Jost Gippert. Lingüista: A través de nuestras investigaciones quisiéramos satisfacer la curiosidad de los humanos hacia los idiomas

2012-06-01

MARTÍNEZ RUBIO, Elena

Lectora de Euskara en Frankfurt y autora del diccionario Alemán-Euskara SILLERO ALFARO, Maider



Traducción abreviada de la versión original Jost Gippert, catedrático de la Universidad Goethe de Frankfurt en el departamento de Lingüística Comparada, doctor honoris causa por la Universidad Tibilisi (Georgia), tiene una larga trayectoria en la investigación lingüística. Difícilmente encontraríamos a alguien que conociera e hubiera investigado más lenguas que él. Pero en su amplia bibliografía ha tratado igualmente otros aspectos de la cultura que van más allá de la mera tipología de las lenguas, como, por ejemplo, tradiciones, calendarios, sistemas numéricos, creencias... Desde comienzos de la década de los 80 es asimismo pionero en la digitalización de textos antiguos. Además, ha sido y es promotor del euskara en la Universidad Goethe de Frankfurt.

Encontramos a Jost Gippert en su despacho, rodeado de libros antiguos, ordenadores nuevos y recuerdos curiosos traídos de Georgia. En esta pequeña y vieja villa de tres pisos que queda un poco al margen dentro del campus Bockenheim de la Universidad Goethe de Frankfurt, se imparten clases de caucasología... incluidas las clases de euskara. De hecho, en otoño se dio comienzo a un nuevo lectorado de euskara a través del Instituto Etxepare, aunque aquí ya se impartía este idioma con anterioridad. En los pasillos vemos carteles de Georgia junto a fotos de Euskal Herria. ¿A qué se debe que el euskara se encuentre nuevamente entre los idiomas caucásicos? ¿No habían descartado los investigadores ya hace tiempo la hipótesis del parentesco entre los dos idiomas?

Jost Gippert nos da buena cuenta de ello en la entrevista que le hemos realizado en alemán.

No sé si hay alguien que conozca más idiomas que usted o que pueda dar tan bien como usted una visión global en el ámbito de la comparación lingüística. No hay más que ver su evolución académica y su bibliografía, tan rica como especializada. Nos sería imposible mencionar aquí todos los idiomas que ha investigado, tanto desaparecidos como actuales. ¿Cómo nació en usted esa inquietud por estudiar idiomas?

En la infancia, antes de la escuela, cuando empezaron a venir los primeros inmigrantes a Alemania. Recuerdo bien que cuando tenía como 3 años escuché en el barrio las primeras palabras extranjeras a un inmigrante español. Aquello despertó mi curiosidad. En seguida comencé a buscar similitudes entre las lenguas y a aprender idiomas por mi cuenta. Mi padre me regaló un método de ruso y me puse a estudiar ruso. En la escuela teníamos latín, inglés y francés como asignatura. Siempre me ha fascinado comparar idiomas y buscar diferencias y posibles parecidos. Precisamente eso es lo que hacemos en nuestro ámbito de investigación, el de la comparación lingüística.

En la infancia, antes de la escuela, cuando empezaron a venir los primeros inmigrantes a Alemania. Recuerdo bien que cuando tenía como 3 años escuché en el barrio las primeras palabras extranjeras a un inmigrante español. Aquello despertó mi curiosidad. En seguida comencé a buscar similitudes entre las lenguas y a aprender idiomas por mi cuenta. Mi padre me regaló un método de ruso y me puse a estudiar ruso. En la escuela teníamos latín, inglés y francés como asignatura. Siempre me ha fascinado comparar idiomas y buscar diferencias y posibles parecidos. Precisamente eso es lo que hacemos en nuestro ámbito de investigación, el de la comparación lingüística.

“En los últimos tiempos se ha hecho mucho esfuerzo para dar a conocer el euskara aquí.”

¿Por casualidad, de alguna manera?

Sí, tenía interés, pero hasta entonces no había tenido oportunidad de acercarme al euskara por mis estudios y mi trayectoria. Y siendo el euskara tan diferente...

¿Ha vuelto esa curiosidad por el euskara a las universidades alemanas?

De alguna manera sí, en los últimos tiempos se ha hecho mucho esfuerzo para dar a conocer el euskara aquí. Por parte del Gobierno Vasco, y en los últimos años por parte del Instituto Etxepare, especialmente. Pero esto es lo que yo veo: que en Alemania no tenemos departamento de vascología, a pesar de que se estudie euskara desde el departamento de Romanística. No tenemos ningún catedrático experto en ello, no lo hemos tenido nunca, lo cual necesariamente condiciona las líneas de investigación y los planes de estudio generales de cada estudiante. ¿Cómo convertirse uno en experto, sin no existe el marco necesario para ello? No creo que a corto plazo vaya a cambiar nada.

