Manu Izaguirre. Arqueólogo Marino: Hay aspectos que definen la tipología naval vasca

2011-09-02

VELEZ DE MENDIZABAL AZKARRAGA, Josemari

Hay actividades en la vida que resultan a simple vista atractivas y apasionantes. Los medios de comunicación masivos, por otra parte, han llevado hasta todos los rincones del planeta imágenes de hombres y mujeres, inmersos en un ambiente que les hace casi mágicos, y que despiertan en nosotros el deseo por emularlos. Una de esas actividades es la arqueología. Y dentro de sus múltiples variedades, la arqueología marina nos transporta a escenarios inimaginables. Todo eso es lo que los legos en la materia vemos a través de las imágenes. Pero, qué sucede realmente en el mundo arqueológico sub-acuático? ¿qué significa ser arqueólogo marino?

Le he bautizado como arqueólogo marino ¿lo he hecho bien?

Es algo que se repite muy a menudo. Yo, concretamente, soy más marino que arqueólogo. Marino que me he movido muchísimo en la arqueología en el mar. En todos los congresos suele darse la discusión de si se trata de arqueología marítima, subacuática, submarina. Lo que hay que aceptar es que se trata del medio marítimo el que se somete a investigación, el agua como medio de comunicación, de asentamiento humano y de relaciones comerciales y sociales. Yo llevo inmerso en este mundo desde los años setenta del pasado siglo, si bien en la arqueología terrestre he estado desde bastante antes. La marítima permite sobre todo proteger, y es lo que más me atrajo de ella.

El mundo marítimo está fuera de la ley. Cualquiera bucea y se lleva su trofeo. A los proteccionistas siempre nos ha parecido que se trata de una actividad un tanto delictiva, sobre todo en lo que a expolio se pueda referir. He trabajado todos estos años con la mirada puesta en el resultado material pero también en el inmaterial, como puede ser la investigación experimental, comparada, que nos permite unir el hombre con la propia materia.

¿Por qué dice que está más desprotegida que la arqueología terrestre?

Existe una lámina de agua que es la que conocemos, y a partir de ella la mayoría de las personas no saben lo que hay. No se da la motivación de querer entrar en ese mundo desconocido, aunque cada día se haga más divulgación sobre el mundo subacuático. Estoy hablando de mares cálidos. Ni qué decir sobre los gélidos, donde esa circunstancia no es una frontera sino una puerta infranqueable. Por decirte algo, en esas latitudes el pescador normalmente no sabe nadar. No tiene necesidad de ello cuando el mar está a temperaturas bajísimas.

Sin embargo, a los legos en arqueología nos parece que es más fácil tener referencias de lo que se puede encontrar bajo el agua que en tierra...

Es una cierta paradoja, porque nuestro medio es el terrestre. No hemos sido creados para el otro, y para poder actuar en él necesitamos cantidad de ortopedias. Sí es verdad que existe documentación y referencias, sobre todo referentes a barcos. Información que no tenemos para la arqueología de tierra. Pero esa veladura poco franqueable que existe desde la superficie del agua protege el material depositado en el fondo del mar. Obviamente, con matices, ya que no se mantiene igual lo que ha caído en la bahía de Cádiz, por poner un ejemplo, que lo de un fondo marítimo del litoral cantábrico o atlántico, en general, que es muy batido. El barco que cae en la costa abierta dura muy poco; mucho menos de lo que puede durar en ríos, estuarios o zonas anegadas ganadas al mar.

¿La evolución de la arqueología marina ha ido paralela a la arqueología terrestre?

No ha sido así. La subacuática, con metodología totalmente diferente a la de tierra, ha ido evolucionando de manera distinta. Debajo del agua, que no es nuestro medio natural, las cosas no se pueden hacer igual que en tierra. Bajo el agua es mucho más complicado. El tiempo que podemos actuar es limitado, la visión es mucho más reducida, cualquier esfuerzo que se haga está sujeto al principio de acción-reacción. El agua es un medio ingrávido que complica muchísimo la actividad. Ello nos lleva a constatar que la arqueología bajo el agua es más elemental que la de tierra, mucho más lenta. Y, por tanto, más cara.

¿También en este tipo de arqueología han debido de transcurrir desde los inicios de la ciencia muchas décadas para encontrar verdaderos especialistas científicos?

Sí. La universidad ha marcado una pauta importante. Los que en un inicio se dedicaban a esto eran conocidos casi-casi universalmente. Lo hacían porque les gustaba y podían hacerlo: tenían medios. En la universidad actual no existe la especialidad de arqueología submarina, pero la enseñanza evoluciona y hoy en día asistimos a una proliferación de másteres. El mundo de la competitividad nos obliga a ello. El que se dedica desde hace tiempo a esta actividad marina el máster se lo ha dado la experiencia. Para los especialistas jóvenes no hay otra que el camino de la especialización, para la que existen cantidad de cursos, al tener que producirse una elevada interacción entre todas las disciplinas del mundo subacuático.

