En este museo estamos rodeados de la historia de Euskal Herria. ¿Cuándo arranca la idea de crearlo?
Podemos decir que la historia del Museo Euskal Herria arranca en 1982, cuando la Diputación adquiere los terrenos, que incluían el Palacio, los jardines, la huerta... en definitiva abarcaba todo. El museo tiene su sede en el palacio barroco de Alegría o Montefuerte, que fue construido en el siglo XVIII, concretamente en 1733. Está rodeado por la Casa de Juntas de Gernika, el Parque de los Pueblos de Europa, el convento de Santa Clara, el Archivo de la ciudad o la Iglesia Gótica de Santa María. Los jardines, por ejemplo, se convierten en un gran jardín inglés y allí deciden reproducir todos los ecosistemas que podemos encontrar en Euskal Herria. También hay un riachuelo artificial en los terrenos. La casa en la que nos encontramos, el Museo, se remodela completamente y se vacía completamente. El arquitecto que hace la reforma del museo es muy famoso, Álvaro Líbano, una reforma que se llevó a cabo durante nueve años, entre 1982 y 1991, año en el que ya se inaugura el museo. El objetivo es enmarcar visitantes que vienen a visitar las Juntas Generales de Gernika, es un espejo para ver el pueblo de Euskal Herria. La Diputación hizo el encargo al que en ese momento era director del Museo del Prado, Leopoldo Zugaza, que consigue reunir una colección bastante interesante. A través, sobre todo, de donaciones de la sociedad bilbaína, se consiguen unas adquisiciones magníficas. De hecho, contamos con una de las mejores colecciones de cartografía de Bizkaia. En el museo hay, incluso, nombres de artistas vascos de antes de la Guerra Civil. Finalmente el Museo se inaugura, con la visita de los Reyes de España, en 1991.
¿Y en qué momento entra Felícitas Lorenzo a formar parte del Museo Euskal Herria?
Pues entré en él en 1997. Previamente había hecho un proyecto de gestión de este museo con una compañera para un proyecto universitario. Cuando lo entregué me llamaron de la Diputación Foral de Bizkaia para ver si quería ponerlo en práctica. Fue entonces cuando me encontré un Museo Euskal Herria muy estático: de hecho, sala tras sala eran espacios exactamente iguales a la hora de exponer las obras, estaba un poco obsoleto, digamos. Eso sí, contaba con grandes obras de arte. Por lo tanto, con el proyecto, tuvimos que empezar casi desde cero con el lavado de cara del Museo. Sala etnografía, planta segunda, antes de la remodelación.
¿En qué consistió aquella vuelta de tuerca a la pinacoteca?
Pues contamos con gente de prácticas a través de la cual pusimos en marcha varios estudios que tenían como objetivo conocer a los visitantes que se acercaban hasta el Museo. Queríamos saber quiénes eran nuestros visitantes. Aquellos estudios nos dieron numerosas pistas, descubrimos, por ejemplo, que en verano nos venían turistas culturales de fuera y que la Casa de Juntas supone el imán del gran público para acercarse a conocer el Museo. De hecho, el Museo nació para dar un complemento y contextualizar lo que se puede ver en la Casa de Juntas de Gernika. En definitiva, nos centramos en saber qué quería el público. Y los estudios nos aclararon que nuestros visitantes echaban de menos más audiovisuales, por ejemplo. Así que tuvimos que rediseñar el Museo en base a esas peticiones de nuestro propio público. También nos dimos cuenta de que, hace diez años, sólo teníamos un 10% de público infantil. Otro tipo de público que había que cautivar es la gente que viene en grupo. Si además los sorprendes con la exposición los tienes comiendo de la mano. Por lo tanto, tuvimos que reenfocar toda la colección. El primer paso era cambiar la forma de exponer, cambiar la museografía. También decidimos incluir nuevos temas en el recorrido del museo.
En los estudios elaborados para conocer los gustos de los visitantes, ¿qué peticiones se encontraron?
¿Sabes lo que nos pedían mucho? Que incluyéramos el tema de la diáspora, que no se reflejaba en el recorrido del museo hasta la fecha. Los turistas también nos reclamaban algo muy importante: que abarcáramos la gastronomía de Euskal Herria en la exposición. Como ya hemos comentado antes, también decidimos incluir audiovisuales y algo muy importante: objetos. Hasta ahora no los había, sólo podíamos mirar cuadros o cartografías... Las tres plantas del museo, por lo tanto, cambiaron radicalmente de aspecto... Así es: en la planta baja quisimos incluir el hábitat de Euskal Herria. La cartografía con la que contábamos, maquetas, un audiovisual... En la primera planta se muestra la historia de Euskal Herria, dividida por Territorios (Bizkaia, Gipuzkoa, Araba, Nafarroa e Iparralde). Es quizás la parte más profunda, con un mayor rigor histórico. Se habla, por ejemplo, de la foralidad. Sobre todo se tratan las características que unen a todos los Territorios de Euskal Herria, no los que los distinguen. Y, por último, en la última planta se incluye todo lo relacionado con la cultura de nuestro pueblo: incluimos deporte rural, creencias, gastronomía, música... Aquí es donde hemos incluido los objetos de los que te hablaba: hay instrumentos musicales, objetos relacionados con deportes con tradición en Euskal Herria...
