José Ignacio Tellechea Idígoras: "El trabajo de historiador supone para mí un gran placer por el gozo de comunicar a los demás lo que he descubierto. Es una manera de enriquecer la historia"

2001-07-27

SALA, Teresa

Elkarrizketa: José Ignacio Tellechea Idígoras José Ignacio Tellechea Idígoras, historiador "El trabajo de historiador supone para mí un gran placer por el gozo de comunicar a los demás lo que he descubierto. Es una manera de enriquecer la historia" * Traducción al español del original en euskera Teresa Sala José Ignacio Tellechea nació en Donostia el 15 de abril de 1928. Cuando era solo un niño un profesor tuvo la brillante idea de regalarle un atlas alemán y un libro de historia. Aquello marcó su vida, fue el comienzo de una relación imperecedera con la investigación histórica. Se jubiló hace dos años, "sólo dejé de dar clases", dice él. Y es que este inagotable historiador sigue transcribiendo antiguos documentos, frecuentando archivos y bibliotecas y acudiendo a congresos internacionales de historia. Afirma que le queda muchísimo por hacer, y parece increíble: en su haber quedan cerca de cien libros, más de trescientos documentos y una labor divulgativa que supera el millar de artículos. Su currículo es tan amplio que se hace prácticamente imposible resumirlo en pocas líneas. Después de finalizar sus estudios en los seminarios de Bergara y Vitoria, Tellechea Idígoras se doctoró en Teología por la Universidad Gregoriana de Roma, donde también se licenció en Historia de la Iglesia y obtuvo el diploma de la Escuela Vaticana de Paleografía (1951 1956). En 1965 se licenció con premio extraordinario en Filosofía y Letras (historia) en Madrid. Fue profesor en el Seminario de Donostia, bibliotecario y rector. También fue profesor del seminario Hispano Americano de Madrid, y en el 66 obtuvo la cátedra de Historia de la Iglesia de la Universidad Pontificia de Salamanca. Entre otras cosas este historiador es socio fundador, presidente y director del Instituto Doctor Camino de Historia Donostiarra, amigo de número de la Real Sociedad Bascongada de Amigos del País, correspondiente de Euskaltzaindia y de la Real Academia Española de la Historia, así como las de Venezuela y México. ¿Cuándo y cómo se empezó a interesar por la historia? Mi afición por la Historia empezó muy pronto. Cuando no era más que un niño y estudiaba en los Seminaristas de Vitoria el profesor Don José Zunzunegi me regaló un atlas histórico alemán y un libro de Historia de España. Fueron mis libros favoritos. También fui ayudante de biblioteca en el colegio. Cuando terminé los estudios en el seminario viajé a Roma, allí hice el doctorado en Teología con una tesis de carácter histórico y también estudié en la Facultad de Historia de la Iglesia. Comencé a frecuentar con asiduidad la Biblioteca Vaticana de Roma y otros archivos de la ciudad. Encontré cantidad de materiales y documentos que esperaban a que alguien los rescatara. Al terminar los estudios en Roma dio comienzo mi labor docente de profesor de historia y teología en Donostia, y de profesor de historia en el Seminario Hispanoamericano de Madrid. Fue entonces cuando empecé a frecuentar la Real Academia de la Historia, la Biblioteca Nacional y el Archivo Histórico. Empezó a publicar artículos y ensayos históricos muy pronto... Sí, es cierto. Mi primer trabajo lo publiqué cuando sólo tenía veintiún años, hoy ya me acerco al centenar de libros publicados. Además, prácticamente la totalidad de mis trabajos proceden de documentación de archivo, lo que quiere decir que son nuevos, inéditos. La investigación ha sido el eje que ha marcado mi vida desde que tenía cerca de veintiocho años. Me he jubilado hace dos y durante todo este tiempo no he hecho más que investigar y escribir. ¿Qué ciudades y archivos ha visitado con mayor asiduidad? Particularmente Madrid y Roma. Después de haber terminado mis estudios seguí