Deberíamos situar sus orígenes musicales en un año mágico para muchos de nuestra generación: 1968.
En Bizkaia seguimos por la prensa aquel mayo parisino, pero no pudimos hacerlo en profundidad, por razones políticas de sobra conocidas. Yo trabajaba en la industria, en la empresa Metacal de Etxebarri, y para entonces el movimiento obrero era muy intenso. Dos años antes, seguí muy de cerca todo el conflicto de “Laminación de Bandas”. Desde el punto de vista cultural, también estaba sucediendo algo por aquella época. Las ikastolas habían iniciado su andadura en una situación de semi-clandestinidad y, en el mundo de la canción, eran los orígenes de “Ez dok Amairu”. En Bizkaia estaban Estitxu, que había venido de Ipar Euskal Herria, los hermanos Argoitia de Ondarroa y otros. Abundaban los grupos de danzas y yo también tuve la oportunidad de aprender mucho en uno de ellos.
De niños, en la escuela nos obligaban a cantar el “Cara al sol” y en el coro de la iglesia cantábamos la “Misa de Angelis” en latín. También me gustaba mucho el gregoriano. En casa, mi madre cantaba temas de trikitixa y mi padre, que había sido gudari, nos cantaba jotas que había aprendido con unos navarros mientras hacía trabajos forzados en Madrid. De joven entré en el coro del pueblo y pusimos en el repertorio unas cuantas canciones vascas, eso sí, con un poco de miedo. Aunque lo de ser abertzale ya me venía de familia, fue al entrar en el grupo de danzas cuando arraigó en mí ese sentimiento. Hacia 1966 fuimos a Biarritz a participar en un alarde y nos maravilló ver tantos dantzaris e ikurriñas. También adquirimos dos discos de Labegerie. Lloré al oír la canción “Gu gera Euskadiko gaztedi berria”... Y ese fue el momento en el que decidí que yo también tenía que empezar a cantar. La primera vez que lo hice en público fue en 1968, con una guitarra que me compraron en casa y en un festival organizado en Zeberio, el pueblo de mis padres, en el barrio Santa Kurtze. La verdad es que no recuerdo exactamente qué fue lo que canté. Pero al finalizar, se me acercó una persona y me propuso grabar un disco. ¡Yo no tenía ni repertorio! Entonces se me ocurrió traducir al euskara algunas canciones de Atahualpa Yupanqui, al que acababa de ver en el Teatro Buenos Aires. Y para traducirlas, recurrí ni más ni menos que a Gabriel Aresti. A este le pareció muy bien y me tradujo dos poemas. Luego, Paulo Iztueta, que era mi amigo, se encargó de otros dos, y así fue como saqué mi primer single, con cuatro canciones. El disco lo grabamos en un bar, con Txabi Villaverde a la guitarra, y lo presentamos en la Feria de Durango de aquel año.
1968, Bilbao.
Ese mismo año, Lurdes Iriondo sacó su tercer disco, con temas como “Nere herria”, “Lin Pan mendian”, “Gazte gera, gazte” y “Askatasuna Zertarako”. Usted en cambio prefería a Atahualpa Yupanqui y el poema de Aresti “Aitaren etxea defendituko dut”. Aquellos temas del inicio de la canción vasca expresaban una fuerte reivindicación social y política...
Yo he sido muy sensible con la temática político-social. Viví de cerca los movimientos obreros y durante muchos años he llevado ese sentimiento en mi obra. Igual que el feminismo, desde que conocí el libro titulado “El segundo sexo”, de Simone de Beauvoir.
Quedó segunda en el Festival de Cantantes de Eibar, detrás de Estitxu, que era una estrella procedente de Ipar Euskal Herria... y usted estaba a punto de emigrar precisamente a Ipar Euskal Herria.
En Eibar canté a Atahualpa Yupanqui. En aquel festival Estitxu y yo empatamos a puntos, pero como ella llevaba más tiempo en la canción... le dieron el primer premio. En Bizkaia creamos un grupo de cantantes llamado “Herrikoi”, en el que participábamos Bittor Egurrola, de Gernika, el grupo de mujeres Beti Alai de Ondarroa, el dúo Zintzoak de la misma localidad y yo.
Es cierto que mi carrera no fue muy larga en Hego Euskal Herria, pero mientras pude me dediqué a ello con entusiasmo. Tenía muchos festivales y tuve que dejar el trabajo que tenía en la industria. Era el feliz año 1968. Fui con Lurdes y con Xabier Lete a cantar en la Universidad de Zaragoza y fue una bonita actuación. Con Benito Lertxundi fui a Lovaina, donde vivía un gran grupo de estudiantes y refugiados vascos. Exactamente en aquel año los flamencos proclamaron la autonomía de su universidad y el ambiente estaba muy caldeado. Y yo, dada la trayectoria comprometida que llevaba, tuve que esconderme.
