Pablo Muñoz y Mariano Ferrer. Periodistas: De un periodismo de hechos se ha pasado a un periodismo de declaraciones, y la profesión ha perdido su vocación de servicio a la sociedad

2017-04-05

AGUIRRE SORONDO, Juan



Hace cuarenta años, en 1977, nacían Deia y Egin, dos proyectos periodísticos renovadores en plena Transición. ¿Pero en qué medida hubo continuidad o hubo ruptura en el panorama de los medios de comunicación tras la muerte de Franco?

Pablo Muñoz (P.M.): En relación a cuál fue el salto entre la dictadura y los nuevos espacios de información, yo creo que hubo un comienzo, que fue ejemplo para todos, que fue El País. Fue el primero que se empezó a mover de una manera más moderna, civilizada, más libre. Y aquí, en Euskadi, empezó no por la prensa diaria sino por revistas como Punto y Hora de Euskal Herria, Garaia, Berriak... incluso Argia, que cambió de Zeruko Argia a Argia. Hubo un espacio de transición, bastante radical por cierto, con respecto a las revistas que dieron paso a la nueva prensa, que al menos en el caso de Egin en un principio quiso ser una imitación de El País por lo que suponía de ruptura informativa.

Mariano Ferrer (M.F.): Respecto de lo que dices de las revistas, en realidad ya venía pasando eso en España también. Dentro de la dictadura estaba Cuadernos para el Diálogo, estaba Triunfo, no sé cuándo empieza Cambio 16 a cambiar, y luego estaban las revistas de humor, que en el fondo eran revistas informativas con la excusa de tomarse las cosas a choteo, ¿no? Pero yo creo que la ruptura que hubo fueron las ganas de que cambiara el país, es decir, eso hizo cambiar mucho la prensa. Unos periodistas tenían que hacerse perdonar su pasado; había un cambio generacional, de una nueva gente que se incorporaba; y está el impacto de El País, que profesionaliza al periodismo, a través del cual van a entrar los consejos de redacción, las cláusulas de conciencia, etc. Y luego, claro, el inicio de las nuevas tecnologías, que en el caso de Egin fue un problema más que una solución porque quiso adelantarse demasiado...

P.M.: Y se adelantó.

M.F.: Sí, se adelantó, pero se adelantó tanto que el sistema tardó mucho en ser operativo y tuvo muchos problemas. Pero eso indudablemente influyó también, porque la profesión que llegaba a la democracia era una profesión anquilosada en fórmulas curiosísimas. Era una profesión que no sabía escribir a máquina, tenían que corregirle los textos luego unas secretarias y pasarlos a limpio. Era una profesión que necesitaba conserjes que les trajeran el papel, no se levantaban a por papel, llamaban al conserje...

P.M.: ¡Y el café!

M.F.: ¡...Y el café, vamos! Y todo eso en cuestión de muy poco tiempo se fue al garete y empezaron a tener que buscarse la vida de otra manera. Yo creo que en este sentido sí hubo ruptura. Indudablemente también influyó otra cosa, mal que bien: la censura empezó a ser operativa sobre todo en su versión autocensura. Porque ya la censura había sido abolida antes, en cuanto a censura preventiva para los periódicos (no para las radios que seguíamos teniendo que entregar los guiones). Pero el periodista, aunque no hubiera censura, se autocensuraba para evitarse líos. Indudablemente, este suelte de amarras también hizo que la profesión fuera cambiando.

P.M.: También es verdad que entramos en aquella oleada sin mayores previsiones de hacia dónde íbamos. Simplemente nos parecía apasionante subirte a la ola, surfear... hasta que te pegas el trompazo.

M.F.: En el caso del País Vasco, una de las cosas determinantes fue el cierre de los medios del Movimiento, el cierre de La Voz de España.

P.M.: Sí, pero convivimos ¿eh? Se convivió malamente.

M.F.: Sí, pero quiero decir que el cierre de La Voz de España tuvo una influencia tremenda.

P.M.: Por supuesto.

M.F.: Primero en la recuperación de un Diario Vasco que por aquel entonces arrastraba muchísimos problemas...

P.M.: Estaba al punto del cierre.

