Pablo Muñoz. Periodista: No existe un periodismo de investigación sino de recepción de material

2010-11-12

VELEZ DE MENDIZABAL AZKARRAGA, Josemari

La profesión de periodista ha pasado de ser algo casi mítico hace cuatro décadas, a ser una labor cada vez más criticada. No se ha debido, obviamente, al cambio en el concepto propio de periodismo, ni a la mejor o peor preparación de los profesionales, sino a la deriva del mundo de la comunicación hacia postulados, hace años impensables. De los periódicos y radios locales se ha pasado a medios de comunicación con ramificaciones en todos los continentes y apostando por todos los soportes conocidos. La concentración de los medios es algo real. Con todo lo que ello significa de riesgo para la libertad individual y colectiva, ya que cada vez nos es más difícil discernir entre información y manipulación. Y el mundo de la política ha irrumpido en el mundo de la comunicación de forma, cuando menos, criticable.

En “Puertas coloradas” nos cuenta la vida de su barrio, hace más de medio siglo... ¿Cómo deviene aquel Pablo Muñoz chaval en el periodista que es...? Cuéntenos un poco su vida.

Yo a estas alturas tengo la sensación de haber vivido varias vidas. La vida que yo describo en esa vida es la que hemos podido vivir todos los de mi edad en su barrio correspondiente, en la posguerra. Nací, como el título de la novela expresa, en el donostiarra barrio de Ategorrieta, estudié en los Jesuitas y del Preuniversitario me examiné en Valladolid. Entonces di una pirueta, interesante en mi vida, y me metí fraile. Tuve ocasión de vivir estéticamente una vida medieval, que describo en mi otra novela, “Cruz de tramposos”. Esa condición me dio la oportunidad de ir a estudiar con una beca a Lovaina, donde me licencié en Ciencias Sociales, Políticas y de Comunicación.

Vuelto a Euskadi, y de igual manera que pasaba a la mayoría de los jóvenes a mediados de los años sesenta, me metí en el lío... y acabé en la famosa cárcel concordatoria de Zamora. Allí coincidí con todo aquel grupo de sacerdotes y frailes, fundamentalmente vizcaínos. Aquello terminó como el rosario de la aurora y me secularicé o me secularizaron, ya que mi vida era incompatible con el régimen disciplinario de la Orden. Algo parecido a lo sucedido con José Arregi. Y al tiempo entré en el proyecto inicial del periódico Egin. Me dediqué durante meses a buscar financiación, cuenta partícipes, y ya con el periódico en marcha ocupé prácticamente todos los puestos del escalafón, llegando —en una situación de vacío de poder en la izquierda abertzale— a director, con un equipo de profesionales que intentamos dar la vuelta a la publicación. Y nos dieron la vuelta a nosotros. Yo acabé despedido y prácticamente todo mi equipo también.

Luego sobreviví, haciendo creatividad publicitaria, vendiendo seguros etc., hasta que me propusieron dirigir el Diario de Noticias de Navarra, periódico joven, nacido con muchísimas dificultades, pero con buena pinta. No dudé en aceptarlo. Contacté con un equipo joven muy competente y de ahí nació, el asentamiento de ese periódico y, a continuación, la proyección a cada uno de los territorios de Euskal Herria Sur, de momento. Se trata de periódicos destinados a satisfacer las necesidades culturales, políticas y sociológicas.

Utilizando el título de su novela, no sé si el periodismo es una “Cruz”. En caso de que lo fuera, ¿también es de “tramposos”?

El periodismo es apasionante. Si lo vives te atrapa y te echa al mar de los sargazos, a que recibas las zancadillas correspondientes, a que aprendas a esquivar, a sobrevivir. Sí es una cruz, en varios sentidos; primeramente, porque depende de la realidad, y ésta muchas veces es una cruz, y depende también de la supervivencia económica: tienes que vender, competir, no vale vivir de las subvenciones, y esto es muy duro; pero a la vez el periodismo tiene la satisfacción de permitirte tu propia visión, masticada y digerida, de lo que está pasando, y te da la idea de lo que debería pasar y el por qué no pasa.

Desde mediados de los sesenta hasta hoy en día, no sé si el mar de los sargazos o el “proceloso mar de la información” ha cambiado un poco ¿verdad?

