Benito Lertxundi. Músico: Sólo por aparecer firmes ante este mundo maquillado se podría amar el euskara, la música vasca y otras muchas realidades vascas más

2008-05-09

VELEZ DE MENDIZABAL AZKARRAGA, Josemari

BELAXE. ITZULPEN ZERBITZUA

Nuestro semanario Euskonews & Media cumple su décimo aniversario en 2008. Por ello y dentro de un programa de actividades más amplio, mensualmente y hasta diciembre iremos publicando una entrevista especial con un personaje significativo de la historia de nuestro país en los últimos años. Se trata del mejor regalo que podemos hacer a nuestros miles de lectores semanales.

Benito Lertxundi fue uno de los creadores de la nueva canción vasca en la década de los sesenta del siglo pasado. Con él empezó toda una generación a ver la cultura como medio de expresión, y la obra de Lertxundi mantiene su fuerza hoy en día. Durante los últimos cuarenta años, la voz del oriotarra ha difundido a los cuatro vientos el espíritu vasco. Y en su recorrido artístico de pueblo en pueblo ha resultado ser testigo directo de la variedad de la sociedad vasca.

Quisiera realizar con usted una especie de radiografía de la sociedad vasca, su cultura, su realidad... Para ello me valdré de títulos de algunas de sus canciones, composiciones que han enraizado en nosotros. Y como hay que empezar por alguna parte, el primer título que me viene a la cabeza es “Gure bide galduak” (Nuestros caminos perdidos), aunque no sé si no será demasiado para empezar la entrevista andar perdidos desde un principio... De esa canción recuerdo “Maitasun hitzak nahi nituzke esan, baina gaur ezin dut” (Quisiera decir palabras de amor pero hoy me es imposible)...

Cuando compuse esta canción –hace tiempo, ya– no existían cimientos sólidos para la canción. Empezamos casi de cero. Yo cantaba en coros y ochotes. De este estilo de canción, juglaresco, interpretado con una guitarra en las manos, no teníamos referencias exactas. Se decía que hacía tiempo Iparragirre había actuado de esa manera, pero no mucho más. En el mundo exterior en cambio sí había tradiciones similares en diversos sitios. Y nosotros, de una u otra manera, en aquel momento necesitábamos nuestros referentes. Ocurrió que por aquella época había una corriente denominada canción protesta. Y cuando empezamos a hacer música, nos aprovechamos un poco de esa corriente, porque, claro está, ya teníamos aquí de qué preocuparnos. Además, añadiría que todos éramos jóvenes, y yo era un chico joven de Orio al que le gustaba cantar. Se puso en marcha el movimiento “Ez Dok Amairu” y eso fue para mí como un bautismo. Ahí empecé de alguna manera a asimilar una conciencia de pueblo. Así, pues, aquellas cuestiones de las que hablábamos entonces, nuestra situación política, nuestras historias, nuestros deseos y cosas por el estilo fueron nuestro punto de partida. Y el título “Gure bide galduak” lo puse porque nos encontrábamos sin organización ni referentes, porque no teníamos unos reactores adecuados, y, a fin de cuentas, para ir recuperándonos un poco como pueblo.

En aquel tiempo, eso que se denomina conflicto nacional aparecía en toda su intensidad, y yo creo que percibíamos colectivamente con bastante claridad que había una especie de vía imposible de encontrar. De ahí surgió lo de las canciones. Y claro, entre otras cosas dice: Quisiera decir palabras de amor pero hoy me es imposible. Porque, en definitiva, la canción de amor siempre había sido el modelo; a través de la historia, la sociedad siempre ha tenido una fuerte inclinación por las canciones de amor, por la expresión de ese sentimiento universal eterno a la hora de hacer una canción, la cuestión del amor. Y nosotros, precisamente actuábamos en contra de algo, ¿no es así? Concretamente ésa era nuestra canción protesta.

El deseo de expresarlo, y después, cuando han pasado muchos años, es verdad que todavía percibo que andamos como por caminos perdidos. Veo que para encauzar de forma apropiada las cosas nos falta un algo que no sé qué es, y que todo esto crea una cierta confusión, y que no sabemos de qué está hecha. En este momento a mí me parece que no sabemos bien cuáles son los componentes del problema. Por un lado se mezclan conceptos que para mí son muy evidentes. Ahora, por lo visto, estamos en democracia pero tenemos nuestro problema nacional, y claro, técnicamente no se pueden unir democracia y problema nacional; no pueden aparecer nunca unidos. O hay democracia y el problema nacional no existe, o si hay problema nacional la democracia no existe. Al fin y al cabo, si hubiera auténtica democracia, no existiría ese problema porque dispondríamos del instrumento necesario.

Ha mencionado la contradicción, y está claro que continuamos en ella. De hecho, nuestro camino perdido significa que tenemos un conflicto, pero, aunque esto sea así, parece que Vd. no puede enfadarse. En una canción al menos dice “Haserre egon nahi nuke” (Quisiera estar enfadado), como si en el fondo viviera feliz y contento...

