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Enrique Echeburúa Odriozola / Psicólogo

16/09/2015

Enrique Echeburúa Odriozola / Psicólogo

Influencia multidireccional de internet en los procesos cognitivos: los pros y los contras

Según la teoría de la evolución, los seres humanos están en constante cambio en función de la adaptación al entorno. Controlar el fuego, inventar la rueda y desarrollar el lenguaje escrito son solo algunos ejemplos de lo que ha sido la evolución de la humanidad. La plasticidad de nuestro cerebro se adapta progresivamente a los nuevos cambios. De este modo, la irrupción de Internet en la vida cotidiana de las personas, y desde edades muy tempranas, ha supuesto una modificación de los procesos cognitivos básicos (pensamiento, memoria, lenguaje) de los seres humanos. En unos casos se han adquirido nuevas habilidades y en otros se han perdido otras. Así, por ejemplo, el acceso al conocimiento es hoy distinto. Internet proporciona información, no conocimiento. La integración de conocimientos es diferente de la yuxtaposición de informaciones varias. Un buen traje no se hace de minúsculos petachos de diferentes telas y calidades. Hace falta tener una visión de conjunto para integrar toda la información de una manera comprehensiva. El conocimiento supone depurar una información que hoy está al alcance de todo el mundo. Antes la ausencia de información era ausencia de conocimiento; hoy es cualitativamente distinto: en el exceso de información puede estar precisamente la ausencia de conocimiento. La memoria a corto plazo ha experimentado un cierto deterioro como resultado de la existencia de Internet. Una persona podía recordar antes con facilidad muchos números telefónicos o datos precisos acerca de acontecimientos familiares o sociales (cumpleaños) y ahora puede no recordar el suyo propio (que lo lleva escrito en el propio móvil). En concreto, los sistemas de mensajería instantánea y las redes sociales, como Twitter (que se basa en mensajes de 140 caracteres), pueden afectar negativamente a lo que se denominada memoria de trabajo (proceso cognitivo usado para el almacenamiento temporal y la manipulación de la información), ya que nos instan a realizar actividades muy breves y cortas. En suma, Internet (el denominado efecto Google) se ha convertido en la fuente primaria de memoria externa, lo que puede atrofiar parcialmente nuestra capacidad de memorización al requerirse un menor esfuerzo mental para resolver las tareas. En relación a los efectos de Internet sobre nuestros procesos de memoria, hay una imagen muy gráfica del caricaturista "El Roto", que apareció en El País: "Gracias a las nuevas tecnologías, me informo al segundo y lo olvido al instante" (EL Roto. El País. Jueves 13 de octubre de 2011). Sin embargo, al mismo tiempo, se potencia el autoaprendizaje y el desarrollo de la memoria visual, así como la capacidad para interactuar y procesar diversas informaciones. No es que el cerebro deje de trabajar, sino que lo hace de otra manera. La memoria actual no se centra en la memorización, sino en la asociación rápida y en el procesamiento de la información disponible en cada momento. El acceso instantáneo a la información variada permite la asociación de ideas y estimula la flexibilidad cognitiva. De hecho, las personas más conectadas socialmente pueden retrasar la pérdida de memoria en la edad avanzada. Por ello, si acumular datos e informaciones diversas era un valor propio en otros momentos, hoy ya no lo es, al estar accesibles en la Red, lo que lleva, por tanto, a un replanteamiento del sistema educativo. Internet es un soporte muy bueno para los procesos de enseñanza-aprendizaje en la escuela, pero este no puede sustituir al profesor y ha de ser controlado para no sobreestimular al niño con más información de la que realmente puede asimilar. A su vez, el lenguaje (y especialmente la expresión verbal escrita) se ha modificado con algunas aplicaciones de Internet, como el correo electrónico y la mensajería instantánea. En este sentido se han mermado algunas capacidades lingüísticas, como la ortografía y la sintaxis, especialmente entre las personas más jóvenes. Especialmente