Koldo Núñez-Betelu. Geólogo: Hay mucho que aprender del maremoto de 2011 en Japón

2011-03-25

EUSKONEWS

BELAXE. ITZULPEN ZERBITZUA

A raíz de lo ocurrido el pasado 11 de marzo en Japón se han puesto sobre la mesa muchas dudas y varios temas de debate. Pero lo ocurrido no es nuevo y a lo largo de la historia han sido abundantes las catástrofes de esta magnitud. El geólogo Koldo Núñez-Betelu nos lo explica.

En estos últimos años han ocurrido multitud de terremotos, maremotos y tsunamis en todo el mundo... ¿y si se produjera en Euskal Herria?

Si el terremoto que ha asolado Japón estos últimos días se hubiera producido en Euskal Herria, se acabó. No quedaría nada en pie y la destrucción habría sido terrible. En estos últimos años han ocurrido en todo el mundo multitud de terremotos, maremotos y tsunamis de una fuerza devastadora. Por ejemplo, el maremoto que se produjo en 2004 en Sumatra alcanzó una escala de 9,3 en la escala Richter, levantando un gigantesco tsunami que provocó la muerte de 320.000 personas. Pocos años después, en enero de 2007, un terremoto de escala 7,0 ocasionó 230.000 muertos en Haití. Algo más de un mes después, tuvo lugar otro maremoto de fuerza 8,8 en Chile que provocó la muerte de 500 personas. Y, este año, un maremoto de fuerza 9,0 ha sacudido Japón y los muertos se cuentan ya por miles. Por lo tanto, se puede decir que no existe una relación directa entre la fuerza de los movimientos sísmicos y los daños que producen. Por ejemplo, el terremoto de Chile fue casi cien veces más potente que el de Haití, pero provocó muchos menos daños.

¿Por qué están sucediendo tantos y tan violentos terremotos en pocos años? ¿Existe relación entre ellos?

Los movimientos sísmicos y la actividad tectónica están estrechamente relacionados y, si bien a diferentes niveles, la actividad tectónica se da en todo el mundo. La mayoría de los terremotos y los más intensos se producen en los lugares en los que las placas tectónicas se encuentran entre sí.

En la actualidad, la mayor actividad sísmica se encuentra en el Océano Pacífico, cuya placa se mueve con gran rapidez, empujando por tanto a las placas de alrededor. Esa es la razón por la que se dan tan violentos terremotos en distintas zonas del Este Asiático y del Occidente Americano. Ante estos seísmos, los países ricos como EEUU y Japón disponen de costosos programas de previsión y protección contra terremotos. En los países pobres, en cambio, no se hace casi nada en materia de prevención de terremotos. Por otra parte, un movimiento sísmico, bien sea marítimo y que provoque un tsunami o bien sea terrestre, puede afectar a lugares en los que vive mucha gente o a lugares en los que no vive casi nadie. Teniendo en cuenta estos factores, se explica la razón por la que han muerto tantas personas como consecuencia de los movimientos sísmicos de Indonesia y Haití y, comparativamente, tan pocos en Chile o en Japón.

En este último caso, aun cuando se hayan tomado medidas, el maremoto y el tsunami han vuelto a provocar este año un daño terrible en Japón, a consecuencia del cual más de 20.000 personas han perdido la vida o se encuentran desaparecidas y otras muchas han perdido su casa. Hace 16 años se produjo otro fuerte terremoto en Kobe que provocó 6.500 víctimas mortales y dejó sin vivienda a más de 300.000 personas. También en Japón, el movimiento sísmico producido en Kanto en 1923 acabó con la vida de 150.000 personas en Tokio y sus alrededores.

Al objeto de minimizar las consecuencias de los seísmos, hace 50 años se puso en marcha en Japón un programa de detección anticipada de terremotos, basado principalmente en la sismología, pero hasta el momento ha dado escasos resultados. Por otra parte, el Gobierno de ese país promulgó en 1980 distintas medidas de protección contra terremotos, entre otras la de establecer normas especiales para las nuevas construcciones y la de implementar programas educativos para los ciudadanos. Gracias a estas normas, los edificios japoneses de nueva construcción no se han venido abajo como consecuencia de este terremoto, lo cual ha contribuido decisivamente a salvar vidas. Pero, desgraciadamente, estas medidas no han sido suficientes para prevenir el tsunami.

¿Hay terremotos en la Península Ibérica?

Hemos mencionado hasta ahora países que se encuentran muy lejos de Euskal Herria, pero deberíamos saber en qué medida se producen estos movimientos sísmicos aquí también o en los alrededores.