Sí, es verdad... Yo siempre he dicho que si vas a África, no encontrarás problemas psicológicos, el problema allí es qué llevarse a la boca. Así, pues, no tienen tiempo para problemas psicológicos. Sin embargo nosotros, en el primer mundo, tenemos de todo pero necesitamos psicólogos. Al final, a nosotros nos pasa algo por el estilo. Sí, estamos bien, los vascos somos un pueblo muy desarrollado y puntero que tiene una habilidad especial para generar riqueza pero, a pesar de todo, tenemos un problema de identidad, el conflicto nacional siempre está ahí, pendiente. Y cuando aceptas esto de forma adecuada, te dan ganas de estar enfadado, te dan ganas de rebelarte.

Antes ha dicho que en el terreno de la canción, había algunos referentes. Un amigo mío, el oñatiarra Jose Antonio Villar, anduvo a principios de los años sesenta en aquellas famosas fiestas de La Perla en Donostia y en Eibar tocando y cantando en festivales, como podía. Y cuenta que en una de ésas, en aquel nuevo espectro vasco apareció Benito Lertxundi, como un meteorito, con su canción “Loretxo” (La florecilla). Ése fue, me parece a mí, el revulsivo, ¿no es así?

Sí, “Loretxo” fue mi primera canción. En aquellas primeras reuniones de “Ez dok amairu”, se hablaba, entre otras cosas, de que necesitábamos nuestras fuentes, y que teníamos que conocer nuestras canciones antiguas. Ahí estaban los cancioneros, Azkue, Aita Donostia, y también algunos otros de Iparralde, Salaberri, Bordes... Nos hicimos con ellos y empezamos a aprender canciones. Pero tomamos también el compromiso de empezar a componer las nuestras propias, sabíamos que teníamos que aprender ese oficio, que teníamos que dominarlo. Recuerdo que cuando compuse “Loretxo” me alegré muchísimo. Lo celebré al momento diciendo: “Soy capaz de componer una canción”. Y enseguida empecé a llamar por teléfono a mis compañeros de grupo. Y yo no sé si fue por la naturaleza de la letra –aparece un niño mirando a una flor y quiere quitarle las espinas para que viva en libertad–, pero creo que esta metáfora entró con fuerza en la imaginación de la gente. Es cierto, fue una gran explosión.

¡Ya lo creo! Esa canción tuvo un éxito enorme. Ha mencionado el amor y el amor es una especie de motor en nuestra vida, o debería serlo al menos. En esto también nos mostró el norte con su canción “Eta maita herria üken dezadan plazera” (Y ame al pueblo, si quiere Vd. que yo disfrute). Nuestro pueblo, la historia, el euskara... tenemos mucho que amar, ¿no le parece?

En primer lugar tengo que aclarar que esa canción no es mía, sino que es una antigua canción de Zuberoa. Es cierto que resulta atractiva, la melodía es muy bonita, muy viva. Y cuenta cómo un barón que andaba por Zuberoa al servicio del rey, como aristócrata que era, se enamora de una chica y cuando le pide en matrimonio, la chica le responde “Señor si me ama, como afirma, deje, deje el servicio del rey y ame al pueblo, si quiere darme gusto”. Resulta curioso que a resultas de una proposición amorosa, se le ponga esa condición a un hombre aristócrata maduro: “Ame al pueblo”. Cómo aparece una joven que vive en la nostalgia y el amor por el pueblo –bonita imagen ésta– y ser esto algo que a ella le agrade.

Y es cierto que tenemos mucho que amar. Al final, sabe usted, cuando hablamos de cuestiones de amor, se trata de un estado de conciencia; sí, el amor, y la propia libertad, es un estado de conciencia. Cuando no se da ello, no se aman las cosas... sino el “yo” de cada uno, su propio ego, lo que pueda embellecer ese yo. Y eso tampoco lo hace porque ama, sino porque lo que ama es ese yo suyo. Pero cuando hay una conciencia adecuada de las cosas, cuando uno no deja fuera su entorno, si no se ve a sí mismo fuera del lugar que le ha tocado en suerte, con todo su patrimonio, resulta muy natural estar enamorado de todo ello o tenerle afecto. Y tenemos muchas cosas peculiares y preciosas, la propia lengua. Yo siempre he dicho que el mundo civilizado gasta un dineral enorme en enviar una expedición a Egipto, para encontrar allí no sé qué, y luego, cuando empezamos con cuestiones de lenguas son más los que querrían ver la nuestra destruida que los que se alegrarían de verla progresar. Resulta curioso, ¿no? Y nuestra lengua es una perla. Hoy por hoy no se puede determinar de dónde viene, qué rumbo ha tomado, por dónde ha transitado esta lengua nuestra. Está aquí, aquí mismo, ubicada como una isla, tan antigua. Pero el mundo civilizado no tiene ningún interés por ella y la ha dejado de lado, y es que se contenta con una apariencia formal de democracia. Me parece una actitud sospechosa ésta. Yo creo que incluso por esa única razón se puede amar la lengua. Por esa falsa reacción del mundo. En mi opinión, solo por aparecer firmes ante este mundo maquillado se podría amar el euskara, la música vasca y otras muchas realidades vascas más.

Sí, hay muchos que van en busca de vestigios por los caminos de la prehistoria. Y aquí estamos con una lengua viva que viene de la prehistoria, pero algunos prefieren los huesos y las piedras...

