La gente tiene una idea aproximada de lo que es la ordenación del territorio, pero ¿sabe de qué trata realmente?
Yo creo que sí, que hay una cultura general sobre la ordenación del territorio. Además, en un país tan reducido como el nuestro, donde las densidades de actividad y población son tan altas, es imprescindible hablar sobre la ordenación del territorio, más allá de lo que tradicionalmente ha venido siendo el urbanismo, ámbito éste que sí que es bien conocido: las normas establecidas por cada municipio, las condiciones que deben reunir los edificios, etc. Son conceptos muy detallados. Pero, desde hace unos años, se viene viendo la necesidad de vincular unas normas con otras, de decidir qué se hace con las divisorias intermunicipales y con las infraestructuras que atraviesan varios municipios, para su adecuada integración en el territorio. Por tal motivo, hace unos años el Gobierno Vasco definió una estrategia territorial.
No obstante, la visión que los ciudadanos tienen de la ordenación del territorio se concreta en la ubicación de cada vivienda...
En ciertos casos, sí. Pero ese aspecto lo regula el urbanismo. Para mí, la diferencia está muy clara. En el caso del Tren de Alta Velocidad, por ejemplo, es evidente que un municipio no puede decidir dónde se va a localizar la estación. Con tal fin, se diseña una estrategia territorial, en la que se establece cómo se va a poder llegar a esa estación, cuáles serán las conexiones, qué aportaciones realiza a los municipios que vayan a adoptar la infraestructura, qué objetivos puede tener cada municipio, cuánto y cómo puede crecer, etc. Se trata de definir los parámetros generales. Por ejemplo, no parecería lógico que un municipio alavés de 30 casas se planteara un crecimiento de 3.000 viviendas. En realidad, es una competencia urbanística, con lo cual sería factible, pero no sería lógico actuar de ese modo. La ordenación territorial, por tanto, establece unos parámetros generales, los crecimientos máximos. A partir de ahí, cada municipio actúa según su parecer.
¿Acaso deben crecer todos los municipios? Tampoco es que la demografía de nuestro haya aumentado tanto...
No, en el aspecto demográfico nos mantenemos. Pero las formas de ocupar una vivienda han cambiado, y hay más demanda. Antes, lo corriente eran las familias de tres hijos o más, pero, en estos momentos, la tasa de nacimiento de Euskadi se sitúa en 0,9 hijos por mujer, si no me equivoco. En muchas viviendas vive una sola persona, o dos, o parejas con un solo hijo. Hay, además, muchos procesos de separación. Todos estos factores inciden en la demanda de viviendas, aun cuando la población en sí no crezca. ¿Debe el crecimiento producirse de igual modo en todo el territorio? No. Hay diversos criterios. Nuestro mayor temor -tal como se halla recogido en las pautas de la ordenación territorial de 1998- es que algunas comarcas se vacíen. Euskadi cuenta con una amplia red de ciudades y pueblos que garantiza la accesibilidad a todo el territorio (zonas montañosas, zonas rurales...); una red que, desde el punto de vista histórico, es además muy rica. Muchos pueblos nunca tendrán una explosión demográfica, pero hay que dejar que crezcan, para que sigan siendo atractivos a los ojos de la gente. No podemos permitir que se vacíen, porque -dicho muy llanamente-, de lo contrario, toda la población de Euskadi se concentraría en tres o cuatro ciudades. Siempre tendremos capitales de provincia y capitales de comarca, desde luego, pero tenemos una densidad demográfica muy alta, y no tenemos entornos deshabitados, lo cual es verdaderamente enriquecedor.
La CAV cuenta con aproximadamente 2.800.000 habitantes, de los cuales un millón vive en el Gran Bilbao, en un espacio no muy extenso. ¿Supone un problema, o es que realmente existe la necesidad de un Gran Bilbao?
Es una de las posibilidades. Desde el punto de vista de la demografía, Bilbao es la capital de la Comunidad Autónoma, hecho que le proporciona la suficiente masa crítica como para poder disponer de varios servicios, de una determinada industria, del puerto, etc. Pero, para nosotros, lo realmente interesante es que Bilbao no se ha tragado el resto de las ciudades. Donostia y Vitoria/Gasteiz conservan su carácter, y tienen un número de habitantes bastante elevado. Vienen a ser un complemento de Bilbao. Y, aunque a veces nos critiquen, nos gusta el concepto euskal hiria o ciudad vasca, lo cual no quiere decir que vayamos a cubrir Euskadi de cemento. No se trata de que toda Euskadi sea una ciudad, sino de que las ciudades se complementen entre sí. Los pequeños municipios de alrededor, además, nos permiten hablar de una ciudad única.
