Susana Irigaray. Directora del Museo Etnológico de Navarra, Julio Caro Baroja: La mayor parte del patrimonio etnológico tiene un gran valor inmaterial

2013-10-16

VELEZ DE MENDIZABAL AZKARRAGA, Josemari

Comenzó su periplo profesional como arqueóloga y la arqueología le abrió paso a la etnología. De todos modos, por lo que dice Susana Irigaray, es consciente de la influencia que la arqueología ha tenido en su forma de enfocar su actual trabajo, de forma muy especial por su identificación con el patrimonio material. Sea arqueóloga o etnóloga, está claro que esta iruñarra está enamorada de su oficio y en él pone su ilusión y empeño diario.

Susana Irigaray es pamplonica...

Efectivamente. Nací en Pamplona en 1966, donde realicé mis primeros estudios. Los superiores —tres cursos de Historia más las dos de especialización en Arqueología y Prehistoria— los repartí entre la Universidad de Navarra y la de Salamanca. Mi vida profesional la inicié desde la arqueología, a la que me dediqué durante un año aproximadamente; pasé a la enseñanza, donde estuve seis años como profesora de lo que hoy en día sería la ESO, antes BUP. Y en 1996 me presenté a oposiciones en el Gobierno de Navarra para una plaza de etnóloga, adscrita al Museo Etnológico de Navarra. Y aquí estoy. Desde el 2008 soy Jefa de la Sección de Museos del Gobierno de Navarra, por lo que me corresponden dos competencias: por un lado la dirección del Museo Etnológico y por otro el asesoramiento y gestión del resto de museos, exceptuando el Museo de Navarra. El Gobierno de Navarra es titular de tres museos: el de Navarra, el Etnológico y el del Carlismo. Pero existe una red extensa de otros equipamientos de museos y colecciones museográficas permanentes con distintas titularidades —municipales, particulares...— y es a estos a los que va dirigida nuestra labor de asesores, acompañantes etc.

Eres directora de un Museo un tanto sui géneris: el Museo Etnológico de Navarra Julio Caro Baroja, que por ahora no pelea por incrementar su cifra de visitantes día a día...

Así es, ya que el Museo por ahora no puede incrementar el número de visitantes al ser un centro cerrado al público. De hecho no ha estado abierto nunca. La trayectoria de esta institución es larga, habiendo sido el propio Julio Caro Baroja quien realizó el primer estudio para la apertura de un museo de estas características, en 1966. Este proyecto llevaba aparejado una serie de acciones por parte de la entonces Diputación Foral que comisionó a Caro Baroja para recopilar la primera colección de objetos etnográficos. Trabajó en ello y fundamentalmente recogió una serie de unos trescientos aperos de labranza y vehículos agrícolas en el entorno de Vera de Bidasoa, por ser ésta la comarca que mejor conocía. Todo ello fue almacenado provisionalmente en Villava, en espera de la concreción de un museo específico de etnografía. En el transcurso de los años se barajaron diversas opciones en sedes diferentes, sin que cuajaran en nada concreto, y llegamos a la década de los años noventa. Para entonces la colección de Caro Baroja se había incrementado con nuevos fondos llegados por mediación de otras personas, entre las que destacan José María Satrustegi y Javier Beunza Arbonies. Y es en 1994 cuando se decidió que todo aquel material coleccionado hasta la fecha se depositara en el Monasterio de Iratxe que había pasado a ser propiedad del Gobierno de Navarra. Sucedió que el Monasterio nunca tuvo un proyecto arquitectónico que permitiera abrir aquel edificio al público, por lo que estuvimos allí durante unos años realizando inventario, catalogándolo y recibiendo más colecciones. Se preparó alguna exposición pública, pero sin vocación de continuidad. Llegamos así al 2005 que es cuando los gobiernos central y navarro acuerdan abrir un segundo parador nacional en Navarra y optan por el Monasterio de Iratxe. Y se decidió que el material depositado se trasladara a una nave industrial en el Polígono Merkatondoa de Estella, que es donde estamos desde 2007. Así, en estos momentos tenemos aquí los materiales, la biblioteca, el centro de documentación y los servicios administrativo y de dirección.

