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Rocío García Carrión / Ikerbasque Research Fellow. Universidad de Deusto

15/11/2017

Rocío García Carrión / Ikerbasque Research Fellow. Universidad de Deusto

Siempre me ha fascinado el desarrollo humano. Resulta increíble observar como desde que llegamos a este mundo nuestro desarrollo está intrínsecamente ligado a la experiencia y al contexto cultural. Adquirimos el lenguaje en interacción con otras personas, y ahora sabemos que, antes incluso de aprender a hablar, bebés de 13 meses son capaces de interpretar e inferir las acciones de otros y las conductas sociales (Choi & Luo, 2015). La evolución del ser humano es, por tanto, dependiente de la interacción social y de la experiencia desde los primeros instantes y a lo largo de toda la vida. Esas interacciones van dando forma a nuestra mente, a configurar quienes somos, y nos abren un futuro esperanzador donde poder decidir quiénes queremos ser. En búsqueda de respuestas a lo que es ser humano hoy, gigantes de la psicología, la educación o la neurociencia nos emocionan con ideas que expanden nuestro conocimiento: "Somos quienes somos por obra de lo que aprendemos y de lo que recordamos" (Kandel, 2007, p.28). Lejos de un determinismo social o evolutivo que establece a priori qué somos o qué debemos ser, nuestra identidad -incluso nuestro cerebro- es el resultado de nuestros aprendizajes y recuerdos. Y aprendemos en interacción con el contexto, con el material, pero sobre todo en interacción con otras personas (Mercer, Hargreaves y García-Carrión, 2016). Es con otros seres humanos que nos emocionamos, sentimos y nos enamoramos. Tenemos una herramienta de enorme utilidad que vehicula el pensamiento y tiene un efecto profundamente transformador: el lenguaje. Es precisamente el lenguaje una de las características que define al ser humano. Pero, aún hay más: lo que resulta extraordinariamente humano es nuestra capacidad de unir nuestras mentes y de hacer cosas juntos que no podríamos hacer por separado. Nos necesitamos unos de otros, el ser humano hoy parte de una predisposición natural al altruismo, a la colaboración y cooperación con los demás. Los estudios de Tomasello y colegas (Warkenen & Tomasello, 2007), avalan esta hipótesis que cada vez toma más fuerza y abre nuevos horizontes para entender profundamente la conducta humana. Aunque la idea de que solas y solos no podemos, que necesitamos de la interacción social para alcanzar niveles superiores de desarrollo cognitivo, social y emocional, ya la introdujo el padre de la escuela sociocultural de la psicología Lev Vygotsky. El ser humano hoy construye sobre esas interacciones sociales óptimas, relaciones de amistad, de amor, de afecto con las que sentir, emocionarse y apasionarse. Y la ciencia nos ayuda a no subestimar el valor de las mimas. El Harvard Study of Adult Development, el estudio longitudinal más largo hasta el momento sobre las trayectorias de desarrollo humano, ha demostrado que, más que la fama o el dinero, son las relaciones de calidad las que tienen una mayor influencia en mantener la salud y la felicidad del ser humano a lo largo de sus vidas. Así, es posible vivir con esa maravillosa sensación de estar siempre a tiempo de lo mejor, de concretar en nuestro día a día un "inédito viable" (Freire, 2005) y crear nuevos mundos posibles en los que ser humano hoy llene de sentido cada acción e interacción transformadoras de un presente que proyecta un futuro mejor. Referencias Choi, Y. J., & Luo, Y. (2015). 13-month-olds" understanding of social interactions. Psychological Science, 26(3), 274-283. Freire, P (2005). Pedagogía de la esperanza. Siglo XXI: México. Kandel, E. (2007) En busca de la memoria: el nacimiento de una nueva ciencia de la mente. Katz. Mercer, N.; Hargreaves, L.; García-Carrión, R. (2016) Aprendizaje e interacciones en el aula. Barcelona: Hipatia editorial. Tomasello, M. (2007). Cooperation and Communication in the 2nd Year of Life. Child Development Persoectives 1(1), 8-12. Vygotsky, L. S. (2000). El desarrollo de procesos psicológicos superiores. Critica. Warneken, F. Tomasello, M. (2007). Helping and Cooperation at 14 Months of Age. INFANCY, 11(3), 271-294.
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