del año (‘Urteko galdera’) planteada por Eusko Ikaskuntza en 2016. ¿Podemos situar el origen y explicar la pervivencia histórica de esa división?

Ana Aierbe (A. A.): Es una pregunta (y un desafío) que surge siempre que se analiza la división entre la cultura científica y la humanística a lo largo de la historia y en la actualidad. El origen de la división puede analizarse, si se analiza, de manera global, teniendo en cuenta sus objetivos políticos, los vaivenes de las leyes de Educación, etc., y sin olvidar que la confluencia de ambas culturas ha tenido grandes altibajos. En mi opinión, los proyectos educativos actuales recogen, en general, dichos objetivos. Cómo se materializan y cómo se alcanzan los objetivos, eso es harina de otro costal.

Xabier Etxague (X. E.): Así es, en efecto. La división ha perdurado en el sistema de enseñanza, pero si la analizamos desde un punto de vista histórico y educativo, no es tan antigua. Los periodos educativos suelen ser muy prolongados, muy lentos, y cambiar la cultura educativa es una labor muy ardua. En cualquier caso, la citada división no es tan antigua; si no me equivoco, comienza en el siglo XIX. Surge, por tanto, en una época en la que se universalizaron las universidades y se generalizó la educación superior. Tal vez esté relacionada con el acceso a la educación superior de un amplio sector de la sociedad. En un principio, la motivación de la división era probablemente legítima: el deseo de que accediera a la educación el máximo de gente posible. ¿No te parece que pudo haber sido así?

A. A.: Visto desde esa perspectiva, es posible que, en el siglo XIX, entre los objetivos de la educación y de la propia Revolución Industrial estuviera presente la manera de educar a la población de la época. Pero creo que también deberíamos fijarnos en el currículo. Es cierto que algunas materias son más humanísticas, mientras que otras son más científicas, que hay una brecha entre las asignaturas y que debemos construir puentes para relacionarlas entre sí. También en los proyectos educativos y en la universidad está todo muy explicitado, muy detallado. Pero creo que se están haciendo esfuerzos. ¿Con qué obstáculos nos topamos en la sociedad?, ¿cómo se valora la educación científica? Esa es otra cuestión.

Es cierto, por otra parte, en lo que al ritmo se refiere, que las novedades tecnológicas y científicas suelen alcanzar un éxito enorme, que tienen un gran eco. La importancia que se les da a los cambios humanísticos en el ámbito educativo, en cambio, no es tan visible, y el proceso necesita un plazo más largo. Los cambios en el mundo científico son muy rápidos; en el humanístico, más lentos. ¿No lo crees así?

X. E.: Sí; sin duda alguna, el mundo académico se mueve estos últimos años a gran velocidad, a un ritmo desconocido hasta ahora. La sociedad actual nos exige que superemos la citada división. ¿Cómo hacerlo? Esa es nuestra pregunta, ese es nuestro reto. ¿Que por qué ha perdurado la división? La segregación se hizo, en un principio, persiguiendo un objetivo legítimo. Después, debido a su propia evolución, han surgido los grupos de interés, los grupos profesionales... Todo esto se ha consolidado en la sociedad, y cada ámbito científico ha creado su propio universo. Es muy difícil desposeer a dichos ámbitos del poder que han acumulado; son procesos muy problemáticos. Hoy en día, cada pequeño universo creado en ese mundo tiene sus propios intereses, sus grupos de poder y zonas de influencia, sus ámbitos de trabajo... Es difícil, tanto a nivel social como académico, hacer frente a dichos intereses. ¿Cómo hacerlo...?

A. A.: Te refieres a cómo se pueden cambiar esas dinámicas, ¿no? Creo que ya se están haciendo intentos y desarrollando algunas pequeñas experiencias en ese sentido, pero falta mucho todavía, al menos en la enseñanza superior.

X. E.: Sí, yo también soy optimista. Se están impulsando pequeñas experiencias que, en mi opinión, habría que generalizar. “En un principio, la razón de la división entre la cultura científica y la humanística era, probablemente, legítima: el deseo de que accediera a la educación el máximo de gente posible”.

Hoy se sobrevalora la vía científica para el éxito académico y profesional. Pero, al mismo tiempo, existe el temor de que el progreso científico y técnico sin freno ponga en peligro nuestra libertad e incluso nuestra vida sobre la Tierra. ¿No es esta una de las grandes paradojas del presente?

