Dario Urzay Ibarra: "El arte se sigue viendo como una cosa del margen"

2004-04-30

EZKERRA, Estibalitz

Dario Urzay Ibarra

Artista "El arte se sigue viendo como una cosa del margen" Estibalitz Ezkerra

Jatorrizko bertsioa euskaraz El teléfono marca el quinto pitido (el que se suele dejar de margen) cuando Dario Urzay responde por fin a la llamada. Su voz es amable, serena. Se disculpa por la tardanza; la sala del ordenador está bastante alejada del lugar en el que se encuentra el teléfono. Quedamos en su casa, donde nos recibe en compañía de un precioso gato gris que se esmera en captar la atención de los presentes. Enseguida fluyen las palabras. ¿Cómo se ve a sí mismo Dario Urzay? No es fácil de responder esa pregunta. Yo no me definiría de ninguna manera, porque definir las cosas es ponerles límites. Personalmente, me gusta más estar en la frontera de las cosas que en las cosas mismas. Tiendo a expandir los bordes. Las fronteras siempre son un límite, una separación, un corte, y a mí lo que me gusta es ensanchar. Estar en lo que separa las cosas más que buscar en qué lado de las cosas te mueves. Estudió en la Facultad de Bellas Artes, donde coincidió con Txomin Badiola y Juan Luis Moraza, entre otros. La suya ha sido una generación muy fructífera. Sí, éramos del mismo curso todos: Badiola, Moraza, Lazkano, Inés Medina... Fue curioso, porque realmente Txomin Badiola y yo teníamos que haber coincidido en uno anterior, pero tanto él como yo no entramos a la primera en Bellas Artes. Nos suspendieron el examen de ingreso, lo cual sabrá poca gente. Por lo tanto, todo fue pura casualidad. Casualidad o no, lo cierto es que ya entonces algunos se apresuraron a decir que aquella generación tomaría el relevo de la conocida Escuela Vasca. Como anécdota le diré que alrededor del año 80, Jorge Oteiza apareció en la facultad para tomar simbólicamente la misma. Se reunió con la dirección de la facultad, y pidió a algunos alumnos que fueran testigos de aquella visita. En aquel momento Txomin Badiola y yo estábamos en el patio, y casualmente nos eligieron a nosotros. En lo que respecta a si somos herederos naturales de la Escuela Vasca, éso es algo que deben analizar los historiadores. Yo no me veo como relevo de nadie. Tal vez nos consideren el relevo por haber sido de las primeras generaciones en moverse más por fuera. Hemos sido la generación de la apertura al exterior. Ello no quita que entre los de nuestra generación haya gente que hace cosas que están bien y apenas se la conozca en el extranjero. Sin embargo el denominador sigue ahí, la nueva Escuela Vasca, si así cabe definirla. Aquí se ha entendido la Escuela Vasca sobretodo formalmente. Quizá se la veía más en relación con la escultura, pero yo diría que los medios se traspasan. Hoy en día las disciplinas no están tan divididas, no como antaño se solía entender. Antes hablar de la Escuela Vasca era casi como enunciar la escultura vasca; era un tipo de escultura que tenía una herencia deudora de Chillida y Oteiza. Después de eso, la escultura dio un giro, apareció otra gente que comenzó a utilizar los materiales de otra manera, y hemos salido una serie de pintores que hemos empezado a ser conocidos fuera. Pero eso de la nueva Escuela Vasca... Aquí, en Euskadi, hay una serie de gente que trabaja, pero no se puede englobar dentro de una escuela. La escuela indica estilo, y el estilo es una cuestión que pertenece a la modernidad. Pero en el siglo XXI es más una cuestión de códigos que de estilos. Los estilos limitan, y los códigos traspasan fronteras. De ahí viene la hibridación. Lo híbrido es casi la razón de ser de las cosas de hoy en día. Es muy raro encontrar la pureza de las cosas. Las cosas se mezclan. En su caso, ¿tenía claro que era imprescindible salir al exterior? Más que planearlo fue una necesidad impulsada por las circunstancias del momento. La primera salida se produjo porque en una exposición en la que participé en Madrid apareció una señora que iba montar una fundación en Londres, y me invitó a ir allí. No me lo pensé dos veces y me marché de la facultad. Llevaba cinco años dando clases como profesor, y entonces decidí que aquello se había acabado. Otro capítulo cerrado. Y después de Londres vino Nueva York. Por aquel entonces tenía claro que necesitaba aire, y me vino muy bien. Cuando marché a Londres tenía claro que iba para un año. Es más, una vez terminada la estancia, ni me replantee prolongarla, porque no me gustaba nada la ciudad. De allí marché a Nueva York con una beca del Gobierno Vasco, y estuve un año. Luego se prorrogó a otro, y se fue alargando hasta cumplir ocho años. Esa temporada que pasé en Nueva York marcó muchísimo mi vida. La estancia en Nueva York estuvo marcada por dos etapas. Tras la primera volvió a casa, que fue cuando coincidió con el comienzo de las obras del museo Guggenheim. Sí, fue curioso. En Nueva York vivía al lado del Guggenheim del Soho. Lo tenía a tres minutos de casa, a la vuelta de la esquina. Por eso cuando mi padre me mandó un recorte de periódico donde aparecía que se planteaba la idea de hacer un Guggenheim en Bilbao, no me lo podía creer. Sabiendo como era ésto, no me cuadraba ver incrustado aquí un museo como el Guggenheim. Así que la primera vez que vine de Nueva York me encontré con las obras. Vi crecer el Guggenheim, llegué incluso a visitarlo cuando aún no lo habían terminado. Fue entonces cuando me encargaron una obra para el futuro museo, y la realicé teniendo en cuenta todo el proceso que había vivido. En ese sentido, hacer la obra del Guggenheim fue como terminar el museo. Para mí el Guggenheim se había terminado con mi obra, y en ese momento me volví para Nueva York por dos años.

