La longevidad lograda requiere una redefinición de las edades, ya que sabemos que viviremos muchos años y esta certeza, además de personal, es también social. Además, también está cambiando la percepción de la edad en la que somos “viejos”, y este cambio es tan importante a nivel personal como colectivo.
Del mismo modo, aunque el tamaño de las familias haya disminuido de forma horizontal, verticalmente conviven cada vez más generaciones. Es decir, una persona nacida hoy, tiene mayor probabilidad de conocer a sus abuelos y a los padres de estos, y, seguramente, vivirá más años con sus padres que sin ellos. Esto multiplica, por un lado, una estabilidad emocional y material, y por otro, la convivencia con parientes mucho más mayores nos “rejuvenece” de alguna manera.
Otra consecuencia de este proceso es la feminización; la mayor esperanza de vida femenina acentúa el desequilibrio numérico entre hombre y mujeres en edades avanzadas.
Pero también debemos contemplar consecuencias no tan positivas: La edad y la salud se encuentran íntimamente relacionadas y, por tanto, las situaciones de dependencia y morbilidad también aumentarán. A pesar de que un persona de 64 años de hoy tiene mejor salud que una de la misma edad de hace 30 años, es innegable que la cantidad de personas que requieren cuidados también sufrirá un importante incremento. Y esa demanda de cuidados puede desestabilizar un sistema social basado en las necesidades del mercado, más que en las de las personas.
Este fenómeno al que algunos autores han llamado a la “crisis de los cuidados”, deja al descubierto la imposibilidad de hacer compatibles la demanda del mercado con las labores de cuidado cubiertas por las mujeres. La consecuencia más mencionada del proceso de envejecimiento de la población es la crisis del sistema de pensiones. Pero el debate sobre el sistema de pensiones deberíamos relacionarlo con el desequilibrio del mercado laboral y no con la pirámide demográfica.
Es evidente que los argumentos demográficos utilizados en este tipo de debates, además de ser confusos, ocultan con frecuencia otro tipo de intereses económicos.
RETOS Y OPORTUNIDADES
Evidentemente hay y habrá una transición entre la vieja economía y la nueva en el mercado laboral. Tenemos que ser capaces de anticiparnos, cada uno desde su ámbito, para que la inclusión del talento multigeneracional sea uno de los grandes pilares y cambios en el nuevo ecosistema.
Porque si la masa de población mundial activa, o potencialmente activa, envejece a ritmos vertiginosos (según estudios de organismos internacionales) y dentro del proceso de innovación y transformación se crearán y destruirán esos puestos de trabajo que hablábamos ¿no será el momento de considerar a los mayores de 50 años una pieza clave en el nuevo modelo socio laboral comercial?
Y por supuesto que debemos seguir invirtiendo en la formación universitaria, en facilitar la buena integración del nuevo talento multidisciplinar en la toma de decisiones reales de las empresas y en continuar reduciendo la brecha entre el mercado laboral y el educativo. Asimismo, en seguir apoyando los buenos planes para la natalidad, en pasar del discurso bonito a la realidad en conciliación laboral y familiar, y facilitar nuevas aportaciones de calidad al fondo de reserva jubilatorio. Todo ello sin olvidar que la balanza, en muy poco tiempo, estará del lado de las personas que hasta ayer pensábamos que estaban entrando en su último ciclo laboral. Y esta mayoritaria masa poblacional no sólo tendrá rol y perfil de trabajador, sino que serán los principales clientes a los que el mercado tendrá que seducir.
Esto tiene que ser una carta ganadora, tiene que ser una buena noticia dentro de las alarmantes cifras que tenemos sobre la mesa. Un gran colectivo que en sus próximos 15 años de vida profesional, aproximadamente, podrán aportarnos su experiencia, su visión y a la vez tendrán la gran oportunidad de aprender y reinventarse. Profesionales capaces de asumir sin temores la incertidumbre y la disrupción de los viejos modelos de negocio.
Esta transformación colaborativa multi generacional sólo puede y debe ser un éxito, pero debemos ser capaces de romper paradigmas, prejuicios e intentar entre todos tener visión y perspectiva de futuro.
Este fenómeno, tiene muchas vertientes; es un éxito de las sociedades avanzadas, es un reto y hay que evitar que sea un problema.
Para valorar la situación económica de los mayores, objeto de este estudio, hay que entender que estos desarrollan gran parte de su actividad económica fuera de la economía de mercado, principalmente en la economía no monetarizada de los hogares, economía poco analizada y valorada. Este grupo de población produce servicios para sí mismos y para otras personas, estimándose que asumen más de un tercio de la carga global de cuidado en Euskadi, labor invisible y escasa o nulamente valorada.
Enfatiza que mantener el umbral fijo de los 65 años o sustituirlo por uno móvil en función de la edad prospectiva tiene importantes consecuencias económicas y jurídicas (muchas leyes y regulaciones fiscales, laborales y sucesorias toman como referencia los 65 años) y complicaría algunos análisis comparativos, económicos y poblacionales, pero también quitaría carga negativa al envejecimiento y proporcionaría una imagen más realista de un amplio colectivo de personas.