Fue designada presidenta de Gerediaga Elkartea en 2003. ¿Llevaba muchos años ligada a la entidad?
No tantos. En mi familia siempre ha habido gente creativa y luchadora; quizás, yo sea la que menos. He sido miembro de Gerediaga durante 20 ó 25 años, pero de los que se limitaban a pagar la cuota.
¡Y ahora es nada más y nada menos que su presidenta!
Cuando en el año 2003 terminé mi tesis doctoral, sentí que me quitaba un gran peso de encima. Lo elaboré a propósito del Duranguesado, y pensé que, después de tantos datos, investigaciones, estadísticas y análisis factoriales, había llegado el momento de conocer la región desde otra perspectiva. Y el objetivo principal de Gerediaga es precisamente trabajar en pos del Duranguesado. Fue una pura casualidad que un miembro saliera en aquel momento. Yo entré en su lugar, y al poco tiempo me nombraron presidenta.
Sostiene que Gerediaga Elkartea se vuelca en el Duranguesado. No obstante, la mayoría de la gente la asocia con la Feria del Libro y Disco Vascos...
Yo haría una distinción. Para los habitantes de la comarca, Gerediaga es mucho más que una Feria. Es sobre todo la Feria, pero también otras muchas cosas: organizamos conferencias, campeonatos de perros pastor... Actividades que se conocen sobre todo a nivel local. Claro que lo que nos proporciona el éxito y la fama es la Feria. ¡Y eso que muchos ni siquiera saben quién la organiza! Si hay algo en que fallamos, es en vender nuestra propia imagen. Ahora tenemos un plan estratégico que cubre ese aspecto, pero hemos realizado un trabajo de difusión bastante escaso. Mucha gente se sorprende de que no sea la Diputación Foral o el Gobierno Vasco el organizador de la Feria. Es normal. Nosotros somos una pequeña asociación, y parece ser que un acontecimiento de esta envergadura debiera ser organizada por una entidad mayor. Pues no. Somos una pequeña entidad, pero muchos de nosotros tenemos una dilatada experiencia.
Antes de dar comienzo a la entrevista, me comentaba que todas las asociaciones comparten el mismo problema: organizan sesiones u actividades y luego nadie asiste a ellas. La gente dispone de cada vez menos tiempo, y anda siempre con prisas. ¿Corren malos tiempos para las entidades culturales?
No lo sé. Yo ahí veo un contrasentido. Veo que las asociaciones están atomizadas. En Durango, por ejemplo, que no es más que un pequeño municipio, hay diversas entidades, cuando, seguramente, hace algunos años hubieran formado una sola. Los primeros miembros de Gerediaga eran impulsores de las ikastolas, miembros del grupo de danza... Estaban metidos en todo. Por una parte es normal que se produzca una fragmentación; a cada cual le parece que su entidad es distinta a las demás. Pero me suele dar mucha rabia. Aunque cada uno tenga su propio espacio, hay muchos ámbitos en los que deberíamos actuar conjuntamente. Nosotros así es como funcionamos, y nos va bien. No es una cuestión de protagonismo, aunque a veces es deseable que los nombres a figurar sean, por lo menos, de gente que trabaja. En mi opinión, es un aspecto que deberíamos mejorar, sobre todo en los pueblos; no sé si en las ciudades. En Durango, por ejemplo, se ha abierto el Kafe Antzokia. Pero, ¿quién lo ha promovido? La asociación Berbaro. Un grupo fuerte. Fueron ellos quienes actuaron. Y para sacar eso adelante, cuántas preocupaciones, cuántas noches de insomnio, cuánta ilusión y cuánto miedo... ¡de todo! Muchos de nosotros pertenecemos a Berbaro, pero el trabajo lo han hecho ellos solos. Y en nuestro caso, lo mismo. Creo que las entidades andamos en muchos casos muy pendientes del boletín, con motivo de las subvenciones. Pero ese dinero no se duplica o triplica, sino que hay que repartirlo entre todos. Y no sé yo si no es parte del problema... Si tú presentas esta actividad, yo tendré que organizar esta otra... A veces nos metemos en una especie de competencia...
Pero será sin querer...
Sí, claro, no se trata de fastidiar a nadie. En las entidades pasa lo que en los estudios: antes se era historiador; ahora, experto en equis época. Y veo que en las asociaciones se está produciendo esa misma atomización. Por eso, soy partidaria de regionalizar. No sé hasta qué punto son necesarias tantas pequeñas asociaciones en cada pueblo, que muchas veces se atienen a límites administrativos que carecen de sentido. Por ejemplo, Iurreta y Durango están unificados, Abadiño también lo está... Quiero decir que, quizás no en todo, pero en determinados ámbitos tendríamos mucha más fuerza si formáramos una sola entidad.
Aparte de ello, ¿diría usted que flaquea la cultura popular? Ahora son las empresas las que gestionan la cultura...
Estamos en otra época. Antes, por ejemplo, estaba Berbaro, la asociación que fomentaba el euskara, pero, junto con ella, surgieron los medios de comunicación. ¿Cómo se gestiona eso? No sé cómo estarán las cosas, pero puede que terminaran por convertirse en empresa. Me acuerdo de los que en 1965 fundaron Gerediaga Elkartea, y pienso en lo extraordinaria que fue esa gente. De quitarse el sombrero. Pero puede que ahora haya que hacer las cosas de otro modo.
Es posible que la gente se pregunte “¿para qué queremos hoy en día una entidad como Gerediaga?”. Es obvio que la coyuntura de 1965 y la actual no son iguales, que no hay –o, al menos, no se percibe- la urgencia de aquellos años por preservar la cultura vasca...
