Almudena Cid. Gimnasta: Mi sueño es estar por tercera vez consecutiva en una final olímpica

2004-07-09

DIAZ DE MENDIBIL, Ismael

Almudena Cid

Gimnasta "Mi sueño es estar por tercera vez consecutiva en una final olímpica" Ismael Diaz de Mendibil

Itzulpena euskaraz La trayectoria de Almudena Cid es única y excepcional en la gimnasia internacional. Con una edad nada habitual para las gimnastas de élite, 23 años, y tras nueve años en lo más alto, está a punto de cumplir su sueño, competir por tercera vez en una final olímpica, lo que le convertiría en la única gimnasta del planeta capaz de aguantar tantos años en lo más alto. Tras Atlanta y Sidney, Atenas le espera. Allí compartirá trabajo e ilusión con otros deportistas vascos. Cuéntenos cómo es un día normal de su vida. Me levanto a las ocho y cuarto de la mañana, desayuno, y empiezo a entrenar a las nueve y media. Comienzo con la clase de ballet, luego la técnica de aparatos, y estoy hasta la una y media aproximadamente entrenando. Voy a comer, descanso, y alrededor de las cinco y media de la tarde me incorporo al entrenamiento. Termino sobre las nueve de la noche, cenar y a dormir. Esto de lunes a sábado, porque los sábados también entreno mañana y tarde, aunque en lugar de ocho horas entreno seis, con lo que aprovecho para ir al cine con los amigos. Los domingos descansamos, bajamos a Barcelona... En resumen, una vida dedicada a la gimnasia. Totalmente. No puedo dedicarme a otra cosa, porque, además, la gimnasia me come mucha energía para hacer cualquier otra actividad. Nosotras no sabemos lo que es un mes de vacaciones, es más, si saco cuentas, al año paso más de once meses al año fuera de casa. Sobre la gimnasia se han dicho muchas cosas, e incluso algunas profesionales han hablado de "campos de concentración". La vida de una gimnasta se resume en entrenar, descansar, descansar, entrenar. Yo no hablaría de "campos de concentración", ni mucho menos, pero está claro que vivimos en un centro de alto rendimiento, donde lo único que existe es la gimnasia. Por otra parte, los días de descanso también tienes que cuidarte. De hecho, yo puedo salir una noche, y me quedaría hasta las tantas, pero sé que si lo hago, al día siguiente voy a estar cansada, y no voy a rendir plenamente en el entrenamiento. Lo tiene más fácil Ronaldo que con un par de horitas al día lo tiene hecho. Es un deporte que requiere muchas horas, porque, por un lado, tienes que mecanizar mucho los elementos, y por otro, a la hora de salir al tapiz y realizar el ejercicio, no tienes que mostrar ningún tipo de esfuerzo. El día de la competición tiene que parecer que sale solo, y para conseguirlo, se requieren muchas horas. Un futbolista va corriendo y puede poner la cara que le dé la gana, de mala leche o de lo que sea. Yo no, yo tengo que interpretar una música, y aunque esté reventada, no tengo que aparentarlo. ¿La gimnasia le ha hecho llorar mucho durante los nueve años que lleva en la alta competición? Sí, he llorado mucho por el deporte, porque soy muy exigente. Cuando hay algo que no me sale como me gustaría, la impotencia me lleva al llanto. No puedo controlarlo. No me doy cuenta que somos personas, y que podemos tener errores. Quizás sea una virtud, pero en mi caso muchas veces ha sido un defecto. No debería exigirme tanto a mi misma. Si no puedes más, pues, no puedes más, y no pasa nada. Pero no valgo para eso. ¿Hay entrenadores a los que se les va la mano dura? Sí, en el mundo de la gimnasia hay alguno, pero no es lo normal. Lo que pasa es que cuando ocurre una vez, lo generalizan. ¿Ha tenido alguno? He visto que en algunos lugares ocurre, como en Rusia, pero en el estado español no lo he podido ver con mis propios ojos. ¿Qué debemos entender por un entrenador de mano excesivamente dura? Una persona que te exige mucho, que