Ruper Ordorika. Músico: Los vascos tenemos doble trabajo

2005-02-11

DIAZ DE MENDIBIL, Ismael

GARMENDIA IARTZA, Koro

Durante la media hora que duró la entrevista, Ruper Ordorika permaneció relajado y pensativo. Charlamos sobre muchos temas, pero no sobre todos. En palabras del oñatiarra, “con frecuencia, digo y pienso cosas que no debería ni decir ni pensar”. Aquí tienen el resultado de esos 30 minutos.

¿Se considera usted una persona introvertida, de los que piensan que hay cosas más importantes que hacer que conceder una entrevista?

Depende del periodista. En mi opinión, las entrevistas tienen que hacer de puente entre el trabajo del artista y el público. Cuando llega el momento de promocionar un disco, me tomo las entrevistas como un trabajo más. Claro que, cuando no hay discos nuevos de por medio, me cuesta concederlas.

En su trabajo le gusta tener todo controlado; ante un periodista, sin embargo, hay aspectos que escapan de su dominio. ¿Alguna vez se ha llegado a enfurecer por algo que haya leído o escuchado sobre su persona?

Sí. Cuesta aprender. De chaval solía juzgar a la gente basándome en las entrevistas que concedían, pero cuando me tocó empezar a concederlas me di cuenta de que aquellos juicios de valor no servían para nada. Hay veces en las que el periodista que se encuentra frente a ti sabe sacar provecho a tus declaraciones y llega refleja sus propios pareceres, pero no las ideas del entrevistado.

Pese a ser un apasionado de las culturas y de los viajes (Londres, Nueva York...), sigue residiendo en Oñati.

Pero Oñati es demasiado grande para mí. Me temo que, con los ambiciosos proyectos que tienen los cooperativistas, nuestro valle se verá convertido en una zona de producción. Salí de Oñati a los once años y me vine a vivir a Vitoria/Gasteiz, pero no dejé de pensar en regresar; de modo que ahora vivo en Oñati. No sé por qué, pero allí suelo estar muy tranquilo. Entre Nueva York, La Habana, Shangai o una ciudad de 1.000 habitantes... para vivir, prefiero los casos extremos que las medias tintas. Además, tengo un toque nómada, siempre me apetece cambiar. Y no me parece nada contradictorio, porque estando fuera es cuando me he dado cuenta de hasta qué punto soy de esta tierra, y viceversa.

Sigue viniendo semanalmente a Vitoria/Gasteiz.

Sí, solemos ensayar aquí. Además, en Vitoria/Gasteiz hay unos instrumentistas buenísimos, de los que he aprendido mucho. En ninguna otra ciudad hay tantos instrumentistas como aquí, ni tan siquiera en Bilbao. Sin olvidar que en los años del grupo Hertzainak Vitoria/Gasteiz fue una ciudad musicalmente muy productiva. De todos modos, a pesar de haber nacido aquí, Vitoria/Gasteiz siempre me ha parecido una ciudad de paso.

En sus años universitarios de Bilbao conoció a Bernardo Atxaga, Joseba Sarrionandia y Joxemari Iturralde, y juntos formaron la Banda Pott. ¿Cómo la definiría? ¿Un grupo de amigos, de música, de poesía?

Las cosas han cambiado mucho. Yo creo que fue idea de Bernardo. Antes de conocerle personalmente, había leído sus obras. El hombre veía con tanta claridad la necesidad de crear una editorial que nos permitiera interpretar la realidad de otro modo, que fundamos la revista Pott. “Contra el consumo, creatividad”, se decía entonces. Era lo que se llamaba la contracultura. Para empezar, cada uno de nosotros llevamos un par de amigos, y, viendo las cosas desde la perspectiva actual, reconozco que los amigos que yo llevé eran muy especiales. No eran otros que Joseba Sarrionandia y Jon Juaristi. Bernardo Atxaga llevó a Joxemari Iturralde. No sé qué leyes regirán en la biología, pero sin duda tuvo que ser alguna de ellas la que nos llevó a agruparnos. El vínculo que se creó entre nosotros y las reuniones que organizábamos constituyen la base de todo nuestro trayecto posterior. A pesar de que yo para aquel entonces ya cantaba, el apoyo de aquellos amigos fue para mí fundamental. Es curioso, pero, después de tantos años, todos y cada uno de nosotros hemos llegado bastante alto en nuestros respectivos campos.

Puede que no sea más que pura casualidad, pero el nombre tanto Bernardo Atxaga como el suyo son conocidos incluso fuera de Euskal Herria. Atxaga, gracias a la obtención del Premio Nacional de Literatura, y usted por haber entrando en la lista de los 40 principales.

Je, je... Mi caso fue puramente accidental. No es más que una excepción en mi carrera. Nuestro campo es ya lo bastante reducido como para que además empecemos a poner barreras. Pero el hecho de haber entrado en la lista de los 40 principales no tiene absolutamente ninguna importancia para mí.

