Jesus Altuna. Arqueólogo: Don Jose Migel le robó muchas cosas a la muerte

2011-12-16

VELEZ DE MENDIZABAL AZKARRAGA, Josemari

BELAXE. ITZULPEN ZERBITZUA

El 21 de diciembre de 2011 se cumplen 20 años de la muerte de Don Jose Migel Barandiaran. Aprovechando la efeméride, Jesus Altuna, quien mejor conoció al sabio de Ataun, nos ha hablado sobre Barandiaran. Pasaron juntos infinidad de horas estudiando las cuevas vascas, construyendo una base sólida de lo que es hoy la arqueología. Considerado el patriarca de la cultura vasca, no sólo estudió la arqueología, también la etnología, abriendo el camino que sostiene nuestro patrimonio del pasado. Barandiaran fue un líder excepcional que se convirtió en científico afamado en los círculos especializados de todo el mundo.

¿Cuándo conoció a don Jose Migel Barandiaran?

Cuando volvió de Iparralde, en 1953. Yo estaba en el Seminario de Gasteiz, estudiando Teología. A los pocos días de llegar dio una conferencia en el Seminario, que me pareció muy interesante. Por eso le hice un par de preguntas y aquella fue nuestra primera relación. Pero quedo interrumpida, ya que de Gasteiz me fui a Madrid, a estudiar en la Complutense. Estando allí tuve la oportunidad de acercarme de nuevo a don Jose Migel, cuando él se encontraba haciendo excavaciones en las cuevas de aquí. Aquello fue en 1958 y nuestro segundo contacto tuvo lugar en Lezetxiki. Desde entonces se produjo una colaboración continua y fructífera entre nosotros.

Aunque era cura, fue también un científico adelantado a su tiempo...

No creo que lo de ser sacerdote tenga tanta importancia. De todas formas, en aquella época había varios curas que se dedicaban a la antropología: los franceses Breuil, Teilhard de Chardin y Bouyssonie, el alemán Obermaier, que era profesor de la Complutense de Madrid, el austríaco W. Schmidt y otros. No es extraño, por tanto, que los sacerdotes trabajasen en ese campo, ya que en aquella época la teología tenía mucho que ver con el origen del ser humano.

Don Jose Migel recibió la ayuda de todos ellos, pero creo que, aunque no la hubiera recibido, habrían seguido por ese camino.

¿Qué resaltaría sobre todo de su personalidad?

Era muy riguroso consigo mismo, austero. Por ejemplo, por las noches, para cenar, tomaba un vaso de leche con una yema. Lo mismo durante muchos años. Pero era feliz, porque no es rico el que más tiene sino el que se conforma con lo que tiene. Y don Jose Migel se conformaba totalmente con lo que tenía. Era muy humilde. En cuanto a la investigación era muy riguroso, utilizaba métodos muy rigurosos. A la hora de formular hipótesis y teorías era muy comedido. Y siempre estaba dispuesto para los demás, para ayudarles y enseñarles.

Si nos fijamos en todo lo que publicó, está claro que durante su vida realizó una tarea ingente , pero nunca se le hubiera ocurrido decir que estaba muy ocupado. Ofrecía su ayuda a los demás incluso en los momentos más críticos. Una vez, en 1943, llamaron a la puerta de su casa de Sara por la noche y, nada más abrir, se les metió un desconocido en casa, diciendo: “Soy judío y estoy huyendo de los alemanes. Quiero pasar a España y me han dicho que tal vez usted me pueda ayudar”. ¡Imagínese que tiempos eran aquellos en Francia! Don Jose Migel aceptó, le dieron de cenar al desconocido y pasó la noche allí. Al día siguiente, don Jose Migel debía llevar el viático a un enfermo que vivía en un caserío junto a la frontera. Y partió hacia allá por la mañana, acompañado por el judío. Le vistió de sotana y roquete y se lo llevó como ayudante. Cuando terminó su tarea en el caserío, Barandiaran mostró al judío el camino que tenía que seguir. ¡No le preguntó ni el nombre! Así era Barandiaran, generoso y siempre dispuesto a ayudar. Unos años después de que ocurriera aquello, cuando ya se había creado el estado de Israel, don Jose Migel recibió una carta enviada por aquel hombre desconocido. Era ministro del primer gobierno de Israel y quería agradecerle por la ayuda que le había prestado.

Don Jose Migel fue etnógrafo, antropólogo, arqueólogo...