Entonces cruza la frontera y llega a Ipar Euskal Herria...
Unos arrantzales de Bermeo me trajeron en barco a Baiona, en 1969, y me acompañaron hasta la casa a la que tenía que ir. Fue una gran ruptura con el modo de vida anterior. Di algunos recitales, de los cuales recuerdo uno con Manex Pagola, Mikel Laboa y Benito Lertxundi, en Baigorri. Y aquel verano también me presentaron en Haute Savoire. Pasé una temporada en Ipar Euskal Herria, pero pronto me trasladé a Paris.
Allí, en el Barrio Latino, estaba el café teatro Candelaria, propiedad de un euskaldun, Migel Arozena, y allí me dirigí para ofrecerme como cantante. Me aceptaron y estuve tres años cantando en Candelaria. También me dediqué a estudiar correctamente euskara, con el libro “Gero” de Axular. Entre los estudiantes euskaldunes de París se encontraba Jokin Apalategi, que fue mi profesor y quien me animó a estudiar a Axular. Desde entonces estamos juntos.
1968, en los Pasionistas de Euba.
Tuvo dos maestros, por tanto: Axular y Jokin... y, sin dejar a un lado la canción, se inicia en el campo de la Sociología.
Jokin por aquel entonces estaba en la Universidad de Vincennes —él sí que conoció in situ el mayo del 68 francés— y yo también me decidí a hacer sociología. Por aquella época abrieron en Francia las llamadas MJC, “Maison des Jeunes et de la Culture”, y ofrecí un buen número de recitales en los barrios de París. Por otra parte, también me invitaron al festival “Les cinq peuples en lutte”, organizado por los occitanos, y con Etxamendi y Larralde, actuamos en representación de Euskal Herria. Estábamos representados occitanos, bretones, vascos y catalanes, y dimos dos conciertos maravillosos. Durante mi estancia en París grabé otros tres singles. El primero, con música de Félix Ibarrondo. El segundo, elaborado por mi, en memoria del proceso de Burgos. Y el tercero que contenía cuatro poemas de Bernat Etxepare, musicados por José Mari Arrizabalaga.
En 1972 nació nuestro hijo Ur en París. Entonces pensamos que teníamos que volver a Euskal Herria y, al año siguiente, así lo hicimos.
Nuevo escenario, nuevos planes...
Así es. Cuando vivíamos en París alumbramos la idea de abrir una librería. Y cuando llegamos aquí nos aferramos a ese proyecto con entusiasmo. En eso estábamos cuando vino Joseba Jaka a nuestra casa y nos contó que él también tenía un proyecto similar. Así fue como iniciamos juntos la empresa. Jokin tenía experiencia como bibliotecario, ya que había trabajado cuatro años con Tellechea Idigoras en la Biblioteca Principal del Seminario de Donostia. Joseba sabía vender con el sistema a domicilio. Y yo, como seguía cantando, tenía contactos por aquí y por allí, incluyendo medios de comunicación. Abrimos el local y, como era bastante grande —en aquellos tiempos los libros en euskara y sobre cultura vasca no daban para llenar tantos metros cuadrados—. lo completamos con unas esculturas de Jesús Etxebarria.
Valiente con la guitarra, valiente con los libros...
Sí, abrimos la librería con todos los requerimientos comerciales. Y así estuvimos durante veinticinco años. Por lo que a mi respecta, continué dando recitales y grabando discos. Desde Zabal nos refundamos en Elkar, y en 1975 publiqué el LP “Hazia sortzen denez lurpean jarria” y en 1981 el LP y CD “Ahizpatasuna”.
En su modo de cantar se da un punto de inflexión, pero no renuncia al estilo popular...
En aquella decisión mía confluyen dos o tres elementos. Por un lado, estando entre libros, tuve la oportunidad de leer mucho y así pude conocer los cancioneros de Azkue y Aita Donostia, la “Música vasca” de J.J. Arana Martija y las obras reeditadas por nosotros mismos en Elkar, entre ellas “La tradition au Pays Basque”, que contiene la hermosa obra de Charles Bordes “La musique populaire des basques”, y también me gustaron mucho “Pays Basque” de Francisque Michel, “Maurice Ravel” de Pierre Narbaitz y el maravilloso libro de Jean Haritchelhar “Pierre Topet Etxahun”. También descubrí otro valioso libro: “Historia de la música medieval de Navarra”. Por otra parte, en aquellos años 80 los rockeros cobraron mayor importancia en la canción vasca —por ejemplo, Niko Etxart—, y me di cuenta de que otros que se habían dedicado a cantar solos con su guitarra, como yo, dejaron de hacerlo. Yo quería seguir... pero ofreciendo algo nuevo. Quería explorar nuevos espacios, y empecé con los clásicos. Fui a estudiar al conservatorio de Baiona y en 1979 me dieron la Medalla de Oro en canto. Marché a Burdeos a perfeccionar y a la vuelta en el Conservatorio de Baiona volvieron a concederme la Medalla de Oro en Arte Lírico.
