Urteko galdera

Juan Manuel Jiménez Arenas / Departamento de Prehistoria y Arqueología. Instituto Universitario de la Paz y los Conflictos. Universidad de Granada

12/04/2017

Juan Manuel Jiménez Arenas / Departamento de Prehistoria y Arqueología. Instituto Universitario de la Paz y los Conflictos. Universidad de Granada

Puede resultar extraño que un prehistoriador, especialista en evolución humana, participe en este debate de candente actualidad. No obstante, los/as que nos dedicamos a las "ciencias del pasado" también, en cierto modo, hacemos historia contemporánea, porque no podemos desprendernos de nuestro bagaje cultural en el cual se incluyen nuestros prejuicios. La percepción de un pasado común es fundamental para la creación de cualquier sentido de pertenencia, y cuanto más arraigado sea ese pasado común, más fuerza cobra en la configuración de la identidad. Obviamente, la pregunta qué es ser humano hoy presenta una enjundia tal que resulta imposible de ser respondida de manera unívoca; por tanto, sirvan estas líneas para introducir algunas reflexiones que pasan por lo cyborg, la paradoja y la diferencia. Creo que una de las principales características de los seres humanos hoy es que, parafraseando a Donna Haraway, somos cyborgs: híbridos entre humanos y máquinas. Empero, esta cualidad híbrida nos ha acompañado durante toda nuestra historia (incluyendo la prehistoria). El ser humano se define en el tiempo largo (Homo tiene alrededor de 3 millones de años de vida) por la capacidad para convertir elementos naturales en útiles, lo que le ha permitido relacionarse con la naturaleza y con los otros humanos de formas muy diferentes. Sí, es cierto que otros animales también comparten esa característica, pero los humanos hemos llevado la cultura (material) a cotas significativamente distintas. Aquellos útiles en piedra tallada podrían considerarse máquinas ancestrales por lo que ya encontramos aquí, desde nuestro origen, la cualidad de cyborg. No obstante, me gustaría subrayar cómo la el maridaje humano-máquina transforma las relaciones sociales. Hoy nos puede resultar evidente, pero en la Prehistoria también podemos rastrear este vínculo. Pensemos en nuestra infancia-niñez. Nacemos tremendamente frágiles (algo que ya ha manifestado Melania Moscoso en este mismo espacio) y dependientes, y tenemos un tiempo de maduración excepcionalmente ralentizado. Ahora bien, lejos de tratarse de desventajas, estas dos características se pueden considerar fortalezas puesto que implican que en los procesos de socialización y enseñanza-aprendizaje se prolongan durante toda la vida provocando las complejidades afectivas y culturales que nos han caracterizado y nos caracterizan. Así, podemos plantear un vínculo entre fragilidad, complejidad y cooperación. Somos y hemos sido -tenemos evidencias ininterrumpidas desde hace cerca de 2 millones de años- seres cooperativos, altruistas y filántropos. La hibridación también se ha dado a escala poblacional. La secuenciación del genoma neandertal puso de manifiesto algo que, en mi opinión, tiene una trascendencia política enorme: lejos de la imagen de los Homo sapiens avanzando por el planeta desde África -su cuna-, contribuyendo a la extinción de las especies precedentes, la dinámica fue la de un continuo flujo genético. Había diferencias fenotípicas (en la apariencia física) entre neandertales y sapiens, pero no fueron un factor para la exclusión, para el aislamiento. Las interacciones, pues, entre poblaciones han sido una constante, y especialmente intensas en determinadas regiones. Entre ellas, una que hoy día nos avergüenza: el Mediterráneo. No obstante, y volviendo a la complejidad, somos seres paradójicos: conviven en nosotras/os aspectos que son aparentemente contradictorios como el egoísmo y el altruismo, la codicia y la generosidad,... No somos ni violentos ni pacíficos por naturaleza, aunque sí aunamos capacidades para hacer las paces y también las violencias. Así, podemos considerarnos imperfectos puesto que ninguna de estas características, ni las que consideramos positivas, ni las negativas, ocupa todo el espacio y todo el tiempo en una misma persona. Ahora bien, eso no significa que en todos los individuos se presenten en las mismas proporciones. Hay quienes propenden más a unas que a otras. Por último, remarcaré la diferencia. En un mundo globalizado, y en ciertos aspectos globalizante, es necesario recordar que la supervivencia pasa por la diversidad, la cual nos enriquece. En este sentido, creo que ser humano hoy conllevaría el fomento del disenso, de la crítica razonada y respetuosa y el diálogo; la huida de planteamientos esencialistas, deterministas y dogmáticos; la creación de racionalidades colectivas en las que primen la solidaridad, la integración, la cooperación, la información y la toma de decisiones coordinadas; la promoción de la filantropía entendida en su sentido literal; la consideración de que las identidades se transforman como si de un caleidoscopio se tratase, esto es, formándose mediante la intersección de fragmentos que se van articulando de manera distinta; la valoración de que todos los seres humanos comparten las mismas capacidades que nosotros, incluso los considerados enemigos, que pasarán a ser adversarios; del reconocimiento y la participación de los otros como condiciones para la construcción del nosotros.
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