Los huesos también están ahí, pero son cosas muertas. La lengua es algo vivo y, aparte de estar viva, todos los contemporáneos recogen la forma de ver el mundo de sus antepasados. Después tú puedes hacer lo que quieras con esta forma de ver pero, al menos, captas eso como en una pantalla, porque es algo vivo.

Antes ha mencionado la falta de conciencia y esto me lleva a otro título: “Aita saldu nauzu” (Padre, me has vendido). ¡Cuántas locuras, cuántas traiciones, cuántas falsedades...!

Sí, es cierto y eso ha pasado con la mayoría de las cosas. Antes he mencionado el “yoísmo”, y es que aquí siempre ha habido ciertos caciques, ciertos cobardes, que han vendido pueblos, el patrimonio entero del pueblo, recibiendo a cambio no sé qué recompensa de no sé que rey. Y después los pueblos han andado a rastras y pendientes de un hilo. Esta metáfora, “Aita saldu nauzu”, expresa muy bien el daño causado.

¿Y los prejuicios? Es decir, “Esku ezkerra” (La mano izquierda): ¡Cuidado! !Con eso no vamos a ninguna parte! ¿Con nuestros prejuicios no embotamos nuestro deseo de volar? ¿No le ponemos una etiqueta al que viene, en vez de darle la debida libertad?

En efecto, y encima, a causa de la superstición, nunca podemos transferir la libertad a los demás. Es decir, la propia superstición es la que embota y disminuye el entendimiento. Cuando uno, por falsas creencias, considera algo como definitivamente diseñado y establecido, de ahí en adelante la libertad no tiene sitio. Ya conocemos el concepto de libertad, es un concepto extenso. La libertad no es un objetivo. La libertad es una herramienta imprescindible para comprender lo que hay que comprender, puesto que sin ella no se puede actuar. Si yo busco la verdad, pero tengo detrás una jerarquía o una autoridad, echo a andar cojo. En todas las reflexiones que me hago siempre aparecen los conceptos de bueno y malo, porque en ese ejercicio hay una moral. En este concepto hay una moral y en el juicio que yo pueda hacer siempre aparecerá la fuente de donde he bebido. Entonces lo que yo puedo decir es que el discurso o la reflexión interesada carece de interés. Las cosas son interesantes y profundas cuando se hacen sin interés. Es decir, si yo observo algo, pero ya tengo un juicio sobre el resultado, no estoy observando. Para observar es imprescindible ser libre, entonces es cuando veré la verdad y la auténtica realidad.

Por lo tanto, para mí la libertad resulta imprescindible para comprender lo que hay que comprender. Y no es el objetivo, sino un camino. La libertad es imprescindible. Por lo tanto, cuando nos movemos entre prejuicios y falsas creencias, no somos libres. Eso es lo que sucede a menudo, en nombre del espíritu y del alma, y en los mensajes que nos vienen de esas mal llamadas religiones. ¿Qué hacemos entonces? La gente se adoctrina. Nos introducimos en determinadas costumbres, en nombre del espíritu. Y lo que hace el pensamiento es ordenarlas, les prepara una coreografía y por medio de unas posturas creamos una estampa, un símbolo de la espiritualidad, pero que no tiene nada que ver con el espíritu. Eso es lo más que puede hacer el pensamiento.

El pensamiento es memoria y, siendo memoria, es pasado, pero es una herramienta imprescindible para organizar nuestra vida. Por ahí, por lo tanto, nos introducimos en el mundo psicológico. ¡Ojo! Esto produce unas averías enormes. Si yo quiero ganar una olimpíada haré muy bien en entrar en el programa de un entrenador sabio. Porque él será quien mejor haya experimentado cómo tienen que funcionar mis músculos. Entrar en tal programa significa que tendré que hacer muchas repeticiones y que tendré que alinear mi cuerpo. ¿Por qué? Para fortalecerme y porque quiero llegar a una especialización, firmemente. A fin de cuentas, el objetivo es lograr una marca, y a cambio, aplausos y fama. Ahí se acaba el asunto.

Pero si aplico el mismo método en lo psicológico, es decir, tal y como se hace por medio de catecismos y doctrinas, ¿cuál será el resultado? Pues, un fundamentalista, siempre. Esta jerarquía de la enseñanza dará una respuesta directa a algunas señales, pero es como un instrumento al que se ha dado cuerda. No es inteligente. Yo siempre digo que comemos sin reparar en lo que tragamos. Saborearemos la comida y lo pasaremos bien, pero nuestro ser inteligente seguirá ahí sin controlar el pensamiento, metabolizando todo lo que hemos comido. Eso es ser inteligente. Eso es la inteligencia. Y ahí el pensamiento no sabe nada. Lo que quiero decir con esto es que tenemos que andar con cuidado a la hora de dar normas: esto es bueno, aquello no sé qué... ¡ojo con los prejuicios! En mi opinión, no es más que un método con el que mantener las generaciones venideras con la cabeza castrada.

Acaba de mencionar la superstición y el fundamentalismo... Y si no me equivoco, esto puede estar relacionado con el hombre oscuro. Pero no inevitablemente con el hombre de la oscuridad (“Ilunpetako gizona”).