¿Debe de estar, por lo tanto, más preparado que el que acude a una cueva o excava en yacimiento abierto?

No sé si me atrevería a afirmar tanto, ya que los que andamos metidos en arqueología somos al fin y a la postre, el nexo final entre la investigación y el ciudadano. Pero sí creo que la investigación subacuática requiere de más especialidades, de equipos más multidisciplinares. En nuestro campo no se concibe la investigación sin un equipo de especialistas en arquitectura naval, en conservación de materiales... incluso en el apoyo y mantenimiento para el equipo de buceo.

La mayoría de nosotros relacionamos la arqueología con los yacimientos de Ekain, Santimamiñe, de Iruña-Veleia etc. ¿Se conoce lo que se hace en arqueología marina en este país?

No podemos decir que se desconozca. Lo que sí es cierto es que el conocimiento está en sectores más bien minoritarios. Los especialistas nos nutrimos de las publicaciones que existen al respecto, si bien en número más reducido que las que corresponden a la arqueología de tierra. Sin embargo, por lo general no se llega al curioso. La arqueología marítima está más acompañada del “campanazo”. Además le viste un espíritu como muy aventurero, tipo Cousteau. Por ello, los logros científicos conseguidos son menos conocidos.

“El mundo marítimo está fuera de la ley. Cualquiera bucea y se lleva su trofeo”.

Es pionero de la arqueología marina en Euskal Herria y ha trabajado tanto aquí como en el exterior, en investigaciones que tienen que ver con nuestro País. ¿Cuál ha sido su recorrido?

Los comienzos fueron interesantes, justamente por desconocer casi todo sobre lo que pretendía hacer. Había tan poca gente en el sector allá en los finales de los años sesenta, que casi-casi debo de hablar de personas. Los que trabajaban en el agua eran los buzos. El buzo ha sido un elemento muy considerado en este ámbito. Como lo era la draga que iba removiendo los fondos de los puertos, y por tanto destruyendo con su quehacer cantidad de material sin investigar. Eso quiere decir que en aquellos comienzos debías conocer a todos los que trabajaban en este mundo, para tratar de recabar información y de coordinar. Era muy difícil dar la vuelta a toda una manera tradicional de actuar, que por otra parte, además, era profesional y el que se dedicaba a ello lo hacía por un sueldo. El que pescaba, normalmente, no bajaba al fondo. Existían también los que hacían submarinismo deportivo.

Como ya he dicho antes, debemos pensar que la mayoría de los que entran al agua expolian. Y no hay más remedio que llevarte bien con ellos, porque de otra manera no hay conocimiento de lo que está sucediendo. Hoy en día hay muy pocos arqueólogos que se lleven bien con los buceadores profesionales o deportivos. Parece ser que el pundonor del arqueólogo no permite relacionarse con quienes le imitan, sin percatarse de que su obligación es la de enterarse lo que pasa bajo el agua. Y debe de hacerlo, aunque para ello deba aliarse con el diablo.

La persona que comenzó a trabajar seriamente en este tema nuestro fue Jaime Rodríguez Salís, persona amante de la arqueología. Comenzó a darle el matiz científico a lo que se estaba haciendo entre buzos. A partir de entonces surgieron personas como Manuel Martin Bueno, catedrático en la Universidad de Zaragoza, que ha trabajado mucho nuestro litoral. Y luego llegamos una serie de personas, que vimos en la especialidad una oportunidad para desarrollar nuestras inquietudes. Creamos una asociación de arqueología submarina, las INSUB, desde donde investigábamos los aspectos biológico y arqueológico, y tratábamos de proteger lo que suponíamos iba a desaparecer. Sin embargo, no nos parecía urgente hacer grandes investigaciones bajo el agua, con remoción de fondos o valiéndonos de tecnología que supusiese una destrucción del patrimonio. Queríamos conocer lo existente, prospectar zonas donde más actividad deportiva había, como Hondarribia, Donostia, Getaria o Mutriku. Y en caso de dar con alguna pieza significativa, tratar de recuperarla. Ese ha sido nuestro estilo de trabajo, en la costa gipuzkoana. No puedo decir lo mismo de la de Bizkaia, que han seguido pautas de proceder diferente, aunque la problemática es la misma. En alguna ocasión, de todos modos, hemos intervenido también en la costa bizkaina.

Ha comentado que en la arqueología marina se da el campanazo. ¿Cuántos ha dado?