Mi primer concierto en esta nueva trayectoria lo ofrecí en Donostia, en 1981. Me acompañaban Loreto Imaz al piano y las hermanas Agirre con la flauta y el violoncelo. Interpretamos a Bach y Haendel, junto con unas composiciones de Aita Donostia y Guridi. Estuvimos mucho tiempo dando conciertos en el circuito Herriz Herri, organizado por el Gobierno Vasco.
Un día conocí al maestro Javier Bello Portu, en un concierto-charla que ofreció en el Museo de Baiona. Era un cursillo de musicología y su mensaje me atrapó totalmente. Poco después, Bello Portu me invitó al festival de música romántica que organizaba él en Loiola, y acompañada por él al piano, he cantado en Loiola, al menos, durante diez años, es decir, hasta que se dejó de organizar el festival.
Por otra parte, en el Centro de Cultura Vasca de Baiona creamos una coral, llamada “Choeur Mixte du Pays Basque”, con Bello Portu como director. Dimos un montón de conciertos en Ipar y Hego Euskal Herria, así como por toda Francia. El coro cambió de nombre posteriormente, adoptando la denominación Bello Portu, y ahora se llama Xaramela. También participé en otra experiencia en el mundo de las corales, denominada Presence, con la que hacíamos música contemporánea.
También me ha gustado mucho la divulgación musical, y para eso he utilizado la radio y la televisión. Junto con mi amiga Maite Barrenetxe hice tres filmes para la televisión Euskal Herria de FR3. Posteriormente hicimos varios filmes de veinte minutos para la FR3 (uno en Estrasburgo, dos en París, uno en Marsella, dos en Burdeos y cinco en Toulouse). También he sido filmada en Finlandia y en Eslovenia, cuando era Yugoslavia. Descubrí también el feminismo y me sentí totalmente concernida en ese aspecto. En Baiona creamos un grupo de mujeres que hizo una enorme aportación, hasta que apareció Mitterrand. Con Mitterand se extinguieron los grupos de otras nacionalidades, excepto vascos y catalanes. ¿Cómo? Dándoles cargos a sus dirigentes...
Maite Idirin en la Feria de Durango, 2010.
Todavía no ha mencionado Euskal Kamerata... Me asombra ver en su repertorio a los clásicos Haendel y Bach junto con el brasileño Villalobos...
Como le he comentado, emprendí el camino de los clásicos con los músicos donostiarras. Entonces éramos “Camerata Contemporánea”. Las hermanas Agirre siguieron fielmente a mi lado, pero algunos otros fueron cambiando. Hicimos un plan de grabación de nuestras canciones vascas, con temas de Aita Donostia, Jesús Guridi, Jesús Aranbarri, etc. Así, en 1986 propuse a Elkar la grabación de un LP y un CD con música de compositores vascos, para lo cual cambiamos el nombre del grupo, que pasó a denominarse Euskal Kamerata. Sin embargo, el trabajo profesional que era necesario para que los miembros del grupo pudieran vivir, nos llevó a deshacer el mismo. Y yo continué con algunos músicos de Ipar Euskal Herria, entre ellos, el guitarrista Francis Goudard, profesor del Conservatorio de Baiona. Fue él quien me propuso que introdujéramos también a Villalobos en nuestro repertorio. Y, en 1992, fruto de mis estudios, grabamos un LP y un CD con Elkar, con Alejandro Zabala al piano, compuesto de cinco canciones vascas armonizadas por M. Joseph Canteloube, de Aubergne, los lieder vascos compuestos por Pablo Sorozabal de joven durante su estancia en Alemania y otras canciones vascas de J. M. Usandizaga y Nemesio Otaño.
Plenamente identificada con la cultura vasca, emprendió también la labor de divulgación musical de forma práctica: conferencias, programas de radio... Es decir, que es usted una mujer multifacética, siempre dentro de los ámbitos relacionados con la música...