Sostiene que es necesario controlar el crecimiento de los municipios. Durante los últimos años, la población de algunas localidades ha bajado mucho, mientras que otras no deja de aumentar. ¿Son ejemplos no deseables?
No es que sean malos, pero necesitan adaptarse. En los años de la industrialización, en las décadas de los 60 y 70, algunos municipios crecieron de modo exponencial, y, además, no lo hicieron como es debido. Me estoy acordando de varios municipios: Barakaldo, Eibar, Elgoibar... Algunos están situados en zonas muy escabrosas, en una difícil orografía, y en poco tiempo han visto su población multiplicada. Ahora son otras las zonas que están creciendo, y por otra serie de razones. Pero, en su momento, no se consideró el crecimiento como era debido, quizá porque la rapidez de los acontecimientos no permitió actuar de otro modo. La cuestión es que no se prestó la debida atención a las infraestructuras, a las zonas libres, a los equipamientos, etc. Y, por tal motivo, la ordenación de determinadas zonas es bastante desordenada. El hecho de que algunos municipios estén perdiendo su población -precisamente, las localidades en que se produjo dicho fenómeno-, nos permite corregir algunos defectos. Los propios municipios son muy conscientes de ello, y creo que, en la actualidad, ni tan siquiera la sociedad aceptaría actividades que no garanticen la calidad de vida. En este Departamento recibimos todos los proyectos urbanísticos municipales, y estamos viendo que los planteamientos actuales son de gran calidad. Nadie diseña un planteamiento sin prever qué va a suceder con las escuelas, con los parques, con los centros de atención para mayores, etc.
Está claro que el urbanismo actual nada tiene que ver con la “falta de urbanismo” de hace unos años. Pese a que la situación ha ido a mejor, ¿cabe reparar completamente los daños que se produjeron?
Es difícil contestar con un sí o con un no, pero yo creo que no. La cuestión es que no partimos de cero; tenemos lo que tenemos. Habrá que ir mejorando las cosas. Está claro que nunca vamos a conseguir la ciudad ideal, porque, para ello, tendríamos que empezar a reconstruir la ciudad en un espacio vacío, y, aun así, tampoco lo conseguiríamos, porque todas las iniciativas que se han realizado a lo largo de la Historia del urbanismo con el objeto de fundar ciudades ideales y perfectas han terminado por fracasar. El objetivo de las ciudades, al fin y al cabo, es formar una red de relaciones humanas, que es mucho más importante que la ciudad sea bonita o fea.
En este sentido, las instituciones públicas en general han sido criticadas por haber diseñado las ciudades y pueblos de tal forma que echan a perder la vida social y las relaciones entre los habitantes: ciudades dormitorio, vecindades de muy baja densidad...
Así es. Europa nos legó una herencia estupenda con respecto a la forma de construir las ciudades, pero, en un momento dado, nos olvidamos del modelo, y, bajo la influencia de modernas tendencias arquitectónicas, se empezó a dividir las ciudades en zonas destinadas a un determinado uso. En algunos casos resulta comprensible, por ejemplo cuando la industria es pesada y contaminante. La cuestión es que se procedió a zonificar las ciudades, en algunos casos de tal forma que no llegaba a existir un vínculo, que es un aspecto fundamental. Como consecuencia de estas divisiones, creamos ciudades dormitorio, que ocasionan problemas de seguridad y de movilidad. Por otro lado, muchas veces llamamos zona industrial a lo que en realidad son zonas de servicio, y pese a que es perfectamente posible integrarlas en la ciudad, han sido trasladadas a un parque tecnológico. Y esto nos conduce a la misma situación: zonas que resultan muy peligrosas por la noche, de gran circulación... Durante un tiempo, se nos olvidó construir las ciudades como es debido, y, ahora, ese fenómeno regresa bajo otro nombre: desarrollo sostenible. Se vuelven a repetir las ideas de antes: la necesidad de combinar los distintos usos, el tener que disponer la ciudad de tal forma que no tengamos que pasar todo el día metidos en el coche, etc.
¿Es lo que ha venido sucediendo hasta ahora?
