Nació en 1957, ¿en qué día?
El 10 de Julio. (Se sonríe) El mismo día que Proust... lo que parece ya un buen augurio, pero sin hacer comparaciones odiosas (nos reímos).
Así que nació en pleno verano. ¿Cómo recuerda su infancia? Por ejemplo, ¿cómo eran sus cumpleaños?
Ya que menciona lo de los cumpleaños, quizá los recuerdo con una pequeña frustración porque mi cumpleaños siempre quedaba fuera de las clases del colegio y esas fiestecitas que se organizaban en clase cuando era el cumpleaños de algún niño niña y traía caramelos, pues a mi no me tocaba.
Pero los celebraba...
Sí con algunos amiguitos y amiguitas en casa. Quizá, por sacarle un poco el sentido a todo, la infancia es un lugar donde muy pronto se comprenden muchas cosas. Como por ejemplo esa, que a veces a los motivos de felicidad o alegría puedes encontrarles un lado oscuro, pero que ese lado oscuro no debe amargarte ese lado claro.
¿Hermanos, hermanas?
Somos todas hermanas. Pero, no tengo esa sensación de entorno más femenino o masculino puesto que yo estudié en un colegio mixto, algo que en esa época no era lo habitual.
¿Dónde estudió?
En el colegio francés de San Sebastián. Lo cierto es que ahora, lo habitual es que los colegios sean mixtos, lo excepcional es que no lo sean. No obstante, para nosotros lo natural era que niñas y niños estuviésemos juntos en clase.
Pero eran ustedes los “diferentes” con respecto a los otros niños y niñas...
Quizá eso hace que te fijes más en los detalles. Creo que para un escritor o escritora, un artista en general, es importante fijarse en cosas que quizá para otros pasen más desapercibidas.
Supongo que ya en esa infancia, por la diferencia que suponía una escolaridad poco habitual, me fui fijando en lo importante que es que niños y niñas se eduquen juntos.
Pero a pesar de la coeducación siguen percibiéndose... ¿diferencias?
Efectivamente, siguen transmitiéndose una serie de códigos que debieran estar ya superados. Eso tiene que ver con el sexismo, el hecho de que las chicas puedan sentirse en un momento dado inhibidas de mostrar ciertas competencias intelectuales, o a la inversa. Eso demuestra hasta qué punto son poderosos esos códigos sexistas, pero la escuela tiene que tender precisamente a superarlos. Por tanto, el hecho de que los niños y las niñas se eduquen juntos es fundamental, pero seguramente hemos de estar más atentos en los sistemas educativos para evitar que esas transmisiones se sigan produciendo.
Es algo que suele reflejar en sus artículos.
Sí, yo vivo junto a una ikastola y desde la ventana puedo ver cómo en el patio los espacios y los terrenos educativos se reparten de una manera muy desigual. Es decir, es habitual ver a cinco o seis niños varones jugando al balón ocupando todo el patio y las niñas, como en la periferia, haciendo otro tipo de juegos. No basta con que niñas y niños estén juntos en un aula, hace falta que las transmisiones de los códigos de igualdad y no sexismo se observen día a día.
...y en todos los ámbitos.
Absolutamente. Porque la escuela no está sola y los padres no tienen que estar solos. En ese sentido hoy en día tenemos un montón de instancias también educativas, ya que participan de la transmisión de valores. Porque si en la escuela se enseña una cosa, en el ámbito familiar otra cosa y en la publicidad o en los medios de comunicación, poderosísimos, porque son extraordinariamente poderosos y eficaces en su expresividad, se muestra otra cosa totalmente diferente, pues no es que no hagamos nada, es que estamos peor que si no hiciéramos nada porque generamos una contradicción, una tensión y una frustración que es tremendamente nefasta. Así que resumiendo lo que para mí supuso la infancia, podría decir que desde muy niña aprendí a fijarme en ciertas cosas y pude sentar los cimientos educativos y formativos literarios que me permitieron elegir libremente.
¿Tiene algún tipo de relación con lo educativo?