cuando tú crees que no puedes más, te sigue exigiendo. La gimnasta siente rabia y furia, porque ve que no puede más, y el preparador piensa que sí, con lo que sigue exigiendo. No hay maltrato físico, pero sí psíquico. Durante estos años, ¿qué ha perdido por el camino? No he perdido el contacto telefónico con mi familia, pero sí el contacto físico. Cuando vuelves a casa, te sientes extraña. Ellos no saben la vida que yo hago, yo no sé la vida que ellos hacen... Pierdes confianza. Cuando vuelvo de vacaciones me cuesta mucho arrancar, es como si hubiera estado ahí, y les hubiera visto todos los días, y en realidad, igual han pasado seis o siete meses... Hablamos todas las noches por teléfono, y me van a ver..., pero no es lo mismo. Sin embargo, sigo, porque tengo un sueño, una ilusión, que es entrar por tercera vez consecutiva en una final olímpica. Y además, me gusta mucho la gimnasia. Sí, porque en esto nadie se hace millonario. Yo creo que una gimnasta podría ganar dinero en el mundo de la imagen. La plasticidad, la elegancia... es lo que no han sabido utilizar los medios. Cuando yo deje la gimnasia, intentaré meter esa idea. Intentaré explotar la gimnasia de otra manera. La gimnasta es deportista, pero también es artista. De alguna manera, con el patrocinio de Telefónica, yo ya he hecho mis primeros pinitos. Tiene 23 años, una edad inusual para una gimnasta que se mueve en la alta competición. ¿Por qué las gimnastas se retiran tan pronto? En las gimnasia empezamos siendo niñas. Dejamos a un lado todo, la familia, los amigos... De repente, dejas de ser una niña, y te conviertes en una mujer, te cambia el cuerpo, y hay muchas gimnastas que no lo aceptan... La gimnasta sigue teniendo un cuerpo delgado, pero ya es una mujer, con su figura correspondiente. Además, requiere tantas horas de entrenamiento, que no te deja ningún margen para hacer otras cosas. Hay quien soporta ese régimen monacal, y quien no. Yo conozco gimnastas que no podían más, y lo han dejado; a los tres años han querido volver, y no han podido. Este deporte cuando lo dejas, lo dejas para siempre. Yo, de momento, quiero seguir. ¿Se siente valorada? Estoy contenta, por ejemplo, hace poco me dieron la medalla de bronce al mérito deportivo. Me hizo muchísima ilusión, porque no me la concedieron por una medalla en una Olimpiada o un campeonato, sino en reconocimiento al esfuerzo de tantos años en la élite, entre las mejores gimnastas del mundo. No me puedo quejar, porque a algunas compañeras no sólo no las han apoyado, sino que las han hundido algunos medios con sus críticas. En mi caso, país al que voy, país que me recibe con los abrazos abiertos, precisamente, por lo antes comentado, por estar tantos años en la élite. Si alguien le dijera por la calle: "Sí, muy bien Almudena, pero sólo fuiste octava". ¿Qué le respondería? No le discutiría nada, porque igual para esa persona ser una gran deportista supone ganar una medalla. A mí la medalla me la ha dado el público. Es un deporte en el que tienes que expresar y transmitir. Si no fuera capaz de transmitir nada al público, no me llenaría una medalla. ¿Piensa que es la mejor gimnasta del mundo, no nacida en los países del Este? Ahora mismo sí. En el último campeonato del mundo, exceptuando yo, eran todas gimnastas del Este. ¿Qué tienen ellas que no tiene Almudena Cid? Tienen a su favor los jurados, que todavía están muy influidos por la política y los países del Este. En mi caso, a veces los jurados no me han valorado, como me tenían que valorar. Esto tampoco quiere decir que me hayan robado una medalla. Por otra parte, condiciones tienen muchas. El problema es que su estilo y el mío son diferentes, aunque ante los jurados, que no ante el público, se impone el suyo. Han hecho un código muy acoplado y adaptado a sus características. Además, allí