Carlos Orue y Joseba Goikoetxea: "Tenemos que recuperar a la generación perdida de vasco-australianos"

2003-09-26

DOXANDABARATZ OTAEGI, Beñat



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2003/09-26/10-3 Carlos Orue y Joseba Goikoetxea

Vasco-australianos "Tenemos que recuperar a la generación perdida de vasco-australianos" Be?at Doxandabaratz

Jatorrizko bertsioa euskaraz Vienen del otro lado del mundo. Del país de los Aussies, en el que abundan más los canguros que las personas (19 millones). Los dos han acudido al III Congreso Mundial de Colectividades Vascas celebrado en Vitoria-Gasteiz. Lo han hecho en representación del “Gure txokoa”, de Sydney, donde ambos residen. Se trata del zornotzarra Carlos Orue Rekarte, de 47 años, y Joseba Goikoetxea Gangoiti, de segunda generación (sus padres son de Bermeo) y que, recién cumplidos los treinta, hace poco ha sido padre de una niña (Katerina), con la particularidad de que “yo le hablo en euskara de Bermeo, mientras que mi mujer, de origen griego, lo hace en lengua helénica y en inglés”. Joseba Goikoetxea ¿Cuáles son sus profesiones? Joseba-Yo soy informático.

Carlos-En mi caso, pon peón especializado. Trabajo para lo que es el “Iberdrola” australiano, haciendo inspección del tendido eléctrico, ya sabes, yendo debajo de cada poste para asegurarme de que las conexiones están bien. Antes trabajaba en el tratamiento de termitas. ¿Cuándo llegó a Australia? C-En 1981, empujado por la precaria situación económica que se vivía en Euskadi. Aún tenía trabajo, pero viéndolas venir, opté por dejarlo cuando me enteré que en Australia pedían mano de obra. Y tuve suerte, porque de hecho, los que fuimos en esa época hemos sido los últimos en hacerlo.

J-Según me han contado mis padres, en los años 59-60, que es cuando más barcos partieron de Bilbao hacia Australia, lo primero que hacían los de la aduana a los recién llegados era mirarles las manos. Si tenían callo, les dejaban entrar, pues les hacía falta mano de obra.

C-En cambio, en nuestra época pedían gente con oficio. Igual no quedo bien diciéndolo, pero ¡qué leches! Yo realmente tuve que falsificar un documento como tornero, si no, no me hubieran dejado entrar. Es que les tienes que engañar porque ellos también te engañan. Pedían gente con oficio, pero al llegar no te lo reconocían. Si no lo hubiera hecho, no habría podido trabajar de tornero. Tendría que haber ido a la escuela de trabajo y obtener el certificado. Y hacerlo sin conocer el idioma es sumamente difícil, con exámenes prácticos y teóricos. ¿Cómo fueron los inicios? C-¡Uff! Muy duros. Empezamos a trabajar los dos, yo como tornero y mi mujer como housekeeper (asistenta), y mi hijo, con apenas siete años. ¿Y el de tus padres, Joseba? Sufrido, también. Mi aita era arrantzale en Bermeo. Pero se cansó de ese modo de vida tan dependiente del mar. Entonces, como mi tía vivía en Australia, donde tenía una tienda, en 1968, con apenas 25 años, sin apenas equipaje se fueron los dos para allá. Lo único que sabían al llegar allí era “yes”. A partir de ahí, mi padre empezó a trabajar en la fábrica de coches Morris y luego de “handyman” (equivalente al bedel), en una escuela privada, donde hacía desde albañil hasta barrendero. Al principio mi aita y mi ama no se veían, ya que uno trabajaba de noche doce horas, y mi madre otras doce, de día. Carlos Orue C-Es que en Australia, con el sueldo normal de uno solo no llegas a fin de mes. Y además, cerca de la miseria. Para vivir más o menos bien tienen que trabajar los dos.

J- Y ahora aún más, para hacer frente a la hipoteca, porque los pisos son caros, aunque, eso sí, no tanto como aquí.

C-Para que te hagas una idea, yo tengo un piso de dos habitaciones, un baño, una cocina, un saloncito, y un garaje. Pues cuesta unos 300.000 dólares australianos (unos 180.000 euros). ¿Han calculado el número de vascos residentes en Australia? C-No sabemos el número concreto, pero según nuestra base de datos, habrá entre unos 2.000 a 3.000 repartidos por toda la cosa Este -la más habitada-, sobre todo en Melbourne (unos 60 socios en el Gure Txoko) y al norte de Queensland, más concretamente en Ayr (pronunciado Ea, como el pueblo vizcaíno) y Townsville, en las que habrá unas 200 personas de origen vasco. Esa zona fue precisamente la que acogió a los primeros vascos, que vinieron a trabajar en el corte de la caña.

J-A ese respecto, Jose Mari Goikoetxea, que está montando el Gure Txokoa de Queensland, me ha dicho que ya cuenta con unas 150 familias de origen vasco dispuestas a tomar parte y ser socios del nuevo centro. ¿Y en el Gure Txoko, de Sydney? C-Seremos unos cien socios, de los cuales un 20% no son de origen vasco, sino simpatizantes.

J-Con todo, a este número también hay que añadirle los hijos no socios de esos socios. O sea que en total seremos ciento y pico. Teniendo en cuenta que son bastantes más los vasco-australianos que no pertenecen a ningún txoko, ¿han pensado en alguna iniciativa para aumentar los socios? C-En eso estamos. Verás. En nuestra Euskal Etxea, que nació como un txoko, sólo admitimos a socios de 21 años para arriba, ya que consideramos que en un txoko no puedes hacer socio a un chaval de 16 años que un día te monta una cena-juerga y te la lía. Sin embargo, creo que ahora tenemos que evolucionar y admitir como socios a menores de esa edad, aunque no se les dé la llave del txoko y no paguen cuota. Se les puede dar una tarjeta. Pero esa es una propuesta mía que tenemos que discutir.