significativo es el impacto de Internet sobre la comunicación extraverbal (la mirada, el tono de voz, los gestos de alegría, tristeza o enfado), que ha perdido peso entre algunos jóvenes con la irrupción de los sistemas gratuitos de mensajería instantánea. La proximidad cara a cara o la sensación de mirar a los ojos no pueden ser sustituidas por los emoticonos ni por un mensaje de 140 caracteres. No puede ser que WhatsApp nos acerque a quienes tenemos lejos -algo enormemente positivo-, pero que nos aleje de quienes tenemos cerca ni que se dé la paradoja de que cuanto más se conecta una persona virtualmente a las redes sociales o a los sistemas de mensajería, menos conecta realmente con las personas. A nivel cognitivo, el procesamiento de la información que tiende a darse actualmente no es lineal, sino en paralelo, lo que es un reflejo de la multitarea inducida por los distintos recursos de Internet. Sin embargo, según un estudio reciente de la Universidad de Stanford, contestar un WhatsApp, ver un vídeo de Youtube, recibir una llamada telefónica y atender dos mensajes de Twitter, todo al mismo tiempo, no es bueno. Estos usuarios multitarea pueden tener más dificultades para discernir entre lo importante y lo accesorio y mostrar mayores problemas de retención y más dificultad, curiosamente, para cambiar de tarea. Se pueden hacer varias cosas a la vez, pero se pierde la capacidad de concentrarse de forma eficiente en algo concreto durante un tiempo y se afecta la calidad de la tarea. Se trata, en cierto modo, de mentes errabundas (no tener el pensamiento en lo que se está haciendo). No es solo cosa de jóvenes. Muchas personas ya no se limitan a sentarse delante de la tele después de cenar: casi la mitad aprovecha para entrar en Internet a la vez. Una labor preventiva elemental (incluso para conciliar el sueño) es evitar la sobreexcitación del cerebro. No es, por ello, extraño que una de las terapias psicológicas de moda sea el mindfulness. El potencial del mindfulness es que apunta al rasgo más significativo de estos tiempos: el déficit de atención (la multitarea). Esta técnica tiene como objeto sosegar una mente desbordada por la sobreinformación. Es una herramienta contra el estrés. Se trata de potenciar la capacidad de prestar atención al momento presente de forma deliberada. Ser plenamente consciente de lo que está ocurriendo aquí y ahora permite combatir las distracciones y concentrarse en los objetivos. A veces las redes sociales pueden contribuir a crear una distorsión cognitiva global, como es el establecimiento de una identidad ficticia, sobre todo en personas vulnerables, que no se corresponde con la realidad del sujeto. Así, hay personas que muestran una edad o difunden unas características personales ilusorias, que pueden llegar a creérselas y que se mantienen porque no hay una retroalimentación directa cara a cara. Todo ello se agrava cuando hay una confusión entre lo íntimo, lo privado y lo público y se fomentan conductas histriónicas y narcisistas, cuando no deformadoras de la realidad (por ejemplo, alardear del número de seguidores o de amigos agregados) (véase E. Echeburúa y A. Requesens, Adicción a las redes sociales y nuevas tecnologías en niños y adolescentes, Madrid, Pirámide, 2012). En suma, la tecnología de Internet está llamada a facilitarnos la vida, pero también puede complicárnosla. Las nuevas tecnologías han influido positivamente en determinados procesos o capacidades y negativamente en otros. La vida es mucho más cómoda desde la llegada de Internet. De nuevo, el quid de la cuestión es lograr el equilibrio entre lo que se considera un uso adecuado y un abuso. Junto a la enorme potencialidad de Internet, hay personas que pueden hacer un mal uso de la Red. Así, las redes sociales pueden atrapar a los adolescentes y jóvenes porque el mundo virtual contribuye a crear en ellos una falsa identidad y a distanciarlos de los demás, si hay una pérdida de contacto personal, o a distorsionar el mundo real.  
Enrique Echeburúa Odriozola Catedrático de Psicología Clínica de la Universidad del País Vasco (UPV/EHU) Académico de Jakiunde
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