En cuanto a fondos salta a la vista que este material depositado tiene un gran valor. La etnografía en Navarra es rica ¿verdad?

?Ya lo creo! Ya lo dijo el propio Julio Caro Baroja en el documental “Navarra, cuatro estaciones” Navarra es un territorio pequeño pero lleno de contrastes y con una singularidad y personalidad histórica y etnográfica variada y muy profunda. Con esos mimbres de singularidad y variedad se ha conseguido lo que tenemos, que forman un conjunto de unos catorce mil objetos, todos ellos recogidos en el actual territorio de Navarra y que dan un aspecto general de nuestra etnografía, que nos permite recrear lo que ha sido la vida tradicional. Artesanía, agricultura, hogar e industria básica son las áreas más representadas, sin que los límites cronológicos sean un problema ni lo tengamos excesivamente en cuenta. Nos interesa, sobre todo, que la pieza a mostrar sea significativa por ella misma y que nos ayude a tener una visión más exacta de la etnografía navarra.

Los fondos son, en su mayor parte, de titularidad del Gobierno de Navarra aunque hayan sido donados fundamentalmente por particulares...

Se han utilizado tres vías de ingreso de colecciones: compra, donación y depósito. En el caso del depósito la titularidad es ajena al Museo pero éste las conserva y las usa. Este caso se da fundamentalmente con otras instituciones, como ayuntamientos, que no desean perder la propiedad de lo cedido. Esta fórmula no se emplea, salvo casos muy puntuales, con privados, ya que el Museo no se puede convertir en un almacén de materiales que estorben a sus dueños. La custodia es muy onerosa y no nos podemos permitir este caso de cesión o depósito de fondos privados. Afortunadamente en estos años han entrado en el Museo colecciones importantes de particulares, pero bajo la fórmula de donación. Así se ha conseguido darles un uso social, algo que difícilmente se habría logrado en caso de permanecer en manos de estos donantes. Últimamente esta vía se ha visto un poco resentida, y en mi opinión se debe a que el proyecto de apertura al público del Museo se está dilatando en el tiempo. Esto retrae a coleccionistas que estarían dispuestos a donar, si es que la función educativa, social, cultural desde el Museo se produjera normalmente, cosa que hoy en día no lo es. Es cierto que nuestro Museo debe decidir cuál quiere que sea su futuro, que debería pasar por abrir puertas y realizar una labor reconocida cara al público.

El inventario y catalogación de bienes etnográficos materiales es una labor sin fecha de finalización. ¿Y la de los bienes inmateriales?

Dentro de las competencias del Museo está también lo relacionado con el patrimonio inmaterial. Aunque se trate de algo inmaterial, intangible, es parte muy importante del patrimonio etnológico, aunque desde mi punto de vista no todo lo inmaterial tiene valor etnológico. Pero no cabe duda de que la mayor parte del patrimonio etnológico tiene un gran valor inmaterial. Cuando coleccionamos objetos, no es tanto su valor material lo que nos interesa —objeto antiguo, estético, autor...— sino que lo es por su parte inmaterial —el modo de fabricarlo, su relación con una serie de creencias o ritos pretéritos...— que nos permiten entrar en la mentalidad de la sociedad en la que fueron utilizados.

El patrimonio inmaterial se tiene que concretar en cosas tangibles. Así como la música necesita de unos instrumentos, el baile viene aderezado con una serie de trajes, de tocados. Por tanto, existe una imbricación permanente entre los dos tipos de patrimonio. Y no solamente debemos de pensar en los materiales muebles, sino que también los edificios tienen su valor inmaterial —las iglesias, los caseríos...— ya que han sido construido en función de unas necesidades y un estilo de vida concretos.

Es cierto que el patrimonio inmaterial, en su sentido estricto, es muy difícil de catalogar. Existen experiencias al respecto, con metodologías y herramientas de correcto resultado, que han dado paso a pautas intelectuales para la apreciación y el trabajo con este tipo de patrimonio. Ahí están la Declaración de la Unesco de 2003, sobre salvaguarda de patrimonio inmaterial, y el Plan Nacional de Patrimonio Inmaterial que se gestiona desde el Instituto de Patrimonio Cultural español, en el que Navarra está presente de manera activa. Desde este Plan van emanando una serie de directrices que marcan la vía a la hora de unificar metodologías y herramientas para que todos los resultados de esas catalogaciones, que son muy costosas, reviertan a la sociedad de manera fácil de entender. Mientras que la catalogación de bienes materiales sigue pautas, digamos, más antiguas, en el caso del inmaterial andamos poniendo la infraestructura.

