Agustín Azkarate. Arqueólogo: Aldaieta muestra un tipo de industria armera propiamente alavesa

2014-10-01

VELEZ DE MENDIZABAL AZKARRAGA, Josemari

Agustín Azkarate ha dirigido o codirigido unas 30 investigaciones y otras tantas excavaciones arqueológicas: la necrópolis de Aldaieta, la expedición al Labrador, las investigaciones sobre los vascones y el mundo franco-aquitano, las investigaciones arqueológicas en el Valle Salado de Salinas de Añana, la Basílica de Armentia o las murallas prefundacionales de Vitoria-Gasteiz y los estudios en clave de desarrollo local en Uruguay y Argentina.

Hasta el descubrimiento de Aldaieta las referencias existentes más antiguas de los habitantes de la zona son las que llegan a través de la Reja de San Millán, documento —según algunos del siglo XI y otros del X u XI. Aparece la necrópolis de Aldaieta y se da un salto hacia atrás de cinco siglos en el conocimiento de nuestros antepasados. ¿Quiénes son esos ancestros?

Casi con seguridad se puede decir que eran gente del lugar, que muestra influencias culturales, sobre todo, del norte de los Pirineos. Es gente que vivía en el valle desde época romana e, incluso, antes. Lo que sucede es que a la hora de enterrar a sus muertos muestran unas influencias culturales que no tienen nada que ver con lo que era la moda en la Hispania Visigothorum de la península, sino que están relacionadas —y aquí vino la sorpresa— con las modas culturales de carácter funerario propias del mundo franco.

¿Han llegado aquellos antepasados de algún otro lado formando parte de movimientos migratorios o simplemente se han amoldado a la influencia europea?

Más de acuerdo con la segunda parte que con la primera. No parece que existan elementos foráneos de modo significativo, quizás puntualmente. La que es foránea es la costumbre funeraria de enterrar a los muertos, al modo franco. Esta necrópolis de Aldaieta fue en su día un descubrimiento revolucionario porque teníamos una idea de los territorios vascones muy condicionada por perjuicios casi seculares. Imaginábamos después de la desaparición del imperio romano unos territorios vascones en los que al norte de la divisoria de aguas cántabro-mediterránea se viviría de manera casi protohistórica, con un modo de vida económico muy elemental en un estado prácticamente pagano. Y no era de extrañar que lo que arqueológicamente apareciera al norte de esa divisoria de aguas se interpretara como primitivo, en un estadio cultural muy elemental. Al sur de esa divisoria, sin embargo, se imaginaba que una vez desaparecido el imperio romano era un lugar de carácter visigótico y los hallazgos en Álava o en Navarra se interpretaban como visigóticos. Ahí está el caso de la necrópolis de Pamplona o alguno de los aparecidos en territorio alavés, como la cueva de los Goros.

Cuando se descubre Aldaieta en 1987 y se excava de manera continuada durante siete años, se rompieron todos los esquemas. Aparece una necrópolis estable en la que los fallecidos van acompañados de ajuares y depósitos funerarios inusualmente ricos y que no conocíamos en la arqueología vasca hasta entonces. Ajuares y depósitos funerarios que, sorprendentemente, no respondían a un contexto cultural visigótico, sino a otro norpirenáico europeo. Y aquí surgió el debate que aún continúa.

¿Se pasó de tener al imperio romano como “observador” a estar sometidos a otro tipo de influencia política?

Para responder hay que situarse en la época. Como se sabe, cuando desaparece el imperio romano se desestructura un sistema fiscal, político, económico, militar magníficamente organizado y Europa occidental entra a vivir unas épocas convulsas en las que diferentes pueblos compiten entre sí por adquirir un dominio político. A los territorios vascones les toca vivir, por su ubicación espacial, entre los dos poderes más importantes de la época: al norte el Regnum Francorum o reino de los francos, el más importante de Europa, y al sur el Regnum Visigothorum, o de los visigodos, con capitalidad en Toledo. Esta situación intermedia entre dos mundos poderosos, actuando como de frontera, es la que caracteriza a nuestros territorios en época tardo-antigua y la que explica las especificidades de la necrópolis de Aldaieta y las de otras similares que han ido descubriéndose. Porque debemos subrayar que Aldaieta no es única y que parecidas se encuentran en la propia Álava —San Pelayo y San Martin, de Alegría Dulantzi— en Bizkaia las de Santimamiñe y Basauri, y en Navarra tenemos la ya citada de Pamplona conocida desde el XIX y las de Monreal etc. Por lo tanto, con Aldaieta y el resto se nos pone al descubierto un fenómeno que había pasado desapercibido y que rompía los esquemas a los que estábamos acostumbrados, que pasaban por pensar que las fronteras actuales eran similares a las del pasado. Y ha quedado demostrado que no era así.

