Antonio Sánchez Escudero. Licenciado en Comercio Exterior: Cuando tienes una fuerza grande que te impulsa a hacer algo, sabes que al final lo consigues

2010-07-16

SILLERO ALFARO, Maider

Describiría a Antonio Sánchez como un hombre trabajador, observador, extremadamente activo. Una charla con él es enriquecedora por varios motivos. Le encanta el contacto con la gente y está empeñado en transmitir todos los conocimientos adquiridos en estos 74 años. Antonio es de ese tipo de personas que emanan energía por donde pasan.

Cuéntenos quién es Antonio Sánchez.

Nací en Madrid el 13 de abril de 1937 y 13 días después fue el desgraciado bombardeo de Gernika. Aquello fue un desastre. En una ocasión cayó una bomba en casa, mi madre me recogió y se metió debajo de la cama. Gracias a ella sigo vivo. Mi padre trabajaba en el Patrimonio Nacional y le mandaron a Riofrío, un palacio que hizo construir Isabel de Farnesio cerca de La Granja, en Segovia. Yo me crié en aquel monte desde los 5 hasta los 12 años, donde no teníamos ni agua corriente, ni luz eléctrica. Me crié entre animales; gamos, ciervos, zorros, millones de murciélagos, golondrinas, saltamontes, grillos... Mi padre me enseñó a escribir y a leer, pero los animales me enseñaron muchas otras cosas.

Esa fue su escuela...

Claro, porque allí no había ni escuela ni nada. Estábamos solos y yo jugaba con mis amigos imaginarios, y normalmente ganaba yo, claro (con una sonrisa). Lo único que teníamos en casa era un quinqué, una lámpara de petróleo y leña de encina.

Explíqueme cómo una persona que no ha ido a la escuela llega a impartir clases para universitarios.

Porque para mi nunca ha habido obstáculo, te cuento una anécdota. De Riofrío nos fuimos a Madrid donde me pasó una anécdota muy buena. Iba por la Gran Vía y descubrí el cine; algo nuevo para mí. Y leo en el cartel “Las minas del Rey Salomón”. Estaban todas las localidades vendidas, pero para mi no había obstáculo, yo sabía que iba a ver aquella película. A la hora de entrar me colé entre la gente fácilmente. Subí arriba y me coloqué en una butaca, pero vino el acomodador y me echó. Esperamos un rato, pero todas las localidades del tercer piso se ocuparon. Entonces me dice el acomodador: “chaval, tu entrada no es de aquí, ¿cuánto has pagado?”. Y yo, que ya iba preparado, le dije “pues he dado 50 pesetas y me han devuelto 15”. “Ah! claro”, me dice él, “tu entrada es de Club, vamos abajo”. Una vez allí, el acomodador de la parte de abajo dice que tiene libres dos asientos juntos, y otro solo. “El que está solo será el tuyo, claval”. “Seguro, seguro”, afirmo yo. Los dos asientos que estaban juntos se ocupan, comienza el Nodo, se acaba el Nodo y mi supuesto asiento seguía estando libre y me dejan sentarme. Siempre me he preguntado qué le pasó a aquella persona que no fue ese día al cine. ¿Qué le paso? Porque yo sabía que iba a ver esa película. ¿Tanta fuerza tiene la mente?

¿Le han ocurrido más cosas de este tipo?

