Carmelo Ortiz de Elguea. Pintor: Nuestro movimiento artístico en los años sesenta era único en Europa

2012-03-30

VELEZ DE MENDIZABAL AZKARRAGA, Josemari

Se dio al mundo de la pintura muy joven y con 17 años realizó su primera exposición individual. En la década de los 60 fue creador e impulsor del grupo artístico Orain, grupo que tuvo una influencia directa en el profundo devenir del arte vasco. Ortiz de Elgea es uno de los artistas más excelente del País Vasco. Podríamos considerar a este vitoriano como paisajista, ya que ha pintado con gran maestría tanto caseríos como rincones ciudadanos. Su última obra la ha creado en memoria del bombardeo de Gernika.

Como las biografías que he consultado acerca de Vd. no se ponen de acuerdo, y aún a pesar de que sea una “aldea vieja” de Gasteiz desde el XIII y administrativamente estemos diciendo lo mismo, ¿Vd. nació en Aretxabaleta —de Alava— o en el “el mismo Vitoria”?

Soy nacido en Vitoria —en 1944— y a los tres años nos mudamos a Aretxabaleta, donde mis padres habían hecho una casa. Suelo utilizar indistintamente los dos lugares como los de mi nacimiento. No tengo preferencias.

Desde la distancia de casi sesenta años de profesión pintor, ¿podría recrearnos sus primeros años de carrera, si bien no aún en el camino del arte sino en el del niño que coge unos pinceles al final de los años cuarenta?

Los comienzos fueron como los de cualquier niño de cuatro años que tiene una caja de acuarelas, unos lápices de colores o unas ceras y pinta en un papel. Es un poquito más tarde cuando todos esos garabatos, dibujos torcidos, expresivos —soles, tierras, ríos, árboles...— quedan fijados como algo artístico. Yo guardo todas aquellas primeras pinturas. Y gozo viéndolas. Creo que todos somos creativos en una primera fase de nuestra vida, tanto en el terreno de la pintura como en el de moldear el barro con las manos. Los niños son muy creadores. Y un paso más allá de la plasmación de esa primigenia creatividad es cuando puede convertirse uno en artista, justo cuando comienza a apreciar lo realizado. Apreciar sin darse cuenta, sin importarle, que esa botella pintada esté torcida, que las ventanas de la casa no estén como en la realidad, que esa figura que asemeja a un hombre tiene una cabeza y unos brazos extraños... Cuando valora lo realizado y continúa en el empeño con esa libertad y esa expresividad mostrada hasta entonces está en el camino de convertirse en artista. Justo lo contrario de quien no va a valorar lo realizado y que ve solamente la botella torcida, las ventanas fuera de su sitio etc. y comienza a pintar al Pato Donald. En ese punto desaparece el artista. Sólo el que sigue y valora esa forma de expresión puede llegar a ser artista. En mi opinión, ahí está el quid.

Siguiendo con esta reflexión, el seguir y seguir ha traído como consecuencia una gran laboriosidad en su caso. Decía Vd. en cierta ocasión “pintar es para mí diversión”. Observando su frenética trayectoria en cuanto a labor realizada en ese seguir constante, podríamos afirmar que Carmelo Ortiz de Elgea se ha divertido muchísimo en la vida...

Ha sido una gran fiesta. Para mí la pintura es andar un camino que no lo conozco, aunque haya pintado muchos miles de metros cuadrados en lienzo. Todavía estoy en esa aventura de descubrir cosas. Me lo paso muy bien cuando el cuadro me sorprende, cuando hay algo distinto que me está marcando un camino. La pintura en el comienzo del lienzo es esbozar cientos de caminos y elegir uno o siete y seguir por ellos, quitando y poniendo elementos para ver hasta dónde se puede llegar. Siempre trabajo ante lo desconocido y esa aventura es la que me interesa del arte, de la creatividad. Algo que me sorprenda. Que recorras el camino y que de repente ese algo te aparezca en el lienzo. Y te enganchas a él. Hay que tener la capacidad para vislumbrar qué se debe enganchar. Esa riqueza creativa es lo que para mí es una gran fiesta, y que no es otra cosa que lo que está en mi interior y debo sacarlo, asombrándome de lo realizado. Aún tengo esa capacidad de asombro. Y esa es mi aventura.

