Patxi Garai. Coordinador General del Museo Marítimo Ría de Bilbao: En este país no tenemos a ningún J.P. Morgan o Guggenheim que se preste a financiar iniciativas culturales

2005-05-13

BREA, Unai

GARMENDIA IARTZA, Koro

El Museo Marítimo Ría de Bilbao es todavía joven, hecho que en este caso más parece ser un inconveniente que una ventaja. Inició su andadura el 21 de noviembre de 2003, en el mismo enclave donde tiempo atrás se encontraba el astillero Euskalduna. Es un edificio singular, erigido en una cavidad bajo la carretera, junto al prestigioso Palacio Euskalduna. Pero no sólo eso; el museo ha convertido la ría -el corazón que latía al son de los movimientos de la industria- en museo, donde expone barcos, grúas y diversos utensilios. Es un museo digno de ver tanto por dentro como por fuera. De todos modos, su temática va más allá de la ría, ya que, superando las dificultades que se le presentan, desea ser reflejo de la navegación de toda Euskal Herria. El museo tiene desde finales del año pasado un nuevo director o, atendiendo a la nueva denominación, coordinador general: el portugaletarra Patxi Garai. Lo hemos entrevistado en un momento en el que los trabajadores del museo se encontraban verdaderamente ocupados, puesto que hace apenas un mes que han dado la bienvenida a la exposición itinerante “Titanic. The Exhibition”, motivo por el cual el director del museo ha tenido que atender a llamadas de múltiples medios de comunicación. En la conversación que mantuvimos pudimos constatar que este hombre, que fuera marinero durante catorce años, ama el mar con auténtica pasión.

¿Cuál es el objetivo de este museo?

El objetivo de este museo –como creo que ya se ha dicho miles de veces- es recuperar la historia del mar, que en el caso de Euskal Herria es, en todos los aspectos, muy amplia y extensa: la gente del mar, los astilleros, el comercio, el intercambio cultural, etc. Lo que pasa es que no se ha conservado bien. Y, pese a que tenemos libros, opino que la inclinación que los vascos tenemos por el mar no tiene nada que ver con la de los ingleses. Y la culpa es nuestra. Los ingleses se sienten tremendamente atraídos por las historias del mar, por las historietas de sus marineros. Lo fundamental, en cualquier caso, es recuperar: recuperar la Ría, recuperar la mayor parte de la historia posible. Lamentablemente, este museo es demasiado nuevo; de haberse abierto hace unos 50 años, ahora estaríamos hablando de otra cosa. Cuanto más tiempo pasa, más cuesta recuperar objetos. Además, resulta más difícil recuperar objetos que historias, aunque, ahora que la marina mercante se está extinguiendo, cada vez nos va costando más más recuperar historias, y es que quedan pocos marineros. Nuestras compañías marítimas -algunas de las cuales llegaron en sus tiempos a tener incluso un centenar de barcos- han sido muy importantes, han navegado por aguas de todo el mundo, pero poco a poco van desapareciendo. De modo que tenemos que hacer un gran esfuerzo por recuperar todo cuanto se pueda.

¿Diría usted que la palabra “museo” evoca objetos desaparecidos o sin vida?

Es posible, pero no es mi caso. A mí me evoca la historia. Me gusta rememorar la vida de nuestros antepasados y conservarlo en el museo. Para formar un museo hacen falta, por lo menos, 50 años. El museo lo tenemos que fundar ahora que estamos con vida. Las futuras generaciones nos estarán muy agradecidas.

¿Es uno de los objetivos de este museo demostrar que la Ría sigue todavía con vida?

Puede, pero eso no es más que una parte. Yo soy más ambicioso. No tendría mucho sentido que el Museo Marítimo limitara su visión a la Ría. Parecería que despoja al mar y a la navegación de su carácter, cuando la actividad marítima es precisamente un intercambio de culturas. El primer medio de locomoción fue el barco; las mayores aventuras del mundo han tenido lugar en el mar, o, al menos, estando el mar de por medio... Por lo tanto, decir que nuestro museo se limita a la Ría me parecería absurdo, y, a todas luces, insuficiente para los que nos consideramos marineros. En mi opinión, el museo tiene que estar abierto al mundo. De hecho, creo que así es como está.

En estos momentos se encuentran muy ocupados con la exposición del Titanic...

Sí, tenemos que atraer a la gente, y la historia del Titanic es en verdad fascinante. Desafortunadamente, ha pasado a la historia por la catástrofe que sufrió en su primer viaje, pero, gracias a la aportación de la literatura y del cine, encandila a mucha gente. Queríamos recuperar la historia del Titanic, pero la idea original no fue nuestra. Existe una fundación llamada “Titanic Exhibition”, por lo que nos pusimos en contacto, hace ya mucho tiempo, y finalmente, tras su andadura por Barcelona y Porto, la exposición itinerante ha llegado a nuestra ciudad. Queremos tenerla entre nosotros por un tiempo prolongado, hasta el 18 de septiembre. En la planta baja del museo hemos ubicado una reproducción del Titanic de 1.400 metros cuadrados, junto con todas las pequeñas historias que se han podido recuperar.