Cuando compuse esa canción, “Ilunpetako gizona”, yo veía un tipo de hombre que no puede permanecer a plena luz, que para hacer algo tiende a la oscuridad.

Pero un hombre inteligente puede estar en la oscuridad, ¿no? Lo cual no es jamás el que cree en supersticiones y en fundamentalismos... El hombre oscuro tiene una expresión totalmente negativa...

Así es, en gran medida. Hay que ver por qué está en la oscuridad y al servicio de quién, ciertamente, el hombre oscuro también puede estar en oscuridad. Un fundamentalista, cuando el mundo se percata de que es peligroso, tiene que actuar en la oscuridad para lograr lo que desea, ya que su acción puede acarrearle consecuencias negativas.

El hombre de las tinieblas sale al exterior y se nos aparece en la superficie. “Oi lur, Oi lur” (Oh tierra, oh tierra)...

Eso es, por una parte ahí está quien la toma como suya. Por otra parte, la tierra entendida como mundo es, precisamente, todo un planeta. Sucede que el hombre no se siente planeta. A lo sumo, habitante del planeta. Al hombre, en esa actitud conceptual mediocre suya, siempre se le aparece la dualidad porque realiza sus diseños con el pensamiento. Diseños ilusorios. Así pues, el hombre ha perdido totalmente su conciencia. Muchas veces he hecho la prueba: cuando empiezas a hablar de ecología, mucha gente te dice: “Sí, tenemos que cuidar la naturaleza” ¡Gesticula hacia fuera! No se siente parte. Al hombre se le ha olvidado que es naturaleza. Por eso digo muchas veces, y además en serio, aunque también por provocar, que yo también soy planeta. No soy habitante del planeta, sino planeta Y es que, además, así lo soy en realidad.

Es curioso, en tanto no tomemos conciencia de esto, siempre andaremos “Sí, yo lo quiero pero...”, en ese juego de amor-odio. “Sí, lo quiero... pero lo destruyo”. Hasta que el hombre no diga “Yo soy planeta” no lo cuidará tanto como a sí mismo, y es que, a fin de cuentas, él es planeta. Pero una vez dicho esto, quisiera hacerme eco de otra opinión extravagante. Y que puede parecer contradictoria, pero que no es así. También quisiera denunciar la soberbia de la persona humana. El hombre piensa, al mismo tiempo, que puede destruir el planeta, hasta hacer desaparecer la Tierra. Pero yo no soy de esa opinión. Yo creo que el planeta o la naturaleza tiene una capacidad mucho mayor, que es más fuerte. Que es mas poderoso de lo que cree el hombre. El hombre puede decir que no le importa el planeta. Pero lo que es absolutamente cierto es que el mundo continuará ahí incluso después de que el hombre haya desaparecido del planeta.

Seguramente sí, mucho más allá de nuestra desaparición, el planeta Tierra continuará aquí. Nos podemos empeñar en destruirlo, pero la naturaleza es inteligente. Entre tanto habrá tormentas, “Ekaitzak”, por encima de esta Tierra, “Oi Lur”, a la que sacudirá, tal y como ahora lo hacen. Cuánto odio, cuánta enemistad...

En esta entrevista estoy siguiendo un eje del que no me alejo en ningún momento. El hombre, el hombre adoctrinado, el hombre codificado, precisamente. Al final, por decirlo de alguna manera, hace un altar de las pautas de conducta que producen sus códigos, y él venera ese altar. Cuando otro grupo a su lado hace lo mismo, aunque con una cierta diferencia si se quiere, empieza una competición entre ambos. Ésa es la historia del hombre. Y de ahí nace lo de siempre: Nosotros y Ellos. No somos capaces de ver con naturalidad las escasas diferencias de cada uno y las cosas siguen como estaban. Entonces se nos ocurre que lo más importante es organizarlo todo, y empezamos a organizarlos a Ellos también, y cuando hay organizaciones contra organizaciones siempre se producen tormentas y conflictos. Así es la historia. En esto tenemos un defecto en nosotros mismos que todavía no hemos captado. Y no hay revolución, de la forma en que entendemos la revolución, es decir, revolución colectiva que pueda arreglar tal cosa. Lo único que puede arreglarlo es la revolución personal. La revolución individual, ¡y ésta es tan lenta! Así, pues, con algunas reformas puedes dar a la sociedad una cierta tendencia educativa, pero el defecto aflorará, porque no ha sido visto, no ha sido comprendido, porque no se es libre para comprenderlo debidamente.

Por otra parte, parece que enemistades, envidias, egoísmos... todo ello desaparece completamente en una determinada época del año, en la que nos amamos los unos a los otros. Y es entonces cuando aparece Vd. diciendo “Ni Olentzero naiz” (Yo soy el Olentzero). No sé si es usted el Olentzero que quisiera acabar con todas las envidias y defectos, o ése que hoy tenemos demasiado sacralizado...

