Urteko galdera

Luisa Etxenike / Escritora

25/11/2015

Luisa Etxenike / Escritora

Confucio on line

Dijo Confucio que basta con observar los defectos de un hombre para conocer sus virtudes. La cita me parece muy apropiada para encabezar una reflexión sobre cómo determina Internet nuestros procesos cognitivos, porque la red es, en mi opinión, una tensión de virtudes y defectos; o, si se prefiere, una agitada convivencia de oportunidades y riesgos, de caminos que se abren y puertas que pueden cerrarse. Y esta tensión convivencial la voy a resumir en tres parejas de opuestos: exigencia vs conformismo; visión múltiple vs mirada única; confianza vs temeridad. Internet es, sin duda, un aliado formidable de lo que llamaré la ambición de conocimiento. Nos proporciona un acceso exuberante a documentos escritos, registros audiovisuales, obras artísticas... Esa posibilidad de acceder a tantos contenidos alienta, a mi juicio, el deseo de hacerlo, de acercarnos a todo lo que la red pone a nuestra disposición. Se dice que querer es poder. Yo creo que Internet invierte de manera estimulante ese enunciado, convirtiéndolo en "poder es querer". Querer más, querer en profundidad, no dejar de querer llegar más lejos en el descubrimiento y el conocimiento de nuevas materias. Pero esa virtuosa ambición intelectual que Internet aviva, convive muy de cerca en la red con un vicio de desorientación o desvarío que puede llevar (y a muchos les lleva) a confundir, por ejemplo, consultar en google con saber; descargar un contenido con apropiárselo íntimamente, esto es, con asimilarlo de verdad. El principal enemigo de la profundidad y la exigencia que permite Internet son el conformismo y la superficialidad: pasar rápidamente por los temas, en lugar de detenerse en ellos; o archivar/acumular en el disco duro lugar de en la mente. Otra de las virtudes de Internet es la de estimular la agilidad y la conectividad del pensamiento. Nos acostumbra a pensar/entender en mosaico, uniendo esto con lo otro, viajando sin complejo entre las disciplinas y las formas, multiplicando las perspectivas, mestizando los conocimientos. La red nos hace pensar en red, lo que no puede parecerme más fértil. Pero esta fertilidad también convive, como en el caso anterior, con un espejismo. Porque la omnipresencia de algunos motores de búsqueda, su capacidad cuasi monopolística de "posicionar" la información crea una falsa ilusión de anchura, de puertas abiertas de par en par, cuando en realidad esas puertas están, en muchos casos, simplemente entornadas; cuando hay más filtros, dirigismos y "favoritismos" de los que la apariencias dejan imaginar. Internet es, en ese sentido, una oportunidad pero también una responsabilidad de libertad: expresarla, reconocerla, defenderla. Y termino con la confianza, porque Internet nos anima, justificadamente, a pensar que lo que necesitamos para nuestro trabajo, nuestras investigaciones o simplemente nuestro crecimiento personal, está ahí mismo, al alcance de nuestra búsqueda. Pero esa confianza no debe convertirse en temeridad. Esa temeridad que consiste de dar por buena cualquier cosa que nos devuelve la pantalla, por muy bien envuelta que esté en un diseño "pro". Internet exige desarrollar criterios, herramientas y metodologías de verificación y cotejo de las informaciones que nos proporciona; integrar de manera constante, o en modo automático, no diré que desconfianza, pero sí una forma de sabia cautela. Y hablando de sabios, ¿es verdaderamente de Confucio la frase que citaba al principio? Si acudimos a Internet la encontraremos reproducida, a su nombre, infinidad de veces, en webs y blogs de muy distinta naturaleza. Pero, ¿podemos estar seguros de que esa sentencia pertenece verdaderamente al filósofo chino o de que esas son sus palabras exactas; de que no se trata de un error de atribución o de traducción o de interpretación monstruosamente agigantado por las capacidades multiplicadoras de la red? Decía al comienzo que veo Internet es una agitada convivencia entre contrarios. Concluyo definiéndola también como la gozosa oportunidad de un vecindario, mucho más pacífico, entre lo que allí se difunde y lo que nos llega por cauces más tradicionales. En el caso de Confucio, por ejemplo, el maridaje perfecto de su versión on line con la edición impresa de su pensamiento. De Los cuatro libros, sin ir más lejos.
Compartir:
Facebook Twitter Whatsapp