Lejos de la ortodoxia económica, en la que el crecimiento del PIB (Producto Interior Bruto) o la Renta per cápita son los indicadores de referencia a nivel económico de un país o un territorio, ya desde la década de los 90 con el índice de Desarrollo Humano, y fundamentalmente en los últimos años, han surgido otros indicadores que pretenden medir más allá de los resultados económicos de un territorio, desde la evidencia de que un PIB alto no significa necesariamente que haya progreso en términos de desarrollo humano y entendiendo que un modelo de desarrollo basado sólo en el progreso económico no es suficiente, si no va acompañado de progreso social, mayor calidad de vida o de desarrollo sostenible, como concepto global.
La renta per cápita fue durante mucho tiempo el principal y más importante indicador del nivel de desarrollo y su variación habían sido tradicionalmente el indicador más importante de progreso en materia de desarrollo, hasta que surgió el Índice de Desarrollo Humano (IDH) y el PNUD (Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo) lo incluyera en su Informe sobre Desarrollo Humano anual por primera vez en 1990.
El IDH, un índice compuesto de esperanza de vida, años de escolaridad e ingresos, se convirtió inmediatamente en un indicador alternativo de desarrollo ampliamente aceptado, con impacto en la elaboración de políticas públicas y que sigue vigente en la actualidad como medida de progreso.
Desde entonces, han surgido múltiples instrumentos que permiten medir la calidad de vida, a través de indicadores específicos como Healthy Life Years (HLY), el progreso sociala través de un índice compuesto como el Índice de Progreso Social (SPI) publicado desde 2013 o la felicidad, como medida de bienestar subjetivo, que se mide en el “Informe mundial sobre la felicidad” (World Happiness Report) publicado desde el año 2012.
- La esperanza de vida libre de discapacidad – Healthy Life Years – es un indicador estructural europeo que mide el número de años que una persona vive libre de discapacidad, como reflejo de la calidad de vida y cuya relevancia en el ámbito de las políticas públicas tiene su origen en la estrategia de Lisboa.
- El Índice de Progreso Social – Social Progress Index -, elaborado por Social Progress Imperative (organización sin ánimo de lucro norteamericana) con el liderazgo de Prof Michael Porter, trata de medir el progreso social a través de indicadores compuestos que incluyen únicamente variables de carácter social y medioambiental que miden resultados en base a tres dimensiones del Progreso Social como las Necesidades Humanas Básicas, Fundamentos del Bienestar y las Oportunidades.
- Tras la publicación del primer Informe mundial sobre la felicidad[1] en 2012, publicado por Sustainable Development Solutions Network (SDSN) y sus posteriores ediciones, la felicidad se considera cada vez más, como una medida adecuada del progreso social, a través de la medición del bienestar subjetivo, y un objetivo por tanto, de la política pública.
Estas múltiples alternativas de medición del bienestar y avance de una sociedad estánmarcando o al menos guiando las agendas de países y territorios con el objetivo de identificar los resultados últimos al que orientar el desarrollo de las políticas públicas, evaluar el desarrollo de la acción pública y/o como herramientas de comunicación y rendición de cuentas.
A nivel europeo, la Estrategia Europea 2020, que marca la agenda común para la década actual y prioriza el crecimiento inteligente, sostenible e integrador en Europa, cuenta con cinco objetivos principales, cuyo seguimiento se hace a través de nueve indicadores estructurales en relación al empleo, I+D, cambio climático y energía, educación y pobreza y exclusión social, que son monitorizados por Eurostat de forma periódica para el conjunto de los países europeos.
Asimismo, se han presentado recientemente los resultados provisionales del Índice de Progreso Social Regional Europeo por regiones, como adaptación del Índice de Progreso Social que se computa para los países a nivel mundial, y que la Comisión Europea pretende emplear para, entre otros objetivos, explorar si los fondos de cohesión se están enfocando en los temas adecuados.
En esta línea, el año pasado supuso un hito relevante para un modelo de desarrollo mundial más inclusivo y sostenible, tras la aprobación en septiembre de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) en la Asamblea General de Naciones Unidas y que marcarán la agenda de desarrollo mundial durante los próximos 15 años a través de la búsqueda de un equilibrio entre los objetivos económicos, sociales y medioambientales, favoreciendo así mayores niveles de bienestar para las generaciones presentes y futuras.
La denominada “Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible” incluye 17 objetivos, que a su vez abarcan 169 metas relacionadas con las esferas económica, social y ambiental, e indicadores cuantitativos, que de acuerdo a las recomendaciones realizadas por la Red de Soluciones para el Desarrollo Sostenible (Sustainable Development Solutions Network – SDSN -) podrían alcanzar los 100 indicadores en su conjunto.
En este contexto de diversas alternativas, sustitutivas o complementarias entre sí, para la medición del bienestar, calidad de vida o el progreso desde una perspectiva global e integral, cabe preguntarse:
¿Cuál es la mejor métrica para medir el avance de una sociedad? ¿En qué medida pueden ser complementarios los indicadores de crecimiento económico con otros indicadores del progreso social? En consecuencia, ¿Cuáles los principales factores y resultados que se deben marcar como objetivo?
¿En qué grado se emplean estos sistemas de monitorización globales para guiar, evaluar y comunicar el ejercicio de una acción pública orientado a elevar la calidad de vida y lograr un desarrollo sostenible?
Euskadi, que apuesta por el desarrollo sostenible y por un “nuevo modelo de competitividad adecuado a sus capacidades y a medida de las necesidades y aspiraciones de la sociedad vasca”, debe poder dar respuesta tanto a necesidades económicas, como sociales y medioambientales, desde un enfoque global de competitividad del territorio y en línea con la Estrategia Europea 2020 para un crecimiento inteligente, sostenible e inclusivo.
Esto exige un modelo de desarrollo evaluado por métricas integrales y comparables con otros territorios que permita la comparativa y la monitorización de los resultados de forma periódica.
En esta línea, el seguimiento de la situación de Euskadi de acuerdo a los IndicadoresEstructurales Europa 2020 elaborado por el Eustat[2], o el reciente European Social Progress Index en el que Euskadi se encuentra por detrás de las regiones de los países nórdicos, alemanas o británicas, podrían ser los instrumentos de evaluación a emplear, a través de su integración en el ámbito de la política pública y su despliegue en políticas específicas orientadas a lograr dichos resultados desde una perspectiva global e integral.
En este contexto,
¿Cuál es o debe ser el sistema de evaluación integral y comparable óptimo para medir el desarrollo de Euskadi? ¿Qué sistemas de evaluación se están empleando en la actualidad para medir el avance del territorio? ¿Cuáles son los factores o áreas prioritarias a desarrollar en Euskadi a la vista de los resultados?