Mi amigo Alexandre de la Cerda, que es periodista de “La semaine du Pays Basque”, creó “Radio Adour-Navarre” y me invitó a dirigir un programa de radio en euskara sobre música clásica. Acepté la oferta y así fue como inicié mi trayectoria radiofónica. Llevaba discos de mi discoteca, ya que la radio no tenía la capacidad de adquirirlos. Posteriormente, en “Gure Irratia” hice el programa “Allegro Vivace”, con Mari Agnes. También grabe diversos programas para Irulegi Irratia contando la historia de la música vasca. Asimismo, colaboré en Egin Irratia, con un formato parecido. Por último, también he hecho mi aportación en Euskadi Irratia sobre música clásica durante seis años.
Ha recibido el Premio de Honor de la Cultura Vasca que otorgan anualmente el Ayuntamiento de Baiona y Eusko Ikaskuntza. ¿Qué ha supuesto ese premio para usted?
En primer lugar, una sorpresa. Todos mis trabajos los he realizado siempre con placer y ese ha sido para mi un premio continuo, lleno de militantismo con Euskal Herria. Pero he de reconocer que estoy muy contenta con este Premio de Honor.
¿Y cara al futuro...?
Los proyectos que tengo de cara al futuro también me surgieron por sorpresa. Tenía desde hace tiempo un estudio realizado sobre las mujeres compositoras. Descubrí en los escritos de Aita Donostia que hay varias que han sido muy importantes en nuestra historia. También he podido averiguar que nuestro primer cantante documentado es una mujer, concretamente del siglo IX, llamada Kalam. Es una mujer de los tiempos en los que los árabes estuvieron en España. En una de aquellas razzias llevadas a cabo por los islamistas, se la llevaron como esclava. Parece que se trataba de una mujer cantante y, según cuenta el historiados Al-Makari, era muy buena. También tenemos cantantes en la literatura vasca, como la hermana de Milia de Lastur, Santxa Ozaeta, Gómez González de Butrón, etc. Del siglo XVIII tenemos el “Libro de música” de María Josefa Marco. Yo misma he presentado un proyecto de estudio sobre las mujeres compositoras de los siglos XIX y XX. Una de esas mujeres compositoras que no son tan conocidas es la emocionante Anita Idiaborde, nacida en Uruguay, así como la zuberotarra Adrienne Karrikaburu, y Emiliana Zubeldia, que, en mi opinión, es la mejor de nuestras mujeres compositoras. Añadiría también a Emma Chacon, que aunque nació en Barcelona, publicó sus trabajos y vivió hasta su muerte en Bilbao, así como a María Luisa Ozaita, que nació en Barakaldo y vive en Madrid.
Con la música para canto de esas mujeres y con dos canciones mías, interpretadas por Naroa Intxausti y Marife Nogales, dimos un concierto el 25 de junio de 2010, en el Teatro Campos Eliseos de Bilbao, con la Orquesta Sinfónica de Bilbao, patrocinado por el Departamento de Cultura de la Diputación Foral de Bizkaia. Ese concierto fue grabado y está masterizado. El disco pronto estará en la calle. Además, he empezado a preparar un libro sobre esas mujeres. Maite Idirin Solatxi (Ugao, 1943) Cantante vasca nacida en 1943. En 1968 empezó a cantar por los pueblos, acompañada de su guitarra. Junto con Bittor Egurrola, Beti Alai y Zintzoak, creó el grupo Herrikoi. Pero en 1969, como consecuencia de la situación política de entonces, tuvo que huir, primero a Baiona, y más tarde a París. Allí se ganó la vida cantando en el café-teatro Candelaria. También estudió sociología en Vincennes, y se casó con Jokin Apalategi. Actuó durante una temporada en Bretaña y en Occitania, así como en Yugoslavia. En 1973 se fue a vivir a Donibane Lohizune y empezó a estudiar en el Conservatorio de Baiona. Además, abrió la librería Zabal de Baiona. Para entonces ya había publicado algunos singles y su primer trabajo de larga duración (Aitaren etxea). Cuando murió el dictador Franco, volvió a cantar en Hegoalde. En 1979, consiguió la Medalla de Oro del Canto de Baiona. Y en 1981, la de Canto Lírico. En 1996, publicó el disco Ahizpatasuna. Posteriormente, emprendió el camino de la música clásica. Actualmente es cantante de música clásica. En 2005, la Quincena Musical de Donostia le dio la oportunidad de homenajear a distintos intelectuales y músicos exiliados de la generación de 1936, con un concierto ofrecido en la localidad de Sara. En febrero de 2011 recibió el Premio de Honor de Eusko Ikaskuntza-Ville de Baiona, en el Ayuntamiento de esta localidad. Fuente: wikipedia