yendo a Roma durante al menos diez años, mes y medio cada vez. Trabajé en el Archivo Vaticano y en La Biblioteca Vaticana y encontré muchas cosas. En 1966 fui a la Universidad Pontificia de Salamanca a trabajar como profesor de Historia de la Iglesia, y allí me encontré con el Archivo de Unamuno. Al haber guiado mitrabajo por visitas a archivos, los temas que he cultivado se deben en gran parte a los hallazgos hechos en los archivos. A lo largo de mis estancias en Euskadi también he echado mano de los archivos autóctonos. He cultivado una gran variedad de temas; vascos, guipuzcoanos, españoles de Historia general de la Iglesia... Pero todo esto se debe, no a una elección personal de cada tema, sino al hallazgo de una serie de cosas que he trabajado. En los años cincuenta comenzó el estudio de la vida y obra de Fray Bartolomé de Carranza, personaje a quien ha dedicado gran parte de su labor historiográfica... El próximo año cumpliré los cincuenta años de matrimonio con el hallazgo de los códices del Arzobispo Carranza. El del Arzobispo Carranza, navarro, es un caso muy famoso en la historia de España, porque siendo arzobispo de Toledo, padeció un proceso inquisitorial que duró diecisiete años. Primero me encontré en Roma con escritos de su puño y letra, más tarde en Madrid me encontré con el proceso inquisitorial recogido en 22 tomos. Comencé a trabajar con todo ello y habré publicado sobre el tema cerca de 23 libros y un centenar de artículos. En estos momentos estoy pensando en hacer una obra de síntesis. Pero ahora que todo el mundo cree que estoy terminando y que he agotado el tema, yo digo que estoy empezando, porque he calculado que la documentación que he descubierto pasará de las 70.000 páginas. Me queda muchísimo por hacer, no sé si terminaré, haré lo que pueda, y el que venga detrás que continúe. He publicado siete tomos sobre el proceso español que padeció, dos tomos sobre el proceso romanos, una serie de escritos suyos... Me gustaría terminar el catecismo en latín, que tiene 1500 páginas. También hay un montón de artículos monográficos de sus relaciones con personas relevantes de su época. El del Arzobispo Carranza ha sido para mí el tema más importante. La figura del Padre Larramendi también le ha mantenido ocupado... Un buen día me encontré en la Academia de Historiapapeles del Padre Larramandi. Me di cuenta que nadie antes los había publicado, de que eran inéditos, y comencé a trabajar. Esto ocurrió hacia 1965 y el resultado fueron cuatro tomos sobre el Padre Larramendi. Uno de ellos sobre los fueros de Guipúzcoa, fantástico y desconocido hasta el momento. Resucité al personaje del Padre Larramendi, que estaba olvidado de todos. Otro buen día me encontré en la Biblioteca Vaticana un manuscrito original de la guía espiritual de Miguel Molinos. Fue un hombre condenado por la inquisición romana. Tardé doce años en preparar una edición crítica de aquel manuscrito También edité catorce artículos diferentes publicados en un libro, un léxico de Molinos. Y todavía hoy me quedan cosas sensacionales de Molinos para publicar. Ha compaginado la investigación histórica propiamente dicha con otra serie de actividades. Soy uno de los fundadores y el presidente, desde 1966, del Instituto Doctor Camino de Historia de San Sebastián. A raíz de la celebración del primer centenario del derribo de las murallas de Donostia, un grupo de amigos nos reunimos con las ganas de publicar más cosas acerca de la historia de la ciudad. Empezamos informalmente y hoy, después de 35 años, ya hemos publicado cerca de cien tomos de historia de San Sebastián. El primer tomo, por ejemplo, fue sobre La Reforma Tridentina en San Sebastián, y es que encontré en la parroquia de San Vicente una joya única: El libro de mandatos de visita; el cuaderno donde se anotan las visitas del obispo de Pamplona o de su representante. Ese libro llevaba ahí sin que nadie lo descubriera