Ha cambiado sustancialmente. Y por supuesto no me refiero solamente al cambio tecnológico. Yo provengo del “plomo”, ya que he conocido las planchas de plomo, los linotipistas —que eran unos señores que te podían cambiar la información—, conocí la primera introducción de los ordenadores, el teletipo mecánico tecleando en la redacción, hasta hoy en día en que he conocido el milagro de que, con cuatro periódicos, con darle a un botón en Donostia, Bilbao o Gasteiz todas las planchas aparecen en una de las dos rotativas de Pamplona. En ese sentido ha cambiado radicalmente.

Ha cambiado mucho también en el quehacer de los periodistas. Hay una lamentable ausencia de un periodismo creativo, del periodismo de investigación. ¿Por qué? Porque a quien más interesan los periódicos es a los políticos, que aprendieron la lección a mediados de los años ochenta, cuando a las ruedas de prensa comenzaron a ir provistos de todos los papeles necesarios para entregar a los periodistas, y que no te hicieran preguntas. Las generaciones jóvenes de periodistas se acostumbraron a que se les diera todo hecho. Pero a las ruedas de prensa hay que ir a preguntar... cosa que raramente se hace. Por otra parte, el periodista tiene que mentalizarse de que también es empresa, porque si no tiene ese concepto y no asume que la empresa tiene que sobrevivir, corre el riesgo de no encontrar sitio. En las redacciones se pide casi excesivamente una colaboración en sentido empresarial, teniendo en cuenta de dónde proviene la publicidad.

Es muy difícil hacer un periodismo contra el poder. No por ir contra el poder, sin más, sino porque la labor fundamental del periodista es precisamente el control del poder, ya que si no el poder sería absoluto. Nosotros estamos para controlar ese poder. Lo que ocurre es que si te conviertes en controlador, te tachan de la lista y te dan donde más duele, que es lo que nos ocurre a nosotros, que seguimos de cerca al Gobierno Vasco, y eso no les gusta. Como consecuencia, no entramos en el reparto del pastel publicitario. Con lo cual se resiente la empresa,...

Me ha llamado la atención que diga Vd. que no se hace periodismo de investigación, cuando casi todos los días nos desayunamos con más y más reportajes, no sé si bien informados o bien manipulados, alrededor de la corrupción en política, y otros...

Ahí hubo un punto de inflexión en cuanto al periodismo de investigación, que vino marcado por el trabajo realizado, ya casi mítico, en relación a los GAL, por parte de los periodistas de El Mundo. No fue tanto un periodismo de investigación sino de recepción de material. Cuando hay dos partes enfrentadas una de ellas utiliza al periodista para pasar la información. Eso tiene muy poco que ver con lo que, al menos donde yo estudié, se nos explicaba sobre el periodismo de investigación, que es un trabajo de campo, minucioso, de archivos, de cuentas corrientes, de registros, etc. Ahora te lo dan hecho, contra alguien. Lo cual no quiere decir que no pueda ser objetivo. Y por eso digo que ha desaparecido el periodismo de investigación.

Afortunadamente, todavía hay periodistas que saben complementar ese material llegado a sus manos, y que incluso lo verifican, dándole un valor complementario a la información. Pero se da en muy pocos casos, comparado con lo que se hacía hace veinticinco años, cuando había más inquietud en este sentido. Recuerdo Cambio 16, Cuadernos para el Diálogo,... Incluso había temas opinativos que eran motivo de investigación

Foto: Diario de Noticias. Ruben Plaza.

Ya me gustaría volver a ese campo de la investigación. Como decía en la introducción, Vd. fue director de Egin, donde también había formado parte del equipo de investigación. Me imagino que lo que ha conocido será como para poner los pelos de punta...

Yo creé en Egin el grupo de investigación. Concretamente me preocupaba mucho en aquel tiempo el tema de las drogas y las redes de narcotraficantes, con la implicación de algunas fuerzas de seguridad del Estado. Las redes de clubs de alterne. Yo me especialicé más bien en ese trabajo. Y, efectivamente, se te ponen los pelos de punta al saber quién está detrás de ese señor que regenta un club...

¿Le supuso algún problema?

No, nunca. Ya que jamás di una noticia sin tenerla comprobada. Claro, se podían dar muy pocas noticias, porque quien anda en esas aventuras sabe bien cómo esquivar. No obstante, un compañero que tenía en el equipo era mucho más lanzado y escribió un libro, “La red Galindo”, que le trajo problemas judiciales. Una cosa es que tú tengas la convicción de que lo que hay detrás, y hasta que tengas las pruebas no lo publiques, y otra que se publiquen los indicios sin pruebas.