Sí. Durante largo tiempo, ha imperado una fuerte tendencia a construir en bajas densidades; en ocasiones, realmente bajas. A veces, incluso se ha actuado con buena voluntad, partiendo de una interpretación equivocada, con la convicción de que la baja densidad resulta adecuada para integrarse en el medio ambiente. Es muy bonito ver las verdes colinas del País Vasco continental con sus pequeñas casitas blancas desperdigadas, pero sería mucho más bonito si esas casas estuvieran juntas y las verdes colinas se quedaran como están, sin tanto coche de un lado para otro. En un tiempo, ése fue el pensamiento reinante, y ahora estamos volviendo al pasado. Durante los últimos años, se han establecido las densidades mínimas de los Planes Parciales Territoriales (PPT) de las comarcas; antes sólo se determinaban las densidades máximas, pero ahora también se marcan las mínimas, e incluso se está estudiando la posibilidad de aumentar las máximas. La densidad máxima actual ha sido señalada por la legislación estatal, que es de 75 viviendas por hectárea. Desde mi punto de vista, es una cifra muy baja para poder construir una ciudad. En las ciudades que resultan de agrado, es decir, donde hay comercio y donde la gente pasea, hay 200 viviendas por hectárea. Vitoria/Gasteiz, tan agradable como es, tiene en el centro densidades de 200 ó 250 viviendas por hectárea. Pero hace tiempo que la legislación estatal, en su afán por subsanar las barbaridades cometidas por el desarrollismo precedente, nos impuso ese límite del 75. Sin embargo, las administraciones hemos visto que, para poder sacar un mayor provecho a nuestro territorio, es mejor disponer de mayores densidades. El suelo no es un recurso inagotable, como bien se puede observar en determinadas zonas de nuestro país. Además, queremos conservar las zonas naturales, las riberas, los parques naturales... Nos queda muy poco espacio para cubrir con asfalto, conque tenemos que aprovecharlo bien.
Si no me equivoco, el crecimiento sigue actualmente la tendencia concéntrica...
Sí, es una teoría urbanística que se viene aplicando en prácticamente todas las ciudades. La tendencia concéntrica no significa que la ciudad vaya a crecer como una cebolla, alrededor de un punto céntrico, sino desde las centralitas o puntos que puedan ofrecer un servicio a los ciudadanos, como pueden ser una estación de metro o de tranvía. Muchas veces, el precio de la vivienda suele depender de este factor.
No obstante, cada vez utilizamos más el coche. Seguimos construyendo carreteras que el mismo día de la inauguración suelen estar a llenas a rebosar...
Sí, es cierto, pero es que siempre necesitamos un carril más.
¿Es un problema de ordenación territorial, cultural o de ambos tipos?
Yo creo que de ambos tipos. Desde luego, sí que es un problema de ordenación. La dispersión nos lleva a utilizar el coche, para llegar a los puntos que queremos. Pero también tiene que ver con la cultura, con nuestra forma de pensar. No solemos quedarnos en casa; nos gusta salir. Y las instituciones tenemos que conseguir que lo más cómodo para los ciudadanos resulte no su propio vehículo, sino otros medios de transporte. Nuestra cultura es tan individualista, que todos preferimos viajar en nuestro propio coche; por eso, tenemos que ofrecer buenos transportes públicos y poner impedimentos al uso del coche. Varias ciudades que cuentan con este mismo problema (Londres, Oslo...), han puesto en marcha diversas iniciativas con este objeto, por ejemplo, obligando a pagar una cuota por entrar en la ciudad. ¿Soluciona esta alternativa todos los problemas? Seguramente no. Pero tenemos que intentar cambiar nuestros hábitos poniendo dificultades al uso del coche y ofreciendo un buen transporte público.
¿Qué valoración le merece nuestro transporte público?
Va mejorando, pero queda mucho por hacer. El Metro de Bilbao es un buen ejemplo. No quiero ni pensar cómo estaría hoy la ciudad si no contara con el Metro. Evidentemente, se necesitan dinero y tiempo; las soluciones no llegan de un día para otro. Hay que mejorar los trenes de cercanías, las conexiones interciudadanas, etc. ¡Qué todavía no se pueda ir en tren de Bilbao a Vitoria/Gasteiz...! Seguimos teniendo la red ferroviaria del siglo XIX, con algunos pequeños arreglos...
Llegados a este punto, es obligado preguntarle por la Y vasca...