La nuestra era, como digo, tierra intermedia, entre los francos y los visigodos y esos nuestros espacios fronterizos se convierten —como lo viene demostrando la antropología y las ciencias sociales— en espacios de oportunidad, en los que por su naturaleza fronteriza se van generando nuevas identidades de manera importante. ¿Qué estamos viendo en Aldaieta? Vemos unas gentes que se entierran al modo franco. Se les da tierra con lo que los arqueólogos llamamos ajuares, que son los objetos que el individuo tuvo en vida —ropa, cinturones, zapatos, collares, broches y las propias armas— y con los depósitos funerarios, que son aquellos elementos que los vivos ponen en la sepultura del fallecido, en el contexto del rito funerario: cuencos de bronce, de vidrio y cerámicos, en los que se pondrían ungüentos, comida etc.

En Aldaieta aparecen ajuares funerarios en los que llama la atención el elevado número de armas y sabemos que los visigodos nunca enterraban a los suyos con armas. En nuestro caso de Aldaieta un 60% de los enterramientos descubiertos aparecen con armas, que son de diferentes tipos: unas cincuenta puntas de lanza de hierro, algunas de gran tamaño; hachas de combate, conocidas en la historiografía como “franciscas” por considerarlas que son típicas de los francos. Se trataba de armas arrojadizas, de combate y en Aldaieta aparece una veintena de ellas, de cuatro tipos, teniendo tres de ellos sus paralelos en Europa y una cuarta que hasta la fecha es típica exclusivamente de Álava, ya que sólo ha aparecido en San Pelayo y en San Martin de Alegría-Dulantzi y en Aldaieta. También aparecen espadas cortas de un solo filo, a las que denominamos “scramasaxes” Por lo tanto, en el ajuar funerario predominan las armas, similares a las que han aparecido en necrópolis de Francia y Alemania.

En cuanto a los depósitos funerarios, aparecen cuencos cerámicos pequeños y oscuros; vasos de vidrio de tradición romana, algunos milagrosamente intactos, y digo esto porque en Aldaieta, con zona boscosa abundante, los enterramientos eran muy superficiales por tratarse de una zona de carrascal, con abundancia de raíz. Aparecen, así mismo, dos cuencos de cobre normalmente de uso de los jefes de la comunidad; tal es así que los franceses hablan en estos casos de “tombes de chef”, propias de los personajes de relevancia en el grupo. Son muy poco usuales, incluso en Europa.

Agustín Azkarate en el pórtico de la Catedral Vieja de Vitoria-Gasteiz.

Hay restos humanos de hombres. ¿Y de mujeres?

Se ha dicho que la necrópolis de Aldaieta contiene los restos de quienes murieron en una famosa batalla entre francos y visigodos. Los estudios antropológicos y de ADN que ha hecho la catedrática de la UPV-EHU Conchi de la Rúa, muestran que nos encontramos con un cementerio de hombres y mujeres de todas las edades. Es, por tanto, una necrópolis de una comunidad que habitaba en el valle. Hubo una propuesta que hizo hace una media docena de años el conocido arqueólogo alemán H. W. Böhme, defendiendo la idea de que en Aldaieta están enterrados los soldados del ejército franco derrotado por los visigodos. La noticia histórica, resumiéndola, dice que a mediados del siglo VI hay una expedición franca que cruzando los Pirineos se dirigen hacia Zaragoza. Esta noticia la dan San Gregorio de Tours, por parte de los francos, y San Isidoro de Sevilla por los visigodos. Es curioso ver que en aquella época ya existían los “hoolingans” porque el primero cuenta la expedición como una gran victoria franca y el segundo la da de manera totalmente distinta, subrayando que la batalla cerca de los Pirineos es ganada por un Dux visigodo. Y en base a ello Bohme propone que Aldaieta es uno de los lugares de enterramiento de los muertos francos en esa batalla. Yo le contesté en su momento, argumentando que no podía ser cierto por muchos motivos, siendo el principal el que se hayan encontrado restos de personas de todas las edades y de ambos sexos, y que - además- por el C14 sabemos que Aldaieta contiene restos datados desde mediados del siglo VI hasta comienzos del siglo VIII. Por tanto, no es una necrópolis que responde a un fenómeno histórico puntual, sino que pertenece, insisto, a una comunidad asentada en el valle y que utilizó la necrópolis encontrada durante largo tiempo.