Eso es lo que hoy en día prima, fundamentalmente...

Efectivamente, sólo por indicios. Hasta tal punto que en este país las detenciones y las implicaciones judiciales por indicios están a la orden del día. Se está en la absoluta indefensión. Porque un guardia civil o un detenido haya dicho tu nombre, te detienen... y luego arréglalo. Eso no es denunciable solo en el caso de un periodista, sino en el de todos...

Los grandes grupos editoriales se han alineado con esta manera de actuar...

La presunción de inocencia no existe en ciertos delitos. Alrededor del terrorismo de ETA no existe ninguna precaución semántica; es decir, ya te han llamado asesino, y no existe, ni de lejos, la presunción de inocencia. A cualquiera que detienen le implican pertenecer a la cúpula de ETA. ¿Cuántas cúpulas han detenido? De momento, ya te lo han echado encima... Y ya han dicho de ti que eres un colaborador, y un delincuente... Luego, cuando demuestras que no es así, ¿quién te lava?

Sucedió con Egin, con Egunkaria; con su detención se atentaba contra un grupo editorial, totalmente alejado del entramado sospechoso... A nadie con dos dedos de frente se le escapa que esto es una actuación premeditada, aunque no sé si bien diseñada...

Hubo operaciones precedentes a la mía, con Egin y Egunkaria. Nunca podremos saber si la intencionalidad de Baltasar Garzón para imputarme a mí un delito que, a las horas de estar declarando yo ante él, se demostró que no era cierto, y le dijo a mi abogado “me he equivocado”... Pero ahí te quedas. Nunca sabré si lo que se atacaba era a la cabeza visible de un grupo de comunicación no sumiso, o simplemente era una reafirmación del juez Garzón de que él era más que el juez Marlaska. Porque coincidió que Garzón estaba en Nueva York cuando Marlaska hizo la gran redada sobre el impuesto revolucionario, y hubo un detenido que a mí me nombró como intermediario en la negociación de una carta de impuesto. Marlaska no me llamó para nada. Garzón, a su vuelta, vio el sumario y se encontró con un periodista, que era yo. Afortunadamente, mientras estuve en el calabozo en Madrid fueron declarando los empresarios a los que yo había ayudado a “no pagar”, confirmando mi versión de que les había indicado que no pagaran, y que ellos me habían pedido que interviniera para aclarar algún caso, de posible equivocación de personas.

Sin embargo, lo que todos los medios dijeron fue, haciéndose eco de lo expresado por la policía, que yo pertenecía a la red de recaudación del impuesto revolucionario. Una completa barbaridad, ya que yo siempre había actuado pensando en que los empresarios que reciben las cartas son tan víctimas como los agrupados en esos colectivos conocidos. El comportamiento de los medios me convirtió en el pim-pam-pum, y del Ebro para abajo soy un terrorista.

Sin embargo, más tarde, parte de esos medios claman al cielo por la presunción de inocencia del juez Garzón, por su affaire en la financiación de algún curso en Estados Unidos...

¡Claro! Las diferentes varas de medir de los grandes medios, que repiten y repiten, argumentando además, en mi caso, mi pasado en Egin... es una canallada. Aumentada, por el silencio total cuando se retira la denuncia.

Foto: Diario de Noticias. Ruben Plaza.

Pasando página, ya me gustaría que nos explicara cómo ha visto desde su atalaya la evolución de la política en nuestro país en los últimos 40 años. Desde tu retiro obligado en la cárcel de Zamora,...

Yo creo que se trata de la historia de una decepción colectiva. Cuando el tardofranquismo empezó a movilizarnos a todos, esperábamos otra cosa. A nivel de Estado, veíamos un sistema más abierto, más plural. Pero se nos hizo muy pequeña la Constitución, nos pareció que era un corsé. No obstante, nos íbamos contentando con aquellas pequeñas cosas: los partidos legalizados, los sindicatos... libertad de expresión. Y a pesar de que intuíamos que se iba a quedar la cosa en muy poquito, la cosa nos ilusionó. Pero al paso del tiempo, hemos visto que esto es una monarquía consolidada e inútil, tenemos prácticamente un bipartidismo que ideológicamente no se diferencia, ya que no existe ni izquierda ni derecha, y constatamos que el País entró en un desarrollismo que tenía poco que ver con las ideas más o menos socializantes que imperaban hace cuatro décadas.