Dice que hay que atraer a la gente. ¿Cuesta hacerlo?

Yo creo que no. Los museos de una determinada temática tienen lo que viene a ser un problema y una virtud al mismo tiempo, y es que a uno le tiene que gustar lo que exponen; de lo contrario, no hay nada que hacer. Resulta más fácil entrar en un museo de arte, sabiendo que algunas cosas te van a gustar y otras no. Por ejemplo, resulta más fácil ir al Guggenheim, porque además de que el edificio en sí es ya emblemático, dentro hay piezas que te gustan y otras que te disgustan. Eso aquí no pasa. El visitante que viene a nuestro museo se encuentra con un museo monotemático. Como le indicaba, en estos momentos, en la planta baja, ofrecemos la posibilidad de "entrar" en un barco –lamentablemente, no tenemos un gran barco en el exterior, por diversos motivos no lo hemos podido conseguir-, y en la parte de arriba tenemos la exposición permanente: la historia, las maquetas, los documentos, etc. Buena parte de la exposición permanente -como para llenar otra planta entera- la tenemos guardada en un almacén, y de vez en cuando la sacamos para renovar la exposición. Que nadie piense que con haber visitado el Museo Marítimo ha visto todo lo que tenía que ver. Cada dos o tres meses hacemos varios cambios en la exposición.

Es indispensable renovar su contenido...

Sin lugar a dudas. Un museo no puede exponer varias piezas y poner a una persona en la puerta, cobrando la entrada. Eso no es un museo. Un museo tiene que ser dinámico y mostrar cosas nuevas sin cesar; nuevas no, perdón, antiguas, pero distintas.

¿La revitalización del nuevo Bilbao está favoreciendo la creación de nuevos museos?

Yo creo que sí. Afortunadamente, en esta sociedad en que vivimos la cultura tiene muchísima importancia. En efecto, se van desarrollando nuevas ideas. Así como nosotros nos hemos volcado en los barcos, hay también otros campos que tienen cosas que mostrar.

Partiendo de la experiencia que ha acumulado al frente del museo, ¿a quién cree usted que van dirigidos los museos en general? Da la impresión de que Bilbao, y también Bizkaia, se está organizando de cara a los extranjeros, tratando de que, en cierto modo, “vengan y nos conozcan”. ¿El museo ha sido creado mirando especialmente a ese tipo de visitantes?

El museo es para todos. Para los de aquí y para los de fuera. Para todos los que aman la historia del mar. Pero hay que destacar el éxito que ha cosechado entre los visitantes de determinados países. Nosotros siempre le hemos dado la espalda al mar; lo hemos visto exclusivamente como una fuente de negocio, no como un modo de vida. Pero los países del Norte de Europa o de Inglaterra no lo ven así. Esa gente sale realmente contenta de este museo. Las notas más interesantes que se escriben en nuestro libro de sugerencias son suyas.

Si no me equivoco, este museo combina la gestión privada y la iniciativa pública...

Este museo pertenece a una fundación privada, pero si las instituciones no se hubieran involucrado en esta aventura desde el primer momento, hubiera sido imposible llevarlo adelante. En este país no tenemos un J.P. Morgan o un Guggenheim que se preste a financiar iniciativas culturales. En los EE.UU. sí que lo tienen, y en otros países también. Pero hay muchos museos marítimos en el mundo, y cada uno se aferra al suyo, cómo no. Lo que está claro es que ningún extranjero vendrá a invertir aquí, de modo que, si existimos, es gracias a las instituciones. Dudo que el capital privado se interese por iniciativas culturales de este tipo.

¿Existe en Bizkaia la cultura de acudir a los museos? ¿Tenemos el hábito de visitarlos?

Yo creo que cada vez más. Al menos, así lo reflejan las cifras de los museos. Es evidente que el Guggenheim ejerce su influencia, y espero que para muchos años, pero los demás museos de Bilbao -que no son pocos- también tienen una bonita oferta. En la medida en que haya propuestas culturales, la gente va a moverse; de lo contrario, no. Recuerdo que cuando se decidió ampliar el Puerto de Bilbao, muchos argumentaron que, teniendo en cuenta el tráfico marítimo de entonces, la inversión era a todas luces excesiva. Pero lo cierto es que sin una oferta, la gente no compra. Las instituciones vascas han hecho una apuesta, y han salido ganando. Gracias a las diversas propuestas que en la actualidad se ofrecen en Euskadi –y sobre todo en Bilbao-, hoy podemos atraer a gente de todo tipo. Aquel Bilbao repleto de fábricas y muelles vacíos se ha convertido en otra cosa. Ahora atenemos edificios, museos, etc., y la gente viene a visitarlos.

¿Tenéis los museos alguna relación entre vosotros?

Sí, la tenemos. Hay que tener en cuenta que todos participamos, de algún u otro modo, en el proyecto Bilbao Metropoli-30. Al fin y al cabo, todos tenemos los mismos directores, porque las instituciones están presentes en los consejos de administración. Mantenemos una excelente relación, como debe ser, porque nos complementamos mutuamente. Aquí, por ejemplo, tenemos muestras de otros museos, del mismo modo que en otros museos se pueden encontrar piezas de aquí. Una vez finalizada la exposición del Titanic, el Museo de Bellas Artes nos cederá un par de cuadros para ser expuestos. Tal como su director asegura, el patrimonio no es ni suyo ni mío, sino de todos los ciudadanos, y nosotros se lo tenemos que mostrar, para que lo vean.

