Urteko galdera

Enrike Zuazua / Matemático

23/09/2015

Enrike Zuazua / Matemático

Internet, nuevo campamento base

Podríamos armarnos de valor e intentarlo. Pensemos en la posibilidad del Día Internacional Sin Internet (DISI) y aceptemos que durante 24 horas todas las redes, las alámbricas y las wireless, se apagan. El apagón debería ejecutarse por los proveedores de internet y no depender de la decisión de los usuarios que nunca renunciarían voluntariamente al uso de la red. ¿Qué pasaría? Si el acontecimiento fuera previamente anunciado, la gente se prepararía y habría quienes, aprovechando conocer personalmente algún proveedor, encontrarían el modo de escapar al apagón. El que hace la ley, hace la trampa. Por tanto, en este caso, se debería tratar de un apagón en toda regla, sin previo aviso, sin ley, para evitar la trampa. ¿Es eso posible? Realmente es un escenario imposible. Nadie con autoridad para decidir sobre las redes de comunicación se atrevería a tomar esa medida que sería rápidamente contestada a nivel global. Pero supongamos por un momento que alguien, en algún remoto lugar, controla el botón del apagón planetario de internet. A los que conocimos la Guerra Fría - no tan lejana aún, ahora que apenas hace veinticinco años que cayó el muro de Berlín - se nos enseñó que en ambos lados del muro había gente muy poderosa que podía pulsar el botón nuclear, desencadenando la hipotética Tercera Guerra Mundial que acabaría con la especie humana. Últimamente vemos que ese riesgo se aleja aunque constatamos lo difíciles que resultan los continuos esfuerzos diplomáticos por reducir el armamento nuclear y frenar los planes emergentes de desarrollo de nuevos programas. De hecho, hace apenas unos días, la mayoría de los países celebraban el acuerdo EEUU-Irán que ha acabado con el bloqueo de la economía iraní a cambio de que los persas acepten el control internacional de su programa nuclear. Hemos interiorizado la importancia de controlar nuestros armamentos nucleares en aras de la paz y de la sostenibilidad de la especie humana en el Planeta Tierra. Vamos también asumiendo la relevancia que las nuevas tecnologías han adquirido en nuestra vida cotidiana, individual y colectiva. ¿Y si una noche apretaran el botón? Los más noctámbulos se percatarían de inmediato. Los demás nos daríamos cuenta al despertar, al ver que el reloj del móvil ya no funciona. Lo achacaríamos a una avería del aparato. Procuraríamos la red en el ordenador de mesa, por ejemplo, y acabaríamos creyendo en un fallo del proveedor local. Nos sentiríamos incomodados. Es difícil imaginar cuántos problemas generaría el apagón. ¿Funcionarían bien las redes de abastecimiento de agua y luz? Lo que sí es seguro es que no podríamos desarrollar casi ninguna de nuestras actividades laborales. Los niños en la escuela se encontrarían con que el maestro habría de cambiar los contenidos y metodología de las clases al no poder hacer uso de las tabletas individuales de estudio y trabajos en equipo. Tampoco funcionaría el cajero automático y la gestión de las citas médicas en el ambulatorio colapsaría. Tardaríamos unas horas en reaccionar, hasta que las autoridades diesen las instrucciones oportunas reconociendo el DISI como el día internacional "en blanco". Podríamos pasear y descansar en casa, tal vez leyendo uno de esos libros que últimamente se empolvan en las estanterías del salón sin que apenas les hagamos caso, al haberlos sustituido por la lectura en pantalla. Serían 24 largas horas pero, afortunadamente, solo 24. La pesadilla solo duraría un largo día. Internet ha supuesto una verdadera revolución en la evolución humana. En pocas décadas el mundo se ha interconectado por completo materializando la globalización. Sin duda alguna la emergencia de internet quedará registrada en una página de honor de la historia de la humanidad. Se trata de una proeza absolutamente irreversible. El humano creó la Ciencia, inventó la máquina y de su mixtura generó internet. La metamorfosis que esa gran infraestructura ha generado en nuestra sociedad es evidente, incluso en sus progenitores, la Ciencia y la Tecnología. Queda ahora