Sí, en varias ocasiones. Por ejemplo, años más adelante, cuando ya estaba trabajando, en un vuelo de Riad a El Cairo. Todos los pasajeros eran árabes y egipcios y cuando estábamos ya a 10.000 metros oigo a la azafata decir algo en árabe que no entiendo, pero que altera a todo el avión. Pienso, “aquí pasa algo”. Al poco, la azafata otra vez por el altavoz, ya en inglés “is there any medical doctor on board, please?” (hay algún médico abordo) y pienso “aquí pasa algo y nadie hace nada”, entonces yo levanto la mano. Viene la azafata y me dice “are you a medical doctor?” (es usted médico) y yo, con total seguridad le contesto “Yes, I am” (sí). Voy con ella y me encuentro en la primera fila a un hombre de unos 50 años, totalmente lívido, muy chupado... parecía morirse. Me dirijo a la azafata: “dígale que está aquí el doctor. No, mejor dicho, dígale que está aquí el mejor doctor de Europa”. Entonces Ibrahim, así se llamaba, al oír lo que le dice la azafata abre lo ojos, me mira, y siento que se tranquiliza. Le pongo el oxígeno que he solicitado y le pido a la azafata que le diga que no se preocupe porque se va a poner bien, que es cosa de la altura (a la vez que le cojo las manos y se lo digo pronunciando su nombre). Me vuelvo y le digo a la azafata “este hombre está jodido, así que quiero a pie de pista una ambulancia para que en cuanto lleguemos se lo lleven al hospital”. Y efectivamente, allí estaba la ambulancia. No sé si le hubiera pasado algo en el avión o si se hubiera muerto, pero con el simple hecho de estar a su lado el hombre recuperó la esperanza, las ganas de vivir. Es el trasmitir esa fuerza. La verdad es que yo no pensé nunca que a mi me pudiera pasar algo por hacerme pasar por doctor cuando no lo era porque yo estaba ayudando a alguien. Es otra vez la fuerza. Cuando tienes una fuerza grande que te impulsa a hacer algo, sabes que al final lo consigues.

Cuénteme más sobre su infancia. Nos hemos quedado en su llegada a Madrid.

Estando en la capital, a los trece años un día le dije a mi padre que quería empezar a trabajar. Él lo aceptó y tras un día entero pateándome toda la ciudad llegué a casa con varias ofertas de trabajo. Finalmente me decidí por una empresa de exportación e importación. Ganaba poco más de un euro, pero nunca he pensado en el dinero. Yo trabajaba todas las semanas hasta las 8 y cuando salía iba a la escuela central de idiomas; de 8 a 9 a francés y de 9 a 10 a inglés. Estudiaba mientras iba en el metro, en el tranvía o andando por la calle. Cuando yo tenía 17 años falleció mi padre y entonces, tras hacer la mili, me fui a Alemania.

¿También sabía alemán aparte de inglés y francés?

Algo me defendía. Imagínate que yo iba a trabajar de tornero, pero cuando llegué a la fábrica me pusieron a trabajar de intérprete. En esa empresa había 400 españoles y 800 italianos, por lo tanto, bastante de italiano aprendí también. Allí era como un embajador, un relaciones públicas. Fue una experiencia realmente bonita. De allí marché a la Universidad de Colonia donde estuve cuatro años estudiando Comercio Exterior. Me eché novia alemana y... ¡esa fue la mejor manera de aprender alemán!

Pero su mujer actual es guipuzcoana, de Astigarraga. ¿Cómo la conoció?

Resulta que mi hermana estaba casada con un vasco y tenía una pastelería en Astigarraga. Yo había visto a Milagros, mi actual esposa, un par de veces, aunque nunca habíamos hablado. Un día, estando yo en Alemania decidí escribirle una carta, me contestó y comenzamos a cartearnos, hasta que un día saqué un billete de tren y me presenté en Astigarraga. Era el año 1966 y nos casamos en el 67.

Comencé a trabajar en la empresa Mayor Hermanos en el puesto de Director de Exportación y luego nos fuimos a vivir a Los Ángeles durante un año, hasta que Milagros se quedó embarazada y vino a dar a luz a San Sebastián.

¿También ha vivido en Los Ángeles? Es usted una caja de sorpresas...

Un día estaba trabajando y veo en el periódico un anuncio, en inglés, de una empresa de Dallas (Texas) que pedía un director en España para llevar los asuntos de compra de máquinas por Europa. Y, en lugar de mandar el curriculum, me fui directo a una agencia de viaje y me compré un billete de avión. Llego allí y le digo al director de la empresa “I am your man” (soy su hombre). Él se sorprende, me dice que con el curriculum hubiera bastado..., pero ya que estaba allí me muestra toda la fábrica y por la noche me invita a una fiesta. A eso de las dos de la mañana, no sé si porque él había bebido o porque me quería probar; me da las llaves de su coche y me pide que los lleve a él y a su mujer hasta casa. Yo, como me crié en el monte tengo instinto de gato así que cuando lo dejé en la puerta de su casa me dijo “the job is yours” (el trabajo es suyo) y me dio un cheque. Cheque que no cobré porque de Dallas me fui directo a Los Ángeles, donde encontré una empresa mucho mejor y donde me quedé.