M.F.: ...A punto de convertirse, como El Correo alavés, en una especie de sucursal de El Correo de Bilbao. Eso le salvó. Y también hizo que, de alguna manera, el alineamiento que hubo... Es decir, al desaparecer del tronco la línea falangista de la información, quedaban solo, digamos, la estatal-constitucionalista y la abertzale...

P.M.: Siempre se ha dicho que el cierre de La Voz de España como medio del Movimiento fue de alguna manera para propiciar que El Diario Vasco supliese su espacio.

M.F.: ...Y eso llevó a una especie de división o una clasificación: había unos medios que eran abertzales y otros de dependencia estatal; había unos medios que trataban de ser unitarios en la geografía del País Vasco, abarcarla toda, y había otros medios que seguían siendo provincialistas.

P.M.: Sí, sí... Pero también hubo un problema con el nacimiento de Deia y Egin, que fue una especie de carrera desaforada a ver quién llegaba antes.

M.F.: No, no, eso te lo voy a cambiar porque de eso sí que sé. Se adelantó clarísimamente Deia. Los dos que sacaron Deia, director y subdirector, llevaban dos meses de negociaciones conmigo para ser los que llevaran la dirección de Egin en Bilbao. Conocían todos nuestros planes, cómo iba a ser el periódico, cómo lo estábamos haciendo, y el día que yo me reuní con ellos para firmar el contrato me dijeron que se iban a Deia. Yo en ese mismo momento sabía que se iban a adelantar. Nosotros no teníamos dinero, ellos sí, ellos tenían estructura, nosotros no. ¡Vamos, no había duda! Eso fue tremendamente condicionante para el futuro de Egin. Fíjate que en 24 horas pasamos de ser un periódico con ambición de ser amplio... y el PNV se nos desmarca. Imagínate lo que eso significa para un periódico que se está financiando de manera popular: el dinero que va a Deia y deja de ir a Egin. Piensa en que ya no se trata solo de sacar una redacción, con el problema tremendo que había en el país de periodistas (entonces aquí no había facultad de Periodismo), meter una redacción entera era un problema, tenías que robar periodistas a otros. Con Deia ya son dos redacciones nuevas, se crea una dinámica de “todos buscando periodistas” que sube el precio... En fin, tuvo unas consecuencias. Y sobre todo, al salir antes Deia copa un segmento del mercado y le obliga a Egin a abandonar una parte a la que aspiraba también. “Yo creo que la ruptura que hubo fueron las ganas de que cambiara el país, es decir, eso hizo cambiar mucho la prensa”.

La aparición y desaparición de cabeceras a lo largo de los años 80 ¿ha de entenderse como fruto de una “pandemia” de optimismo profesional? ¿Falló el mensaje?, ¿faltaron lectores?

M.F.: Indudablemente hubo optimismo. Todo el mundo creía que era jefe de una manada, y muy grande. Recuerdo a pocos días de salir Egin, en septiembre de ese año, yo tenía mucha preocupación porque veía la cosa bastante negra. Íbamos en una manifestación por la amnistía o por los presos, tres o cuatro del grupo directivo del periódico, y uno me dijo: “Mariano, ¿por qué eres tan pesimista? Aquí hay 70.000 y van a comprar Egin todos”. Nos faltaban pocos días para saber que allí no iban 70.000, porque contábamos las cosas como queríamos, y desde luego todos no iban a comprar Egin. Porque el país era y es muchísimo más plural de lo que la gente piensa y a la hora de comprar un periódico funcionan muchas cosas que no solo son la adscripción a un ideario que puede uno tener. El periódico es algo con lo que uno necesita sentirse cómodo, que cuesta mucho cambiar, en el que uno encuentra lo que espera y lo que busca, y que se satisface de esa especie de rutina que le confirma que las cosas están en su sitio, que tiene que preocuparse de pocas cosas...

P.M.: ¡No le cambies la página de esquelas!

M.F.: Exactamente. En ese periodo de efervescencia se creía que todo era posible, desde la democracia a la independencia, a lo que quieras. Cada uno creía que podía sacar un periódico. Pero, también, en que hubiera tantos periódicos influye que se cerraban periódicos. La Voz de Euskadi sale porque se cierra La Voz de España; Tribuna Vasca sale porque se cierra La Gaceta; y se cierra Norte Expréss de Vitoria y sale otro, y en fin...