El movimiento sísmico más intenso que ha sufrido la Península Ibérica en su historia sucedió el uno de noviembre de 1755, a las nueve y veinte del día de Todos los Santos, justo en el momento en el que mucha gente se encontraba oyendo misa. El terremoto se produjo en una importante falla que se encuentra entre las placas principales de Eurasia y África, denominada falla de Azores-Gibraltar. Este movimiento sísmico afectó a muchas ciudades, pero en Lisboa la destrucción fue verdaderamente aterradora. El maremoto alcanzó una magnitud aproximada de 9,0 y duró entre tres y seis minutos. En ese intervalo, la mayoría de las principales iglesias de Lisboa se derrumbaron o sufrieron graves daños, enterrando a miles de personas bajo sus escombros. A continuación se produjeron terribles incendios en toda la ciudad y muchos de los que consiguieron sobrevivir se dirigieron a la costa en busca de refugio. Allí pudieron observar que el mar había retrocedido; grandes y pequeñas embarcaciones, lanchas y galeones, yacían tumbadas hacia un lado, como si fueran animales muertos. Cuarenta minutos después, un tsunami de veinte metros llegó a la costa con una fuerza espeluznante y una velocidad increíble, y los que allí se encontraban en busca de refugio poco pudieron hacer para huir y salvar sus vidas. En total murieron más de 90.000 personas.

Por supuesto, aquel terremoto se sintió en toda la Península Ibérica y provocó innumerables daños. Por ejemplo, una torre de la catedral de Valladolid se vino abajo y el tsunami rompió las murallas de Cádiz, provocando enormes inundaciones. El efecto de aquel terremoto se extendió no solo a la Península Ibérica, sino también a otras muchas partes del mundo.

Fue una casualidad que el terremoto de Portugal no alcanzara a la familia real, ya que después de oír misa a primera hora de la mañana, se fueron a pasar el día al monte. Así salvó su vida el rey, pero el miedo que se le metió en el cuerpo fue tal que, desde entonces hasta el día de su muerte, vivió en tiendas de campaña. También se salvó el primer ministro, que asumió la responsabilidad de reconstruir los destrozos ocasionados. Se trataba de un hombre ilustrado, por lo que trató de averiguar todos los pormenores del terremoto, para lo cual envió encuestas a las parroquias de todo Portugal para recabar datos: la duración del temblor principal, el comportamiento de los animales antes del terremoto, los cambios de nivel en los pozos de agua... Dichos datos fueron recabados y registrados de un modo sistemático, como nunca antes se había hecho. De esta forma se dio origen a la sismología moderna.

Terremoto y lección en Chile en 2010

El joven Charles Darwin se encontraba en la costa de Chile a bordo del barco Beagle, en 1835. El 20 de febrero, por la mañana, desembarcó con su criado a la altura de Valdivia y se dirigieron a la montaña para observar la naturaleza. Se sentaron en la hierba y, mientras estaban descansando, la tierra comenzó a moverse. Eran las 11:30 y el miedo les impulsó a incorporarse inmediatamente. “He visto en tierra olas viniendo desde oriente”, escribiría posteriormente el joven científico, “y aunque hemos conseguido mantenernos de pie, el temblor de la tierra me ha provocado un mareo y un terror extraordinarios, ya que la tierra ha estado agitándose durante dos minutos, aunque a mi ese rato me haya parecido mucho más largo. Un terremoto de ese tipo rompe con las más antiguas asociaciones y con el propio mundo, ya que incluso el símbolo de todo lo que es sólido, la superficie dura de la tierra, flota como si estuviese sobre un líquido, mientras que los árboles se mueven como si el viento los azotase. Cuando se ha calmado el terremoto hemos descendido al pueblo y una anciana nos ha contado cómo ha ascendido el nivel del mar. Por aquí el mar no ha matado a nadie, porque ya sabían que cuando ocurren estas cosas es mejor huir hacia la montaña, ya que las olas provocadas por el terremoto de hace cien años provocaron muchos muertos. Eso sí, la costa se ha elevado de repente unos tres metros y muchos peces y animales marinos se han quedado después en tierra. Por otra parte, las aguas del mar han aparecido negras y huelen a azufre. A veces, en la bahía se levantaban chorros de agua y unas fuertes corrientes se movían de un lado a otro. Las casas del pueblo, al ser de madera, no han caído del todo, pero sí han quedado destrozadas, ya que la sacudida ha sacado hasta los clavos de su sitio”.