por ver hasta qué punto nos cambiará por dentro a los seres humanos. El cerebro del hombre ha evolucionado hasta el extremo de generar una plataforma global de comunicación, almacenamiento y cómputo instantánea. A su vez, nuestro cerebro es elástico, absorbe la información que recibe de su entorno, la procesa y, gracias a la inteligencia, crea, innova, inventa, generando así un bucle sin fin. ¿Qué cambios inducirá internet en nuestro cerebro y cómo acabará afectando a la evolución de nuestra especie? Generación tras generación, en promedio, nos hacemos más inteligentes. E internet será sin duda uno de las claves que determinará la amplitud del salto cognitivo que el humano protagonizará en las próximas décadas, tanto individual como socialmente. Nuestra sociedad empieza ya a estructurarse de manera diferente gracias internet. Ahora podemos hablar con nuestro seres queridos, viéndolos, por remoto que sea su destino, podemos visualizar los paraísos más ocultos, leer, escuchar conferencias, cultivarnos sin límite. Todo ello supone una cascada de fuegos de artificio para nuestro cerebro de tal magnitud que acabará también cambiándolo por dentro. Todos y cada uno de nosotros lo experimentamos en nuestra profesión. Poco importa que seamos periodistas, científicos, operarios industriales o administrativos. Internet ha cambiado los procesos laborales y creativos y también ha acabado alterando nuestra manera de abordarlos, nuestro modo de pensar y de crear. Pero esta herramienta también entraña nuevos riesgos. La comunicación es ahora constante, pero muchas veces superficial, breve y excesivamente rápida. Los mensajes que intercambiamos son a veces un mero emoticono, dejando de lado la prosa y el verso. Y esa comunicación efímera también puede inducir a la trivialización de las relaciones humanas. Apenas necesitamos escribir en el papel y perdemos lo que antes se consideraba un tesoro: la caligrafía. Las herramientas de procesamiento de texto también ofrecen la posibilidad de la corrección automática, lo cual genera la tentación de abandonar también la ortografía. Podemos saltar instantáneamente de página en página y eso alimenta la tentación de no dedicar el tiempo que la lectura de un texto profundo y extenso exige. Nuestro cerebro gusta de las imágenes multicolores que percibe con menos esfuerzo del que exigen la lectura y el estudio. Las instituciones internacionales que investigan sobre la sostenibilidad de la humanidad, ya nos advierten de esos riesgos. En el ámbito educativo, estos hechos suponen también un verdadero reto a la hora de rediseñar los planes educativos. ¿Qué destrezas y contenidos consideraremos de aprendizaje indispensable? ¿Y cómo evitaremos que la pasmosa facilidad que internet ofrece de documentarnos se convierta en un obstáculo para la cultura del esfuerzo? Internet ha supuesto, sí, un salto cualitativo irreversible global. ¿Quién habría imaginado hace cincuenta años la existencia de internet y el modo tan radical en que cambiaría nuestra sociedad y nuestra forma de vivir? Internet no habría surgido si antes los gigantes de la Ciencia y la Tecnología no hubiesen creado la Informática y los ordenadores, las máquinas de calcular. Hemos alcanzado una nueva cota, la Sociedad de la Información; el campamento base está mucho más alto. ¿Cuál será el próximo paso? Todo es posible a partir de ahora. Tan posible como difícil de prever. El cerebro humano ha creado un nuevo universo y en él evolucionará de manera más rápida, creativa e imprevisible de lo que lo ha hecho hasta ahora. Al nivel personal se nos ofrece una nueva oportunidad: Aprovechar esa herramienta para crecer, para ser mejores en todos los aspectos, sin dejar de tener nuestras raíces firmemente ancladas en una Naturaleza que cada vez necesita más de nuestro inteligente cuidado y sin dejar de cultivar los valores clásicos de la cultura que nos ha traído hasta aquí. Lo dijo el genial Alain Turing (1912-1954): "Sólo podemos ver poco del futuro, pero lo suficiente para darnos cuenta de que hay mucho que hacer".  
Enrike Zuazua, www.enzuazua.net
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