P.M.: Para crear un periódico independientemente de los ideales ideológicos que pueda tener la dirección o la redacción es necesaria una estructura empresarial potente, porque un periódico es muy costoso...

M.F.: El arranque es terrible.

P.M.: Recuerdo que con el cierre de La Voz hubo gente que animosamente dijeron: “Vamos a hacer una cooperativa”. Pidieron sus créditos y antes de salir el periódico se habían comido todo lo que habían pedido: los gastos de estructura, la distribución, y luego hay que pagar a la gente, la gente no puede trabajar sin más...

Yo creo que hubo una enorme falta de eficacia empresarial en algunos de los cierres de esos periódicos. Lo que me ha tocado de cerca, por ejemplo lo que fue Navarra Hoy, Gaur Expréss... Otra de las derivadas, también: partidos o corrientes que creaban su periódico, que era un desastre. Cuando fui al Diario de Noticias, que era una empresa que había comprado los activos del Navarra Hoy, pregunté cuántos periódicos vendía Navarra Hoy y me dijeron que unos 6.000. “Con 6.000 no hacemos nada para la estructura que hay”. No se tenía en cuenta todo eso. Crear primero un núcleo empresarial válido, firme, que sepa de qué va, que es lo que no ocurrió y se fueron cerrando uno detrás de otro... con una alegría. Y luego resulta que toda esa gente, periodistas algunos muy buenos, que no tenían donde caerse. Fue una crisis muy perjudicial para la comunicación en Euskadi. “Hubo una enorme falta de eficacia empresarial en algunos de los cierres de esos periódicos”.

El hecho de que en el caso vasco “lectorado” y “electorado” no coincidan, ¿es un fenómeno singular o es general en los medios modernos?

M.F.: Esta pregunta está relacionada con algo que decíamos antes: ¿qué es lo que lleva a una persona a leer el periódico?

P.M.: El hábito... el hábito...

M.F.: Y, por otra parte, hay que tener en cuenta que dentro de esos intereses, muchos tienen que ver con la vida diaria. Es decir, el periódico tiene que ser útil para todas esas cosas que haces: enterarte de las esquelas, saber a qué hora son los cines, si hay una convocatoria que te interesa, otros pueden ver los anuncios, seguir tu “columnita” concreta que aprecias porque es un autor que te gusta... Y luego, muchas veces, se compra un segundo periódico por razones más ideológicas. Es decir, yo creo que la gente compra el periódico menos por razones ideológicas que prácticas, pero si compra un segundo periódico, en ese periódico sí busca encontrar eso que le falta a su periódico habitual.

P.M.: La compra de un periódico por razones ideológicas siempre y necesariamente será muy minoritaria. ¿Qué ocurre por ejemplo en Gipuzkoa? No hay ninguna duda que El Diario Vasco es el periódico hegemónico. Si lees sus principios fundacionales, se define como periódico católico, monárquico y español. ¿Qué ocurre que en un territorio como el de Gipuzkoa, que es mayoritariamente, muy mayoritariamente abertzale, que no tiene nada que ver con España, ni con el catolicismo, ni nada de esto, compra El Diario Vasco? Efectivamente, es una forma de hábito. Que son buenos periódicos los de este tipo de prensa, que abarca mucho, que puede permitirse el lujo de hacer una edición especial para el Goierri, otra para Bidasoa... Eso un periódico que no tiene esa capacidad económica no lo puede hacer. Entonces, quienes desde la ideología política pretenden conducir un periódico no tienen en cuenta de que —sin sentido peyorativo— su “obsesión ideológica” no es compartida por la mayoría de la gente que puede tener a la hora del voto su ideología pero a la hora cotidiana de leer la prensa no se mete en esas honduras.

M.F.: Sí, es que hay mucha gente que piensa que la otra gente vive pensando en política tanto como ella, y eso no es así. La política tiene su cabida en la vida pero muchas veces a modo de conversación más bien intrascendente.

P.M.: Habrás comprobado que en los periódicos lo que más se lee y lo que más vende es el deporte, el fútbol concretamente, y no es extraño que en la portada del lunes aparezca la foto de la Real o del Athletic.

M.F.: Y si te descuidas en la del martes y del miércoles...

P.M.: También, también... “La gente compra el periódico menos por razones ideológicas que prácticas, pero si compra un segundo periódico, en ese periódico sí busca encontrar eso que le falta a su periódico habitual”.