Entre otras actividades tengo un taller de escritura creativa y estoy en contacto con diversos ámbitos de la educación, y en lo que refiere a la Literatura hay un abandono de los sistemas educativos que hace que los jóvenes que empiezan a plantearse el deseo de una carrera literaria, lleguen con una base de formación muy baja, casi nula, que les exige un esfuerzo aún mayor.
Así que la infancia es fundamental.
Sí, porque no solo se trata de educar en la igualdad, sino que tiene que formar de modo que el o la joven tenga todas las opciones en su mano para poder escoger libremente.
¿A qué se refiere con igualdad?
La igualdad no es la negación de la diferencia, es la negación de la desigualdad. Una cosa es la diferencia, que todos somos diferentes, y otra cosa es la desigualdad. La igualdad en el sentido de permitir que cualquiera de las opciones vitales que una persona pueda ir apeteciendo a lo largo de su vida, hayan encontrado en la materia educativa un fundamento, un apoyo, un cimiento a partir del cual ir creciendo. En ese sentido, a pesar de que en apariencia las cosas están muy bien, existan grandes estructuras, creo que nuestros sistemas educativos tienen una necesidad muy urgente de revisarse en profundidad.
¿Estamos preparados para ello?
Espero que la sociedad esté lo suficientemente concienciada para demandarlo.
Pero se trata de una pescadilla que se muerde la cola: Si no se está educado no se es consciente de las verdaderas necesidades.
Sí, pero también existen otras instancias que pueden provocar esa demanda. Creo que sabemos cómo y que debemos tomar asunción de responsabilidad. Efectivamente, es una pescadilla que se muerde la cola porque hace falta una formación y concienciación muy actualizada, pero tenemos la opción de otras instancias. Por eso creo que la crisis viene bien porque obliga a reflexionar y a replantearse ciertas cuestiones.
¿Por ejemplo?
En el ámbito económico ya se oyen voces que hablan de modelos económicos caducados, pues, lo mismo en cuanto a ciertos ámbitos educativos...
Volviendo a su carrera, ¿tiene algún antecedente en casa que le impulsara el deseo por la Literatura?
Mi familia era una familia de lectores. No había escritores; quizá mi abuelo paterno, un hombre que el ámbito privado estaba muy interesado por el mundo de la cultura, de la música, escribía artículos sobre fiestas populares y folclore. Si tuviera que resumir lo que hicieron mis padres conmigo podría decirlo en tres ideas. La primera, predicar con el ejemplo: Yo les veía leer y con una curiosidad cultural. La segunda, es preferible saber a tener: Yo sigo distinguiendo a las personas así, hay gente que prefiere tener a saber. La tercera, por ser chica no hay un destino diferente que por ser chico: Lo que quieras hacer lo podrás hacer y puedes ambicionar hacer lo que quieras. Esos tres elementos son mi herencia y en ese sentido lo que me ha formado. Supongo que a la hora de hacer la elección del colegio francés se basaron en que aquella educación se acercaba a aquello que ellos habían planeado para sus hijas. Es verdad que en el contexto del Franquismo, la educación que recibimos fue excepcional.
Le da mucha importancia a la cuestión educativa...
Es que esa es la oportunidad que debiera tener todo el mundo. Y quizá, con la transición, con la finalización de la dictadura ese era nuestro deseo: ese esfuerzo por dotar a los sistemas educativos de otras cosas que permitiesen a las personas pensar, que se formasen en libertad y que ambicionen cosas distintas. Porque en una sociedad tiene que haber personas que quieran cosas distintas y que sean diferentes y tiene que haber sitio y fundamento para todo. Personalmente, yo estoy decepcionada de cómo ha ido el sistema educativo y no es una exclusiva que esté dando en este momento, porque lo he dicho por activa y por pasiva. Me he implicado y me implico en lo pedagógico de lo cultural porque eso me parece fundamental. Creo que la libertad está absolutamente vinculada con la capacidad crítica, y la capacidad crítica está absolutamente vinculada con el músculo que hace al pensamiento y al alimento del pensamiento. Hay que darle una vuelta a la educación, no podemos admitir la paradoja de que en los países más ricos y más libres que nunca, nuestros sistemas educativos tengan tantas interrogaciones y den unos resultados tan mediocres.