La antropología, en sentido amplio, aúna las otras dos ciencias. Él cultivó, sobre todo, la etnografía y la prehistoria. Pero yo resaltaría la labor que realizó en el campo de la etnografía. ¿Por qué? Pues porque, al fin y al cabo, si no hubiera excavado los yacimientos que excavó, estos habrían seguido ahí, con algunas excepciones, esperando que llegara algún otro investigador. Pero en el terreno de la etnografía había un gran patrimonio que estaba a punto de perderse. Él conoció la mitología viva cuando era joven. Desde ese punto de vista, fue un testigo excepcional del siglo XX y se dio cuenta de que aquel mundo se estaba perdiendo. Muchísimos mitos, leyendas, refranes y cuentos se habrían perdido sin darse a conocer, si él no los hubiera recogido. Por eso suelo decir que don Jose Migel le robó muchas cosas a la muerte, y eso es el mayor logro que pueda conseguir un ser humano.

“Barandiaran cultivó, sobre todo, la etnografía y la prehistoria. Pero yo resaltaría la labor que realizó en el campo de la etnografía.”

Si Barandiaran llegó hasta donde llegó, ¿fue porque encontró facilidades en su camino o justamente por lo contrario?

Tuvo de las dos cosas. Por un lado, tuvo facilidades, especialmente de la mano de extranjeros; y, por otro, dificultades, sobre todo en casa. Don Jose Migel tenía una virtud intrínseca: “quod natura non dat Salamantica non praestat”. En Salamanca solo los ricos podían estudiar, aunque no obtuvieran buenos resultados. Don Jose Migel pudo desarrollar lo que la naturaleza le proporcionó sin ir a Salamanca, por su cuenta.

Pero enseguida empezó a recibir ayuda para los campos que quería trabajar. Por ejemplo, en 1918, le encargaron que diera el discurso de inauguración de curso en el seminario. Y habló sobre la prehistoria vasca, sobre el tema que llevaba investigando desde hacía dos años. Aquel discurso fue publicado y el texto llegó a manos de Breuil. El francés le escribió diciéndole que le había gustado mucho y que él se encargaría de abrirle el camino para acercarle a Obermaier. Y a partir de entonces fue tejiendo una red de relaciones con aquellos dos grandes personajes.

Dos años después, publicó un trabajo sobre los mitos recogidos en Euskal Herria, que eran totalmente desconocidos para el público en general. Aquel escrito fue enviado al antropólogo Schmidt, de Viena, quien también se dirigió efusivamente a Barandiaran escribiéndole una carta en la cual le felicitaba pero, al mismo tiempo, le recomendaba introducir una serie de mejoras a nivel metodológico. De paso, Schmidt le envió los cuestionarios que él mismo utilizaba para hacer encuestas en las investigaciones sobre los pueblos del mundo. Don Jose Migel asumió los cuestionarios, adecuándolos a las características de aquí.

En casa, en cambio, tuvo que sufrir dificultades y actitudes hostiles. Los rectores que hubo en aquella época en el Seminario intentaron desprestigiar a don Jose Migel ante los alumnos. En sus diarios cuenta, por ejemplo, que después de pasar una temporada en Alemania visitando museos y profundizando en sus relaciones con científicos de allí, volvió con muchas ganas a Gasteiz, con la intención de impartir la asignatura de historia de las religiones. Sucedió que en aquel inicio de curso se instalaron en el Seminario varias máquinas para lavar la ropa de los alumnos. Había más de quinientos seminaristas y, lo que hasta entonces había sido el trabajo manual de algunos criados, en lo sucesivo lo realizarían las máquinas. El rector echó por tierra las intenciones de Barandiaran y lo tuvo durante tres meses y medio manejando aquellas máquinas y sin dar ni una sola clase. ¡Fíjese cómo discriminaban a don Jose Migel!

Supo crear equipo, ¿no?

Una vez tuve que responderle a Jorge Oteiza, que había dicho en un periódico que don Jose Migel era un hombre solitario, y claro, le dejé claro que aquello no era verdad. Cuando Barandiaran volvió de Sara, Ignacio Barandiaran, Juan Mari Apellaniz y yo estábamos a punto de terminar la carrera y nos acercamos a él. Los tres hemos sido alumnos suyos y, posteriormente, los tres hemos tenido también nuestros alumnos. En Euskal Herria se han hecho muy bien los trabajos sobre prehistoria y eso ha sido posible gracias a que don Jose Migel supo formar un equipo.