En cualquier caso, acaba en una empresa Americana.

Sí, durante 20 años. Una empresa que compraba máquina herramienta. Así que yo he exportado muchísimas máquinas herramientas del País Vasco. Llevaba unas 300, marcas aunque casi siempre vendía 6 o 7 marcas, las que sabía yo que daban buenos resultados. Siempre he tenido muy buenas relaciones con todos mis clientes porque he procurado vender calidad y ser honesto. Al final ellos me compraban a mí, a la persona. Esta es la primera premisa para un vendedor.

¿Es cierto que ha vivido en más de 80 países?

Sí, he estado en toda Europa, África, sud África, el medio oriente: Kuwait, Dubái, Abu Dabi, Qatar, Daman, Durham, los Emiratos, Hong Kong, Singapur, Japón, Sudamérica, Canadá, Norteamérica, México, etc.

Ha tenido que aprender muchísimo...

Sí, pero a mi me gusta compartir mis conocimientos. No me quiero quedar para mí lo que yo sé. Quiero que los demás participen de lo que yo tengo porque lo que yo sé también lo he cogido de otras personas.

¿Es usted una persona muy observadora?

Sí, muchísimo. Se aprenden cantidad de cosas. A mi me encanta viajar, los diferentes países y paisajes, pero sobre todo lo que me encanta es el ser humano.

Yo tengo una nieta pequeña, Lia, y ya les he dicho a sus padres que conmigo va a aprender muchísimo porque no le voy a enseñar a hacer nada. Tiene que aprender a hacer las cosas por ella misma. ¡Imagínate que Cristobal Colón llega a América y le sale el listo de turno con la guía Michelin! Hay que dejar que cada uno aprenda y cometa errores, porque de los errores se aprende. Si yo volviera a nacer intentaría cometer más fallos, viajar más, conocer más gente, ver más puestas de sol, ver más museos... en fin, vivir más intensamente la vida. Porque la vida en sí no es futuro ni es pasado, son momentos entrelazados entre sí, son momentos de felicidad. Yo intento ser feliz porque es más bonito y me siento mejor.

Estoy seguro de que he pasado por muchos peligros en la vida, sin darme cuenta. He conocido la muerte muy de cerca, varias veces, y estos momentos son los que te hacen conocerte a ti mismo: si eres valiente, rebelde, cobarde...

¿Y usted se conoce a sí mismo?

Intento conocerme a mi mismo, pero es muy difícil. El cerebro es tan infinito que yo creo que hemos descubierto un 10% de lo que realmente somos. Y eso exagerando. En muchas ocasiones tenemos reacciones que no nos gustan o que no nos esperamos. Es muy difícil.

Le hago esta pregunta porque usted en sus clases da a sus alumnos una hoja en blanco donde les pide dibujar un árbol y escribir una frase. Con esta simple información usted es capaz de desgranar unas pinceladas de la personalidad de cada alumno. ¿Para conocer a los demás, es importante primero conocerse a uno mismo...?

Si. Yo diría que sé un poco de mí. Aunque te cuento una cosa: cuando yo jugaba al billar y un contrincante me decía que jugaba bien, yo me quedaba tranquilo. Pero si por el contrario uno me decía “bueno, algo juego”, entonces cuidado porque los humildes suelen saber mucho. El cerebro es infinito. Sí, yo intento conocerme mucho a mí mismo y quererme mucho a mí mismo, porque el mejor amigo que tengo es Antonio, soy yo. La persona con la que más tiempo voy a estar. Y tienes que quererte mucho a ti, porque si no te quieres a ti mismo no vas a poder querer a los demás.

Sus últimos trabajos han estado relacionados con las artes escénicas.

He estudiado 4 años de Artes Escénicas y a raíz de eso he hecho algo de teatro, cortos, algún anuncio, he salido en un capítulo de Hospital Central y también en la serie de José Coronado, Ris científica. Siempre he sido muy impulsivo, hay que hacer cosas, romper barreras, y si te equivocas, no pasa nada. Si quieres hacer una tortilla rompe el huevo, porque si te quedas mirándolo nunca vas a hacer nada.

Sin riesgo no hay gloria, dicen...