“Siempre trabajo ante lo desconocido y esa aventura es la que me interesa del arte, de la creatividad. Algo que me sorprenda.”

Esa afirmación me recuerda que las personas solemos disfrutar una barbaridad en aquellas ocasiones en que la diversión ha venido sin planificar...

Por supuesto. Aunque hay alguna pequeña excepción, puedo afirmar que nunca he hecho un cuadro con una idea preconcebida de lo que iba a realizar. Jamás he hecho una obra con un boceto. Todo va directamente al lienzo. Goya se dio cuenta de ello cuando hizo los Fusilamientos del 2 de Mayo. Eran bocetos y no volvió a realizarlos, porque no era capaz de volver a representar aquello en todo su realismo. Ese momento de inspiración —que por otro lado no me gusta definirlo así— no se repite. Podrá hacerlo en otra ocasión y en distinta escena. Y Goya lo dejó claro con su actitud. Si yo tengo el cuadro en la cabeza no lo pinto, porque ya está hecho. Pinto lo que no sé. Mi motor de trabajo es la búsqueda sin plantearme nada más que pintar. Y van surgiendo historias. Si, como ahora, tengo el tema Gernika en mi cabeza... al final saldrá Gernika desde la búsqueda de la emoción, no desde un boceto.

Leo en varias reseñas referente a su trayectoria artística la expresión “autodidacta”. Me parece obvio, ya que pienso que nadie que haya alcanzado en el arte el nivel que Vd. ha conseguido puede hacerlo sin ser absolutamente autodidacta ¿No lo cree así?

Estoy seguro de que nací para pintar. Y no he hecho otra cosa diferente en mi vida. Desde ese punto de vista soy totalmente autodidacta. Nadie me ha enseñado a mezclar colores. Pero he tenido una multitud de profesores. He sido como una esponja receptora de todos los sentimientos pictóricos. El mero hecho de ir al Museo del Prado te convierte en un receptor y dejas de ser autodidacta. Entras en las entrañas de la obra de Uccello, de Velázquez, de Piero de la Francesca... por citar unos cuantos “pintorcillos”, que son los que me impactan. Por lo tanto, no puedes ser autodidacta en el significado puro de la palabra. Y eso se refleja en mi obra. Hace relativamente poco me decía un crítico que mi obra tiene más de barroco que de pintura contemporánea, y subrayaba que mi arte venía del renacimiento. Y es verdad. Está más cerca del siglo XV que del XIX e incluso del XX. Tengo una concepción de la pintura totalmente actual pero hay un anclaje muy fuerte con todo el renacimiento italiano y con el español. Pero también tengo deuda, por ejemplo, con Tapies, ya que me ha interesado muchísimo las materias que éste ha venido utilizando, llegando casi-casi a trabajar con el barro en el lienzo. Mi esponja ha absorbido mucho.

Ha citado a artistas en los que se fija. Y quiero recordar que formó parte de un grupo increíblemente rico de artistas vascos de la época de los sesenta, juntos pero no revueltos. Con su amigo Mieg, y con Schommer, Fraile y Etxebarria forman Orain en Álava. Vd. era el más joven. Por entonces surge en Gipuzkoa Gaur (Oteiza, Chillida, Zumeta...) Emen en Bizkaia (Larrea, Herrero, Ramos Uranga...) Danok en Navarra (Morrás, Askunze...) ¡Vaya plantel!

No quiero echarme un farol pero se puede decir que ese movimiento artístico, con esa calidad, era único en Europa. Éramos artistas con ganas de hacer cosas rompedoras y por eso se plantearon los grupos. Queríamos mostrar la realidad a través del arte. Puedo afirmar que cuando organizábamos una exposición terminábamos poco menos que agredidos físicamente, por aquello de lo novedoso de nuestra oferta. Pero mereció la pena. Lo que sucede es que duró muy poco. Eran planteamientos desde distintas ópticas y eso impidió la continuidad. Álava y Gipuzkoa andaban bastante al unísono, pero el resto no tanto.

“Estoy seguro de que nací para pintar. Y no he hecho otra cosa diferente en mi vida.”