Considero que, desde el punto de vista de la ordenación territorial, es fundamental. El medio más racional, lógico y limpio para transportar personas y mercancías es el tren. Pero, para ello, hay que construir infraestructuras. ¡No podemos seguir con las vías del siglo XIX!
En cualquier caso, siempre que se anuncia la construcción de una gran infraestructura saltan las críticas...
Claro. Las grandes infraestructuras tienen un gran impacto en el territorio y en el paisaje. Para construir un túnel, por ejemplo, hay que excavar una montaña; se deben remover grandes cantidades de tierra y roca. Pero habría que comparar esos daños con los beneficios. ¿Construimos el Tren de Alta Velocidad por capricho? No. Lo hacemos porque tenemos un tremendo problema de tráfico, y con una finalidad muy clara: reducir las interminables colas de camiones que circulan por nuestras carreteras. De lo contrario, habría que construir un cuarto carril, y luego el quinto, y el sexto, hasta agotar el territorio. O seguimos con este modelo, o lo cambiamos. Yo estoy a favor del cambio. Y, obviamente, todo el Departamento está a favor del TAV, que consideramos totalmente necesario.
Algunos pueblos tienen verdaderas ansias por crecer, porque de lo contrario carecen de determinados servicios: cajeros automáticos, parada de autobús, fibra óptica...
Tienen que crecer, pero en su justa medida. No podemos crecer todos a la vez. Cada cual tendrá que hacerlo según sus posibilidades; a veces se crearán servicios, y otras veces no. De todos modos, es posible que un municipio no disponga de tales servicios, pero el municipio vecino sí, por lo que habrá que hacer lo posible por establecer una buena comunicación entre ambos. Hay que organizar el territorio de tal forma que todos puedan disfrutar de los servicios, pero no necesariamente en su propio municipio. En Bizkaia, por ejemplo, hay muchos núcleos formados por tres caseríos. ¿Qué se debe hacer para que puedan disponer de los servicios, construir 300 caseríos más? ¿No es mejor edificar esos 300 caseríos en el municipio vecino, y hallar un modo que permita a esos tres caseríos comunicarse con ese municipio? Es difícil alcanzar el equilibrio, pero tenemos que conservar el carácter de nuestros pueblos. A nadie le gustaría que se echaran a perder.
Eusko Ikaskuntza-Sociedad de Estudios Vascos acaba de celebrar su XVI Congreso, que este año ha girado en torno al desarrollo sostenible. El Presidente del Congreso, Nicolas Gaminde, expresó en Euskonews que Euskadi suspende en cuanto a la gestión del territorio... Es difícil gestionar el suelo; hay que sacarle el máximo provecho. Pienso que Gaminde se refería, sobre todo, a la gestión realizada en la época del desarrollismo, que es la herencia que hemos recibido. Pero, además, los instrumentos de los que disponemos para la gestión del suelo son los establecidos por el Estado en el año 1956, ya que desde entonces prácticamente no se ha realizado ninguna modificación. Hay tres maneras de gestionar el suelo: mediante la expropiación –que, según lo dispuesto por la ley, tiene que ser el último recurso-, mediante la colaboración y mediante la compensación. La opción que más se utiliza es esta última. Concede una gran importancia a los propietarios de los terrenos. La Administración dispone de varios instrumentos para hacer cumplir los plazos y otros fines, pero, aun así, la ley concede muchas opciones a los propietarios, para hacer lo que les parezca. Por eso se suelen producir muchas veces los retrasos. El propietario puede esperar todo lo que quiera. De este modo, el precio del suelo aumenta y llega la especulación; así es como tenemos los precios de las viviendas. Este mismo problema lo tienen ahora mismo en toda Europa, y es difícil de solucionar. Si hemos llegado a esta situación, es debido a la estructura de la propiedad del suelo, ya que casi toda el suelo es de propiedad privada. Ana Isabel Oregi Bastarrika
(Eibar, 1965) -Estudios de Arquitectura urbanística en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de la Universidad de Navarra -Diplomada en Derecho urbanístico -Estudios de docencia musical, especializada en piano -Funcionaria del Ayuntamiento de Vitoria/Gasteiz durante varios años, ocupando cargos relacionados con el urbanismo -En julio de 2000 fue designada delegada del Departamento de Ordenación Territorial, Vivienda y Medioambiente del Gobierno Vasco en Álava -En julio de 2001, Directora de Vivienda del Gobierno Vasco -En septiembre de 2001, Directora de Aguas del Gobierno Vasco -Ostenta el cargo actual desde julio del año