Eso a nivel de Estado. Y a nivel de Euskadi, la decepción ha sido más clara, por haberse dado por etapas. La desunión en Txiberta, la persistencia de la violencia armada, la represión durísima, las continuas denuncias de torturas y malos tratos, el interés de algunos por abrir abismos entre nacionalistas vascos y nacionalistas españoles, y —en general— el descontento por la insuficiencia de nuestro autogobierno. Yo sí soy partidario y estoy de acuerdo con la descripción de Txema Montero de que el Estatuto es una posada en el camino. No me parece oportuno lo de querer dejarlo en posada sempiterna, ni me parece tampoco acertado los que se saltan la posada, para estrellarse de derrota en derrota.

Uno acaba teniendo una cierta mirada de pesimismo, pero quedan aún espacios de alegría, como la actual evolución de la izquierda abertzale. Eso te da un respiro... pero, en general, no es lo que hubiéramos querido. A lo mejor lo que queríamos era pura utopía, ilusión, ingenuidad, idealismo... ¿En qué quedó el Mayo del 68?

Siempre que echo la mirada atrás, me acuerdo de lo que cantaban Simon y Garfunkel sobre que la juventud es el tiempo de la inocencia... la época en que no se tiene conciencia sobre la imposibilidad de ir contra unos poderes establecidos, imposibles, por otra parte, de ver.

Sí, pero a efectos vitales cada persona en su momento es cuando se autoafirma, se valora. Lo que entonces valorábamos ahora también lo hacemos, pero de otra manera. La propia evolución vital es la que te va resituando. Y llegas a un punto en el que piensas que lo que hubieras querido no se ha cumplido, ni de lejos, pero te posicionas cara a lo conseguido, definiendo el grado de conformidad que tienes. La suma de todos tus momentos vitales te da un resultado, negativo a tenor del déficit en lo conseguido, pero empiezas a relativizar.

Se han tardado 30 años en poner al Estatuto de Gernika en las vías para su cumplimiento. De sus actuales vías —compromiso Gobierno español/PNV— incluso podría ser descarrilado... Por otro lado, hemos oído a unos repetidas veces que dicho Estatuto estaba obsoleto, y a otros que esta vía estatutaria no nos llevaba a ninguna parte... Vaya lío, ¿no?

Esto es consecuencia de haber convertido la política en chalaneo, en mantenimiento en el poder. El Estatuto de Gernika es una ley orgánica que a los diferentes gobiernos españoles no les ha dado la gana de cumplir. ¿Por qué? Por su capacidad para apretar, a cotas de mercadeo. La política está así. Y tenían razón aquellos que se echaron en cara mutuamente el ser trileros de la calle Sierpes y tahúres del Mississipi. La política se ha convertido en mantenimiento del poder. Y el poder no solamente en su vertiente “erótica” sino fundamentalmente en el reparto del pastel, de los cargos. El Estatuto ha sido un instrumento más en ese manejo del poder, y en estos momentos, con Rodríguez Zapatero con el agua al cuello, ha firmado lo que ha firmado. Que lo cumpla ya es otra cosa.

Por otra parte, sí es cierto que en un sector del pueblo vasco existe la convicción de que este Estatuto no valía ya en su día, y ahora menos. Y de que hay que pasar a otra situación. Las preguntas son ¿a qué situación se puede pasar y con qué garantías? ¿Podemos o no? ¿Nos dejan o tenemos que echarnos otra vez al monte? ¿Se proclama la desobediencia civil?... Todo es muy complicado. Yo creo que no es poco que se mantenga ese espíritu de insatisfacción, porque queremos más. Y dadas las características de la política en estos momentos, hay que esperar momentos propicios para ir avanzando, y pasar de la posada a “la casa del padre”.

Foto: Andres Espinoza.

Con las expectativas actuales de elegir por todos únicamente la arena política para la contienda, y desde el cargo de director editorial del Grupo Noticias ¿cuál es su visión sobre el particular?