¿Qué balance se puede hacer de la actuación de la prensa vasca en los “años de plomo”?

P.M.: En eso que se da en llamar los “años de plomo”, la prensa vasca hizo un despliegue informativo permanente, permanentemente se estaba, por decir de alguna manera, en la caza y captura del atentado. Ahí se evidenció muy claramente, en esos años, las ideologías de un periódico y del resto de periódicos prácticamente. Yo creo que la mayoría de la prensa vasca optó por dar por buena la versión oficial y seguir esa oleada, esa corriente tremenda y potentísima antiterrorista contra todo lo que fuera violencia. Unos años duros en los que —no sé si recordarás, Mariano— se creó aquel llamado “frente de firmeza”, que era a raíz del primer atentado, creo que fue contra López de la Calle. Se empezaron a reunir en el Peine del Viento y se juramentaron para posicionarse violentamente —informativamente hablando— contra todo lo que supusiera no solamente ETA, sino apoyos de ETA, incluso abarcando más, hasta el nacionalismo vasco. Fueron años muy complicados donde, por supuesto, ETA no ayudo nada sino todo lo contrario, no hizo más que estropear más las cosas. Creó grandes brechas y grandes heridas y agravios entre compañeros y los que militaban, digo militaban, en aquel momento en Gara o Egin, incluso Egunkaria, fueron de alguna manera apartados de la convivencia habitual que había entre los medios.

M.F.: En cierta manera la actuación de los medios dependió mucho de lo que pasaba fuera de los medios. Es decir, yo creo que hubo mucho seguidismo de la evolución de la política y de la evolución de ETA. En la medida en que ETA fue evolucionando en su manera de gestionar los atentados, de atentados selectivos, atentados masivos, atentados a periodistas... O que la política fue evolucionando también en su manera de gestionar la violencia, según empezaban los políticos a ser víctimas o no (que esto es un aspecto que se olvida mucho: tanto que se habla de las víctimas, no nos acordamos de que cuando los políticos no eran víctimas, los políticos no se acordaban de las víctimas. Pero bueno...).

P.M.: También, también.

M.F.: Los medios acompañan esta evolución. Yo creo que tienen tres referencias básicas: su hipotético electorado, es decir, el electorado que se imaginan que tienen como lector; cómo evoluciona la política; y cómo evoluciona ETA. Y, claro, máxime cuando ya los periodistas mismos empiezan a ser víctimas directas de ETA, lógicamente es muy fácil el paso a ese “conmigo o contra mí”.

Ahora, ya ha habido antes una serie de pasos que son curiosos, porque inicialmente el tema de ETA se trataba como un tema de sucesos. Tú recordarás cuando los atentados de ETA no tenían primera página, tenían un recuadro en la página sexta o séptima. El primer cambio importante es con el Plan ZEN...

P.M.: Sí señor.

M.F.: Cuando se quiere que la prensa no sólo informe sino que opine a través de la información.

P.M.: Se alinee.

M.F.: Es el primer intento: buscan prensa opinada, que esté teledirigida a crear una impresión concreta en el lector. Que no tiene mucho éxito todavía, la tendría más tarde.

P.M.: Hay que explicar que el Plan ZEN significaba “Plan Zona Especial Norte”.

M.F.: Incluía un capítulo de cómo tratar la información.

P.M.: Eran fuerzas policiales y ejército también.

M.F.: Que luego esa filosofía sería plenamente operativa con Mayor Oreja y Cayetano González, que son los que realmente empiezan a marcar directivas a la prensa.

P.M.: Y una derivada de esto fue la figura del periodista amenazado.

M.F.: Exactamente. Y ahí ya la prensa empieza a ser muy colaborativa. Hasta entonces, ¡vaya! Pero a partir de aquí ha tomado partido, sabe quiénes son los buenos, quiénes son los malos y además empieza a haber también una discriminación del lenguaje: ya no se puede hablar de “conflicto político” hay que hablar de “terrorismo”...

P.M.: No se puede hablar de “organización armada” sino de “banda terrorista”...