J-Estoy de acuerdo con Carlos. Conozco gente de mi generación de origen vasco, entre 25 y 35 años, que si bien de niños participaban en el “Umeen eguna” (día de los niños), ahora ya viven ajenos a nuestra colectividad.

Esos chavales al principio coincidían en el txoko los domingos, pero luego, con los años, han ido perdiendo contacto hasta perderlo. Y es normal, porque tu vida social se encauza en torno a las personas con las que más roce tienes.

C- Eso no quita para que cuando se vean -si se reconocen- no se den un abrazo. El tema es que la ciudad de Sydney es extensísima, con sólo decirte que tiene 80 kilómetros de norte a sur, con barrios separados por grandes parques o de campos de golf, que sólo en Sydney son más que en toda la Península Ibérica. Y claro, con la gente viviendo tan diseminada es muy difícil que en una escuela coincidan más dos chavales vascos. Así que nuestra asignatura pendiente es recuperar esa “generación perdida” de vasco-australianos, de una manera o de otra. ¿Tienen relación con el centro español? C-En estos momentos, no. Y no es por rencillas que puedan haber –de hecho, la mayoría de los socios de nuestro txoko lo son también de la española- sino por la sencilla razón de que en el pasado, cuando hicimos alguna actividad conjunta, experimentamos la sensación de que el pez grande se quería comer al chico. Y eso, los vascos no lo aceptamos de ninguna manera. Por eso, cada uno en su sitio. Lo suficientemente lejos –estamos a dos manzanas de ellos- como para no reñir (risas).

J-Por otro lado, también hay cantidad de navarro que, por desgracia, no se siente para nada vasco. Eso sí, que conste que entre nuestros socios también hay bastante navarro. ¿Y los australianos, conocen a los vascos? J-La mayoría no sabe quiénes somos. Y por desgracia, los que saben de dónde venimos nos asocian con el terrorismo.

C-Les explicamos que somos los “aborígenes europeos” (risas). De todos modos, he hablado con muchos australianos y me dicen que desde su falta de conocimiento, para ellos una organización terrorista como ETA, es un grupo de “freedom fighters” (luchadores por la libertad) o grupo guerrillero.

J-Es que así es como lo califican en el canal SBS, que da noticias internacionales. Por otro lado, también depende de con quién hables. Si es una persona instruida en seguida te dirá que los euskaldunes son un pueblo milenario europeo.

C-Pero en definitiva, menos los aborígenes, en Australia todos hemos venido de algún lado, Grecia (Melbourne es la segunda mayor ciudad con población griega después de Atenas), Croacia, Irlanda, y orientales, no digamos. Y a eso añádele que los primeros colonos de Australia fueron los presidiarios británicos. Al hilo de eso a los australianos no les hace mucha gracia que los británicos, cuando se ponen de malas, los califiquen como “convict country” (país de presidiarios), no? C-Antes no, pero no creas, han sabido darle la vuelta a eso, e interpretarlo como un orgullo. Ahora a los australianos de origen británico les encanta investigar su árbol genealógico y saber cuál fue el delito por el que su antepasado fue llevado al continente austral. El más famoso de todos aquellos presidiarios fue Ned Kelly. De hecho, yo tenía un vecino que se enorgullecía de ser nieto de un presidiario muy malo. Carlos, he visto que tu inglés es bueno. Hombre, son muchos años allí, 22. Cuando empiezas a trabajar de 6 de la mañana a 9 de la noche, no te queda más remedio que soltarte. Pero no creas, aunque me expreso bien, sigo cometiendo fallos gramaticales. Si ahora yo quisiera irme a trabajar a Australia. ¿Lo tendría difícil? C-Más que eso. El asunto de inmigración en Australia es terrible.

Las barreras que se están poniendo son muchas, y aun así, siguen entrando 150.000 personas al año, no digo ilegalmente, porque nadie es ilegal. Ahora bien, ¿cómo se las apañan todos los de Indonesia que están viniendo en masa? Es un misterio.

J-Fíjate que hoy en día hasta los británicos tienen problemas para lograr el visado de residencia.

¿Y cuál suele ser el procedimiento? C-Al llegar te hacen rellenar un formulario, que tiene un máximo de 200 puntos. A más puntos, más probabilidades. Y te los van dando según tu edad, si estás casado, si tu oficio tiene demanda, pero lo que más puntos te da es que alguien desde el país reclame tus servicios, y que se haga cargo de ti económica y socialmente. No obstante, que consigas los 200 puntos es sólo el comienzo, ya que a partir de ahí tienes que competir con toda la gente que también lo ha hecho. La palabra “regreso”..... C-Aunque a veces me viene, sé que no voy a volver a Euskadi, porque al fin y al cabo, mi gran familia, es decir, mi mujer y mi hijo –que ahora tiene 28 años- están a gusto en Australia. Así que a mí, con venir una vez al año me es más que suficiente.

J-A mi también. Y más aún con lo que cuesta el billete de avión.

C-Pero eso no quita para que, como la mayoría de los vascos de la diáspora, nos sintamos tan vascos como el que más. Ahí está también el caso de Joseba, nacido allí, o el de mi hijo, que si bien se llama como yo, ha euskaldunizado su nombre: Carlos por Karlos.

J-Es que en definitiva, los vascos de la diáspora somos el octavo herrialde. C-Eso es. A ver para cuándo nos incluyen en el escudo de las provincias vascas. Zortziak bat!
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