Tal como Vds. pudieron observar, la forma de enterramiento llevaba unas pautas determinadas...

Hemos dado con dos formas de organizar los enterramientos. En la parte más antigua, la zona fundacional, los enterramientos se organizan a modo de panteones. Al primer cadáver se le añaden a izquierda y derecha otros dos o tres posteriormente fallecidos. Más tarde a nivel superior se colocan otros tantos, y así hasta cuatro niveles. Lo que hace un número de aproximadamente quince individuos por grupo, enterrados como si hubieran sido depositados en pequeños panteones de carácter familiar. Y esto lo sabemos por los estudios de ADN mitocondriales antes citados, que muestran la relación entre individuos vía materna, habiéndose demostrado que los agrupados eran parientes entre sí. Ello sucede en la segunda mitad del siglo VI y principios del VII. A partir de la segunda mitad de este siglo y hasta el VIII se entierra en una zona contigua, en la que los cuerpos no se depositan en grupos sino en hileras, uno junto al otro, evitando las superposiciones. En esta parte de la necrópolis la riqueza de los ajuares es menor y el carácter norpirenáico se diluye, apareciendo un dato importante por su significado, que desconocíamos hasta hace apenas unos meses: encontramos un anillo de plata con una inscripción cúfica, islámica primitiva. Ello es muy interesante porque nos muestra una vez más que la necrópolis estuvo vigente hasta las primeras décadas del siglo VIII y que tuvo influencia del nuevo poder de la época, que era el islámico. Este anillo de plata aporta aún más interés al que ya tenía Aldaieta.

Se ha encontrado la necrópolis. ¿Se sabe algo sobre un posible poblado?

Lamentablemente no. En su día sospeché que el poblado pudiera estar en Espikulatxe, cima próxima en Aldaia, con una visión espléndida de los alrededores y con una muralla de piedra impresionante. Llegué a pensar que podía situarse allá el núcleo poblacional. Hoy tengo mis dudas porque se han hecho algunos sondeos sin encontrar nada que nos lleve a poder afirmar mi primera presunción. Evidentemente, el poblado no tiene que estar lejos, y probablemente esté cubierto por las aguas. Si se observan las fotografías previas a la construcción del embalse se puede ver que la necrópolis se encuentra en el centro de un gran meandro del río Zadorra, que casi se cierra sobre sí mismo, y hay que pensar que el centro de ese espacio casi isla ocupado por el meandro pudiera ser un buen lugar para organizar el poblado, protegido precisamente por el propio rio. Eso nunca lo sabremos, a no ser que —y espero que no— haya una sequía de tal naturaleza que vacíe el embalse.

Agustín Azkarate Garai-Olaun.

¿Ha cambiado Aldaieta la forma de interpretar nuestra historia?