M.F.: ...La división es “demócratas” contra “violentos”... Y aquí sí que el periodismo es muy seguidista de esto. El problema es el que plantea al periodismo “la buena causa”. Porque cuando tienes que defender “la buena causa” y tomas una opción personal de cuál es “la buena causa”, es muy difícil que no se contagie tu ejercicio profesional. Y que entonces a la hora de informar esa actitud personal que tienes tú de que “a ETA, ni agua”, la vas a traspasar a la información evitando de todas maneras que pueda haber alguna información que contradiga esa actitud. Y es curioso, porque eso no lo esperamos de los jueces y los médicos. Uno no espera que un médico diga “Ah, ¿éste es de ETA? Te va a curar tu padre. Ahí te dejo desangrándote vivo”. O no esperaríamos de un juez —aunque ocurre, por desgracia—, que por el hecho de ser víctima de ETA no le reconozca sus derechos a la legítima defensa. En cambio, sí se ha venido a entender perfectamente que el periodismo tome una actitud muy directa de buscar un resultado porque “la buena causa” está por encima de tu profesión. De ahí que las únicas fuentes que cuentan son las fuentes oficiales. Puedes estar metiendo caña a todos los del sumario 18/98 como etarras convictos, y cuando luego en el juicio se vea lo que realmente había detrás, nadie va al juicio; es decir, tuvimos dos años de acoso a los acusados del sumario 18/98, y luego tuvimos dos años de juicio sin una crónica, es que nadie iba a saber qué pasaba o qué se decía allí...

P.M.: Aparte de eso había una dificultad mayor, porque ese alineamiento impedía que llegase a los medios otra versión que no fuera la oficial. Por tanto, todo ese trabajo profesional de buscar las fuentes: qué está pasando, qué va a pasar en Loiola, qué va a pasar en el pacto de Lizarra —que eso no se inventa de un día a otro—... No había prensa dedicada, ni querían saber nada porque no tenían acceso a esas fuentes.

M.F.: Hay que comprender que la situación era tan terrible que es perfectamente comprensible esa actitud, yo la entiendo perfectamente. Pero tenía una expansión infinita: por ejemplo, se pasó de “el enemigo es ETA”, a “el enemigo es el nacionalismo” en el caso de Lizarra. Y, además, tuvo otro efecto curioso que es el que a mí más me acabó doliendo, que era: en los periodos de tregua, cuando no había atentados de ETA, se buscaba y rebuscaba la manera de tener presente la amenaza de ETA; todas las conmemoraciones de todos los atentados, toda posible acción de la kale borroka... La cosa era tener viva en la mente de la gente la amenaza que suponía ETA aunque en ese momento estaba en tregua, supuestamente buscando el fin de ETA.

P.M.: Ese planteamiento ha llegado hasta ahora y está...

M.F.: Sí, está todavía.

P.M.: ETA interesa. “La mayoría de la prensa vasca optó por dar por buena la versión oficial y seguir esa oleada, esa corriente tremenda y potentísima antiterrorista contra todo lo que fuera violencia”.

En su opinión, ¿hasta qué punto el grado de corrupción alcanzado tiene relación con el deterioro del antes llamado “cuarto poder”?

M.F.: Yo creo que el deterioro de la profesión convive temporalmente, coincide temporalmente con la evolución de la corrupción, pero tiene poco que ver con ello, es autónoma.

P.M.: El hecho de que las empresas periodísticas necesiten un saneamiento económico de alguna manera condiciona y ha condicionado también a la actividad de sus plantillas. Porque vamos a suponer... Puesto que los periódicos viven fundamentalmente de la publicidad, un gran anunciante no va a aceptar y va a represaliar al medio si algún periodista del medio se le ocurre “Ay va, he encontrado un caso de corrupción en El Corte Inglés”, por ejemplo. Pues se tentará mucho la ropa la dirección de ese periódico antes de tender una andanada al Corte Inglés, porque le supone una subvención fundamental para su economía. Y eso también, de alguna manera, ha privado la iniciativa particular de periodistas que tenían fuentes y no las podían publicar. De hecho yo he tenido, dirigiendo Noticias de Gipuzkoa, un caso de Kutxa, de aquellas famosas inversiones en La Cerrichera que fue un escalabro: porque lo publicamos se nos suspendió la publicidad de Kutxa que era poco menos que el sustento diario.