Exactamente. Yo a mis alumnos les suelo animar a que estudien, ya que cuanto más estudien más libre serán. A mayor esfuerzo, mayor felicidad.

Pero muchas veces se oye eso de que cuanto más ignorante se es, más feliz vive uno.

¡Pero eso es una forma de ser tonto! Tienes que saber cómo son las cosas para comprenderlas. Yo por ejemplo, me he involucrado mucho con el mundo de la pintura y he aprendido a pintar para comprender cómo es un cuadro y cuál es el proceso por el que pasa un artista para pintarlo. Todo lo tenemos en el cerebro. Por ejemplo, yo, soy el hombre más rico del mundo. Tengo las Meninas, que me encantan, en el Museo del Prado y cuando quiero voy a verlas. Tengo montañas, valles y lagos en todo el mundo que contemplo cuando quiero. Los animales me enseñaron a distinguir que el “tiempo” no existe, que lo importante se concentra en momentos. Un pájaro no sabe si hemos cambiado de milenio, si es lunes o viernes, son fechas que nos hemos puesto nosotros. Es igual que la felicidad. La felicidad es ahora mismo.

¿De todos los países en los que ha estado, cuál es el que más le ha enriquecido?

De todos sacaría algo. Todos tienen algo bonito y es en lo que me he fijado. Siempre hay que coger lo bueno de la gente, y de los sitios. Aunque sólo haya una cualidad bonita, la persona positiva es aquella que consigue ver eso. Mi padre era una persona muy positiva, siempre veía las cosas del lado bueno. Yo me he quedado sin trabajo en dos ocasiones claves en mi vida, me acordaba de mi padre y decía “no pasa nada, siempre hay una solución”, there is always one way y siempre encontraba el camino. Puedes perder una batalla, pero tu lucha interna la puedes ganar al final.

Creo que la felicidad está en ayudar a la gente. Yo estoy seguro de que la persona más feliz del Siglo XX fue Madre Teresa de Calcula porque hizo el bien a mucha gente. Y como ves (se le entrecorta la voz) yo cuando hablo de estas personas me emociono.

Seguro que usted en su vida diaria también hace feliz a mucha gente, no lo dudo...

Si no te gusta el sitio donde estás o el trabajo que haces porque hay una persona que no te gusta, vete. Sé feliz, aunque ganes menos, porque lo que vale no es el dinero, es tu persona, el saber disfrutar. Y si eres inteligente, si has aprendido, puedes disfrutar mucho.

Al final de la entrevista cambian las tornas y es Antonio quién me hace a mi una pregunta. “¿Te lo has pasado bien?”. “Muy bien” contesto. “Pues con eso me vale”. Antonio Sánchez Escudero (Madrid, 1937) Nace en Madrid en plena guerra incivil. Hasta los 5 años vive y conoce lo que es la posguerra y el hambre. De los 5 a los 12 vive en el monte de Riofrío, sin agua ni luz eléctrica. Su padre le enseña a leer y escribir y el se ocupa de leer todo lo que encuentra. Sus amigos: los animales del bosque. De los 12 a los 21 años vive en Madrid, donde trabaja en empresas de exportación e importación mientras aprende inglés, francés y algo de alemán. De los 21 a los 30 viaja por toda Europa, estando 4 años en Alemania, donde va a la Universidad de Colonia y estudia Comercio Exterior. De los 30 años a los 62 trabaja en distintas empresas nacionales y extranjeras (siempre vinculado a la importación y a la exportación). A lo largo de estos años recorre medio mundo viviendo en más de 80 países y con más de 2.000 horas vuelo a sus espaldas. Actualmente tiene 74 años. Lleva 4 años estudiando artes escénicas y es miembro del grupo EAB actores vascos. Sus pasiones son el arte (compra grabados del XVII, XVIII y los ilumina), los deportes (la bici) y la música: lleva 4 años estudiando txalaparta. Aparte de esto, va a pilates, yoga, asiste al euskaltegi y escribe. Habla 6 idiomas correctamente con títulos de Pitman School of Languages de London, Mangold Institute, Escuela Central de Idiomas, Sorbonne, Universität zu Köln, etc. Da clases en la UPV/EHU y el Parkinson que padece desde hace diez años no le impide llevar esta vida tan activa. Su lema “por sus hechos los conoceréis” se lo tiene bien aplicado.
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