¿La gestión de un museo debe ser de índole empresarial? ¿Debe gestionarse como si de un negocio se tratara?

Ni los museos ni los medios de transporte debieran ser negocios. El beneficio tiene que ir a parar a la sociedad. Voy a ponerle un ejemplo muy claro: si las instituciones no hubiesen intervenido en las obras de construcción del metro, y los viajeros tuviéramos que pagar el coste real de un billete desde Bilbao a Algorta, el viaje nos saldría a 50 ó 60 euros. El beneficio tiene que ser para la sociedad; si la sociedad tiene una determinada necesidad, se la da una respuesta. Con los museos sucede lo mismo. De lo contrario, deberíamos cobrar una suma demasiado elevada por la entrada. En el tiempo que llevo aquí, por lo menos, la tendencia ha sido justamente la contraria, la de bajar, precisamente porque la cultura tiene que estar al alcance de todo el mundo. Con respecto a la exposición del Titanic, nosotros hemos puesto una condición: que no cobraremos los 15 ó 18 euros que piden en otros lugares. En nuestra opinión, ni el precio de la exposición del Titanic ni de nuestra exposición permanente puede ser superior a los nueve euros.

¿Los museos son la mejor manera de acercarse a la Historia?

Puede que la mejor manera sea la de recurrir a los libros, pero en estos tiempos en los que vivimos tan deprisa, la más fácil y cómoda es la de visitar museos.

Para fundar este museo habrán tenido que sacar muchas historias a la luz. Seguramente, siguen teniendo que hacerlo...

Así es.

¿Resulta difícil?

No. Afortunadamente, hay gente maravillosa. Gente que se da cuenta de que el peculir trasto del abuelo que tenían guardado en el sótano es muy importante para nosotros. Mientras haya gente así, no tendremos ningún problema. Y es que todo cuanto tenemos nos ha sido donado o prestado por los propios ciudadanos.

Comentaba que le hubiera gustado que el museo se abriera hace 50 años. ¿Se ha perdido mucho material en ese tiempo?

Sí. Mucha gente no sabe lo que tiene en casa, sobre todo en lo que a documentos se refiere. Es posible que alguien tuviera en un viejo caserón el diario de navegación de su bisabuelo, o una carta de navegación del siglo pasado, y que, a la hora de reformar la casa, los echaran en un descuido al fuego, junto con otras miles de cosas. Algunas compañías marítimas han conservado sus archivos, pero otras, al extinguirse o al vender la empresa, se han desembarazado de ellas.

¿Es difícil conseguir que un museo resulte atractivo?

No. ¿Es difícil conseguir que el fútbol resulte atractivo? A quien no le guste, le parecerá terrible pasar 90 minutos en el campo de fútbol, en invierno, bajo la lluvia. Pero el aficionado disfruta. Aquí pasa lo mismo. Lo digo por los comentarios que la gente escribe en el libro de sugerencias. Hay opiniones de todo tipo, claro está, pero, por lo general, la gente se conmueve, porque la historia es verdaderamente emocionante.

Dicen que hay que huir de las comparaciones, pero ¿qué tienen los museos de Bizkaia con respecto a los demás? Es muy humano hacer comparaciones, no es tan grave. Yo creo que los museos de Bizkaia son tan dignos como los demás. Además, me parece que Bilbao es ahora una ciudad que merece ser mostrada. El Museo Marítimo, por su parte, no tiene nada que ver con el de hace 50, 100 ó 200 años. El que quiera visitar auténticos museos marítimos y sumergirse en la historia de la navegación, tiene que irse a Inglaterra. Pero en cuanto a edificios, etcétera, siempre hemos hecho cosas maravillosas. Nuestros museos son muy dignos. Más aún: de lujo. Patxi Garai Crist?bal (Portugalete, 1951) Realizó sus estudios en la Escuela de Náutica de su ciudad natal, Portugalete, desde 1969. Ya para 1975 era capitán de barco. Y al cabo de un año lo pusieron al mando de uno. “Era muy joven, no tenía más que 25 años, pero sucedió que otro capitán se rompió una pierna, y necesitaban a alguien que fuera a buscarlo a Inglaterra. Me tocó ir a mí. Y, así, seguí durante varios años”. Patxi Garai ha navegado durante catorce años, ocho de ellos como capitán. Fuera del mar, ha desempeñado varios trabajos en tierra firme, cargos públicos inclusive, entre los que cabe destacar el puesto de Director de Transportes del Gobierno Vasco. En la actualidad es Presidente de la Asociación Vizcaína de Capitanes de la Marina Mercante. El 29 de julio del año pasado asumió el cargo de coordinador general del Museo Marítimo Ría de Bilbao, con el que, pese a haber ejercido como asesor del mismo, no tenía ningún vínculo orgánico.
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