El movimiento como grupo se para, pero las individualidades han seguido con un gran éxito... Existe un manifiesto del año 1965, alrededor de lo que Vds. llamaron de Escuela Vasca, y que dice: “Todos sabemos ya quiénes somos y que una poderosa juventud de artistas vascos reclama el sitio y la atención y los derechos que se les debe reconocer en nuestro país, y que tenemos pasado, presente y futuro, para saber cuáles son nuestros propósitos y nuestras necesidades y los medios, puntualmente todos los medios, para concluir con la postración cultural y material que sufrimos y con el aislamiento entre nosotros y con nuestro país...”. Había que reivindicar un arte, un País. Después de casi medio siglo, la verdad es que se puede estar satisfecho ¿no?

Ya lo creo. A nivel individual hemos funcionado todos. Cada uno de los que hemos citado anteriormente han despuntado como grandes artistas, aquí y fuera de nuestras fronteras. Todavía algunos seguimos al pie del cañón.

Acaba de terminar precisamente, al alimón con José Luis Zumeta, una gran exposición en el Artium de Vitoria-Gasteiz...

Así es. Nos pidieron desde Artium que preparáramos una muestra de nuestra pintura. Anteriormente en los Cubos del Kursaal de Donostia tomé parte con mi obra en una exposición de Basterretxea, que quiso que le acompañara. Pero hay que decir que prácticamente son exposiciones individuales. Se trata de espacios tan grandes que permiten escultura y pintura a la vez, o —como en Artium— obra de formato grande de dos pintores.

En estas exposiciones, digamos en comandita, de todos modos, existe una afinidad de sentimientos y, por qué no decirlo, de objetivos, que ya se subrayaban en los años sesenta...

Total afinidad de espíritu. Aunque los grupos se disolvieran, individualmente no hemos hecho otra cosa que trabajar en pos de nuestros ideales, tanto artísticos como personales. Y cualidades artísticas que ya despuntaban entonces siguen siendo válidas hoy en día. Por ejemplo, mi pintura encaja muy bien con la obra escultórica de Basterretxea, y él lo dice públicamente y me pide que le acompañe. Rafael Ruiz Balerdi solía decir que yo era un “pintorazo”. Viniendo el reconocimiento de un pintor de su talla es como para estar orgulloso. Con esto quiero decir que entre nosotros la unidad y cohesión funcionó y sigue funcionando. Y nos alegramos cada uno de nosotros del éxito del otro. Ver y admirar sus exposiciones. Es una carga emocional que ayuda a seguir. Con Juan Mieg, mi amigo de siempre, comparto arte, emociones y objetivos. Se trata de algo especial para mí la cercanía de Juan.

Como será ver exposiciones y arte en general...

Evidentemente. De los museos de Europa y América se puede salir fortalecido. A mí me sucede un caso curioso con el altar de Matthias Grünewald en Colmar, en la Alsacia francesa, a donde he acudido tres veces para admirarlo. El Cristo desgarrado que se puede contemplar me merece el viaje hasta allí, ya que salgo como flotando y con tremendas ganas de trabajar.

“Gernika tiene un enorme fondo emocional, con un vínculo con una obra maestra del arte universal, y con una simbología especial.”

Hay quien dice, no obstante, que en la denominada Escuela Vasca algunos pintores utilizan la misma técnica...

En la Escuela Vasca siempre ha predominado el expresionismo, que es algo muy de aquí. Luego, evidentemente, coincides más con unos que con otros. En mi caso, por ejemplo, Rafa Ruiz Balerdi y yo éramos uno en cuanto nuestra concepción de la obra y la forma de expresarla. Cómo nos posicionábamos delante del lienzo, cómo abordábamos los primeros trazos, cómo el ballet del pincel de Rafa en el lienzo, sin saber lo que está haciendo, iba tirando hacia el lado superior opuesto llegando hasta el borde. Y nos dábamos cuenta de que los dos actuábamos igual. Mi forma de pintar era la misma. El ballet de uno será quizás más áspero que el del otro, pero la forma ahí está. Se trata de pintar, de crear algo. ¿Qué estás haciendo? Nada. Solamente pintar. Llegas a cubrir el cuadro y cuando te alejas ves que aquello es una locura, que te has metido en un tinglado impresionante, que el cuadro te lo están marcando una cantidad enorme de caminos distintos y que debes elegir alguno de ellos. Y cuando lo haces desconoces totalmente qué te va a suceder en adelante. Ese juego, esa aventura es lo que me interesa.