Pasemos a conversar sobre su trayectoria profesional. Comencemos, si le parece, por su faceta de traductora.
Me parece interesante el planteamiento, porque para mi, escribir es traducir. Al fin y al cabo, la lengua literaria es otra lengua, se parece mucho a la lengua común, pero no es la lengua común. Ese ejercicio de traducción, de volcar, de componer con la base del lenguaje el lenguaje literario, la expresividad literaria es el ejercicio habitual, cotidiano de cualquier escritor. Es así, que en ese sentido, siempre que se escribe, se traduce. En el otro sentido de traductora, he traducido, efectivamente, muchas cosas del francés al español.
¿Hacen las lenguas el pensamiento? ¿Condiciona el modo de ver el mundo la manera en que denominamos aquello que nos rodea?
Bien, suscribo lo que hay en la pregunta pero yo lo diría de otra manera. De entrada, yo no diría condicionar, porque condicionar es un verbo restrictivo. Creo que las lenguas traducen con una intimidad maravillosa lo que es el imaginario de una sociedad, no solamente la lengua en sí, sino el uso que las personas puedan hacer de ella. Esa intimidad es extraordinaria y es extraordinariamente aprovechable. Efectivamente, esos elementos íntimos, cercanos, de cómo evolucionan las culturas están reflejadas en la lengua, y se van posicionando los diferentes puntos de vista. Es verdad que las lenguas hablan de una historia, de qué elementos se privilegian en unas sociedades con respecto a otras... todo eso se puede ver ahí. Por ejemplo, los esquimales tienen muchas palabras para designar la nieve, y probablemente en el Magreb no harán falta tantas. Es decir, en las lenguas podemos observar a qué se han dedicado más las sociedades, por ejemplo, el francés es una lengua muy eufemística, que encuentra maneras muy elegantes para decir las cosas. Otras lenguas, sin embargo, son mucho más frontales y tienen tendencia a la irreverencia, como sucede en ocasiones con el castellano. Es así que en las lenguas, yo no veo un condicionamiento sino una posibilidad de conocimiento al detalle y de rastreo de lo que ha sido la historia y el imaginario de las sociedades. Hay un libro extraordinario de Natalia Ginzburg que se llama “Léxico familiar”, basado en las expresiones que se utilizaban en su familia y que forma parte de su vocabulario.
Con lo que no se trata de un condicionamiento...
No, siempre y cuando exista una formación que permita pasar libremente de un lenguaje a otro. Cuando detectamos que la gente más joven no habla su propio idioma, sino que está encarcelada en su propio idioma entonces sí que hay algo más que un condicionante, hay un problema grave, una prisión. Las condiciones para que se de la libertad pasa también porque no haya barreras ni murallas, y porque lo que uno escoja sea efectivamente una elección.
¿Por qué escogió Derecho como carrera?
Dos razones principalmente. Me gustaba el Derecho, me interesaba, me parecía que estaba cerca de la sociedad; en el Derecho está todo ese ámbito de la reflexión sobre los principios de cómo deben ser la sociedades y el ámbito de la protección de las garantías para que esos principios se puedan llevar a cabo. Y, quizá, la otra razón es que no creía que la creación literaria y su estudio fuesen compatibles; por eso no se me ocurrió hacer filología o una carrera más de letras. Siempre he pensado que había que escribir desde una formación más performativa, es decir, combinar el estudio con la creación, porque evidentemente, además de mi carrera yo seguí estudiando Literatura de una manera menos reglada o más de descubrimiento en descubrimiento. Creo que la formación literaria tiene que ver con leer, leer, leer, leer, leer y leer... sin prejuicios. La literatura se aprende en el tajo, leyendo, escuchando, escribiendo. Siempre les digo a mis alumnos que no hay edad para empezar a escribir, o escribir bien, y cuanto menos para empezar a leer. Lo que me desola es que mis alumnos lleguen con ese retraso...
¿Cuál es la función de los escritores en la actualidad?