En Navarra, aparte de lo que pueda hacer el Museo Etnológico, lo está llevando a cabo el Archivo del Patrimonio Inmaterial que depende de la Universidad Pública de Navarra. Es un proyecto que va por Ayuntamientos, entrevistando a los vecinos, y que da paso a un trabajo inmenso de indexación, de análisis y de puesta al servicio público a través de plataformas digitales. Está por hacer el inventario de patrimonio inmaterial navarro pero esperamos ponerlo en marcha pronto.

Susana Irigaray es Jefa de Sección de Museos del Gobierno de Navarra desde 2008.

Aunque hayamos dicho que es un centro atípico, también es cierto que el Museo se suele abrir de vez en cuando... ¿Con qué objetivo?

Se abre todos los meses durante un día y asimismo cuando se celebra alguna conmemoración concreta, como el Día Internacional del Museo. Y lo hacemos igualmente para grupos de investigadores o personas interesadas en algún tema específico. Desde hace tres años los ciudadanos pueden entrar, ver y escuchar acerca del contenido del Museo. Ese es el primer objetivo: que se conozca su existencia. Es cierto que a través de nuestra web se da información amplia, pero creemos que el ciudadano puede y debe acceder a nuestras instalaciones, ya que es un servicio público. Un segundo objetivo es el de mostrar la labor que venimos desarrollando los técnicos que trabajamos aquí. La educación, la didáctica, la comunicación y la difusión son piezas fundamentales en la función de estos técnicos y eso hay que visualizarlo. Esas labores son básicas para que un museo funcione. Para que el discurso sea correcto en la comunicación —que es lo único que se ve por el visitante de un museo normal— hay un gran trabajo previo, que es lo que queremos dar a conocer a nuestras visitas. La gente que viene se da cuenta de lo que supone la custodia de los bienes, qué labor exige y cómo lo venimos haciendo. Se pueden ver hasta los tratamientos preventivos a los materiales. Es decir, aproximadamente enseñamos un 90% de la labor que un museo debe desarrollar para abrir sus puertas. Es obvio que un museo cerrado como el nuestro no cumple con el 100% de sus teóricos objetivos.

Hablemos un poco sobre “Cuadernos de Etnología y Etnografía de Navarra” publicación de la que eres directora.

Es una de las revistas decanas de la Institución Príncipe de Viana, comenzando su andadura en 1969 y editándose desde entonces sin interrupción. Por la dirección de la misma han pasado personas de gran valía y desde 2005 me encargo yo de tal función. Me he rodeado de un consejo de redacción, formado por especialistas multidisciplinares, que me ayuda a tomar las decisiones y que lo forman Maria Amor Begiristain de la Universidad de Navarra, Alfredo Asiain director del Archivo del Patrimonio Inmaterial, Kepa Fernández de Larrinoa profesor titular de antropología en la UPNA y yo. Estuvo desde mis comienzos Pierre Bidart, pero desgraciadamente falleció en 2010.

La revista divulga los trabajos de investigación relacionados fundamentalmente con Navarra. Se comenzó a editar dos números por año pero ahora sólo sale un número anual, de los cuales algunos son monografías, aunque preferimos que sean de contenido variado. Una de las nuevas secciones la hemos titulado Firma Invitada, en la que un experto nos trata sobre un tema concreto de interés general. Este año, coincidiendo con el décimo aniversario de la Declaración de la Unesco sobre salvaguarda de patrimonio inmaterial, esta sección versará sobre el tema. Desde el Consejo de Redacción nos hemos encontrado con una realidad difícilmente salvable a corto y es la de que no hay una renovación de la investigación etnográfica en nuestra Comunidad. Son pocos los investigadores nuevos, lo cual hasta cierto punto es preocupante. Existen, claro está, los que trabajan como afición personal pero que no viene acompañada de una formación rigurosa académica. También es cierto que en Navarra no existe ningún grado en antropología ni en etnología. No sé si ese es el motivo de haber poca renovación en el elenco de investigadores, pero yo lo constato de esa forma.