¿Persigue algún objetivo en la trayectoria musical que iniciara en 1980 con el lanzamiento de su primer disco?

No lo creo. Lo que sí perdura es la vocación de cantar. Es difícil de explicar, pero para mí es fundamental. A lo largo de la Historia, todas las culturas, tribus y seres humanos han cantado, en todas las lenguas, y yo me he unido a esa cadena. Siempre me ha gustado cantar, ese deseo es para mí la razón de ser de mi trabajo. Además, al ser tan aficionado a la música, siempre encuentro nuevos motivos para crear, siempre ando tirando del hilo. Nunca antes he sido una persona muy táctica, pero creo que tengo que profundizar más.

A pesar de cultivar distintos estilos de música, solía tocar en directo con el grupo Hertzainak.

Sí, trabajamos juntos durante mucho tiempo. El autor de la mayoría de las canciones de Hertzainak, Josu Zabala, trabajó conmigo en mi primer disco, en 1980, antes de la formación del grupo. Txanpi, el batería de Hertzainak, empezó a hacer sus pinitos en un grupo de Oñati, de modo que ya lo conocía. Conocía a prácticamente todos los miembros del grupo. Y como les gustaban mis canciones, me ofrecieron la posibilidad de colaborar con ellos.

¿Cómo suele componer?

Aunque reconozco que suelo tener rachas, siempre compongo solo, con la guitarra. Sin ningún otro instrumento. Y, con frecuencia, pensando o leyendo lo que no debería... Cuando, en un momento dado, siento que tengo la cabeza llena, empiezan a salir cosas, a aflorar recuerdos... Y como no sigo ninguna regla, me muevo en medio del desorden. En época de conciertos no suelo componer, pero cuando sólo tengo que dar algún que otro concierto esporádico, me meto en casa y empiezo a componer.

¿Cuál es su secreto para conquistar a la gente?

Durante mucho tiempo, nunca me he parado a pensar en el público. Si tenía ganas de hacer algo, lo hacía y punto. Creo que ahora los tengo más en cuenta. Claro que, en mi opinión, muchos aspectos de nuestro trabajo tienen mucho que ver con la credibilidad, con el grado de autenticidad... Al menos eso es lo que yo pido en calidad de oyente, y es lo que yo trato de ofrecer en mis actuaciones.

Pero ¿no piensa en el público cuando recupera una vieja canción o cuenta con la colaboración de otro músico? ¿No piensa: “mi gente tiene que escuchar esto”?

No, ni tan siquiera pienso que tenga gente mía. No sé si mi público es virtual. En cualquier caso, trato de mandar mensajes concretos. ¿Las viejas canciones? Para mí son buenas siempre y cuando sean hermosas y me gusten. Eso es lo que yo trato de comunicar. Muchas de las viejas canciones son anónimas. ¿Quién las compuso, y por qué? Son iniciativas culturales básicas, con culturales en mayúsculas. ¿Por qué un hombre que ha sido abandonado por su amada compone esos versos y no otros? ¿Por qué emplea esa rima y esos ritmos? ¿Qué encierran sus palabras? La cuestión es darlas a conocer. En Hiru Truku solemos decir que, probablemente, en el mundo no existe más que una sola canción, y todas las canciones que componemos no son más que variaciones de la misma. También los vascos hemos hecho nuestras propias variaciones; algunas no tienen nada que ver con las variaciones de los gitanos de Andalucía, otras sí, porque en cierto modo están relacionadas. Y también yo tengo mi variación, mi conocimiento, mi pequeña aportación.

Tiene casi 50 años, 48 para ser exactos. ¿Tenéis los músicos que luchar contra la edad?

No lo sé. Lo que tenemos que hacer es aprender a escuchar al propio cuerpo. El mío me dice que gozo de una salud excelente.

¿Continuará compaginando su trabajo en solitario con las colaboraciones con Hiru Truku?

No lo sé, no lo sé. Por ahora sí. Una de mis fuentes de inspiración son las viejas canciones, y el equilibrio entre los tres músicos que formamos Hiru Truku es excelente. Mi trabajo en solitario me parece más complicado, porque depende de otras corrientes del mercado. Los años van pasando, pero las cosas no cambian. Como bien dice Atxaga, los vascos tenemos doble trabajo.

¿Qué no es posible en esta vida? Je, je... Es difícil responder a eso. La frase “ez da posible, ezin liteke” ("no es posible, no puede ser") se volvió muy popular, pero no encerraba el sentido negativo que algunos pensaban. Se la escuché una vez a Lazkao Txiki. Yo no soy pesimista, quizá porque me niego a dar demasiadas vueltas a las cosas. Prefiero estar sumido en las tareas cotidianas. Ruper Ordorika (Oñati, 1956) Ruper Ordorika nació en Oñati en 1956. Han transcurrido más de 25 años desde que lanzara su primer disco, pero sigue pisando escenarios. Asegura que su éxito radica en empeño que pone, a lo que nosotros añadimos que la calidad de su música y de su letra tiene también mucho que ver.
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