Humildemente creo que sí. Y prueba de ello es el debate que generó en su momento. Mi punto de vista no es compartido por todo el mundo. Hay historiadores e incluso arqueólogos que piensan de otra manera y yo creo que ello es bueno para avanzar en el conocimiento. Lo que está claro es que desde que se descubrió Aldaieta ya no podemos decir que los habitantes del entorno pirenaico de los territorios vascónicos vivieran, tras la desaparición del imperio romano, en las montañas como salvajes rusonianos, y que al son del “irrintzi” eran capaces de organizarse y derrotar al ejército más poderoso de la época, como el de Carlomagno, por ejemplo. Esta imagen que nos ha gustado a unos y otros, por el primitivismo que rezumaba de los vascos no romanizados y por el buen salvaje indómito capaz de enfrentarse a cualquier intromisión extranjera, no responde a la realidad. Los territorios vascones de la época eran muy similares a los más prósperos de la Europa tardo antigua, con industria capaz de fabricar con alta tecnología armas propias, tal como nos los muestran los estudios metalúrgicos realizados, que dan razón de un acero extraordinario que permitía producir los ajuares antes citados. Gente que comparte los modos culturales, económicos, tecnológicos, religiosos del entorno europeo con el que estaba comunicado. Lo de pueblo vasco isla puede ser muy romántico pero no es la realidad. Nuestros territorios han sido permeables a todo tipo de influencias y por tanto vivían al día sobre lo que iba sucediendo en otros territorios vecinos y, aun, más alejados.

Por tanto, ¿se puede entender que en la zona existía algún tipo de industria del hierro?

Se puede y creo que ya se debe decir que existía esa industria, como lo demuestra la fabricación del cuarto tipo de hacha, al que he definido de procedencia alavesa. Los otros tres podrían haber sido importados, pero el cuarto, para mi gusto el más bonito por su desarrollo, no tiene hasta ahora semejanza en Europa y parece ser de fabricación local. ¿Dónde Hay un dato relativamente nuevo, muy importante, que ha surgido en Luko con motivo de la construcción de la autopista? Un equipo de la UPV-EHU, bajo mi dirección, descubrió el asentamiento alto medieval de Bagoeta, del siglo VII, coetáneo a Aldaieta. Se trata de una ferrería de esa época. Luego es legítimo pensar, habida cuenta de que en línea recta entre Bagoeta y Aldaieta existen cuatro kilómetros, que había relación comercial entre ambos puntos, y que las armas aparecidas en la necrópolis fueron construidas en dicha ferrería o en otras de la zona. Aldaieta muestra un tipo de industria armera propiamente alavesa. Este dato vuelve a remarcar la importancia de Álava como productora de hierro y acero, cosa que ya era conocida por la Reja de San Millán. Bagoeta ha dado un salto y muestra que dedicación alavesa al mundo ferrón es anterior al siglo XI.Agustín Azkarate Garai-Olaun (Elorrio, 1953) Catedrático de Arqueología en la Universidad del País Vasco UPV/EHU, Licenciado por la Universidad de Zaragoza y Doctor por la UPV/EHU. Ha sido profesor en la UNED, Mondragón Unibertsitatea y UPV/EHU. Su principal línea de investigación se centra en la valoración y gestión integral del Patrimonio Cultural Inmueble. Es conocida su labor en la Catedral de Santa María de Vitoria-Gasteiz, cuyo Plan Director recibió el European Union Prize for Cultural Heritage, 2002, Outstanding Studies. Es IP del Grupo de Investigación en Patrimonio Construido (GPAC). Desde el 2011 dirige el Centro de Investigación e Innovación en Ciencias del Patrimonio “Fundación Zain Fundazioa”. Es autor o coautor de 12 libros y de 150 capítulos de libro y artículos científicos. Fundador y director (2002-2008) de la revista “Arqueología de la Arquitectura”, es miembro de distintas comisiones y consejos de redacción de revistas científicas y participa en congresos nacionales e internacionales. Ha dirigido o codirigido unas 30 investigaciones y otras tantas excavaciones arqueológicas: la necrópolis de Aldaieta, la expedición al Labrador, las investigaciones sobre los vascones y el mundo franco-aquitano, las investigaciones arqueológicas en el Valle Salado de Salinas de Añana, la Basílica de Armentia o las murallas prefundacionales de Vitoria-Gasteiz y los estudios en clave de desarrollo local en Uruguay y Argentina. Ha sido miembro de los Consejos Asesores de Arqueología y de Arquitectura del Gobierno Vasco y del Consejo Social de Vitoria-Gasteiz. Agustín Azkarate es además acádemico de Jakiunde, la Academia de las Ciencias, Artes y Letras del País Vasco. Entre otros reconocimientos, recibió la Medalla de Oro de la ciudad de Vitoria-Gasteiz, 2005. Jakiunde
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