Luisa Etxenike. Escritora: Se ha perdido la idea del esfuerzo asociado a la cultura, la idea de que la libertad de la mente reside en poder alcanzar espacios lejanos

2005-05-06

SALA, Teresa

Desde hace dos semanas está en la calle “Los peces negros”, la última novela de Luisa Etxenike. Una escritora vocacional que confiesa no sólo vivir de la literatura si no “con la literatura, en torno a ella”. Tiene una licenciatura en Derecho y experiencia como intérprete de juzgados. De hecho, es una disciplina que todavía hoy, le gusta, “porque tiene esa vinculación con el mundo, y a veces con el mundo en conflicto, que tantas veces aparece en la narración”. En la actualidad, esta donostiarra ocupa su tiempo colaborando para varios medios de comunicación e impartiendo talleres de escritura creativa. También participa en la organización de eventos culturales y, por supuesto, escribe. No puede verse a sí misma haciendo otra cosa.

¿Cómo fue el principio? ¿Qué motivos le impulsaron a dedicarse a la literatura?

Siempre he querido ser escritora. La importancia radica, no tanto en el hecho de escribir si no en el hecho de plantearme que voy a ser escritora. Que mi ubicación en el mundo va a ser esa. Me recuerdo de muy pequeña copiando libros en cuadernos por el hecho de verme escribiendo cosas que me parecían serias. Más tarde vislumbré la posibilidad de vivir de la literatura, con la literatura, en torno a ella. Yo no empecé a escribir literatura hasta que tuve una idea bastante bien formada de un proyecto literario. Hasta que tuve un estilo o la pretensión de un estilo. Y esto pasó cuando tenía más o menos veinte años, había leído mucho para entonces. Y es que fui una lectora precoz y voraz. Entonces ya oía música literaria, pero todavía no sonaba del todo para mí. Luego viví un tiempo en América Central, en Guatemala, y creo que de esa otra música, de algunas lecturas que hice allí y del contacto con otras realidades me di cuenta de cómo quería que sonara lo que a mí me gustaría escribir. A partir de ahí empecé. Allí escribí un libro que se llamó “Silverio Girón”, llegué a San Sebastián en uno de mis viajes de vuelta y lo presenté a un concurso literario. Gané ese premio. Esa novela la editó posteriormente la editorial donostiarra Baroja, y a raíz de la publicación de ese libro empecé a tener una vinculación profesional con esta editorial. Dirigí alguna revista literaria, alguna colección…La publicación de mi primer libro y la idea de dedicarme profesionalmente a la literatura o a la cultura llegaron prácticamente a la vez. Entonces el mundo del Derecho se quedó atrás. Yo había sacado un título de intérprete jurado pensando en cómo podría dejar un mundo y entrar en otro. Así, durante un tiempo trabajé de intérprete en juzgados. Y así se hizo el enlace.

Teniendo tan clara su vocación literaria, ¿qué le impulsó a estudiar Derecho?

A mí el Derecho me gustaba, todavía me gusta. Yo tenía claro que, a pesar de haber hecho el bachillerato por ciencias, iba a estudiar una carrera de letras. Siempre supe que no iba a estudiar una carrera como filología o literatura, por ejemplo, porque pensaba, y sigo pensando, que un excesivo academicismo en el lenguaje mata un poco el uso, a veces osado o atrevido, de la escritura de creación. Yo dudé entre la Historia y el Derecho. La Historia me gustaba, pero quizá vi en el Derecho un elemento más ideológico, más dinámico o más en contacto con la realidad. Y finalmente me decanté por el Derecho, cosa de la que no me he arrepentido nunca, porque el Derecho me sigue interesando mucho. Tiene esa vinculación con el mundo, y a veces con el mundo en conflicto, que es un material que también aparece a menudo en la narración, por lo menos en la mía. Además, empezando por Petrarca, ha habido muchos escritores abogados.

Destacando la libertad de la literatura en todos sus frentes y conceptos, defiende la validez y existencia de la literatura femenina o la literatura escrita por mujeres. ¿Cuáles son los rasgos más destacados de este tipo de literatura?

A mí la literatura femenina me ha interesado de muchas maneras. Primero porque soy una mujer y porque la reflexión del género es importante en todos los órdenes. En nuestro país sigue reinando la confusión entre lo que son las diferencias y lo que son las desigualdades. Yo las diferencias las constato y me parecen enriquecedoras en casi todo, pero las diferencias entre ser un hombre o ser una mujer implican desigualdades en nuestra sociedad. Y, naturalmente, eso no es aceptable. Y si salimos de aquí y vamos a otros lugares del mundo nos damos cuenta de que en algunos sitios las mujeres viven en condiciones absolutamente abominables. Por lo tanto, la reflexión sobre el género, sobre el hecho de ser una mujer para mí es fundamental, esto aplicado a todos los órdenes de la vida y también a la literatura. A mí me ha interesado el enfoque de género en el arte y me sigue interesando. Creo que se escribe a partir de la literatura y a partir de la tradición. Yo he leído muchos libros de mujeres. Hay muchas tradiciones dentro de la tradición literaria y cada cual va haciendo las suyas. Entre las mías fundamentales se encuentran las voces literarias de muchas mujeres. Marguerite Duras, Clarice Lispector, Virginia Woolf, Mercè Rodoreda… muchas. Para mí han sido fundamentales. Y en muchas de mis obras la reflexión del género me lleva a investigar sobre cuál va a ser el futuro de la literatura. Yo he escrito varias cosas. En mi última novela no se sabe si uno de los personajes es hombre o mujer. Creo que la no revelación del género es una de las perspectivas que la literatura permite y que no permiten otros campos artísticos. A mí me interesa mucho explorar esta posibilidad.