En este momento, ¿en qué etapa se encuentra? Llevo dos meses con un libro que me va a publicar la galería Distrito 4 de Madrid. Estoy haciendo la biografía, buscando datos, ordenando imágenes, escaneando los trabajos de los últimos años... También he escrito un texto para el libro. Uno de los escritores del libro, José Jiménez (Catedrático de Estética en Madrid), hacía referencias sobre algunas cosas que yo había escrito, y me decía que tenía que poner en el libro alguno de esos textos íntegramente. Entonces me puse a buscar cosas, me salían fragmentos por todas partes, y a parte de meter un texto que tenía en un catálogo sobre la exposición que hice en el Photomuseum de Zarautz, se me ocurrió hilar cositas que tenía por ahí. Total, que me han salido 12 páginas. No es un catálogo para una exposición, es otra cosa. Un catálogo es más temporal, se refiere a un momento concreto. El libro, en cambio, tiene mayor autonomía. Las imágenes forman otro texto. Así que en eso estoy, centrado totalmente en el libro. Hace tiempo que no voy al estudio, alrededor de dos meses. Lo tengo aparcado porque no puedo concentrarme en este momento. ¿Y cómo se lleva eso de tener que realizar la biografía de uno mismo, volver a repasar la trayectoria hasta ahora realizada? Es curioso porque me estuvo ayudando a hacer la biografía Xabier Saenz de Gorbea, y él se acordaba de cosas que yo ya había olvidado. Está bien. Me sirve para ordenar la cabeza. Cuando estás con exposiciones cada poco tiempo, estás tan centrado en esas cuestiones que tampoco te da tiempo a mirar dónde estás en lo global de tu trayectoria. Por eso viene bien ordenar y ver lo que he estado haciendo. Incluso te das cuenta de que cosas anteriores guardan relación con lo que estás haciendo en este momento. Hay cosas que han permanecido, de otra manera pero la esencia es la misma. En esa evolución pictórica, ¿hacia dónde te encaminas?, ¿cuál es la búsqueda? No lo sé. En cada etapa suelo partir del blanco. En la última exposición que hice en Madrid incorporé una instalación en la que la proyección y el vídeo eran parte de la obra pictórica. También estoy haciendo cosas en fotografía. Me imagino que seguiré por ahí. Tengo cosas en la cabeza, pero todavía no quiero hablar de ellas. Es como cuando parto de un soporte en blanco: no sé lo que voy hacer. La acción surge. Machado decía “se hace camino al andar”. En el acto de andar vas haciendo el camino. El camino que he seguido hasta ahora sé cual es, está tras de mí. Pero llega un momento en el que no hay camino. Tienes muchas direcciones a las que dirigirte, pero no hay caminos, o por lo menos no quiero que haya caminos hechos. Hay que hacerlos en el acto de andar. Fotografía, vídeo... No se limita a la pintura. No. La fotografía y la pintura siempre han estado muy unidas para mí. Ya en aquel cuadro de la segunda edición de los Gurea Artea aparecían una fotos pegadas en el centro, donde jugaban todas las líneas de perspectiva, y se titulaba “El pintor y la modelo”. No eran cuadros híbridos, pero sí que había un diálogo entre representación pictórica y fotográfica. Ese diálogo se ha mantenido con el tiempo, hasta el punto de que lo pictórico y lo fotográfico están totalmente unidos. Hay veces que la gente pregunta si es pintura o fotografía. ¿Y qué más da? ¿Y el vídeo? ¿Qué lugar ocupa en su obra? En una exposición colectiva que acogió la sala Rekalde, conocí a una artista que había sido pintora, pero que después se había pasado al vídeo. Ella me dijo que mi obra tenía mucho que ver con el vídeo, y quizás ella me animó a meterme en ese mundo. A mí siempre me había gustado mucho el vídeo, pero no le encontraba sentido. Y sin embargo, en un momento dado me surgió la necesidad de hacer algo con ello, pero fue de la noche a la mañana. Se me ocurrió hacer unas fotos en el estudio, y de ahí pasaron a un programa de vídeo. En este momento no tengo necesidad de pintar porque estoy con el libro, pero se me ocurren cosas para hacer en vídeo que ya irán surgiendo. Ha mencionado los premios Gure Artea. ¿Le parece que los artistas reciben las ayudas necesarias? Nunca son suficientes para nadie, en ningún ámbito de la realidad. Pero recuerdo que en Nueva York nos envidiaban por la cantidad de becas y premios que teníamos aquí. Allí hay otro tipo de instituciones. Aquí es más individual. Luego están centros como Arteleku y BilbaoArte que de alguna manera ayudan a la creación. De todas maneras, creo que es interesante que existan más becas. Las becas dan más que los premios, porque un premio es algo puntual y la beca ayuda a realizarte. De todas maneras, el concepto que