Es cierto que en esa época nuestra liturgia nos ordena ser fraternales, besarnos y felicitarnos. Ni que decir tiene que no es más que un maquillaje. Por otra parte, dentro de esa liturgia están los Reyes Magos que traen dulces regalos, aunque de vez en cuando también nos traigan carbón. Pero aquí en todo este asunto hemos introducido el Olentzero, que también trae regalos. Pero el Olentzero, de por sí, por su aspecto y actitud, es más tosco que los Reyes Magos, es un hombre del monte, un carbonero. Y valiéndonos de su figura, lo que aquí se quiere es traer regalos amargos, pues los enemigos se introducen por todas partes. Los hígados frescos de los carlistas... Es un poco provocación, una manera de darle una sacudida a la memoria. Eso se quería en la canción. Una canción triste, quizás. Olentzero quiere ser un toque de atención en este momento. Qué nos puede ocurrir si no indagamos en las cosas como se debe. De dónde viene ese traer regalos amargos...

El compositor Sabin Salaberri dice que se puede vivir sin música, pero que la vida sería muy triste. ¿Usted por qué dejaría de cantar (“Zergatik utziko zenioke kantatzeari”)?

Yo dejaré de cantar cuando no pueda hacerlo, como todo el mundo. Hay un momento en el que nos llega el dolor, la enfermedad, la edad, el cansancio. Ésa será la razón. Ésa es la única razón que veo. Yo me siento muy afortunado. Siempre me ha gustado cantar, desde muy crío. Tengo unos recuerdos muy bonitos relacionados con el canto. Imágenes de la niñez que no se me borrarán jamás, como cuando cantaba en la iglesia... ¿Vivir sin eso? Sí. Mientras respiremos, podremos vivir, sin la música y también sin muchas otras cosas más, y quizás el hombre haya vivido sin música en otras épocas. Pero nosotros venimos condicionados porque nos gusta la música. Sin ella la vida sería muy difícil.

Cuando estaba grabando en Madrid el disco “Zuberoa eta askatasuna”, allá por 1977, vino un bilbaíno que trabajaba en relaciones públicas de la discográfica. Venía muy trajeado, y me soltó: “Yo te comprendo muy bien en tu trabajo, porque yo también he sido artista”. Esa frase me chocó, y le pregunté: “Joño, ¿has sido artista? ¿Y ya no lo eres?”. Es una cosa que nunca he entendido. Soy artista, pero a partir de mañana no lo seré más. Se nace artista o aficionado a la música, y así se muere. Entonces, mientras esto siga y tenga capacidad, fuerza y energía, no veo razón para dejar de cantar.

El carpintero siempre será carpintero y el torero, torero.

Eso es.

De corazón: !Que siga Vd. cantando durante muchos años! Benito, hemos venido a esta casa, nos ha acogido generosamente, nos ha acercado a estas ventanas y nos hemos quedado mirando al mar: “Itsasoari begira”. ¿Qué es el mar para usted? ¿Qué ha sido para Euskal Herria?

Se han dicho muchas cosas sobre el mar; poetas, escritores... todos hablamos del mar. ¡Es una cosa tan misteriosa...! El mar siempre da pie para hacer algún comentario. A pesar de todo, cada vez veo más claramente que el mar es para mirarlo en silencio. Y cuando digo en silencio quiero decir incluso sin pensar. Es decir, como para disolverse en su azul. ¿Por qué nos llama tanto el mar? ¿Acaso no será nuestro inconsciente? ¿No buscamos involuntariamente algo de materno en el mar? ¿No venimos de ahí...? Entonces, ¿no vemos en él en cierta medida el vientre de nuestra madre? Y el mar parece siempre igual pero es diferente, siempre ofrece algo distinto. Esta ventana al mar nos es necesaria. Yo soy de Orio, siempre he estado aquí, he nacido aquí y aquí he vivido. Cualquier lugar de Euskal Herria tiene su belleza, porque Euskal Herria es muy bonita, pero si por alguna razón a mí me tocara irme de la costa al interior –¡y cuidado que hay lugares paradisíacos!–, me parece que sería como encarcelarme. Yo necesito el mar, necesito esa ventana. Ver el mar, levantarme y echar la primera mirada al mar. ¿Por qué...? Quizás, porque ése es nuestro lugar de origen.

Quizás su figura bíblica sea Jonás...

Quizás. ¡Quién sabe!

Vd. en Orio mirando al mar, y convidando al baile a una joven, “Nire herriko neskatxa maite” (Amada muchacha de mi país). ¿Bonito, no?

Sí, sí. Ya sabe, nosotros también hemos sido jóvenes. Ahora también me siento bastante joven. A todos nos ocurre, cuando andamos por el mundo nos atraviesan esas pulsaciones vitales, fuertes y una joven te excita, a continuación otra... Finalmente tres, cuatro, cinco... no sé cuántas... Pero, a la joven de nuestro país se la ama. Es igual cuántas hayan sido, diez o cien; siempre quieres a la joven del pueblo, ¿no? Al final, eso, esa vivencia, está ahí, absolutamente presente. Es tan fuerte...

¡El amor!