M.F.: Esa dependencia económica, esa necesidad de tener una economía saneada que no todos los medios tienen, ni mucho menos, eso sí tiene mucho que ver porque el deterioro de la profesión tiene mucho que ver con las prácticas y con rutinas profesionales. Y, claro, ya no nos acordamos pero hubo un tiempo que vivíamos sin gabinetes de comunicación, y allá por la década de los 80-90 empezó todo a estar dominado por gabinetes de comunicación que le facilitaban la vida al periodista. El periodista ya no tenía que salir...

P.M.: El periodista no pregunta en las ruedas de prensa, le dan el papel.

M.F.: Le llega a la mesa y tiene siete comunicados y trata de ordenar con ello, con unas rutinas informativas, la información que le llega. Deja de tener contacto, deja de ser buscador. No es el que promociona un hecho o un suceso porque lo busque, porque lo trabaje.

P.M.: El que interpela...

M.F.: Exactamente. Es el que “recibe” la información. Es decir, los diferentes poderes se dan cuenta de que eso mucho más práctico, y llegamos a las inverosímiles cuestiones de mesas redondas en las que te dan un papel para que te lo lleves a la redacción y lo copies. Y que se acepta, ¿no?

P.M.: Y, claro, un redactor mal pagado, que es el habitual, no se va a romper la cabeza, ¿no?

M.F.: Si a eso le añades la crisis con despidos, la dificultad de mantener tu puesto de trabajo y que tienes que ganarte la vida, y que enseguida aprendes este periódico por donde respira y haciendo qué cosas prospero, y haciendo qué cosas me quedo en la calle; diciendo qué acompaño a Ibarretxe a Colombia y diciendo esto otro me quedo en la redacción haciendo “Eroski”... Eso sí que ha sido determinante para el deterioro de la profesión.

La era digital y global asiste al nacimiento, no sin resistencias, de un nuevo periodismo de investigación. ¿Cuál puede llegar a ser su alcance?

M.F.: Yo no soy muy creyente de la investigación periodística. Hay casos evidentes en que ha habido investigación periodística e investigación muy buena. Pero buena parte de lo que se vende como investigación son informaciones que le llegan al periódico por la parte interesada en que determinada cosa se sepa, se publique, se investigue... Luego, a partir de ahí, sí hacen el trabajo de verificar, de completarlo, etc.

P.M.: Y está muy facilitado ese tipo de trabajo en este momento por lo que supone el poder manejar las redes o poder manejar archivos desde Internet, que no tienes que ir a consultar unos papeles a no sé dónde, lo tienes todo ahí. Pero, claro, eso no es investigación, eso es recopilación de documentos. ¿Decir que WikiLeaks es investigación? No, es entrar a saco en los archivos de la CIA y divulgarlos. El periodismo de investigación como tal yo creo que está difunto en este momento.

M.F.: El problema del periodismo de investigación, más que los medios que tengas y por lo tanto cuánto te ayude la Red, es cuánta voluntad tengas tú en entrar en asuntos espinosos y comprometidos...

P.M.: Y no solamente cuánta voluntad tengas, sino cómo vas a ser compensado por esa voluntad. Porque hay que decir claramente que, en este momento, la profesión periodística en su gran mayoría de empleados está muy mal pagada y con una inestabilidad tremenda. Entonces, ¿quién se mete en una cosa de estas? “No soy muy creyente de la investigación periodística. Buena parte de lo que se vende como investigación son informaciones que le llegan al periódico por la parte interesada en que determinada cosa se sepa, se publique”.

¿Qué se ha ganado y qué se ha perdido en la profesión en estos 40 años transcurridos desde 1977?

M.F.: Sobre esto, lo primero que hay que decir es que hay tantos periódicos, tantos periodistas, tantas revistas, tantas televisiones, tantas radios, tantos gabinetes de comunicación... que generalizar es difícil. Porque hay ejemplos buenísimos y ejemplos terribles. Pero puesto a hacer una afirmación así, fuerte, yo diría que hay una diferencia abismal.