Dado como va el mundo, en breve seremos especies protegidas. Creo que la función de la escritura, como la del Arte, es múltiple. Primero, en la felicidad humana hay una relación muy evidente entre la no utilidad inmediata y el valor que le damos a las cosas; es decir, la utilidad que le damos a ese pragmatismo de lo que sirve para otra cosa inmediatamente, conduce a la infelicidad, por tanto, la felicidad está en aquellas cosas cuyo valor no se traduce inmediatamente a algo contable. Haciendo una ironía, del mismo modo en que preservamos zonas de bosques porque hay especies en vías de extinción, los libros son las grandes reservas naturales de vocabulario, de palabras, de conceptos que o están ahí o desaparecen. La Literatura observa a la realidad sin preocuparse de la puntualidad, decía Kafka que un escritor es un reloj que adelanta.
Ha comentado la cuestión de la extinción, me preguntaba si cree que es posible “sanar” palabras que estén gravemente enfermas.
En primer lugar debiéramos bajar el volumen de la cacofonía, las palabras no es que estén enfermas, en muchos casos están muertas; es una especie de run-run. Hay que crear nuevas cajas de resonancia; las palabras siguen teniendo valor, lo que sucede es que no consiguen sonar o resonar en distintos contextos. Por tanto hay que crear en primer lugar la gran zona del silencio y luego crear nuevas posibilidades de combinación y ponerlas en nuevos contextos, quizá algunos insólitos. Decía Wilde que si se querían vivir muchas vidas, se había de estar dispuesto a morir muchas muertes. Para darles una nueva vida a las palabras hay que ser consciente de que determinados contextos son mortales... y evitarlos; por eso cuando un libro se abre, se alza una voz, y con esa voz, un nuevo contexto. Debemos denunciar las imposturas, la expropiación del lenguaje que hace, en muchas ocasiones a mala conciencia, la clase política.
Así que sí, existe una cura para el lenguaje, ya que las lenguas en la mayoría de las ocasiones son más sabias que los hablantes; no solo las palabras tienen cura, sino que las palabras bien usadas, pueden curar.
Una curiosidad antes de despedirnos... ¿qué es el birdwatching?
(Se ríe) Es una de mis aficiones. Se trata de salir al campo a observar, iden aves. Al hilo de los temas de contextos, este es un contexto de resonancia, el de la naturaleza, en el que cambia tu actitud: si llegas hablando en voz alta y pisando fuerte... pues no ves ni un pájaro, de modo que si quieres disfrutar, tienes que ir borrándote poco a poco, irte perteneciendo a ese ámbito... convertirte en una palabra más de esa frase perfecta de la naturaleza, allí el tiempo corre de otra manera y debes estar muy atento y con el oído muy afinado para ir distinguiendo los cantos. Leer sería lo mismo; al abrir un libro, por primera vez, todas las palabras nos suenan a la vez y es poco a poco, a medida que lees y que comienzas a ser consciente y a conocer el canto de los diferentes pájaros, el murmullo de un río, el tipo de árbol que tienes frente a ti... es que comienzas a establecer una comunicación extraordinaria; surge una sensación de pertenencia que no puede dar la ignorancia. Leer es pertenecer a través del conocimiento. Luisa Etxenike (Donostia, 1957) Ha publicado las novelas El ángulo ciego (Premio Euskadi 2009), Los peces negros (2005), Vino (2000), El mal más grave (1997) y Efectos secundarios (1996), y las colecciones de relatos Ejercicios de duelo (2001), y La historia de amor de Margarita Maura (1990). Sus relatos han sido incluidos en numerosas antologías; la más reciente Un deseo propio. Antología de escritoras españolas contemporáneas, editada por Inmaculada Pertusa y Nancy Vosbrug. Ha traducido del francés a Jacques Roubaud (Algo negro), Jean-Michel Maulpoix (La cabeza de Paul Verlaine) y Claude Lanzmann (Alguien vivo pasa). Es columnista de opinión del diario El País en la edición del País Vasco. Desde hace varios años dirige un taller de escritura creativa. Forma parte del comité organizador del Festival Literaktum. Es coordinadora de los Encuentros Internacionales de Escritoras que se celebran en San Sebastián desde 1987. En 2007 recibió del gobierno francés la distinción de Caballero de la Orden de las Artes y las Letras. Entre sus aficiones se encuentran el birdwatching y el tiro con arco.