tenemos aquí sobre los premios es bastante extraño. ¿En qué sentido? Le pongo un ejemplo. El año pasado cuadró un día que estaba viendo la televisión y de repente apareció un programa sobre unos premios que habían concedido en Vitoria. Total, que ETB dedicó a ese certamen una hora de programación como si fueran los Oscar. Y el programa era de una cutrez espantosa. Pero, ¿qué pasa? ¿acaso los premios Gure Artea no merecen una hora de programación, en lugar de dar semejante cutrez? Estaba indignado. Me pareció lamentable. ¿A qué viene la gala de los premios no sé qué, cuando tienen los premios Gure Artea que como en su día dijo Labayen deberíamos considerarlos como los premios nacionales de Bellas Artes en Madrid? En su día incluso se propuso que los artistas recibieran unas medallas en reconocimiento por sus obras galardonadas. Pero aquí como siempre se habla mucho y luego no hay nada de nada. Con esto quiero decir que el arte se sigue viendo como una cosa del margen, como algo elitista, muchas veces de manera folklórica. A todo el mundo le ha parecido bien que haya un museo Guggenheim porque gracias a él Bilbao ha salido en todo el mundo. A la gente que antes jamás habría entrado en una exposición de arte contemporáneo le gusta el museo. Pero les gusta el continente, porque el contenido... Y eso sin tener una opinión muy formada en arte. El Guggenheim es como un ovni que está ahí. Yo también fui abducido, pero me soltaron. Un ejemplo claro de lo que dices lo tenemos en las páginas web de las instituciones en las que los museos aparecen en la sección de turismo. Por no mencionar la fiebre que ha desatado la creación de museos… De la misma manera que comprar arte antes daba status social, ahora parece que hacer museos o preocuparse por el arte da status a la sociedad. Los políticos han sabido ver que el arte da status al poder. ¿Pero qué tiene que ver eso con el arte?. A veces pienso que me gustaría opinar más. Me gustaría escribir sobre las cosas que no me gustan. Pero hay temas que se suelen interpretar con malicia, y te echas para atrás. Me gustaría haber escrito sobre esa chorrada que emitieron en ETB, porque aquí hay gente que hace cosas muy interesantes y no se le dedica una hora. ¿Las cosas van a mejor o a peor? No lo sé. Las cosas siempre van a diferente. Esperas que el trayecto de las cosas tenga una cierta coherencia, y en ocasiones las decisiones de los políticos se salen de esa dinámica. Cambian a la gente de puesto, no se tiene en cuenta la trayectoria ni el programa establecido. Eso no ayuda mucho. ¿Qué es lo que queremos ser y a dónde queremos ir? A veces te preguntas que hace cierta gente en determinados puestos. A mi me pasó en una charla en Radio Euskadi, en la que también paticiparon un representante del Gobierno Vasco y Xabier Saenz de Gorbea, que el periodista ni sabía que tenía obra en el Guggenheim. Nos invitaron para hablar sobre la inauguración de Chillida-Leku, y el periodista me presentó como un artista que algún día tendría una obra en el citado museo. Y el representante del Gobierno Vasco decía lo mismo. No sabían que precisamente fui uno de los primeros artistas vascos representados en el Guggenheim. Porque además, con los artistas que hay en el Guggenheim no da ni para hacer un equipo de baloncesto. Bueno, les eché tal bronca, que en el resumen que dieron una vez finalizada la charla, ni mencionaron que había habido tal mesa redonda. Es lo que pasa aquí. ¿Dónde está la gente y por qué está? Hoy en día la ignorancia es un mal muy extendido. Vivimos en un país en el que todo que está politizado. A veces el interés por las cosas es utilitario. Las cosas se hacen en la medida que sirvan para algo. A pesar de todo, ¿te consideras una persona optimista? Soy muy optimista porque afortunadamente mis obras están fuera, por el mundo. Siempre surgen nuevos proyectos. Por ejemplo, este año he expuesto en Noruega. A mí me hace ilusión que cuando vas a un sitio así y les preguntas qué artistas del estado español conocen, citen mi nombre (como me ha ocurrido en varias galerías de Oslo). Claro, has estado en un montón de ferias, de exposiciones, y al final siempre hay alguien que ve tu trabajo. Afortunadamente, no dependo de nadie. Trabajo muy a gusto y a mi aire porque mi objetivo no es conseguir ningún puesto. Mi interés está en poder contactar con el mayor número de gente posible en el mundo. Hacer algo que traspase barreras, que no es nada fácil. Y no me refiero a barreras territoriales geográficas; hablo de las barreras culturales. Que cuando un escandinavo o un americano vean mi obra se interesen por ella. Dario Urzay Ibarra