Durante aquellos años se desató una fuerte crisis. Yo no lo he vivido, pero me lo han contado. Y es posible que durante la transición se hicieran esa misma pregunta: ahora que hay diversos partidos políticos dentro de la legalidad, cuando más o menos todos trabajan por el pueblo... ¿qué función desempeña Gerediaga? Las instituciones públicas ya cuentan con sus propias casas de cultura y con sus presupuestos culturales. Entonces, ¿qué hacemos nosotros? En primer lugar, pienso que tenemos una perspectiva diferente. Quiero creer que tenemos una perspectiva que nos permite ver las cosas con calma. Si hay algo que nos disgusta, nos dirigimos al ayuntamiento correspondiente y presentamos el informe que haga falta. En mi opinión, eso lo debería de hacer la propia sociedad, los ciudadanos, pero hoy en día la gente no recurre a las instituciones para decir “esto está mal” o al revés, “esto nos parece bien”. Y puede que una entidad sí tenga esa sensibilidad. Ahora que parece que hay empresas de servicios para todo, ¿para qué sirve una entidad de este tipo? Yo creo que es mucho más que eso.
¿Qué más es entonces?
En primer lugar, tenemos muchísima ilusión. Tenemos fe en nuestro entorno cercano, y le deseamos lo mejor. En ese aspecto, nada ha cambiado entre 1965 y la actualidad. Queremos avanzar sin olvidar quiénes somos, qué costumbres tenemos, cómo bailamos, cómo cantamos... No me parece que estas ideas estén reñidas con la modernidad. Ya hemos tenido nuestros debates sobre este aspecto. Algunos se preguntan para qué sirven los campeonatos de perros pastor; dicen que es mejor realizar un audiovisual. De acuerdo. Pues hagamos ambas cosas.
Volvamos a la Feria del Libro y Disco Vascos. Se ha comentado que la afluencia de la edición anterior fue menor que en otras ocasiones, y que las ventas disminuyeron. Parece ser que, de repente, el modelo se ha vuelto cuestionable. Hasta ahora, la masificación resultaba molesta y, el año pasado, el problema pasó a ser justamente el contrario...
Hemos hablado mucho acerca de ese tema. Es cierto que los días de la pasada edición fueron bastante escasos; cayeron bastante mal en el calendario. Esperábamos que el segundo día, el sábado, fuera un día intenso, pero no fue así. Ésa es la realidad. ¿Cuánta gente menos vino? Ni lo sabemos, ni lo sabremos. Al principio, sobre todo el año pasado, tuve una especie de obsesión con las cifras; trataba de averiguar cuál era la mejor manera de contar la asistencia a la Feria. Pero luego dimos la vuelta a esa cuestión y pensamos: ¿para qué contarlos?
En 40 años, las costumbres han cambiado. Antes nadie salía de vacaciones en los puentes; ahora lo hace mucha gente. Queremos atraer a la más gente posible, pero no tenemos por qué preocuparnos si la afluencia disminuye. Nuestro objetivo es que la Feria tenga calidad. Eso es lo que tenemos que cuidar. Puede que de año en año venga menos gente, pero será gente distinta, más interesada... Durante los días de la Feria solemos realizar una encuesta, para saber qué compra la gente, de dónde proviene, cuáles son los mayores problemas que encuentra para asistir a la Feria... Poco a poco, y en la medida de lo posible, trataremos de dar solución también esos problemas.
¿Cuál es el futuro de las entidades culturales? ¿Qué retos se han marcado? Y, por otro lado, ¿qué papel juegan las relaciones con las entidades públicas en ese futuro?
Empezaré por la segunda pregunta. Yo creo que seguiremos solicitando ayuda a las instituciones públicas, pero siempre y cuando continuemos trabajando en la línea de la calidad: creando buenos productos, mejorando las labores de difusión... Presentaremos solicitudes, pero no para seguir tal como estamos; eso sería demasiado cómodo. Lo haremos ofreciendo algo por nuestra parte. Mi trayectoria es todavía muy breve, de apenas dos años, pero percibo que las instituciones (la Diputación de Bizkaia, el Gobierno Vasco, el Ayuntamiento de Durango...) mantienen con respecto a nosotros una actitud positiva. No se puede pedir sin ofrecer nada a cambio, y, en ese sentido, creo que Gerediaga dispone de una amplia oferta. Además de amplia, la oferta debe ser buena. Con respecto al futuro de las entidades culturales, de nada sirve que diseñemos planes estratégicos; todo está sistematizado, todos avanzamos en una misma dirección. Yo creo que las entidades han roto con eso, en el buen sentido. Aunque sería más correcto hablar de personas en lugar de entidades. Las personas de las entidades no conocen los planes estratégicos, pero tienen algunas ideas muy claras, son sensibles, aman a su pueblo... Tenemos que vender nuestro producto después de haber reflexionado en profundidad, sabiendo quiénes somos y a dónde vamos. Cuando lo tengamos bien claro, entonces podremos salir a la calle. Pienso que lo vamos a conseguir, porque veo buena gente en las entidades culturales. Me siento optimista. Nerea Mujika Ulazia (Durango, 1960) Estudió Geografía en la Universidad de Navarra, y presentó la tesis doctoral en la Universidad de Deusto, sobre un tema muy de su agrado: la geografía del Duranguesado. Desde 1982 es profesora de Geografía en Deusto, y dirige el Instituto Deiker, “un grupo formado en la propia Universidad con el objeto de estudiar la toponimia”. Lleva 20 años trabajando en él. Ha realizado asimismo estudios de piano, pese a que en la actualidad no dispone de mucho tiempo para tocarlo. “En casa tengo un piano, pero lo toco muy de vez en cuando; a veces con mi hijo, que está aprendiendo. He perdido bastante de mi técnica”.