Sí, eso es, pero cuidado, el amor... o, al menos, esa atracción... ¡eso que es tan biológico y tan fuerte! ¿Cómo se entiende que de repente una persona pierda el sentido o la razón por otra persona del otro o del mismo sexo...? De manera que ya no es capaz de pensar de un modo objetivo, todo a causa de esa atracción. ¿Qué ocurre ahí? ¿Qué clase de adrenalina es ésa? No sabemos de qué se trata. Esto en sí es muy hermoso, y puede que el amor tenga una connotación casi diría sagrada. El amor, a fin de cuentas, es la libertad. Le diré una cosa: el amor y la libertad, tal como he dicho antes, a fin de cuentas, son lo mismo, un estado de conciencia, justamente. Yo veo cuatro palabras a primera vista diferentes pero que por separado son imposibles sin la existencia de las demás, puesto que si falta una de ellas carecen de sentido. Son éstas: libertad, amor, inteligencia y muerte. Solemos hablar separadamente de cada una de ellas, sin tener en cuenta las demás. El amor no es posible si no se es libre y si no se es libre no hay amor, ni libertad. Por lo tanto, la inteligencia tampoco está ausente. La vemos ahí, se encuentra muy limitada. Y mientras uno no muere, no se dan las otras tres. Inexorablemente tenemos que morir, esto es... Hay un verso de William Blake que para mí es una tesis tremenda. Dice que el que se aferra a la fiesta pierde la vida alegremente, pero el que besa la fiesta o la alegría en el aire como en un vuelo, vive en el umbral de la eternidad. Aunque no haya fiesta, esa persona la crea, porque no sabe vivir sin la alegría de la fiesta. Entonces, se aferra a ello. Y, precisamente, ese esfuerzo por aferrarse suele ser su cárcel. Lo mantiene preso. Y está encadenado para cualquier otra alegría que pudiera llegar. Se le pasa. Como se le pasan todo lo demás, porque toda su atención está puesta ahí. Por el contrario, alguien que va como volando, si la deja pasar, besándola, queda libre para cuando venga otra, para poder besarla de nuevo. Por esta razón, para mí morir es eso, morir a las cosas.

Volvamos a otra canción: “Txoria kaiolan” (El pájaro enjaulado).

Es una metáfora. El pequeño pájaro está en la jaula. Nos dicen que somos libres en nombre de la democracia y de la igualdad. Nos abren la puerta y nos vamos, por ejemplo, al Congreso de Madrid a decir lo que queramos. Pero, claro, no nos percatamos de que llevamos atada una gruesa cadena. Y en cuanto empiezas a volar te das cuenta de que te encuentras atado por aquélla. Eso dice esa metáfora.

Estamos encerrados en nuestra jaula, vamos a Madrid, ¿y allí con qué jota bailamos? ¿Con la que toca Madrid?, ¿Con “Erribera”?...

Con “Erribera” por lo menos no. Con “Erribera” se bailaría otro tipo de jota. Tenemos que arreglárnoslas con lo que toquen allí, por fuerza... Nosotros no somos dueños de nuestra melodía, de nuestra música. Allí tocan y según nuestro ánimo damos algún salto que otro, y se acabó.

¿Es difícil bailar con nuestra jota, no es así?

Hasta el momento ha resultado imposible, porque no la hemos conseguido. La nuestra sería la imaginada por con nuestros medios, nuestras estrategias y nuestros instrumentos. Si supiéramos aunar fuerzas, y hacer esa fuerza incómoda para quienes gobiernan... Al fin y al cabo, nosotros, las fuerzas democráticas, lo que tenemos que hacer es quitar del poder al avasallador. Eso es. ¿Pero cómo? Ésa es la cuestión.

Entonces, en esa jota nuestra tendría que reflejarse la verdad: “Egia”. Hace tiempo que se está preguntando ¿Para qué la verdad?

Siempre andamos buscando la verdad, efectivamente. Lo que es igual, el desdichado siempre anda buscando la felicidad. Y mire qué ha pasado. Cuando alguien es desdichado, la ilusión no es más que una nubecilla, una ilusión. Lo que existe es la adversidad. Entonces, de una manera sana, lo que debiéramos investigar en serio sería lo que existe. Lo que no existe no se puede investigar. Y lo que existe es la desgracia. Entonces, en este caso tampoco es verdad. ¿Para qué la verdad?, dice la canción, como si tuviéramos la verdad en la mano. Tenemos que ir quitándonos capas de mentira.

Según se dice, aprender es una forma de avanzar. Y sí, esto tiene connotaciones muy positivas. Pero yo me he dado cuenta de una cosa. Hay que desaprender. Tenemos tantas y tantas capas, de esto, de lo otro, de lo de más allá, que no sabemos dónde está la verdad. Por lo tanto, eso que llamamos verdad, está ahí absolutamente, pero oculta en un hoyo profundo. Entonces, lo que hay que hacer no es ir en su búsqueda, porque no la encontraremos en ningún sitio, porque es aquí donde hay que indagar. Lo que hay que hacer es desaprender. Es decir, tenemos que remover todo aquello que ha desviado nuestras vidas y que de alguna manera nos han hecho torpes de entendimiento. Vuelta, vuelta y vuelta... Es decir, quitar y quitar... Y una vez quitado todo eso, uno queda sano. La sabiduría está en la cabeza. No hablo de esa sabiduría que hay que ejercitar por medio de entrenamiento. Hay otro tipo de inteligencia que fomenta la conciencia lógica, el sentido y el instinto. Y hay que utilizar todo ello para hacer limpieza, para extraer la verdad de debajo de la tierra. Hay que quitar toda la tierra que se le ha echado encima. Ahí florecerá esta inteligencia. Y, quizás, la verdad.