¿Qué sintió cuando le encargaron la serie Gernika, para conmemorar en la villa foral el 75 aniversario de su destrucción?

Que era un reto muy interesante y con una gran carga emotiva. Lo acepté rápidamente. Gernika tiene un enorme fondo emocional, con un vínculo con una obra maestra del arte universal, y con una simbología especial. Para mí, con mi barroquismo, fue un gran reto. Creo que he acertado con lo que he hecho, ya que le he dado una amplia variedad de caracteres. Será una exposición, aparte de lo que pueda representar emotivamente Gernika, con una profunda carga pictórica. Por encima de todo a mí siempre me ha interesado la pintura. A veces el tema leit motiv no es suficiente, y lo que verdaderamente le da valor es la pintura. Si el Gernika de Picasso es tan importante es porque es un gran cuadro. Si no lo hubiera sido no habría alcanzado esa vida universal que tiene. Un mal cuadro no se habría convertido en símbolo. Y me atreví a hacer esta serie, en la que he trabajado mucho. Para la exposición en el Museo Euskal Herria de Gernika he preparado once cuadros, en los que he creado todos los detalles, excepto uno por cuadro, que lo he tomado de la realidad. Toda la obra está inspirada en el bombardeo, en una villa devastada por las bombas y el fuego. La inauguramos a mediados de abril y estará expuesto durante tres meses. Me gustaría que a su conclusión en Gernika, pudiéramos llevarla por Euskal Herria e incluso al exterior.

Terminado el trabajo de Gernika, se abren nuevos retos para Vd., en su constante búsqueda de diferentes horizontes...

Así es. Una vez que inaugure en Gernika me voy con mi mujer Lourdes para tres meses a Reno, Nevada. Allí me han ofrecido en la Universidad un sitio donde pintar, y espero que con el material que prepare pueda ofrecer alguna exposición en aquel país. Pienso aprovechar así mismo para viajar y conocer nuevos paisajes, que seguramente serán los motivos de mis próximos lienzos. Carmelo Ortiz de Elgea (Gasteiz, 1944) Nace en Vitoria en 1944 aunque con 3 años la familia se muda a Aretxabaleta. Se dedica a la pintura desde niño y con 16 años realiza su primera exposición individual. Tiene predilección por el paisaje, unos paisajes que son algo más que la transcripción de lugares concretos, aunque recoja encuadres reales del entorno más próximo. Recibe en 1963 una de las primeras becas de la Fundación Vidal y Fernando de Amárica para estudios artísticos. Marcha por primera vez a Madrid; completa su formación en el Círculo de Bellas Artes, con visitas frecuentes al Museo del Prado. El pintor y grabador donostiarra Luis García Ochoa le cede temporalmente su estudio, que comparte con Pinto Coelho. Esta primera experiencia fuera de casa tiene su refrendo, a su regreso, con una exposición individual en la vieja mansión de los Amárica (Calle Dato). Volverá de nuevo a la capital madrileña, ahora en compañía del pintor vitoriano Juan Mieg, con quien le une desde entonces inquebrantables lazos de amistad. Durante los meses iniciales de 1965, vivirán ambos en un estudio de la calle Amaniel con el artista riojano Julián Gil. Fruto de esta segunda estancia será la exposición de Ortiz de Elgea en la sala Círculo 2. La precoz vocación pictórica de Ortiz de Elgea se manifiesta igualmente en los Certámenes de Arte Alavés. Entonces, sus propuestas pictóricas ya recogen los detalles ambientales propios del paisaje rural, pero son ambientes caracterizados por exhibir una impronta ruda y desenvuelta, yendo más allá de la pura contemplación. Unos paisajes reducidos a elementos esenciales. Gradualmente, en su proceso de autoafirmación artística tenderá Ortiz de Elgea a despegarse de la realidad figurativa para ahondar en interpretaciones paisajísticas cada vez mucho más informales o abstractas: la materia, los pigmentos, la textura y el color adquirirán mayor preeminencia. [+] Más información
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