Nace en Bilbao en 1958. Cursa sus estudios en la Facultad de Bellas Artes de la UPV-EHU. En 1979 participa en la IV Bienal de Pintura de Bilbao y en la exposición itinerante «Bizkaiko pintura gaur». Un año más tarde toma parte en las siguientes muestras colectivas: Seis pintores en Galería Arteta, Bilbao; «Minimalismo y nueva figuración», Bilbao y Vitoria; Bienal plástica de pintura y escultura, Vitoria; Exposición de obras donadas al Museo Nacional de Nicaragua, Bilbao y Exposición «Mail Art», Sala Metronom, Barcelona. En 1981 muestra su obra en Arteder 81 de Bilbao, becado por el Gobierno Vasco, y en Galería Etienne de Caussant, París. Obtiene una ayuda del Ministerio de Cultura a la investigación y promoción de las artes plásticas, Madrid. En 1982 participa en las exposiciones colectivas: «La caja en el arte», Galería Windsor, Bilbao; «La Naturaleza en el arte», Galería Windsor de Bilbao; Arteder 82, Bilbao; «Ocho pintores vascos», Aula de Cultura de la Caja de Ahorros Municipal de Bilbao; Exposición «Entre el realismo y la figuración en el País Vasco 1970-1982», Museo Municipal de Madrid. Obtiene el Primer Premio de Pintura en la Bienal plástica de pintura y escultura, Vitoria y un accésit en el Certamen Gure Artea de Bilbao. En 1983 expone en Arteder de Bilbao, Bienal de Pontevedra y en la muestra «Once ar-tistas en torno a la realidad» en Barcelona. El mismo año obtiene el Primer Premio del certamen «Gure Artea». En 1984 participa en la Bienal de Oviedo y expone en París; en 1985, en Nueva York, Salamanca, San Sebastián, Pamplona, Barcelona y La Coruña. En 1986, en Barcelona y Donostia. En 1987 presenta su obra en Madrid y Pamplona; en 1988, en Londres, recorriendo Iberoamérica con la muestra itinerante «Pintura española de los 80». Establecido en Nueva York, en 1994 expone su obra reciente en Bilbao. En 1995, en la galería donostiarra «DV», en 1996 en «Windsor» de Bilbao, en 1997 en Vitoria y en 1998 en Donostia. Poseen obra de Urzay los Museos de Bellas Artes de Bilbao y Vitoria, el de Arte e Historia de Durango, el museo Guggenheim Bilbao, el Ayuntamiento de la capital alavesa y la Diputación Foral de Gipuzkoa, así como colecciones privadas españolas y americanas. Menu ELKARRIZKETA Inicio > EM 252 > Elkarrizketa -->

2004/04-30/05-07
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