Es bonito pero al mismo tiempo asombroso, ciertamente. Yo creía que el renacimiento vasco –“Euskal pizkundea”– podía nacer de la ilustración, de los instruidos, pero ahora Vd. me dice que tenemos que desaprender, deformar lo que tenemos...

La ilustración y los estudios, en última instancia, te modernizan... Pero en su interior existen las malas pasiones, las pasiones desviadas del egoísmo del yo. Éstas están organizadas, maquilladas, apañadas en formas más modernas. Sin embargo, todas aquellas que producen conflicto siguen en el mismo estado. Lo que se hace es cambiar la coreografía y el ballet... Y da el pego: “¡Ah sí! Ahora no somos tan salvajes”. Leonardo da Vinci escribió algunos aforismos, en uno de ellos dice: “Salvaje es quien se salva”. Y yo ahí percibo esto, yo veo ahí esa tendencia a desaprender de la que hablo. Formalmente quizás crearemos refinamientos, un cierto tipo de educación, intentaremos ser correctos con los demás, etcétera. Pero luego, cuando nos den la espalda les daremos una puñalada. Esas cosas no se aprenden. Esas cosas hay que desaprenderlas. Cuando uno las observa, se dice: ¿Para qué hago todo esto? Es decir, cuando ve desnudo su “yo”, su ego, se ríe de su ego. Hasta entonces no, hasta entonces alimentamos ese ego, lo alimentamos, fortalecemos, le hacemos un altar y lo adoramos.

Tenemos que saber reírnos de nosotros mismos, ¿no es así?

Pero reírnos de verdad. Y reírse de verdad es ver ese “yo” tuyo, ese fantasma fabricado por ti, totalmente desfigurado. Si lo ves muy hermoso, lo venerarás. Cuando lo veas desfigurado, absolutamente insignificante, no lo tendrás ni que empujar, se caerá sólo, porque es un fantasma, un fantasma creado por ti. Ésa es la única manera.

Ha comentado, Benito, que canta a la “amada muchacha de mi país”, que a saber dónde está la “verdad”, que la “tormenta” está en cualquier lugar y que “nosotros los jóvenes hoy andamos”... Pero ¿a qué se dedican los jóvenes de hoy en día?

En torno a la canción y a la música surgen fórmulas diferentes y los jóvenes de hoy tiene un tipo de cultura que han recibido o que le va a su generación, que no es la nuestra, el rock, por ejemplo. El rock tiene su parafernalia, que de alguna manera es grito y aspereza, y dureza en un sentido fuerte. Se asocian muchas cosas, la violencia y conceptos similares. Eso no quiere decir que haya fuerza en la expresividad, puesto que la cuestión de los decibelios no significa fuerza. La fuerza se transmite desde dentro. Pero como concepto, estamos comprometidos con la “caña”, ¿no es así? Dentro de esto, sin embargo, de una forma o de otra, también está la historia de la “amada joven” y eso es inevitable, mirándolo desde todos los ángulos posibles que pudiéramos. Unido con otras ideas. Cada generación aporta su horma, y anda con esa horma. A ti te pasa que vas a ponerte esa horma y que te resulta demasiado grande o demasiado pequeña. Los jóvenes de hoy, más o menos, tendrán problemas parecidos a los de nuestros tiempos, con más elementos, eso sí, con una lengua y otros recursos referenciales que nosotros no teníamos, y así es el cuento de la vida. Pero, fundamentalmente, todas las generaciones llevan esa pasión de la joven querida, de una manera o de otra. Y la violencia y la libertad y el conflicto. La vida sigue adelante con el mundo, pero los valores básicos de hombres y mujeres permanecen firmes.

Ha mencionado cuatro conceptos básicos para las canciones, a saber: inteligencia, muerte, amor y libertad... Pero siempre apenado, “Beti penetan”...

Antes lo hemos comentado, sí, siempre vivimos con penas. Y es curioso esta situación de dolor también está relacionada con esas cuatro ideas. Las razones que nos producen pena a veces son colectivas y otras veces individuales, corresponden a cada uno... se deben a sentimientos personales. Así es. Antes comentaba el asunto ése de desaprender. Pero también tenemos que saber morir. Es imprescindible, pues el morir es lo que trae ser nuevo. La muerte es ser recién nacido. Y en eso, cada uno debe de tener su escuela, cada cual debe de ser su maestro, y cuando los elementos se le ponen de frente, corresponde a cada uno distinguirlos. Corresponde a cada uno interiorizar que la muerte no le ha de arruinar la vida. Y también saber, que la vida es muy importante en todos los momentos y que está hecha de muchos materiales. Y que no ha de ser un detalle o un sentimiento lo que le arruine la vida. Por eso, morir es un ejercicio muy saludable.

Oiga, y con todos los líos mentales que nos traemos, ¿Cree Vd.que sabemos cuántos somos? “Zenbat gera?”