Cuando fue profesor en la Universidad de Nafarroa, creó el grupo Etniker. Es sabido que don Jose Migel publicaba desde siempre unas sencillas páginas denominadas “Hojas de Eusko Folklore. Materiales y Cuestionarios”, en las que daba a conocer los datos recogidos de pueblo en pueblo. Recuerdo que, cuando estábamos trabajando en Lezetxiki, íbamos los dos a los caseríos de Aramaio en busca de cuentos y relatos. Esas páginas eran muy útiles para que los que venían detrás supieran cómo tenían que trabajar para avanzar en el terreno de la investigación etnográfica. Barandiaran quería hacer el mapa etnográfico general de Euskal Herria y para eso creó en Navarra el primer grupo Etniker. Posteriormente surgirían los grupos de Araba, Bizkaia, Gipuzkoa e Iparralde. Todos esos grupos continúan trabajando aún.

“En Euskal Herria se han hecho muy bien los trabajos sobre prehistoria y eso ha sido posible gracias a que don Jose Migel supo formar un equipo.”

Cada cual es sujeto de su tiempo, con referentes del pasado. ¿Qué tipo de espectador fue Jose Migel Barandiaran con respecto a la sociedad vasca en la que le tocó vivir largamente?

Fue un buen espectador. Eso nunca lo dejaba a un lado. Vivía en la actualidad. Después de que estallara aquí la guerra, cuando el cardenal Goma publicó aquella famosa carta, fue duramente criticado por Barandiaran. A Mateo Mujika, que fuera su obispo, también le mando una carta explicándole lo que estaba ocurriendo aquí. De ahí surgiría posteriormente el trabajo de Mateo Mujika titulado “Imperativos de mi conciencia”.

Estando en Iparralde, mucha gente que salía huyendo de Hegoalde pasaba por su casa y recogió unos cuatrocientos testimonios y confesiones sobre las incidencias de la guerra. Cuando los alemanes entraron en Iparralde, tuvo que ocultar todo ese material bajo tierra, en un corral de Ustaritz. Allí permanecieron hasta que terminó la guerra. El mismo Barandiaran los recuperó posteriormente y los depositó en el archivo de Manuel Insausti.

Recuerdo lo que sucedió estando Barandiaran, Apellaniz y yo excavando en Aizpitarte, en Rentería. Unos años antes, en el Seminario no nos habían contado más que alabanzas sobre Pío XII y nosotros considerábamos a aquel hombre un santo. Una noche que estábamos cenando, después de terminar los trabajos de Aizpitarte, hablamos sobre el nazismo. Don Jose Migel dijo que la iglesia no había reaccionado convenientemente contra el fascismo, que no lo había denunciado. Y si bien a Pío XI y su encíclica “Mit Brennender Sorge” los consideraba modélicos, profirió duras críticas contra Pío XII. Apellaniz, intentando justificar de alguna manera la postura del Papa, dijo que el objetivo de su postura podía ser el de evitar males mayores. “Eso no vale” le respondió firmemente don Jose Migel. Nos quedamos estupefactos.

En la década de los sesenta, cuando la acción de ETA derivó hacia la violencia, se posicionó en contra de la organización. Aunque el franquismo continuaba más vivo que nunca y muchos abertzales, así como otros que no eran abertzales, estaban con ETA, él tenía muy claro que aquel no era el camino. En primer lugar, por razones éticas, pero también por razones políticas, advirtiendo que la violencia iba a traer consecuencias negativas para Euskal Herria durante muchos años. Y así ha sido. Así que, en ese aspecto, estuvo perspicaz don Jose Migel.

¿Y cómo veía el futuro?

Aunque parezca asombroso, era muy optimista. Decía que el ser humano sabría encontrar su camino. Veía con buenos ojos la Unión Europea y decía que esa unión alejaba la guerra del continente. Para cuando murió don Jose Migel, la Unión Europea tenía ya una historia de cuarenta años y él nos recordaba con frecuencia que en Europa Occidental no se había conocido nunca anteriormente un período de paz que durara cuarenta años.

“Brandiaran era un trabajador incansable. En eso también era un modelo a seguir.”

¿Y respecto al futuro de Euskal Herria?

Decía algo parecido. Pensaba que, lo mismo que este viejo pueblo había conocido muchas y grandes vicisitudes —consideraba especialmente negativa la época de los parientes mayores y muy positivas las de Santimamiñe, Altxerri y Ekain—, vendrían mejores tiempos para Euskal Herria, augurando que reinaría la paz y que la sociedad saldría adelante. Que este pueblo no iba a morir de ninguna manera.