X. E.: Es una paradoja tremenda: por una parte, ahí están los avances científicos; por otra, nuestra libertad (cómo queda, en qué consiste...). De todos modos, creo que esa tensión será eterna, que no conseguiremos librarnos de ella nunca. Y tendremos que aprender a convivir con ella. En la actualidad, los avances científicos limitan nuestra libertad, al menos si identificamos control con limitación. Pero, sin duda alguna, toda nuestra existencia está bajo el control del “Gran Hermano”. Pero eso no significa que nos estemos engañando a nosotros mismos, ya que sabemos perfectamente el rastro que dejamos allá donde vayamos. A menos conscientemente, no renunciamos a ello, pese a ser conscientes de dicho control. Preferimos disfrutar de ello que gozar plenamente de nuestra libertad. Es paradójico.

A. A.: Conceder demasiado valor al aspecto científico, tanto en el ámbito académico como en el profesional, supone, en cierta medida, reconocer el valor que se merece, pero también es cierto que muchas veces crea una especie de dependencia. Pero hasta en eso hay modelos. Y nosotros podemos seguir los modelos científicos en la enseñanza superior.

Me parece que esa tensión es necesaria, es decir, que hay que asumir, de alguna manera, el aspecto científico, y tener en cuenta sus riesgos. Creo que está bien adoptar dicha medida o hacer esas valoraciones. Con miedo no se puede avanzar; deberíamos salir de ese molde. En la investigación y en nuestras respectivas profesiones, seguimos los modelos establecidos. También están ahí los códigos deontológicos, hasta dónde podemos llegar... Con frecuencia no concedemos el tiempo suficiente al tema: qué trascendencia tiene en la institución o fuera de ella, qué valor tiene para la sociedad... Y, en ocasiones, los resultados se quedan en la propia institución. Pero lo cierto es que en el ámbito académico se aprecia esa influencia científica y que, en algunos aspectos, hemos avanzado mucho.

X. E.: Sin duda alguna, los avances científicos han mejorado y ayudado a mejorar nuestra existencia: nuestra esperanza de vida se ha incrementado, nuestra calidad de vida ha crecido; hoy en día es normal llegar a la edad de jubilación... Dichos avances nos han ayudado y nos han ofrecido nuevos caminos para disfrutar de la vida; en eso estoy de acuerdo. Pero también me pregunto lo siguiente: ¿cuánto hemos pagado a cambio de todo eso? ¿Hasta qué punto nos compensa haber pagado tanto por lo que recibimos a cambio? ¿Compensa lo que recibimos las limitaciones que sufre nuestra libertad? En mi opinión, por el momento esas preguntas no tienen respuesta, y la duda y la tensión se convertirán en crónicas, las tendremos siempre presentes. “En la actualidad, los avances científicos limitan nuestra libertad, al menos si identificamos control con limitación”.

La educación superior y la investigación ya no persiguen la producción de bienes públicos sino que, conforme a la lógica de los mercados, están decididamente orientadas a la competitividad privada. ¿Hay que aceptar esto como un ejercicio de “necesario realismo”?

A. A.: Es posible que hoy en día se cuestione que la enseñanza superior y la investigación sean un patrimonio público y que se considere que están encauzadas al sector privado, a la competitividad. Es probable que sea así; no tengo datos muy concretos ni suficientes al respecto. Creo que, en alguna medida, tenemos que garantizar que sean patrimonio público, y que debemos actuar para lograr dicho objetivo. En general, aquí, en la facultad, en el ámbito educativo, se manejan esas ideas, pero, sí, un cierto nivel de competitividad resulta atractivo para quienes vienen aquí a experimentar con sus productos o resultados. En la enseñanza suelen ser más lentos los resultados. En cualquier caso, elevan un poco el nivel de los estándares que imponemos para los avances. Pero no debemos olvidar que están ahí para conseguir lo que hasta ahora nos ha costado mucho lograr, o para garantizar los logros obtenidos. Así lo veo yo.