Por cierto, ya que hablas de la petición de turistas de incluir la gastronomía en la muestra: ¿se puede probar la comida en el museo?
Pues sí que pensamos en la posibilidad de dar a probar platos típicos, pero lo descartamos. Lo que sí se estuvo planteando de manera más seria fue la posibilidad de incluir aromas. Queríamos que los visitantes pudieran conocer el olor, por ejemplo, de un plato de alubias con berza... pero resultaba muy caro. En el apartado de gastronomía se habla, sobre todo, de ferias y mercados, de cómo los productos vascos se trabajan desde la calidad. También se incluye la historia de la cocina vasca y se cuenta que, por ejemplo, fue Juan Mari Arzak el cocinero que inventó el pastel de cabracho. No estaba inventado antes, como mucha gente cree.
¿Y cuáles han sido los resultados de este profundo lavado de cara del museo?
Que el público aprenda con el museo. En realidad, lo que buscamos es la rentabilidad social y que el museo logre enganchar. Fíjate, antes los tiempos medios de una visita a nuestro museo oscilaba entre los 30 y los 45 minutos. Ahora, la media ha subido hasta los 90 minutos. La remodelación del museo ha sido muy importante, hay más colores, incluimos el factor sorpresa a través de una muestra en forma de laberinto con pasillos... Sala gastronomía, planta segunda, después de la remodelación.
¿Qué es lo que más entretiene a los visitantes?
Sin duda, la planta dedicada a la cultura. ¡Si les damos hasta la posibilidad de escuchar a grandes autores musicales como Arriaga o Ravel!
La pinacoteca también cuenta con un importante espacio para las exposiciones temporales, ¿no?
Sí, nuestra política en este sentido es variada. Traemos mucho temas relacionados con la fotografía, solemos tener este tipo de muestras. Es un arte muy democrático, cualquiera saca fotografías, es algo muy cercano a la gente. Ahora mismo esa sala la ocupa una exposición de Mabi Revuelta, que incluso ha expuesto en el Museo Guggenheim de Bilbao. Es arte de mujer. La programación de esta exposición responde a retomar un programa que el museo tenía antes de la remodelación, en el cual se dedicaba una muestra al año a la mujer artista, aumentando así su visibilidad y cumpliendo con las acciones que se recogen en el Plan de acción positiva para las Mujeres en la Comunidad Autónoma Vasca, impulsado por el Área de Políticas de Género de la Diputación de Bizkaia. Hay que tener en cuenta que el 52% de la población somos mujeres, pero se expone muy poco el arte hecho por ellas. Sólo uno de cada diez artículos de críticos de arte, por ejemplo, hablan de una artista mujer.
¿Y en qué consiste la exposición?
Pues se trata de una instalación compuesta por catorce copas de un tamaño mayor de lo habitual. Cada una de estas copas se coloca sobre una peana cilíndrica forrada con una moqueta clara. En trece de las piezas, la artista serigrafía la superficie de cristal con frases que se disponen de forma circular, obligando al espectador a hacer el mismo recorrido para encontrar el sentido de cada texto impreso, que no llegará a leer en su totalidad por la propia disposición de las peanas.
Otro de los pilares de la remodelación ha sido atraer al público infantil... ¿qué tal ha funcionado?
Los talleres para niños son todo un éxito. Sólo para este año tenemos 1.400 reservas de niños, el público escolar que queríamos atraer. Y los niños están respondiendo de una manera muy positiva. Incluso tenemos talleres que son de fin de semana, y los niños que han venido entre semana quieren repetir y acudir al museo.
Y una cosa es atraer a turistas y gente de fuera, pero ¿y en el ámbito local, vienen los vecinos de Urdaibai a ver el museo?
La Diputación ha hecho una apuesta fuerte, ha invertido mucho dinero en personal y en remodelar, así que este año pasado ha venido todo Urdaibai a vernos. Hombre, también viene mucho público de Bilbao y Donostia, pero el público de Urdaibai está respondiendo. Es un público difícil para nosotros. El museo estaba viviendo a espaldas del núcleo donde trabajamos.
¿Muchas de estas personas incluso participarán en diseñar la historia de Euskal Herria, ¿no es así? Es estupendo que el público nos entre a discutir datos, tenemos mucho feedback con nuestro público. De hecho, medimos la satisfacción de los usuarios cada año. Nos han pedido incluso que elaboremos un catálogo, es algo que tarde o temprano vamos a tener que asumir. Además, ofrecemos audioguías en inglés, francés, euskara y castellano a través de una moderna tecnología sueca. Felícitas Lorenzo (Bilbao, 1960) Tras licenciarse en Historia por la Universidad de Deusto, Felícitas Lorenzo ha realizado cursos de Doctorado (Deusto), un Master de Museología (UPV) y un postgrado en Gestión y Políticas Culturales en la Universidad de Barcelona. Actualmente ocupa el cargo de directora del Museo Euskal Herria, en el que lleva desde 1997. Antes, trabajó en el área de Patrimonio Histórico-artístico del Gobierno vasco y realizó estudios para la Diputación de Bizkaia.