cientos de años. Yo lo recogí y lo publiqué íntegramente con un estudio muy largo sobre los efectos del concilio tridentino en la Parroquia de San Vicente. ¿Cómo se las arregla para encontrar documentos originales allá donde va? La verdad es que encuentro cosas interesantes en todas partes. Un buen día en Valladolid me encontré unos procesos del abuelo de la Monja Alférez de Donostia. Ocurre que hastaese momento lo único que se sabía eran los apellidos de su padre y de su madre, nada más. Erauso era su padre, Galarraga su madre. Después de dedicar mucho tiempo a estudiar el tema publiqué un libro de 300 páginas con un montón de cosas nuevas sobre la Monja Alférez. En 1988 se celebró el centenario de la Armada Invencible. Me había encontrado montañas de información sobre Guipúzcoa, llegué a publicar un libro de 1000 páginas con 300 documentos, donde se demuestra que la provincia de Guipúzcoa aportó la quinta parte de lo que fue La Armada Invencible. También me encontré con una ordenanza del Rey en la que pedía un registro de todos los muertos. Gracias a esto me enteré de que en la Invencible murieron 527 marineros de Guipúzcoa. Soy miembro de la Real Sociedad Bascongada de Amigos del País, y un buen día nos llegó la noticia de que el Parlamento Vasco había comprado un archivo particular en el que había mucha información sobre el Conde de Peñaflorida, fundador de la Sociedad. Fui a Vitoria y el resultado fue un libro de 1000 cartas del Conde de Peñaflorida, fuente de primera importancia para estudiar el nacimiento de la Real Sociedad y su evolución. En el archivo de Unamuno me encontré con todas las cartas del poeta bilbaíno Ramón de Bazterra: otro libro. También di con las cartas del pintor Darío de Regollo y las publiqué en un tomo. Me encontré con un montón de cartas de pintores vascos a Unamuno que dieron como fruto otro libro... Todos ellos son ejemplares inéditos. Soy amigo de la nieta del pintor Ignacio Zuloaga y ella me enseñó un montón de cartas. Yo hice una selección y las publiqué en un libro: Pintores que escriben a Zuloaga. Más tarde le propuse a la nieta ir publicando poco a poco los Cuadernos de Ignacio Zuloaga, trabajos esporádicos sobre el pintor. Esto también fue fruto de un hallazgo. Últimamente he trabajado mucho sobre Felipe II; he participado en todos los grandes congresos internacionales que ha habido de Felipe II y Carlos V porque fundamentalmenteyo he trabajado en el Siglo XVI. Se me ocurrió recoger toda la documentación pontificia dirigida a Felipe II. Empecé a trabajar en Roma y ya he publicado dos tomos sobre este tema y del tercero sólo me falta la introducción. También tengo todo el material para los tomos cuarto y quinto: todas las cartas de Felipe II a los sucesivos papas de su reinado. En total se van a publicar 1200 documentos. No hace falta ser un genio; lo que se necesita es ser paciente, tener tesón y trabajar para llevar a cabo las cosas. ¿No cree que también es necesario un poco de suerte para encontrar aquellos archivos o documentos susceptibles de ser publicados? Cuando el Papa Juan XXIII era cardenal fui su acompañante en el viaje que hizo por España. Al año siguiente estuve viviendo una temporada con él en su palacio de Venecia. El último día que estuve allí, un sábado por la mañana, me dijo que saliera a ver la ciudad, que ya había trabajado lo suficiente, que Venecia era muy bonita. Nada más salir del palacio y en la misma plaza de San Marcos, me encontré con un letrero en el que se leía Biblioteca Marciana. Entré y pasé ahí toda la mañana. Cuando volví y le conté al Papa lo que hice se quedó alucinado. Más tarde, cuando alguien le preguntaba sobre mí respondía que seguramente estaría por ahí, metido en alguna biblioteca. Aquella visita fortuita de una mañana supuso el que yo encontrara un epistolario fabuloso de un colombiano relevante y lo publicara en el boletín de la Real Academia de