X. E.: En mi opinión, las instituciones públicas hacemos un gran esfuerzo para mantener el nivel de nuestra investigación, preservando al mismo tiempo nuestra independencia. Pero también es cierto que los servicios públicos son una especie de pozo negro capaz de absorber el presupuesto de todo un gobierno. Hablamos, sobre todo, de los servicios públicos básicos, tales como la salud, la educación y, dentro de esta, las enseñanzas superiores. Al mismo tiempo, la investigación es cada vez más necesaria hoy en día. Un proyecto de investigación importante puede absorber el presupuesto que quiera. Al fin y al cabo, eres un investigador de alto nivel y sabes que aumentando determinadas dimensiones del proyecto, incrementándolo, jugando con determinadas muestras y con determinada población puedes obtener el presupuesto que desees. Y eso es lo que mejora la calidad de la investigación. Es evidente, por otra parte, que con los modelos actuales de sociedad y de gobierno, las arcas públicas no son capaces de satisfacer las necesidades financieras de la investigación. Entonces, ¿debe el investigador renunciar a la financiación privada, debe renunciar a la ayuda que le pueda ofrecer un banco o a la de una corporación internacional? Creo que no. En mi opinión, el investigador actual debe ser consciente de que puede necesitar financiación privada para sacar adelante sus proyectos importantes. El investigador debe poner sus propios límites en ese juego y actuar con perspectiva crítica para no desviarse de sus objetivos, pero si beneficia a la investigación creo que debe utilizar la financiación privada. “Las instituciones públicas hacemos un gran esfuerzo para mantener el nivel de nuestra investigación, preservando, al mismo tiempo, nuestra independencia”.

¿De qué manera las nuevas tecnologías están impactando en la educación y el aprendizaje, y cuál es su incidencia concreta en la dialéctica Ciencias / Humanidades?

X. E.: Una gran influencia, y positiva. Creo que todavía nos queda mucho por aprender. Somos nuevos en este mundo, y no disponemos aún de resultados sólidos y completamente válidos, y no sé si los tendremos nunca, ya que en cuanto finaliza una investigación surge una nueva tecnología. También han entrado en las escuelas, en nuestro mundo, y estamos obligados a marchar tras ellas, a investigar, a aprender y extraer conclusiones.

Sea como fuere, considero que las nuevas tecnologías aumentan las posibilidades de las diferentes modalidades de enseñanza. No han venido a sustituir a la enseñanza sino a incrementar las capacidades de esta. Tenemos en la actualidad diversas modalidades de aprendizaje: presencial, online, presencial con apoyo tecnológico, presencial sin apoyo tecnológico... Se han multiplicado las modalidades de enseñanza, y todos nosotros, la sociedad en general, tenemos más opciones para diseñar y aplicar los procesos educativos, y también para educarnos como ciudadanos. Gracias a dicho incremento, la sociedad dispone de nuevas modalidades de enseñanza que, bien utilizadas, pueden servir para llegar a más gente. Así veo yo las cosas, por ahora al menos.

A. A.: Es cierto que las tecnologías nos ofrecen grandes posibilidades, pero también tienen sus dificultades. No hemos crecido rodeados de tecnologías, pero creo que podemos aprender a utilizarlas y que las nuevas generaciones las usan con mucha destreza. Pero también provocan nuevos retos en las relaciones entre los jóvenes, o en la enseñanza, a la hora de aprender. Pueden estudiar en espacios no físicos, pueden recabar información de diferentes ámbitos, o crearla, encauzarla, difundirla por las redes sociales... Por una parte, está muy bien esa ubicuidad. De todos modos, hay opiniones para todos los gustos, y la posibilidad de estudiar en cualquier momento trae consigo grandes retos.

¿Que cuál es nuestro papel? Hacer de filtros de sus mensajes, de sus significados... Debemos actuar como intermediadores. Para los educadores y enseñantes, es difícil a veces encauzar todo ese caudal. Muchas veces vemos trabajos muy interesantes desde el punto de vista formal, pero ¿reflexionan sobre su trascendencia? Está bien tener capacidad mediática y digital, ya que ofrece muchas posibilidades, pero mi experiencia en la enseñanza superior me indica que los alumnos, a veces, son meros receptores de opiniones. Nos hemos vuelto muy pragmáticos; nos quedamos ahí, sin profundizar en lo que puede haber detrás. “Las nuevas tecnologías aumentan las posibilidades de las diferentes modalidades de enseñanza. No han venido a sustituir a la enseñanza, sino a incrementar las capacidades de esta”.

¿Qué importancia tiene y debería tener la lectura y la escritura, la educación artística y, más genéricamente, la creatividad en el currículo de los diferentes niveles educativos?

A. A.: La comprensión lectora, el arte, la creatividad..., tienen una enorme importancia hoy en día. Aunque haya habido grandes avances metodológicos en comparación con lo que había hace unas décadas, la lectura y la escritura siguen siendo fundamentales. Son procesos de aprendizaje y de conocimiento, una increíble vía de desarrollo. Actualmente, en las primeras etapas de algunos centros de enseñanza, se está volviendo a dar la máxima importancia a la comprensión lectora, desde la educación infantil hasta el bachillerato. Sin duda alguna, si no se cuidan las bases de una buena lectura-escritura, todo el proceso queda renqueante.