Por las circunstancias mediáticas estamos acostumbrados a que todo deba de ser tipo Odissey. Pero no es así. Hemos dado con pecios y los hemos excavado, lo cual parece una contradicción con lo que he dicho anteriormente sobre que preferíamos no hacerlo. Lo que sí intentamos es recuperar lo que va a ser destruido. Y hemos recuperado cuatro pecios de los siglos XVI y XVII en la ría de Orio. El Oria había que hacerlo navegable, por lo que había que quitar arena. Y cuando se hace esto, la draga —nuestra amiga y enemiga, a la vez— descubre restos... que los iba a destruir. Se trataba de pataches venaqueros1, dedicados al comercio del hierro tanto en mineral como manufacturado. Tener en Euskal Herria barcos de esas características, casi enteros, es un lujo. Incluso Canadá, país muy interesado en la arqueología marina vasca, está interesado en este tipo de documentación. Este fue para nosotros un campanazo importante.

Un segundo fue el que corresponde a los bronces romanos de la bahía de Higuer, que en estos momentos se encuentran en el museo de Oiasso. Y un tercero, quizás el del pecio más importante que se ha podido encontrar, es el de Urbieta La ría de Gernika ha sido navegable hasta esta localidad, con lo que el tráfico hasta la villa era muy habitual. Y allí apareció, en un medio, digamos, terrestre, un barco del siglo XV, en tingladillo, que es un sistema de fabricación en el que las maderas van sobreponiéndose una a otra, con lo que el caso se construye antes que la estructura de cuadernas. Este sistema desaparece en los albores del XVI. Este barco iba a ser destruido, para acometer la obra civil de desviación de la ría. La Diputación de Bizkaia se hace cargo de la importancia del descubrimiento, y me consultaron para la evaluación. Tras ello, comenzamos con la excavación del barco. Y para extraerlo tuvimos que utilizar una técnica un tanto especial, ya que el casco guardaba todas sus tracas desde la quilla hasta la regala. Pero tenía cuatro metros de tierra por encima. Nos dimos cuenta de que el hierro estaba en muy buenas condiciones, precisamente por estar en un medio oscuro y sin oxígeno, pero no nos permitía desmontar tabla por tabla. Lo que nos obligó a sacarlo entero. Empleamos la misma técnica que se utilizó en Roskilde (Dinamarca) para sacar embarcaciones vikingas. Cortamos el fango y elevamos el conjunto. Cosa que es fácil de decir... pero tremendamente complicado para llevarlo a cabo2. Además de excavación aquello fue una aventura tecnológica. El barco se conservó y se le dio formas, ya que cuando un barco cae no tarda tiempo en abrirse como un libro. Para ello planteamos un proyecto multidiscilinar de nivel europeo, que lo coordiné, y lo llevamos a cabo en este varadero en que nos encontramos ahora en Pasajes. El resultado final fue muy bueno, y el barco se puede contemplar en el Museo de la ría de Bilbao.

Nos ha hablado de los hallazgos en nuestro litoral, pero desde hace años ha tomado parte en excavaciones en Canadá, tras las huellas de barcos vascos...

Efectivamente. En los archivos de la Chancillería de Valladolid y en los de Oñati se encontró una serie de documentos que citaban a un barco que se hundió en 1565 en Canadá, en una bahía con un nombre que no es el actual. Un estudio de aproximación realizado por la antropóloga Selma Huxley Barkham y su hijo Michael, a los que hay que atribuir el mérito del hallazgo, puso en conocimiento del gobierno canadiense la existencia de aquel barco. Intuyeron que la bahía era Red Bay —antiguo Buttes— de dimensiones bastante mayores que la de Donostia y mucho más profunda. Había que encontrar el barco, lo que hizo que buques oceanográficos se establecieran allí para rastrear el fondo. Al final dio resultado el método tradicional de bajar con botellas y apareció el “San Juan”, que así se llamaba el descubierto en la documentación por los Huxley Barkham.

“La arqueología que se produce alrededor de elementos nuestros nos ha permitido fundamentalmente investigar sobre la evolución de la morfología de la construcción naval en Euskal Herria”.

El barco se había construido en Pasajes en 1565 y se había desplazado hasta Canadá para la pesca de la ballena. Un temporal lo había hundido ese mismo año3, justo cuando se disponía a zarpar de nuevo hacia Pasajes. Quedó aproximadamente a siete metros de profundidad. Se pudieron recuperar muchas barricas llenas de saín, así como una parte importante de la arboladura. El gobierno canadiense me había pedido que integrara el equipo de investigación y acudí durante seis años. La experiencia fue inmejorable. El barco no se recuperó, a pesar de los fondos financieros con que contábamos. Era principio de los años ochenta, y la crisis económica no había hecho mella aún en nuestra actividad. Lo que hicimos fue sacar todas las maderas del barco, que fueron miles, a un pontón que se estableció justo en la superficie encima del barco, donde se dispuso el laboratorio. Y tras examinar una a una todas las piezas, se volvían a bajar para almacenarlas y enterrarlas en el mismo lugar en que había caído el barco. Se colocaron unos testigos de visita periódica, para controlar posibles variaciones en su estado.