Siendo esto así, ¿qué interés se puede suscitar entre los alumnos? Podríamos estar contentos si consiguiéramos el cinco por ciento de los romanistas. En nuestro campo, es decir, en este en el que soy catedrático, podemos llevar a los alumnos a elegir la asignatura de euskara partiendo de la caucasología. En cualquier caso, esto no se puede hacer en otros departamentos. Y de esa forma es cómo nuevamente están el euskara y las lenguas caucásicas cerca, no por ningún origen común, sino por su similitud tipológica. Hemos denominado para este caso al euskara “lengua caucasoide”, visto desde el punto de vista tipológico.

Cambiando a otro tema que ha sido un hito en su trayectoria: en los primeros años de la década de los ochenta, usted se dio cuenta de la necesidad de empezar a digitalizar. Fue pionero en ese quehacer en el ámbito de las lenguas.

Sí, antes de la mitad de la década de los ochenta era casi imposible pensar en digitalización. Entonces quisimos hacer un diccionario de avéstico. El avéstico es la lengua iraní más antigua. Yo dije desde el principio que no tenía ningún sentido seguir haciendo los diccionarios de la forma anterior. En lugar de hacer las fichas a mano, en lugar de poner etiquetas y pegar notitas sobre los papeles para indicar dónde aparecía una determinada palabra..., hice la propuesta de empezar a digitalizar y hacer uso de funciones automáticas en lexicografía. Por lo visto, mi idea debió de ser muy innovadora, porque me la echaron atrás. Sonja Gippert, mi esposa, que también es lingüista, y yo decidimos seguir adelante. Tuvimos que comprar un ordenador por nuestra cuenta, viendo que en la universidad no nos iba a prestar ninguno. Por aquel entonces todavía había grandes problemas en informática en cuanto a los diferentes alfabetos. En fin, nosotros hicimos esa apuesta y estuvimos tres o cuatro años completando un testo en avéstico.

Viendo luego que nuestro proyecto era factible trabajando con un ordenador, en 1987 nos reunimos algunos colegas con la intención de trabajar juntos en adelante. ¿Para qué andar cada uno digitalizando por su cuenta? La cuestión era poner nuestro trabajo al alcance de todos, para no malgastar fuerzas. Así se creo, precisamente, nuestro proyecto digital Titus que todavía hoy sigue tomando cuerpo. Es la base de datos más grande en lo que a textos indoeuropeos se refiere.

Empezamos con textos indoeuropeos, luego pasamos a idiomas cercanos y por último a lenguas caucásicas. Con los años, es decir, al final de la década de los ochenta, comenzaron a realizarse por todo el mundo proyectos como el nuestro, de cara a lenguas distintas. Hoy, para unificar todos esos datos no necesitamos más que una red, y ya la tenemos.

Sí, siempre estuve convencido de que habíamos comenzado a hacer algo que al cabo de diez años sería lo habitual. Mi previsión se cumplió.

Mientras tanto, ya tenemos algunas lenguas completamente digitalizadas. Como hemos dicho el primer paso fue el avéstico, después textos védicos, del antiguo sánscrito. Y hay que tener en cuenta que el volumen de este trabajo es veinte veces mayor que el del avéstico. En América están con el griego y el latín, por ejemplo. Una vez terminada la digitalización, han tenido que ser investigadas otras opciones para añadir información complementaria, para determinar o definir palabras, para hacer búsquedas... Y como la gramática de las lenguas es distinta, se suele tener que buscar un camino para amoldar cada lengua al idioma informático y que las búsquedas particulares sean viables. Esto no suele ser fácil.

Al hilo de la investigación de las lenguas, ¿qué se debería hacer para seguir investigando acerca del euskara? ¿En su opinión, cuáles son los vacíos?

Deberían trabajarse y asegurarse sistemáticamente las bases metodológicas, utilizando los métodos de la ciencia lingüística comparada. Deberíamos intentar reconstruir el euskara que se hablaba hace dos mil años. Esto es, aquel euskara previo a la influencia de los romanos. Por un lado expulsando del idioma esos elementos del latín, pero por otro lado, sin olvidar que esos elementos van a servirnos de ayuda para conocer cómo y en qué han cambiado las cosas. Por tanto, deberíamos comparar los elementos y las estructuras que vienen del latín con las que no vienen del latín.

Además, tenemos un estado conocido de las cosas gracias a los textos escritos hace quinientos años. La cuestión es analizar los cambios que ha habido desde entonces, qué ha cambiado de aquellos textos a ahora, también por lo que se refiere a los dialectos. Todo esto no se ha de forma suficientemente sistemática.