¿Qué es lo que sucede? Creo que el quid de la cuestión está en las metodologías. La sociedad ha cambiado, los intereses de nuestros jóvenes y nuestros niños son muy diferentes de los nuestros... Así pues, debemos cambiar también los métodos. ¿Que qué les interesa? Da igual qué medios utilicemos (ordenador, libros, novelas...), lo importante es fijar una buena base.

Por lo que al arte y a la creatividad se refiere, en las primeras etapas educativas se cuida también la diversidad del entorno intelectual. El pensamiento lógico, el matemático y el lingüístico son muy importantes, pero también lo son las habilidades para las relaciones humanas, las capacidades de las personas y el desarrollo de la personalidad, el ámbito de la música, el del movimiento... ¿Qué sucede, entonces? Pues que, muchas veces, al restringirse las horas o las subvenciones, se da más importancia a determinadas asignaturas: lengua, matemáticas... Pero, con todo, creo que debemos seguir por esa vía.

También en la enseñanza superior (aquí mismo, por ejemplo), se exige cada vez más a los alumnos un esfuerzo interdisciplinar en pedagogía, educación social, antropología, filosofía... Deberíamos impulsar dicho esfuerzo. Si queremos crear algo nuevo debemos permitir ese espacio de libertad. ¿Cómo hacerlo? Hay metodologías activas, motivación... De todos modos, las cosas van un poco más lentas en la universidad en comparación con el resto de niveles educativos.

X. E.: En el fondo estoy de acuerdo contigo. Las nuevas tecnologías han puesto los contenidos a disposición de todo el mundo, de los alumnos. Hoy en día el “dueño” de los contenidos no es, evidentemente, el profesor. Ese teléfono móvil que llevan todos los alumnos hace una presentación amplia, clara y profunda del contenido a tratar; por tanto, la propiedad del contenido ha cambiado de manos, del profesor a otros ámbitos, a otros instrumentos. Todo eso lo sabe el alumno y también el profesor. Esa es la realidad en la que nos movemos. El profesor ha de asumir, sin duda, el rol de guía, además de otros roles, para acceder a dichos contenidos de manera... científica, por decirlo de alguna manera. Debe aprender a manejar esos filtros, debe enseñar a aprehender contenidos de fuentes fiables. Si analizamos el rol del profesor, observamos que se ha incrementado su labor de intermediación.

Por otra parte, has subrayado la importancia de la lectura y de la escritura. Se aprende a aprender con la lectura; se empieza por ahí. No hay otra manera. Saber leer bien te facilita cualquier estudio, cualquier aprendizaje. Por tanto, coincido contigo en que la importancia de la lectura era, es y será fundamental. Tal vez el surgimiento de las nuevas tecnologías, todo ese nuevo mundo nos ha deslumbrado y se nos ha nublado la percepción del valor de esa competencia básica, pero creo que rápidamente nos hemos vuelto a dar cuenta de que se trata de una competencia básica para poder desarrollar todas las demás. Es fundamental, y creo que, al menos en ese aspecto, no hemos retrocedido. Y, sin duda alguna, también son imprescindibles los otros contenidos —el espíritu crítico y de análisis— para aprehender las citadas competencias transversales y utilizar los filtros mencionados. Y son imprescindibles, también, para desarrollar el espíritu crítico, de análisis y de decisión de cada cual.

Al fin y al cabo, tenemos que aprender a distinguir, a aplicar filtros, a leer bien, a interpretar y a decidir. Y, para conseguirlo, son imprescindibles también el resto de conocimientos, los aspectos humanísticos, los relacionados con el desarrollo humano... No podemos limitarnos a hacer, hacer, hacer... “Saber leer bien te facilita cualquier estudio, cualquier aprendizaje. La importancia de la lectura era, es y será fundamental”.

Si de lo que se trata, en definitiva, es de reflexionar sobre el tipo de ciudadano/a y de profesional que necesitamos formar para el desarrollo de una sociedad mejor, ¿no precisaremos un abordaje sistémico que incluya pero, a la vez, vaya más allá del ámbito propiamente educativo?