Imparte clases de escritura creativa, ¿Qué tipo de gente acude a estas clases?

Doy clases en contextos distintos, pero en general se trata de gente que tiene una relación diaria con la escritura. Que encuentra dificultades para llegar con la escritura a donde quiere llegar su deseo o su idea. Que quiere leer de otra manera. Y es que leer y escribir sabemos todos. Mis alumnos, en general, creo que son personas interesadas en darle a la escritura la dimensión artística. Que la escritura sea capaz de representar de otra manera, de llevarles más lejos. En general, los alumnos que yo tengo son de ese tipo; sienten curiosidad por la vertiente artística de la escritura, curiosidad y deseo de ir más lejos con su propia escritura. De alcanzar la expresión de cosas más complejas e íntimas.

¿Qué satisfacciones da la escritura? ¿Cuál es el placer de escribir?

Yo creo que de una manera general o simple yo escribo para hacer literatura. A mí me parece importante la reflexión artística y estética y la posición del artista en la sociedad, que es diferente. Los escritores y escritoras, quizá porque hacemos muchas cosas, a veces actuamos como agentes de lo político, nuestros discursos están en otras partes. Y creo que eso corresponde, porque somos ciudadanos, pero esa idea del artista y el espacio, las responsabilidades y las expresiones, el cómo se pasa la vida y el mundo por el filtro estético, es lo que me interesa.

¿Tiene alguna “gran novela” como meta?

Más que mi meta hablaré de mi miedo, y mi miedo es no tener proyectos de libros nuevos. Así, en cada libro busco hacer cosas distintas. Yo creo que la investigación estética y artística es, básicamente, una investigación sobre la forma. Así, voy sintiendo más curiosidad por determinadas formas, por cruces de determinadas cosas… Siempre se compara la literatura con el cine o la imagen, por ejemplo. Yo nunca he echado de menos la imagen en los libros, entre otras cosas porque la escritura puede ser muy plástica o visible. Pero sí he echado de menos cuestiones acústicas, me gustaría que de pronto hubiera cosas que sonaran. Hacer sonar los libros es una cosa que me interesa como investigación, y por ejemplo en este libro que acabo de publicar; “Los peces negros”, hay alguien que hace un disco y ese disco también lo estamos haciendo fuera. Para mí eso es algo muy interesante. Ahora estoy escribiendo otro libro que se llamará “Versión Original” que tiene que ver con el cine. Otro siguiente que tendrá que ver más con el pasado que con el presente. Yo creo que seguiré en esto mientras sienta que hay un descubrimiento en este trabajo. Descubrimiento y movimiento serían un poco las claves que busco.

¿Cómo escribe Luisa Etxenike? ¿Cuál es su dinámica diaria?

Yo suelo tener bastante claras las historias. Lo que no suelo tener claro son las estructuras o las formas. Al principio se da el tanteo, los papelitos, el desorden, empezar cuadernos… Hasta que un día de pronto lo ves, ves la forma y ya no hay horas, ni tiempo. A veces me preguntan si trabajo muchas horas, no creo que sea un problema de trabajo si no de atención. Al principio puedo entrar y salir de los libros, luego ya estoy dentro de la escritura y hago el resto de las cosas. Pero para eso el proyecto tiene que estar madurado por lo menos en la forma. Ya estoy madurando esa forma, ese libro, algo concreto. Al principio es un trabajo más mental. Cuando yo lo paso al papel la frase ya está elaborada. Es una labor de diálogo interno, de soliloquio conmigo misma.

¿Qué opinión le merece el movimiento literario de los jóvenes de hoy en día?

Leo cosas que son muy interesantes y cosas que me interesan menos. Yo creo que hay un problema importante: Que hemos llegado a identificar la literatura con la sociedad literaria, y la literatura con la industria editorial. El hecho de llamarse industria editorial indica que en este ámbito el mercado está imponiendo sus propias reglas. En lo que respecta a la literatura de la gente joven, creo que hay cosas que están bien pero siempre me quedo con la duda de lo que me estoy perdiendo, de las cosas que se estarán escribiendo que no llegan a los escaparates. Hay cierta literatura que se parece demasiado a sí misma. Todo está demasiado cerca, y cuando todo está demasiado cerca es porque se visibiliza lo que se parece, pero hay cosas distintas que tienen que estar por ahí. Ahora, por ejemplo, a través de Internet hay posibilidades de conocer editoriales más pequeñas, de escuchar otras cosas… También estoy involucrada en organizar actos culturales en la ciudad, de esta forma invito a gente, oigo voces distintas... Yo creo que hoy hay que hacer un trabajo propio para encontrar cosas, porque el mundo de la industria tapa muchas realidades. Esto en lo que respecta a la literatura escrita por gente joven.