¿Qué hay que hacer para sembrar en nuestra sociedad las virtudes que jalonaban la personalidad de don Jose Migel?

Él era un trabajador incansable, por lo tanto está claro que tenemos que trabajar. En eso también era un modelo a seguir. Cada cual debe trabajar en su terreno, con ganas. Por otro lado, es preciso ser solidario con el prójimo, trabajar juntos y unidos. Y, en definitiva, hay que amar profundamente a Euskal Herria. Jesus Altuna Etxabe (Berastegi, 1932)Estudió Filosofía y Teología en los Seminarios de Vitoria y San Sebastián, Ciencias Biológicas en la Universidad de Madrid.A lo largo de su trayectoria el reconocido antropólogo ha participado en numerosos trabajos de campo como colaborador en excavaciones arqueológicas dirigidas por diversos arqueólogos, especialmente José Miguel de Barandiaran en el País Vasco y otros nacionales y extranjeros en el resto de la Región Cantábrica, desde 1960 hasta 1972. Participación en las excavaciones arqueológicas llevadas a cabo en la Nubia Sudanesa por encargo de la UNESCO. Director de excavaciones arqueológicas desde 1973 hasta la actualidad, especialmente en el País Vasco.Docencia como catedrático del Instituto J. M. Usandizaga de Enseñanza Media de San Sebastián. Desde 1980 hasta su jubilación en 2002 fue Catedrático de Didáctica de las Ciencias Experimentales en la Universidad del País Vasco. Sus temas principales de investigación y trabajo son Arqueozoología de yacimientos prehistóricos, Arte Paleolítico y Protección del Patrimonio Arqueológico.Ha asumido cargos de Director del Departamento de Prehistoria de la Sociedad de Ciencias Aranzadi, Director de la revista MUNIBE, Miembro del Comité Internacional del ICAZ, Miembro del Comité de redacción de varias revistas científicas: como la Revista Internacional de Estudios Vascos, Doñana, Acta Vertebrata, Archaeofauna, Archaeozoologia, Anthropozoologica, Férvedes, Miembro de Honor del Centre de Recherches d'Ecologie Souterraine y del ICAZ.Participación o Dirección de Proyectos de Investigación y Excavaciones en Cueva Morín, La Riera, El yacimiento de la cueva de Ekain, Dufaure, Erralla, la cueva de Amalda, Vidigal (Portugal), Megalitos y Cuevas en Gipuzkoa, Cueva Mirón (Cantabria) etc.Ha participado en Jurados de Evaluación de Proyectos científicos en la Universidad de Nueva Mexico (USA), Research Council of Canada, Comisión Interministerial de Ciencia y Tecnología (Madrid), Consejo Superior de Investigaciones Científicas.Ha publicado más de 210 títulos, de los que 12 son libros. La mayor parte son trabajos de investigación, pero hay publicaciones didácticas y de divulgación a distintos niveles.Numerosos premios, los más destacados son Premio Nacional a la investigación Ibáñez Martín, Premio Xabier María de Munibe, en el campo de las Humanidades del Parlamento Vasco y Real Sociedad Bascongada de los Amigos del País, Premio Eusko Ikaskuntza y Caja Laboral de Humanidades y Ciencias Sociales. Distinción Lan Onari del Gobierno Vasco. Premio Euskadi de Investigación en 2004.
Partekatu
Facebook Twitter Whatsapp

AURREKOAK

Mª José Ibáñez. ADDENEko lehendakaria: Obesitatea epe luzerako tratamendua eskatzen duen gaixotasuna da

 

Irakurri

María Bayo. Sopranoa: Gehiago hartu beharko genuke kontuan opera gure eguneroko bizitzan

 

Irakurri

Mikel Bujanda. Euskalerria Irratiko zuzendaria: 24 urteren bueltan uhinetako okupak gara oraindik

 

Irakurri

Maria Carmen Gallastegui. Teoria Ekonomikoan Katedraduna: Etorkizuneko ongizatea orainaldira ekarri dugu eta geure aukeren gainetik bizi izan gara

 

Irakurri

Irakurrienak. : Asier Hilario / Koldo Martínez Urionabarrenetxea / Xabier Arakistain / Paula Kasares / Lucía Lacarra / Emilio López Adan / María Goñi

 

Irakurri