X. E.: En mi opinión, necesitamos, de cara al futuro, un modelo educativo integrador, un modelo que integre el ámbito humano y el, digamos, científico-tecnológico. No será tarea fácil dada la fuerte atomización existente, en la que cada pequeño ámbito tiene sus propios intereses, sus poderes, sus zonas de influencia y de trabajo. Es difícil superar esos límites, y, probablemente, tiene un determinado coste, que puede ser cuantificado en el nivel de los conflictos. En cualquier caso, es necesario de cara al futuro.

Por lo que al modelo de enseñanza sistémico se refiere, estoy de acuerdo en que la educación debe interactuar con el resto de sistemas sociales: con el sistema de gobierno, con el sistema de beneficios sociales, con el de servicios sociales... La educación debe interactuar con los citados sistemas, y ya se está haciendo en algunas etapas y centros. Más discutible resulta, en dicho modelo sistémico, el tipo de relaciones que deben mantenerse o forjarse con el mundo económico y con todas las grandes instituciones económicas. En mi opinión, la educación debe mantener la centralidad en ese modelo integrador y sistémico, y la propia educación debe controlar la mirada que proyecta sobre el resto de sistemas y su relación con estas.

Es muy, muy importante que la educación siga siendo independiente del gobierno, del sistema económico... La educación debe desarrollar su independencia crítica para poder proyectar dicha independencia en todos los procesos vitales y educativos.

Por tanto, la integración es necesaria, sin duda, para “crear” un ciudadano moderno y capaz; necesitamos la sistematización para que la educación perdure y sea útil a la sociedad, pero, al mismo tiempo, la educación debe ser independiente y mantener su centralidad dentro de dicho sistema.

A. A.: La perspectiva sistémica ha aportado grandes ventajas a la educación, y ofrece una idea de la globalización. Muchas veces los profesionales se limitan a funcionar en su ámbito exclusivo, quizás bajo los criterios de la institución, estoy de acuerdo contigo; pero es importante saber que debemos trabajar con otros profesionales, al igual que nos sumergimos en la red para nuestras relaciones personales. ¿Qué pretendemos, al fin y al cabo? Colaborar y trabajar con los demás en ese proceso de socialización, en ese objetivo principal de la educación. Debemos considerar como una competencia propia, nuestra, las situaciones, problemas e incidencias que se producen en la sociedad, y valorarlas desde diferentes perspectivas y analizarlas conjuntamente. Si no, luego nos sumergimos en la realidad y no es tarea fácil. A los alumnos también les transmitimos esa sensación. Somos conscientes de las dificultades con las que nos encontraremos en la realidad.

Creo que, en ese sentido, la educación ha mejorado mucho, y deberíamos utilizarla como catalizador, ya que el ámbito de la educación engloba también al resto. Creo que la cuestión no es sumar acciones de este ámbito, de ese, de aquel... Hay que analizar qué consecuencias se producen, qué seguimiento se debe hacer, qué efectos produce lo que se hace en una determinada institución, dónde se debe hacer qué...

X. E.: Hacen falta puntos de vista plurales, y debemos enseñar a nuestros alumnos a utilizarlos; tenemos que capacitarlos para mantener perspectivas plurales y para que colaboren con otros profesionales que mantienen puntos de vista diferentes a los suyos. Xabier Etxague y Ana Aierbe. Ana Aierbe Barandiaran Doctoraen Psicología y Profesora Titular del Departamento de Psicología Evolutiva y de la Educación de la UPV/EHU. Desarrolla sutrayectoria investigadoraprincipalmente en dos ámbitos: “Dificultades del desarrollo-aprendizaje en contextos formales y no formales” y “Medios de comunicación y socialización”. En la actualidad, es miembro del equipo de investigación que desarrolla un Proyecto I+D sobre “Estudio longitudinal y contextualizado de centros escolares de muy alta y muy baja eficacia: diseño de acciones de mejora escolar” así como del Grupo de investigación de la UPV/EHU sobre “Socialización de género y contextos educativos”. Xabier Etxague Doctor en Ciencias de la Educaci ón y profesor titular del Departamento de Didáctica y Organización Escolar de la UPV/EHU. Profesor y miembro de la dirección del máster “El multilingüismo y la Educación”. Sus investigaciones se centran en los procesos de didáctica y enseñanza-aprendizaje de las lenguas, temas sobre los que ha publicado diversos artículos. Forma parte del colectivo de investigación DREAM (Donostia Research Groupon Education and Multilingualism). Colabora con instituciones públicas y entidades privadas en el desarrollo y evaluación de proyectos educativos y sociales. Dentro de la UPV/EHU ha desempeñado responsabilidades como Vicerrector (2003-2008) y Decano de Facultad (2012-2017).
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