Si llegáramos a reconstruir las formas verbales antiguas, si conociéramos bien la evolución fonética de éstas, es decir, el fenómeno de separar los fonemas entre sí, o al contrario, el de unificarlos, tendríamos una mejor imagen del euskara antiguo a la hora de hacer comparaciones. Puede ser que hace dos mil años los elementos individuales fueran más claros que hoy, ya que algunos no se diferencian bien debido a la mencionada evolución fonética.

“Tenemos un estado conocido de las cosas gracias a los textos escritos hace quinientos años. La cuestión es analizar los cambios que ha habido, qué ha cambiado de aquellos textos a ahora en cuanto a los dialectos.”

Dejando la comparación lingüística a un lado, díganos qué ha cambiado en los últimos tiempos en las universidades de Alemania en lo que se refiere a la manera de trabajar o estudiar.

Debido a la reforma de Bolonia las cosas han cambiado mucho. La forma de estudiar es totalmente distinta. Antes teníamos mucha libertad para estructurar los estudios como quisiéramos. Teníamos bastantes menos reglas e imposiciones que ahora. El alumno que tenía curiosidad participaba en todos los seminarios, porque nadie nos decía qué teníamos que hacer a lo largo del año. Hoy la situación es al revés, ya que se han reglado los estudios de arriba abajo. Como los alumnos tienen que cumplir un programa, es decir, como reciben una planificación ya hecha, toman un sólo camino, sin mirar a los lados. Puesto que tienen mucho trabajo, escogen cada vez lo más fácil.

Esto es lo más perjudicial para aquello que nosotros llamamos “Forschergeist” o “espíritu investigador”. Es un retraso, porque no desarrolla el deseo de investigar, y porque ni hay lugar para la reflexión, ni oportunidad para observar la singularidad de las cosas, ni manera de sacar adelante el interés de cada uno. Ahora no se hace más que estar de oyente en clase y aprobar exámenes, y así se debilita la iniciativa individual. Los estudios van unidos a un mero objetivo práctico, y no a la investigación científica. Ese es el objetivo que tiene Bolonia, y así se ha demostrado claramente. En mi opinión no es nada sensato. El objetivo principal es ofrecer a la sociedad, o en definitiva, a algunos bancos, unos servicios. A la larga es algo perjudicial para todos. El puesto de trabajo lo termina por conseguir cualquiera que sepa un idioma u otro por casualidad.

El quehacer de la universidad debe ser otro, sin duda. La universidad tiene que crear investigadores, gente que sepa pensar por su propio cuenta. En cualquier caso, esto que está pasando es más notable en el campo de las humanidades que en las ciencias naturales. En los estudios de las ciencias naturales ya tenían antes también una normativa mayor establecida. Las humanidades en sentido clásico son las que están bajo amenaza de desaparecer, porque si no se someten a esa visión pragmática que hemos mencionado, no serán promovidas.

¿Sobre qué está investigando en estos momentos?

He de decirte la verdad: la burocracia y la administración me quitan el ochenta por ciento del tiempo. Este es otro cambio perjudicial que hemos sufrido en la Universidad. A menudo tengo que trabajar de noche en mis investigaciones. Respondiendo a tu pregunta, acabamos de hacer legibles unos palimpsestos gracias a las nuevas tecnologías. Ha sido un trabajo bonito, pero difícil y duro también. Porque los manuscritos del siglo V-VII que hemos publicado hace poco estaban muy deteriorados. Se encontraron en el Sinaí, y en general, son muy valiosos para saber más sobre el georgiano. Hemos dado así a conocer un idioma caucásico hasta ahora desconocido. Se llama el albanés caucásico. Ha sido un trabajo tremendo, pues no sólo no se conocía el idioma, sino tampoco el alfabeto. Menos mal que teníamos otros puntos de referencia. Se nos han ido diez años en ello. Aunque hoy en día ya no se hable ese idioma, sí tenemos vivo otro de su familia. De todas maneras, éste no nos ha servido de ayuda, porque está muy lejos del lenguaje de los manuscritos. Sin lugar a duda, todavía hay mucho por descubrir y por hacer en el ámbito de los documentos antiguos. A ver si algún día se encuentran más textos antiguos en euskara... Jost Gipper (Winz-Niederwenigern, Alemania, 1956) Nació en Alemania en 1956. Realizó estudios de Japonología, Sinología, Lingüística Comparativa e Indogermanística en Marburgo y Berlín. Ha sido profesor en las universidades de Viena, Berlín, Salzburgo y Bamberg. En la actualidad es catedrático del departamento de Ciencias Empíricas del Lenguaje en la Universidad Goethe de Frankfurt. Miembro de la Academia de Ciencias de Georgia. Doctor honoris causa por la Universidad de Tbilisi. Creador de la base de datos Titus, y en la actualidad responsable del proyecto Loewe-Digital Humanities.
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