hay 20.000 gimnastas, rubias, con ojos azules, marrones, paticortas, altas, morenas..., aquí, en cambio, tenemos cinco, y a veces ni las cuidamos. Y en los últimos años, de las cinco, tres alavesas. ¿Cómo es posible que de un territorio de menos de 300.000 habitantes, salgan tantas y tan buenas gimnastas? Somos todas de la misma generación. Se debió al trabajo de varias entrenadoras que nos llevaban; por cierto, alguna de ellas sigue en activo. Aun así, no se les ha reconocido su trabajo, e incluso, echo en falta la colaboración de las instituciones. La gimnasia no es como el fútbol. Un entrenador saca un futbolista, y es la..., ya me entiende. De hecho, yo sigo entrenando con la preparadora que me llevó de pequeña, con Iratxe Aurrekoetxea, porque así lo quiero. Por lo tanto, no entrena con el equipo técnico de la Federación Española. No, después de los últimos Juegos tuve que operarme del menisco, y en aquel momento, existía un vacío de poder en la Federación, no había entrenadores, ni nada. Tuve que buscarme la vida, con lo que volví a Vitoria, y empecé de nuevo a entrenar con Iratxe. Aquí no teníamos los medios suficientes, y gracias a una llamada de la Federación Catalana de Gimnasia, nos fuimos a Barcelona. Allí Iratxe es la seleccionadora catalana, y entreno con ella. El hecho de ir a Barcelona fue una apuesta, porque dejé Madrid donde están el resto de las gimnastas del equipo estatal, la Federación, los técnicos. Era arriesgado, porque si los resultados fallaban, yo tenía todos los boletos de ser arrinconada. De momento ha salido bien, pero estoy en una guerra constante. Soy la rebelde. Yo busco la forma y la situación ideal para entrenar, cuando hay algo que no me gusta, me voy. En Madrid no me gustaba el ambiente que había en el equipo. Yo sé que entrenando con una persona de confianza, que sé que quiere lo mejor para mí, que busca, igual que yo, los mejores resultados, estoy mejor. No puedo estar trabajando con gente que no sé si quiere lo mejor para mí, o a ver si falla Almudena, y meto a otra... ¿Qué recuerdo nunca olvidará? El aplauso del público después del esfuerzo de un ejercicio. Ver al público en pie, ver que han disfrutado... Y lo que quiere olvidar, pero no puede. Quiero olvidar la situación que viví después de Sydney. Después de llegar a la final olímpica, todo el mundo se despreocupó de mí. Estuve cuatro meses tirada, y me tuve que buscar la vida yo solita. Cambiando radicalmente de tema, le gusta el mundo de la moda, es guapa, tiene un cuerpo envidiable... ¿Ha tenido algún contacto con las pasarelas? Sí, desfilé en la pasarela Cibeles. Es un mundo que me atrae. Eso sí, no desfilé como una modelo, sino que hice una coreografía de gimnasia. Intenté mostrar mi figura, pero con mis parámetros profesionales. También he hecho fotografía. He tenido alguna otra oportunidad, pero la he rechazado, porque me quitaría horas de entrenamiento. Quéjese de algo, que no se quede nada en el tintero. Que la gimnasia podría ser como el fútbol. Que las instituciones y la sociedad la valoren, y en la medida que puedan, que la ayuden. Es un deporte muy duro, y a veces no recibes ninguna recompensa por tu esfuerzo. Almudena Cid

Años de entrenamiento y esfuerzo inusitado han labrado un cuerpo de 47 kilos repartidos en un metro y 68 centímetros. Kilos y centímetros que a sus 23 años, realizan su último esfuerzo, o mejor dicho, su penúltimo esfuerzo, porque después los dedicará a sus otras pasiones: la moda, el baile y la fotografía. Aunque también hay una espina clavada por el camino, "los estudios, que los tuve que dejar en COU. Me gustaría ir a la universidad, y estudiar publicidad", concluye sonriente Almudena Cid. Menua ELKARRIZKETA Aurreko Aleetan Inicio > EM 262 > Elkarrizketa -->

2004/07/09-16
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