Como recuerdo permanente de todo aquello quedó una chalupa que también extrajeron...

Así es. Después de sacar todo el maderamen aparecieron bajo el casco restos de tres chalupas, una prácticamente entera. Al ser una pieza extraordinaria —como era también el cabestrante, muy singular— se llevaron a Ottawa, al centro de arqueología subacuática de Canadá, donde reconstruyeron la chalupa. La cual hoy en día es el buque insignia del museo de Red Bay, convirtiéndose en la única chalupa vasca de la época que se conserva entera. Y la “San Juan” es la única nao ballenera vasca estudiada en profundidad, aunque existen restos de muchas más. Justo en Red Bay han aparecido tres más. Lo que nos da una idea del tráfico pesquero y comercial vasco que ha existido hacia aquellas latitudes

Mediante la interacción que ya ha citado de distintas especialidades ¿se ha llegado a fijar un poco más la historia marítima de nuestro país?

La arqueología que se produce alrededor de elementos nuestros —incluidos los balleneros en Canadá y naos en las costas de Sudamérica, Inglaterra, Dinamarca u Holanda...— nos ha permitido fundamentalmente investigar sobre la evolución de la morfología de la construcción naval en Euskal Herria. No podemos decir que lo conozcamos todo, pero avanzamos en la definición de la tipología naval iberoatlántica, diferente de la pura francesa o española. Con características muy propias, con detalles constructivos singulares, que nos transportan hasta el XV. Para ello, el anterior citado caso de Urbieta ha sido fundamental. El sistema denominado tingladillo es propio de zonas nórdicas. Pero el encontrado en Gernika no corresponde exactamente con el de esos lugares. Luego hay ciertos aspectos que definen una tipología naval vasca. La denominamos iberoatlántica, para evitar pecar de chauvinismo.

¿Todos los restos detectados en la costa vasca están investigados?

No. Hay muchos pecios de los que no sabemos su magnitud. Otros han ido desapareciendo. En Hondarribia existía un barco que Martín Bueno catalogó en los años sesenta como romano, que hoy en día no existe. Se trata del único detectado en nuestro litoral. Tenemos grandes problemas con los barcos que pescan al arrastre, ya que los salabardos enormes de hierro rompen todo lo que encuentran. En Donostia existen dos pecios, uno sin carga pero con casco, y el segundo al revés. No se han investigado. Hay que tener las ideas muy claras cuando se quiere excavar, ya que no es muy fácil de rentabilizar la información que se vaya a conseguir. Si presupones que la inversión te va a cubrir una serie de lagunas de conocimiento, se puede intentar. En muchos casos, con la constatación del hecho de su existencia es suficiente, sin destruir los restos.

¿Y existen restos de los que conozcan su existencia y que les gustaría investigar y excavar?

Por supuesto. Todos andamos detrás de los bous bizkainos de la guerra civil. Por los archivos de la capitanía marítima conocemos la existencia de barcos que nos gustaría trabajar, pero en mar abierto es como buscar la aguja del pajar. Valga como ejemplo que el venaquero Orio IV que sacamos en el Oria, de cuya existencia sabíamos, ya que lo habíamos visto con antelación, nos costó más de un mes volver a encontrarlo. El mar es cambiante.

¿Cómo ve el futuro de la arqueología marina en Euskal Herria?

El arqueólogo tiene que vivir. La arqueología tradicional que conocemos no da para vivir. ¿Cómo lo hacemos para que puedan surgir especialistas? La única forma de hacerlo es a través de la ley. Esta primeramente debe declarar zonas de protección para que cualquier obra que se vaya a realizar en las mismas esté sujeta a la obligatoriedad de la investigación arqueológica. Si no hay ley, no existe solución. Y la prueba está en que a partir de que la ley vasca de patrimonio se promulgó han proliferado las empresas arqueológicas. Pero eso vale para tierra. Desgraciadamente, el Gobierno Vasco, en cuanto al mar, no ha declarado hasta la fecha ninguna zona de protección. Por ello, estamos expuestos a pérdidas de nuestro patrimonio.

1 http://www.international.icomos.org/risk/2006/25izaguirre2006es.pdf

2 http://www.international.icomos.org/risk/2006/31izaguirre2006es.pdf

3 http://um.gipuzkoakultura.net/itsasmemoria5/huxley.pdf Manu Izaguirre Lacoste (Donostia, 1949) Estudió la carrera de aparejador en Barcelona y trabaja en el Área de Patrimonio Histórico de la Diputación Foral de Gipuzkoa.Disfruta con la arqueología y el submarinismo y ha sabido aunar esas dos pasiones. Desde la década de los 70 está fuertemente unido la arqueología marítima y se puede decir que en este tema es uno de los pioneros en nuestro país.
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