Pues no, por lo visto no lo sabemos. A modo de anécdota, ahora estamos en medio de un enorme alboroto que si la consulta popular que si... Y que si nosotros que si ellos, no sé qué y no sé cuantos... No, realmente, no sabemos cuántos somos. En la época en que surgió esa canción, se trataba de una enumeración hecha con lugares que históricamente son vestigios del mundo vasco. Pero, después vas a algunos escenarios y no lo sienten así. Entonces, nosotros por una parte tenemos algunos deseos, pero no todos los deseos se plasman como quisiéramos. Así es la cosa.

Esto quiere decir que contar desde Bizkaia, desde Navarra o desde Zuberoa no es lo mismo...

No, no es lo mismo.

Por último, Benito, “Oi, ama Euskal Herria”. ¿Qué nos ocurre con Euskal Herria? ¿A dónde vamos? Depende de nosotros. Es decir, está en manos de los que tenemos a Euskal Herria por nuestra madre. Aquí sucede que de un tiempo a esta parte estoy oyendo cosas raras y hay mucha gente, no sé si en nombre de la ilustración o del refinamiento o no sé de qué, que está adoptando esa pose. Hay escritores que afirman: “Uno de los elementos esenciales de nuestra casa, la lengua, está demasiado politizada y no deberíamos politizarla” Y esto lo dicen como si fuera posible separarlos. Ésa es la enorme confusión que hay aquí. No conozco yo en el mundo de la experiencia, que la lengua sea algo defendible para el enemigo pero no el país y la nacionalidad. A fin de cuentas, tenemos esa tendencia a hacernos el harakiri. Mire, es como si yo dijera que quiero mucho a mi casa, que me gusta mucho pero que no quiero mandar en ella. Que vengan de fuera a mandar y yo viviré aquí al son que toque el que venga. Nadie lo comprendería. En cambio, cuando decimos exactamente lo mismo de nuestro pueblo, todas estas cosas se consideran posibles por lo visto. O cuando independencia y dependencia son juzgados como valores análogos. Benito Lertxundi (Orio, 1942) Benito Lertxundi nació la noche de Reyes de 1942 en Orio. Era el menor de una humilde familia de 9 hermanos. Al relojero que rechazó ser pescador, le gustaba cantar al son de su guitarra y habría continuado haciendo relojes de no haberse presentado al certamen de canto organizado por La Voz de España en 1965. Tras ganar dicho concurso se sumergió de lleno en el mundo de la canción, a través del cual luchó contra el ofensivo entorno franquista de plaza en plaza y de prohibición en prohibición. Poco después entró en el grupo Ez dok amairu, convirtiéndose en icono de la música vasca y seduciendo al público con su folk lírico y melódico. En los 40 años transcurridos desde sus comienzos en la música, la voz de barítono de Benito nos ha deleitado con canciones como Bizkaia Maite, Oi Zuberoa, Loretxoa, Baldorba, Hitaz oroit, etc. En 1971 publica su primer disco de larga duración, aunque en realidad se trataba de la recopilación de sus primeros singles. Es en 1974 cuando saca su primer trabajo largo, Oro laño mee batek... En 1975 ve la luz ...eta maita herria, üken dezadan plazera. Dos años más tarde, en 1977, publica el doble Zuberoa / Askatasunaren semeei, que podemos tomar como declaración de amor y homenaje a Zuberoa. En 1981 sale a la calle otro disco doble: Altabizkar / Itzaltzuko Bardoari, tomando como base la batalla de Roncesvalles, Benito retoma los escasos restos de la épica vasca y les da un tratamiento especial: canciones largas, ambientación instrumental... Gaueko ele ixilen baladak, publicada en 1985, supone una búsqueda e investigación interior, para formular y expresar su filosofía personal. En 1987 se publicó Mauleko bidean... izatearen mugagabean. Por último, Pazko gaierdi ondua, de 1989, es el último disco anterior a la recopilación. Lertxundi vuelve a temas tradicionales, sin olvidar las exigencias de sonido más actuales. Se incluyen también aquí temas que ya pertenecían a su repertorio en las actuaciones, pero no grabadas hasta ahora, como Primaderako liliak. En 1993, con más de dos décadas en el mundo de la música, publica un recopilatorio con el título Hunkidura Kuttunak; dos álbumes dobles, con 46 canciones, donde parte de ellas fueron actualizadas. En total ha grabado 14 discos y ha puesto música a textos de poetas vascos como Lizardi, José Ángel Irigarai, Juan A. Urbeltz o Xabier Lete. “Nere Ekialdean”, del año 2002, es el último disco grabado en estudio y en él se incluyen cinco temas del poeta portugués Fernando Pessoa. Junto a estos, Benito Lertxundi también ha incluido un poema dedicado al que fue patrón de la trainera de Orio, Txiki Larrañaga. Con el material de las grabaciones de los conciertos ofrecidos en Gernika y en Tolosa, publica su último disco “40 urtez ikasten egonak”. En 2006, compueso una canción para la Sociedad de Estudios Vascos con motivo del Día Internacional del Euskara.

Benito Lertxundi y el Premio ENE (Video) Benito Lertxundi: “Cuando se ataca al euskara me siento dolido, porque yo también soy euskara ”
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