Eres especialista en etnografía, pero ya has dicho que en un principio hiciste excavaciones arqueológicas. ¿Qué te atrae más...?

Yo a veces digo que la etnología que hago es como una arqueología de los vivos o de los casi muertos. Reconozco que tengo una manera de enfocar la etnología que debe mucho a la arqueología. Soy, por ejemplo, fanática de la cultura material y eso es algo que me viene de la arqueología, que es una disciplina que realiza hipótesis que las verifica, las cambia o las confirma a través de los restos materiales que se encuentran. El aspecto del objeto como fósil director me ha influido mucho. ¿Se trata de un vicio a la hora de enfocar la etnología? He intentado reconvertirme y de ahí que desde hace unos años esté enfrascada en temas de patrimonio inmaterial. Ahora bien, el apego al objeto no me viene del todo mal, ni mucho menos, por mi condición de técnico de museos, ya que finalmente los museos son colecciones de objetos. Lo que define al museo no tanto por la exposición sino por la colección de objetos que posee y que debe investigar y dar a conocer. Es cierto, por tanto, que yo estoy influida por la arqueología, pero no es menos cierto que la mayoría de los catorce mil objetos de este Museo se han convertido en piezas arqueológicas, ya que no tienen sentido, su significado se ha perdido con el tiempo. Las nuevas generaciones, muchas de las visitas que vienen a ver nuestro Museo, no reconocen los objetos, su funcionalidad, su razón de ser. Yo personalmente no quiero perder ese apego mío por el patrimonio material ya que el conocimiento sobre él es cada vez más limitado, se está perdiendo de día en día.

“Una simple visión de un objeto es capaz de llevarnos a comprender el gran esfuerzo que han tenido que realizar las generaciones pasadas para llegar al nivel actual de tecnificación y de realidad social”.

Después de oírte, tengo la impresión de que una de las facetas que más te atrae en tu cometido profesional es la divulgación. Y pienso que si algún día se abriera este Museo, en el que precisamente divulgar no es labor de calado, te sentirías mucho más a gusto...

Yo tengo gran preocupación por la divulgación. Y, como ya he explicado antes, me preocupa la deriva de los objetos, que se llegue a no entenderlos. El Museo tiene una base fundamental, que no es otro que el deber existente para con nuestras colecciones. Pero todo lo que podamos hacer con ellas pierde sentido si se queda en puro conocimiento interno, sabiduría o virtuosismo. Si no lo comunicamos no habremos cumplido con nuestro objetivo último, que es el de enseñar a la sociedad su historia, su pasado. El Museo tiene un reto en ese aspecto, y yo pienso que se trata de un reto no tan difícil porque nuestros objetos son capaces de emocionar, de transmitir. Una simple visión de un objeto es capaz de llevarnos a comprender el gran esfuerzo que han tenido que realizar las generaciones pasadas para llegar al nivel actual de tecnificación y de realidad social. Por lo tanto, creo que debemos jugar con esa ventaja y abordar la divulgación, algo que nos hará vivir mejor y más a gusto ya que quien carezca de conocimiento sobre sí mismo no podrá ser feliz.Susana Irigaray Soto (Pamplona, 1966)Nace en Pamplona, ciudad en la que realiza sus estudios escolares así como 3 años de la carrera de Historia en la Universidad de Navarra. En la Universidad de Salamanca realiza una especialización de 2 años de Arqueología y Prehistoria y obtiene el título de Historia con dicha especialidad.Durante un año trabaja en arqueología y durante 6 en la enseñanza como profesora de lo que ahora sería la ESO. En el año 1996 saca la plaza de etnóloga para el Gobierno de Navarra, plaza adscrita al Museo Etnológico de Navarra donde trabaja desde esa fecha. Desde 2008 es Jefa de Sección de Museos del Gobierno de Navarra con las dos competencias que ello supone: por un lado la dirección del Museo Etnológico de Navarra y por otro el asesoramiento, acompañamiento y gestión del resto de museos.
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