¿Desde cuándo se viene insistiendo en el concepto de movilidad sostenible?
En los años sesenta comienzan ha alzarse las primeras voces críticas que provienen de los movimientos ecologistas cuestionando el modelo de transporte y el aumento de infraestructuras viarias. La crisis del petróleo elevó la alarma cuestionando la capacidad de carga del medio natural y poniendo de manifiesto el discurso de los límites desarrollado por Herman E. Daily. ¿Tiene límites la forma en que la especie humana se está desarrollando sobre el planeta?
Pero donde quedó “oficialmente” establecido que el modelo occidental de desarrollo era el responsable de importantes impactos medioambientales, fue en la cumbre de las Naciones Unidas sobre Medio Ambiente Humano celebrada en Estocolmo en 1972. Las propuestas de Herman E. Daily sobre qué hacer con los recursos no renovables desembocaban en la Cumbre de la Tierra de Río de Janeiro (1992), que a diferencia de Estocolmo, disponía de las bases suficientes para preguntarse y responder sobre las causas y, por tanto sobre, las líneas de actuación reales y efectivas de los problemas denominados medioambientales. El proceso de adopción de acuerdos internacionales relacionados con el calentamiento global, conocido como los acuerdos de Kioto de 1997, se inicio en esta cumbre, detectando que uno de los factores fundamentales que incidían en dicho calentamiento era la emisión de gases de efecto invernadero generados en su mayor parte por la combustión de los vehículos a motor. De este modo, progresivamente el modelo de movilidad hegemónico, basado en el vehículo privado entraba en crisis.
¿Por qué es necesario un cambio en los modelos de transporte?
Es urgente conseguir un equilibrio entre las actividades humanas, el desarrollo y la protección ambiental, y esto exige formular otra concepción de desarrollo que no se fundamente en un crecimiento voraz de los recursos generadores de injusticias y desequilibrios sociales, sino en el respecto al medio natural y social. Un modelo de desarrollo que abarque sin más dilación todos los campos de actividad humana, entre los que se encuentra el transporte.
Como es evidente, el desplazamiento de las personas y las mercancías es el responsable, en gran medida, de la energía que se consume –en su mayor parte procedente de recursos no renovables- y también de una buena proporción de residuos, en especial CO2, que por su cantidad no neutralizable, producen una degradación acumulativa en el entorno y en las personas que vivimos en él.
Potenciar el uso del tren, mejorar el sistema de autobuses, compartir vehículo, construir un metro, carriles bici... ¿En su opinión, qué acciones concretas cree que son necesarias?
En primer lugar hay que dejarse de retóricas y asumir que un modelo que busque el equilibrio y la protección del medio ambiente y las personas implica la elaboración de un marco de referencia que obligue a reexaminar desde una nueva perspectiva el transporte y la movilidad, para que se pueda llegar a formular un transporte sostenible, donde las comunidades locales y la proximidad tienen que ser más importantes que la velocidad y las largas distancias, sobre todo en un territorio tan pequeño como es Euskadi. La visón que habría que aplicar tendría que ser integral, es decir, desde diversos sectores de intervención: ambiental, social, territorial, urbanístico, económico, etc. No es suficiente con regular un sólo área, el modelo de organización social tiene que ser integral, si no a medida que tapamos un huecos, surgirán nuevas vías de fuga.
Muchos expertos señalan que para adecuar el transporte y la movilidad a parámetros más sostenibles habría que considerar una serie de puntos como que la distancia de desplazamiento debe ser siempre la más corta posible con la intención de ahorrar energía y tiempo, consiguiendo así, potenciar las interacciones sociales y las actividades económicas de base social. Por otro lado, es importante tener presente que el transporte es un elemento indispensable para las actividades económicas y sociales, pero debe estar en función de esas mismas actividades y no ser jamás una finalidad en sí misma. Se debe conseguir una discriminación positiva hacia aquellos medios de transporte que como la bicicleta o la marcha a pie, impliquen menos problemas en relación al medio natural y social, teniéndose que controlar y evitar a su vez, a través del planeamiento territorial, las actividades que necesiten grandes extensiones de terreno.
Pero a pesar de todos los esfuerzos las emisiones de CO2 producidas por la movilidad de pasajeros va aumentando.
Es lo que le digo, el planteamiento debe ser integral. Si se generan modelos de ciudad dispersos, donde los motivos de desplazamiento se multiplican (trabajo, compras, estudios, ocio, etc.), donde los centros de trabajo quedan fuera de núcleos urbanos donde el acceso y la comunicación son más fáciles, al tiempo se promueve una cultura del ocio donde crece el éxito social en función de la lejanía del destino turístico, donde un amplio sector de la economía se fundamenta en el transporte de personas y mercancías, etc. intervenir simplemente en un punto no resulta efectivo. Hay que revisar bajo otros parámetros la forma en que nos organizamos como sociedad y aplicar otros criterios que no resultan nada populares porque implican cambios fundamentales en nuestros hábitos y formas de pensar y hacer, de vivir en definitiva. Y ¿quién está dispuesto a renunciar?
¿Las alternativas de transporte deben ser iniciativas privadas o públicas?