Nosotros llegábamos a la profesión, por supuesto para tener un empleo, por supuesto para ganarnos la vida, pero con conciencia de que íbamos a hacer un servicio a la sociedad. Realmente en nuestra nómina estaba el que trabajábamos para la sociedad. Trabajábamos para nosotros, pero el otro complemento era real. Hoy día yo veo que la profesión va al trabajo como puedes ir perfectamente al banco. Es decir, vas a cumplir un cometido que además está muy tasado, es muy rutinario, es muy igual cada día y te preocupa sobre todo que la empresa siga pagando a los trabajadores y que tú no te equivoques y seas de los que en el siguiente desplazamiento laboral sales fuera. Esta debilitación del sentido de la profesión como servicio a la sociedad y la priorización del “yo mantengo mi puesto de trabajo”...

Y, luego, ya una segunda desviación es la de pasar de periodismo de hechos al periodismo de declaraciones. Esta es una corrupción del periodismo, es tremendo, hoy en día el periodismo está lleno de “ha dicho, ha dicho, ha dicho...”. Y hay muy pocos hechos que no sean esos hechos factuales de que el tren descarrila o el índice de precios...

P.M.: En relación a ese planteamiento entusiasta que nos llevó a nosotros a aprender esta profesión y al legado inmediato que dejamos, yo creo que fue una explosión de gente que se dedicó profesionalmente al periodismo: se llenaron las facultades de periodismo, salían por todas partes, nunca había problemas a la hora de convocar una bolsa de trabajo, había mucha gente... Pero, claro, la derivación posterior, cuando se evidenció que no íbamos a cambiar la sociedad, que estábamos sencillamente cumpliendo el trámite de llenar páginas para cobrar a fin de mes, eso es lo que ha llevado a un deterioro generalizado de la profesión.

M.F.: Siempre tenemos peligro los veteranos de pensar que “Oh, nuestros tiempos...”, y tal, tenemos que relativizar un poco esto también... Que te doy la razón, yo pienso como tú, pero al mismo tiempo pienso: a lo mejor tenemos este desenfoque... Yo creo que el periodismo ha perdido dignidad, ha perdido conciencia de profesión. Un periodismo que acepta ruedas de prensa sin preguntas es un periodismo que no se respeta.

Y permitidme: un periodismo que hace que veamos todos los días veinticinco chicas sobre todo, también chicos, con su micrófono pendientes de lo que digan personajes, que no voy a mencionar pero todos los conocemos, para a ver qué tontería dicen hoy y tener a la profesión en eso... Que la profesión admita que su trabajo es ir ahí, al Congreso, a esperar a que salgan e ir como balas a hacer esa pregunta con picardía, con mala uva, para ver si consiguen un titularcito... O sea, ese periodismo verdaderamente a mí me avergüenza.

P.M.: También es cierto que hay mucho de mito y de fantasía en aquel periodismo que decían de noctámbulos y la botella de whisky en el cajón de la redacción. Bueno, eso ha podido existir más en las novelas y en las películas que en la realidad, pero sí, es cierto que antes quizá había más improvisación, más creatividad, más inventiva. Y, efectivamente, lo que dices tú: ahora es un periodismo de contar lo que otros dicen y eso no es lo que debería ser. “Nosotros llegábamos a la profesión, por supuesto para tener un empleo, por supuesto para ganarnos la vida, pero con conciencia de que íbamos a hacer un servicio a la sociedad”.Pablo Muñoz Licenciado en Ciencias Políticas y de la Información por la Universidad de Lovaina (Bélgica)Redactor de temas sociales en La Libre Bélgique (1966-1967)Corrector, redactor jefe de Cierre, director y editor de suplementos en el diario Egin (1977-1993)Creativo de Publicidad (1994-1999)Director editorial del Grupo Noticias y director de Diario de Noticias de Pamplona (1999-2014)Articulista, colaborador en diversos medios y novelista

Mariano Ferrer Titulado por la Escuela Oficial de Periodismo de MadridLicenciado en Filosofía y Letras por la Universidad de Madrid (1965)Máster en Ciencias de la Información en la Universidad de Syracuse, Nueva York (1971)Licenciado en Derecho por la UPV/EHU (1985)Profesor de Comunicación en la Universidad de Deusto (1996-2004)Subdirector de Herri Irratia de San Sebastián (1971-1977) y director-presentador de un programa informativo diario (1971-2004)Primer director del diario Egin (1977-1978)Columnista de El Mundo del País Vasco (1991-2008) y de los periódicos del Grupo Noticias (2009-2010)Colaboraciones periódicas en televisión y radio del Grupo EiTB (1989-2014)
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