¿Y en lo que respecta a la literatura joven?

Es relativo, porque hay gente muy mayor que escribe libros jóvenes y hay gente joven que escribe libros viejos. Esto no tiene que ver con la edad, si no con el tipo de proyecto. De una manera general, lo que se publica hoy es mucho menos arriesgado de lo que se publicaba cuando yo era joven o adolescente. Cuando yo era adolescente iba al cine y veía a Pasolini o Visconti, por mencionar algunos. Hoy el cine se parece mucho a sí mismo. Cuando yo era joven leíamos “Rayuela”, “La ciudad de los perros”, a Faulkner… Libros que hoy se consideran difíciles. “La muerte de Artemiro Cruz” de Carlos Fuentes me fascinó. Se arriesgaba más. Hoy se hace una literatura más vieja aunque la escriba alguien que tiene dieciocho años.

¿Se trata de cobardía?

Yo no creo que se trate de cobardía. Opino que es un problema que se puede abordar de una manera superficial echando la culpa a la industria y el mercado, pero creo que de una manera más profunda y radical es un problema de ambición intelectual. Creo que hoy se ha perdido la idea del esfuerzo asociado a la cultura, la idea de que la libertad de la mente reside en poder alcanzar espacios lejanos, de que para dialogar de una manera placentera y rica con algunas obras hace falta esforzarse, tener formación, información, ambición intelectual. A la gente no se le educa para eso, se les educa para ver puré de película o para leer puré de novela. Y esto no tiene que ver ni con Euskadi, ni con España ni con Europa. Tiene que ver con el mundo: La industria artística ha sustituido al debate artístico. Hoy “Rayuela” o “La ciudad de los perros” se consideran novelas difíciles. Eran novelas difíciles cuando yo tenía quince años, pero entonces esa dificultad suponía un reto. Y entrabas en ese mundo porque entre otras cosas era un mundo ininteligible y sabías, necesitabas, claves en forma de formación, madurez, experiencia, para llegar a sentirte cómoda. Eso es lo que ha cambiado. Yo siempre digo que todos esos libros probablemente hoy no encontrarían editor. Yo veo esto en los talleres de escritura creativa donde me dicen que qué difícil es escribir, pues claro, pero eso es lo que es emocionante. Una vez le preguntaron a Paco de Lucía en la televisión cuántas horas le hacía tocar su padre la guitarra, él miró al entrevistador y le respondió: “todas”. Se le dedica el tiempo que haga falta. Yo soy muy aficionada al tenis y uno de mis ídolos, en una de las finales de Wimbeldon que ganó, había tenido problemas a lo largo del partido con un revés. Después del partido estuvo entrenando cuatro o cinco horas porque ese revés no le había salido. Quizá sean detalles extremos, pero el arte te tiene que proporcionar otras cosas, la literatura te tiene que proponer las historias contadas de otra manera que no se parezcan a ninguna historia. Es en eso donde reside la clave, esa clave te pide una contraseña y esa contraseña la tiene que poner cada uno. Esa es la gran diferencia, y eso es lo que tendríamos que recuperar para poder opinar sobre cuál es la literatura joven de hoy.

¿Cree que se ha perdido la perspectiva de ruptura que tiene la cultura?

Hemos perdido ese purismo que, curiosamente, en el arte siempre es de ruptura. Ese gran dinamismo y ese riesgo de rebeldía, de formas nuevas. Aquí se confunde la rebeldía en la forma con el escándalo o la provocación, en subir el volumen. Pero eso en sí no es nada. Para romper lo anterior hace falta mucha formación, para saber que estás transgrediendo hace falta conocer. Pero también es verdad que cada cual a su manera intenta hacerlo y transmitirlo, vivimos en un mundo en el que cada vez más se están abriendo pequeñas islitas en las que pasan otras cosas. Hay que ir comunicando y difundiendo todo esto entre la gente. Como la gente que viene a un taller interesada en esas cosas.

¿Se ve a sí misma haciendo otra cosa que no sea escribir? No. No me lo puedo ni plantear. Me temo que quizá llegue algún día en el que no tenga ganas de escribir, pienso que envejecer en mi caso sería eso: no tener ganas de leer o de escribir. Sí es verdad que en esa exploración artística me puedo encontrar con que la forma de expresión artística sea otra, podría ocurrir. Pero ni se me ocurre plantearme a mí misma haciendo algo que nada tenga que ver con la literatura. Luisa Etxenike Nacida Donostia. Licenciada en Derecho. Ha publicado la colección de relatos “La historia de amor de Margarita Maura” y las novelas “Silverio Girón” y “Querida Teresa”, así como, “Efectos secundarios”, “El mal más grave” y “Ejercicios de duelo”. Es columnista del periódico El País y desde hace varios años dirige un taller de escritura creativa.
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