la Lengua. Me dicen que tengo suerte, pero yo respondo que tengo suerte hasta cierto punto porque si no salgo a pescar nunca pescaré nada, si no juego a la lotería nunca me tocará, si no me meto en un archivo nunca encontraré nada. Los documentos no están en cualquier parte: hay que ir a ciertos lugares, aunque no niego haber tenido suerte. En su opinión, ¿cuáles son las cualidades que debe reunir un buen investigador histórico? Yo suelo decir que cuanto mejor antena se tiene más cosas se captan. Cuantomás cosas tengas dentro de la cabeza más cosas te llaman la atención y te interesan. Hace falta tener mucha paciencia, porque las mieles del hallazgo duran un minuto y escribir el libro lleva un año, o dos, o más. Hay que transcribir los documentos, algo que lleva mucho tiempo porque hay letras muy difíciles y siempre quedan huecos que hay que completar con otras investigaciones. Una vez hecho esto hay que llevar a cabo un estudio para el que es necesario leer más. En los libros también son necesarias notas sobre la época histórica, los nombres, las personas... Todo esto lleva mucho tiempo. A parte de esto, son necesarias unas buenas bibliotecas especializadas. ¿Qué busca cuando investiga? ¿Por qué lo hace? Yo suelo comparar esto con la emoción que sienten los niños cuando pisan la nieve virgen. Es como pisar nieve virgen porque soy el primero en publicar ciertas cosas. El trabajo de historiador supone para mí un gran placer por el gozo de comunicar a los demás lo que he descubierto. Es una manera de enriquecer la historia. Un refrán español muy conocido dice que el saber no ocupa lugar. Pues Unamuno decía que ocupa tiempo. Hace falta mucho tiempo para leer, para dar con las cosas que te interesan. Es un placer muy grande; a veces ocurre que parece que, por muy para especialistas, lanzas estos trabajos al vacío. Aunque otras veces te encuentras con satisfacciones realmente inesperadas. Este año, por ejemplo, he estado como invitado en la Universidad de Oxford. Allí me he encontrado con una serie de libros ingleses que citan mis trabajos. Esto supone una gran satisfacción. ¿Cómo ve a los historiadores jóvenes de hoy en día? Hay líneas distintas en la investigación histórica. Últimamente se ha puesto muy de moda la historia económica, con la ventaja que es un campo muy poco cultivado. Se han aportado muchas cosas. También está la Historia de las Instituciones... Pero también existe la historia particular de personajes relevantes. Y opino que es malo fijarse en una cosay desacreditar lo demás, porque todo es historia. Es imposible que una sola persona abarque todo, pero suele haber modas. No hay que ser fanático de una única fórmula, hay que mostrarse sensible a todo, para ir captando todo lo que se pueda. Hay mucha gente joven buena. Acabo de llegar de un Congreso en Siena (Italia), y había gente mayor muy relevante pero me ha llamado la atención los trabajos tan bonitos presentados por los jóvenes. En mi opinión, hoy en día existen dos déficit. Hace algunos años, todo el que hacía la carrera de historia tenía que presentar una tesina al terminar los cinco años: un trabajo de investigación personal. Todos tenían que hacerlo; lo quitaron y hoy en día no lo hace nadie. Esto se ha perdido. Por otro lado, opino que hacen falta más profesores de universidad capaces de orientar en una investigación, no basta con ofrecer temas, hay que dar filón documental. ¿Qué ve cuando mira hacia atrás? ¿Ha conseguido todo lo que se ha propuesto? Me jubilé hace dos años, pero únicamente en lo que se refiere a mi labor docente. Sigo investigando, leyendo y escribiendo. Todavía me queda muchísimo por hacer. Un amigo me dice que debería vivir cerca de doscientos años para terminar todo lo que tengo entre manos. Fotografías: Teresa Sala Euskonews & Media 133.zbk (2001 / 7 27 / 9 7) Eusko Ikaskuntzaren Web Orria
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