Los presos que escribían de los campos de concentración disponían como máximo de 150 palabras. Resumir en sesenta palabras resulta un ejercicio interesante para percibir la importancia de las vivencias y lugares de la infancia en mi proceso de creación-escritura. Da pie, además, al tema de la influencia de la maternidad, del renacer mujer, como Venus de Botticelli, lo que en la evolución de mi proceso creativo, supone aprender olvidar, prestando atención al instinto. Y he llegado a la sexagésima palabra.