Días después se dirigió a Concepción, a donde llegó al cabo de dos semanas con grandes dificultades, ya que los caminos se encontraban en un estado lamentable. La ciudad estaba completamente destruida, destrozada, las únicas que permanecían en pie eran las pequeñas chabolas de madera de los pobres, a los que ahora los ricos querían comprárselas. Todo lo demás estaba derruido. Lo único que se veía por todos lados eran baldosas rotas, ladrillos quebrados y montones de cachos de madera. La catedral también se había desmoronado. “La fuerza del terremoto ha debido ser inmensa”, escribió Darwin en una carta. “Las más duras rocas están destrozadas, la superficie de la tierra se encuentra llena de grietas y las más gruesas murallas de hasta 2 y 3 metros de grosor han resultado totalmente destruidas. Es el espectáculo más estremecedor que he visto desde que salí de Inglaterra”.

Parece ser que el terremoto que vivió Charles Darwin hace 175 años fue equivalente al producido en 2010 en intensidad. Al igual que aquel, este también ha provocado muerte y destrucción, al no existir previsiones exactas del mismo. Todavía hoy es sumamente difícil saber cuándo se va a producir un terremoto. Si embargo, sabemos que allí donde ha habido un terremoto puede repetirse de nuevo. Así, hace casi tres años un grupo de científicos estudió los escritos de Darwin y recabó datos sobre las fallas de Chile. En su opinión, un gran terremoto de gran fuerza estaba a punto de producirse en aquella zona, aunque no pudieran precisar con exactitud el lugar en el que iba a suceder el fenómeno. Pero acertaron de lleno, y parte de la información necesaria para ello estaba ya escrita desde hacía mucho tiempo, esperando que alguien la analizara.

¿Qué hacer en adelante?

Hace un año aproximadamente ha trascendido que el conocimiento sismológico del que disponemos sobre la Península Ibérica es muy escaso. Pueden existir innumerables fallas ocultas en cualquier zona de la península y, tal vez, algunas de ellas han podido tener una intensa actividad sísmica en un pasado reciente. Eso fue lo que ocurrió en California en 1994, cuando se produjo un fuerte terremoto en una falla hasta entonces desconocida, provocando cuantiosos daños. Por eso, la previsión precisa de una investigación previa.

Cara al futuro, tanto en Japón como en el resto de los países, los geólogos e ingenieros deberán continuar con las investigaciones tendentes a minimizar los daños provocados por terremotos. Sin embargo, aun cuando se adopte cualquier tipo de medida y debido a factores imprevisibles, los seísmos continuarán provocando daños. Y no debemos olvidar que los terremotos pueden suceder en cualquier parte del mundo, incluida Euskal Herria, aunque aquí sean de menor intensidad. Por lo tanto, sin caer en el alarmismo, a la hora de construir edificaciones y para el resto de nuestras actividades cotidianas deberíamos tener en cuenta siempre que la Tierra está geológicamente viva. La palabra previsión tiene un significado equivalente en castellano, que es el de prevención. Y, en ese terreno, se puede hacer más de lo que se hace. Por un lado, necesitamos una mayor información, recogida tanto por medio de la sismología moderna y la paleosismología como mediante las observaciones realizadas por nuestros antepasados; y, por otro, debemos tomar medidas basadas en dicha información.

El ser humano nunca podrá dominar a la Naturaleza. Al fin y al cabo, tanto los terremotos como las efectos de cualquier otro fenómeno geológico son consecuencias naturales de un planeta tectónicamente activo. Por lo tanto, con mayor o menor fuerza, siempre se van a dar estos fenómenos. Eso es lo que ocurrirá pronto en California, donde desde hace tiempo está previsto que un gran terremoto, the Big One, se produzca en la falla de San Andrés, y aunque esté previsto, las medidas adoptadas hasta ahora no van a ser suficientes para evitar los enormes daños que este terremoto puede ocasionar.

En resumen, el movimiento sísmico en sí no mata a nadie, la responsabilidad de la inmensa mayoría de las muertes es del ser humano: si se caen los edificios construidos por nosotros, si se incendian o si vivimos y construimos sin tomar las suficientes medidas de protección en las costas en las que pueden ocurrir tsunamis, siempre habrá muertes. Por lo tanto, es responsabilidad nuestra investigar lo más posible para conocer en profundidad la geología y, así, poder prevenir en lo posible estos fenómenos y anticipar medidas de protección ante ellos. La culpa no es de la Naturaleza y lo que se pueda sufrir está, en gran medida, en manos del ser humano. Koldo Núñez Betelu (Donostia, 1958) Licenciado en Geología por la UPV/EHU, en 1986. En 1994 consiguió el doctorado en Geología en la Universidad de Calgary (Canadá). Es miembro y patrono de la Fundación Elhuyar, así como divulgador científico desde 1995. Ha sido profesor e investigador de la Universidad del País Vasco, responsable de Investigación Europea y director de la Escuela de Ingenieros IMH.
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