Las alternativas al modelo de transporte actual vienen de la mano, en primer lugar, de un cambio de mentalidad en toda la sociedad respecto a qué estamos haciendo con el planeta y con nosotros mismos, eso si queremos ser serios. Después las alternativas pueden ser de diversa índole. La administración tiene parte de responsabilidad en dotar de servicios reales a la ciudadanía, pero la ciudadanía, desde una posición adulta debe saber que la administración no puede llegar a todo y que todos somos parte de la solución. En una sociedad donde el concepto de tiempo se ha desbocado y donde todo lo queremos para ahora, resulta complicado explicarle a alguien que mediante la combinación de diferentes medios de transporte puede llegar a su destino en una hora en vez de en los veinte minutos habituales utilizados en su coche pensando además, de forma equivocada que es más barato, porque no considera otro tipo de gastos.
¿A qué otro tipo de gastos se refiere? Porque en ocasiones el uso del transporte público conlleva mayor desembolso que el uso del transporte privado... o eso parece.
Habitualmente en relación a los costes del transporte sólo se calculan los costes directos según la economía clásica, pero existe un término denominado contabilidad ecológica que trata de considerar todos los costes asociados, los que paga el usuario y los que paga toda la sociedad, los que cuestan dinero y los que no, los que considera los aspectos sociales y los ecológicos. ¿Cuánto cuesta que tu hijo no pueda jugar en la calle por miedo a que le pille un coche? ¿Cuánto nos cuesta el cambio climático? Todo no es, ni debe ser cuantificable. Por eso, cuando cada uno de nosotros adopta una iniciativa que sustrae un coche de la carretera, como coger un autobús y luego una bicicleta, ¿le cuesta y nos cuesta a todos más o menos? Otra cosa es que por sus circunstancias personales y por lo compleja que hemos hecho nuestra vida no tenga opción real y se vea casi obligado a coger el coche.
¿Cómo se convence a una sociedad que hasta ahora ha sido bombardeada con mensajes que relacionan coche y libertad de que “abandone” esa libertad? ¿Cómo aunar transporte sostenible y calidad de vida?
Vivimos en una sociedad absolutamente esquizofrénica, que manda mensajes contradictorios en todo momento. Tras un anuncio de cualquier marca de coches, podemos seguidamente ver otro que nos indica que hay que cuidar el medio ambiente. Con ese panorama la tarea se me antoja complicada. Insisto en la coherencia de los mensajes y las políticas. Insisto también en la educación y en la responsabilidad de cada miembro de esta sociedad. El incremento de valores como el individualismo, donde cada uno mira exclusivamente por lo suyo y la confianza ciega en que la tecnología ya arreglará lo que el hombre estropee son otros elementos dignos de un análisis profundo. Me temo que los frentes de intervención son muchos y variados y todos han de tener un propósito común, que seamos conscientes de cómo vivimos y las consecuencias que ello trae aparejadas, incluyendo la forma de desplazarnos y lo que conlleva. Por último, si a estas alturas somos de la opinión de que por tener un coche somos más libres, creo que tenemos un serio problema, otra cosa es tener mayor capacidad de acción.
¿Todavía van a hacer falta muchas “Semanas de la Movilidad Sostenible” para concienciar a la sociedad?
Sinceramente, creo que hacen falta muchas más cosas que unas semanas de la movilidad para que comencemos a hacer las cosas de diferente manera. Desconozco el grado de efectividad de esta iniciativa en términos de cambio de hábitos reales. Itziar Eizagirre Irureta Licenciada en Derecho por la Universidad de Navarra, es Master en Derecho Medio Ambiental y Diplomada en Estudios Avanzados en Derecho Constitucional por la UPV. En la actualidad está finalizando su tesis doctoral centrada en aspectos fundamentalmente de innovación administrativa y democrática, en la referida universidad. Cuenta con una dilatada experiencia en el campo de la consultoría ambiental en el marco de la administración pública donde viene desempeñando funciones de asesoría y consultoría en áreas estratégicas de carácter jurídico, organizativo, desarrollo sostenible, movilidad sostenible y de participación pública. Asimismo, destaca su estrecha vinculación con la universidad siendo miembro del Comité Académico del “Postgrado en Desarrollo Sostenible. Gestor municipal de AL21” de la UPV, donde imparte clase y es responsable del bloque de administración pública, participación ciudadana y democracia participativa. Es Gestora de Movilidad en el campus de Ibaeta en el marco del Séptimo Programa Europeo y del programa CIVITAS-ARCHIMEDES cuyo objeto es promover la movilidad sostenible en el ámbito europeo. Además, viene colaborando en diversos proyectos europeos en las áreas ya citadas, contando en su haber con un gran número de ponencias, seminarios, conferencias y talleres en el ámbito académico y fuera de éste. Es miembro de destacados foros en el campo del desarrollo sostenible y ha colaborado activamente con diversas asociaciones y organizaciones civiles relacionadas con el medio ambiente, centrándose específicamente en las áreas de gobernabilidad, gobernanza y democracia participativa. Es colaboradora habitual en varios medios de comunicación, contando en su haber con varias publicaciones.