Mi visión es que esto es irreversible. La izquierda abertzale civil ha dado el paso, sin entrar a discutir de porqué ahora y no antes. El desenlace del proceso de Loyola fue tan calamitoso y tan descorazonador para dicha izquierda, que desde aquel momento decidieron que no podían seguir dependiendo de la tutela de ETA. Ese paso es irreversible. La izquierda abertzale ha llegado a la conclusión que ya llegó Aralar hace diez años, de que la lucha armada no es de recibo, no ya éticamente, sino tampoco políticamente. Han dejado la pelota en el tejado de ETA, para que dé el paso. Ha sido muy importante esta evolución, porque varía totalmente el concepto de vanguardia, que desde los años sesenta había venido siendo significativa para la izquierda abertzale: la vanguardia era ETA. Y ahora se ha cambiado de lugar la vanguardia. Yo entiendo que cincuenta años de lucha, con todo lo que lleva de sufrimiento, de dedicación, de épica, no se pueden acabar de un plumazo. Esto va a ser más complicado. Creo que ETA se ha visto sorprendida por la firmeza de los líderes de esta izquierda abertzale y no ha tenido más remedio que hacer sus deberes.

Para esto está enfrente, nada más y nada menos que todo el muro del pacto antiterrorista, de los acuerdos PP-PSOE, de las víctimas, de los grandes medios de comunicación, etc. que habrá que ir superando. Y se está empezando. No es para nada baladí que un periódico como El País, dedique seis páginas a Arnaldo Otegi. Eso no lo había hecho ni con Rodríguez Zapatero, y ello responde a que en El País saben cómo están las cosas, y como medio no puede quedarse en Babia ante lo que viene. Una situación de ausencia de violencia va a cambiar el panorama y las actitudes. Que va a costar y que va a haber mucha resistencia, también es cierto. Porque, lamentablemente, parece que hay intereses en que esto siga igual y que ETA persista, ya que siempre pueden jugar a efectos electorales con tener una zona desestabilizada.

¿Se está refiriendo Vd. a lo que por parte de unos concretos medios proclaman sobre no dar crédito a lo que se mueve? No debemos negar que, visto lo sucedido en anteriores ocasiones, se puede ser un poco incrédulo...

No tengo ninguna duda. No sé si la izquierda abertzale conseguirá la legalización o no; tampoco sé en qué va a parar el polo soberanista, ni cuál va a ser el papel de la comisión de los mediadores internacionales. Y, por supuesto, también desconozco sobre cómo van a recular los que hasta ahora han venido sacando pecho en la parte contraria. Son incógnitas que se van a despejar pronto.

¿No hay peligro de una especie de involución?

Como suele ocurrir en estos casos, tengo la convicción de que ni la izquierda abertzale civil en su totalidad está de acuerdo con esto, ni tampoco en el seno de ETA. Habrá grupos de disidencia civil y armada, como en Irlanda. Algún grupo irredento seguirá. Pero esto está terminado ya.

Haciendo un salto hacia otro lado, y suponiendo que lo nuestro se resuelve, ¿cómo ve al estado español actual y su implicación con Europa?

En el Estado hay una desesperada lucha por solventar la crisis económica. Porque esto no lo arregla tampoco otro gobierno. Nos llegó el tsunami, de lo que en un principio fue un vendaval, ya que las estructuras económicas de aquí eran las que eran. Y explotó lo que se veía que iba a explotar. El gobierno socialista, tarde y mal, está intentado atender los requerimientos de Europa y del Fondo Monetario Internacional, para controlar el desastre. La oposición española lo que hace es esperar a que caigan los socialistas y ponerse a hacer... lo que están haciendo estos. Desgraciadamente, se ha comprobado que era un sueño aquello de que España estaba a la cabeza de Europa, quedando claro que estamos a la cola, ya que hemos entrado tarde y mal. España es un país que, sin ayudas económicas de Europa, su nivel habría sido mucho más bajo. No se puede saltar del “Seiscientos” al “BMW”. Dentro de la crisis general que soporta Europa en estos momentos España es uno de los granos, que todavía no ha reventado.

Como corolario de todo ello queda que el argumento político queda por debajo del económico, que es el motor de cualquier sociedad...

Cualquiera de las ideologías de los partidos tropezaría con el mismo obstáculo. Pablo Muñoz (Donostia, 1941) Pablo Muñoz nació el 21 de diciembre de 1941. Periodista de formación y profesión, su dilatada trayectoria en la prensa vasca le lleva desde la dirección de Egin hasta la creación del proyecto de los diarios del Grupo Noticias y su dirección en Nafarroa y Gipuzkoa. Hace su incursión en el género novelístico con las novelas Cruz de Tramposos (Ttarttalo, 2010) y Puertas coloradas (Ttarttalo, 2009), aunque su primera experiencia editorial fue la biografía de Miguel Indurain, Una vida sobre ruedas (Editorial Alba 1993), y su segunda edición Y el mito se hizo hombre (1996).
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