Antonio Altarriba. Premio Euskadi 2003 en la modalidad de novela en castellano: El castellano también tiene que tener apoyo institucional

2005-01-05

DIAZ DE MENDIBIL, Ismael

Pocos conocían al escritor Antonio Altarriba antes de ser finalista en el Premio de la “Sonrisa Vertical”, que destaca los trabajos literarios de contenido erótico. Altarriba no rehuye de la etiqueta que le ha aportado dicho premio, pero reivindica sus otras facetas, entre ellas, Catedrático de Literatura y profesor universitario o Premio Euskadi 2003 en la modalidad de novela en castellano.

Entre el gran público se dió a conocer con el Premio de la “Sonrisa Vertical”. ¿Hasta entonces pasó desapercibido?

Sí, ese es el premio que me supuso un lanzamiento más alla de lo que pueden ser las pequeñas capillas locales de revistas, fanzines... Llevo escribiendo desde hace muchísimo tiempo, en concreto desde los 70, en cómics, revistas, como guionista, relatos..., pero hasta 1993 no escribí en la editorial Ikusager lo que creo es mi primer libro serio, “El filo de la luna”. El Premio de la Sonrisa Vertical en 1996 me lanza incluso fuera, quizás sea porque esta colección de contenido erótico tiene un gancho comercial complementario. De hecho, sigue siendo el libro más vendido, y aun así se sigue vendiendo. Es un libro que me ha dado bastantes satisfacciones.

O sea, que en la literatura también lo erótico vende.

Yo creo que es un ingrediente que siempre tiene, lo queramos o no, un gancho comercial. Aunque es uno de los resortes fundamentales del ser humano, a menudo culturalmente, religiosamente, moralmente... es un tema que lo afrontamos como un tabú, con prevención o con actitud de prohibición, de disimulo, de ocultación... Curiosamente hasta hace poco estaba mal visto por ciertos sectores, pero a poco que lo sepas manejar y desarrollar bien siempre provoca complacencia en el lector. Parece ser que el libro tiene que provocar una serie de estímulos, tiene que ser excitante desde el punto de vista del espíritu y del intelecto, pero la movilización fisiológica del lector por parte del libro está más prohibida.

Seguro que si algunos leyeran su libro pensarían: “Esta es la obra de un retorcido”.

Sí, o de un guarro, un pervertido o un no se qué. Es un tipo de condena. El primero que acuña la expresión “los libros que se leen con una sola mano”, es Rousseau en el siglo XVIII, y lo dice de una manera peyorativa. Sin embargo, lo que para algunos es un reproche, para mí es un gran milagro. No hay nada, sólo un libro, y consigues que la fisiología se movilice, provoce una ensoñación erótica, incluso una excitación..., y desde luego, no me sentiría avergonzado porque me dijeran que con mi libro se lo han pasado muy bien, se han excitado, no sé... Al contrario, consideraría que es un libro que está bien realizado.

Por otra parte, a mí me parece que es un desafío para el escritor conseguir reflejar con la suficiente sutileza lo que es la sexualidad. Un mundo lleno de sensaciones, estímulos, tan común, tan compartido, y al mismo tiempo tan diferente, porque cada uno tenemos nuestra propia sexualidad. ¿Cómo describir tal cúmulo de sensaciones intensas? Son sensaciones que rozan lo indescriptible, es donde la sensación encuentra más resistencia para convertirse en palabra. Ahí está el desafío del escritor. Este desafío está desvirtuado por los prejuicios morales, religiosos...

Por lo tanto lleva bien la etiqueta de escritor de literatura erótica.

Bueno, es una etiqueta que yo asumo. En el sentido tradicional de la palabra yo me considero pornógrafo, aunque sé que a veces se utiliza de forma peyorativa. Reivindico dicha creación literaria, no es un trabajo literario de segundo orden, sino más bien de muy primer orden. No he pretendido nunca renegar de ello, así como hay otras escritoras, Almudena Grandes, en concreto, que surgió de la Sonrisa Vertical, pero que luego siempre ha querido desmarcarse de dicha etiqueta, u otros. Esto forma parte de una de mis vertientes literarias, y creo que precisamente cuando no estás a toda costa intentando negar la etiqueta, entonces, la etiqueta pesa menos. Además, no creo que se me tenga encasillado como pornógrafo oficial. Se conocen otras actividades mías como la docencia, los tebeos, el interés por la fotografía, con lo que lo erótico es una actividad más.

El año pasado fue Premio Euskadi en la modalidad de novela en castellano. ¿Qué significó para usted?

Para mí significó mucho. Yo no me considero un escritor consagrado, no tengo abiertas las puertas de todas las editoriales, con lo que me ayudó. En el mundo de la literatura salvo unas cuantas firmas, la mayoría nos movemos en un terreno inestable, y dependemos de la suerte, de que encuentres una editorial, de que el libro anterior haya funcionado bien, puedes pasar dos años sin publicar... En ese sentido el premio Euskadi fue una inyección de ánimo muy importante, me cargó de entusiasmo para poder afrontar un nuevo proyecto. No sé a dónde quiero llegar, pero quiero continuar el camino. Piensas que hay alguien que aprecia tu obra, que igual merece la pena que sigas escribiendo.

Al enterarse del premio, ¿qué se le pasó por la cabeza? Me lo merezco, ya era hora, o algo querrán estos...

No, nada de eso. No tengo ninguna duda sobre la transparencia con la que se adjudican los Premios Euskadi, no como ocurre en otros premios importantes a nivel nacional. Pero dependes de los gustos del jurado, de la suerte, del azar...

Hace un tiempo decía el arquitecto Peña Ganchegi: “Ya no quiero recibir más premios que no tengan recompensa económica”. ¿Qué le parece?

Ja, ja, ja... A una edad tan avanzada como la de Peña Ganchegi supongo que se tiene más pasado que futuro, con lo que entiendo lo que expone. Sin embargo, yo no estoy en esa tesitura, no sé qué pensaré cuando tenga más de 80 años... En mi caso, y aunque la cuantía económica del premio Euskadi no es nada despreciable, para mí significó más una inyección de ánimo, y un relanzamiento de la novela premiada en cuanto a ventas.

En la entrega de los premios Euskadi 2003 a la que asistió el lehendakari Juan José Ibarretxe, usted al recibir el galardón fué crítico con la política cultural del ejecutivo vasco. Seguro que se acuerda.

No sé si el mensaje se interpretó bien o de manera parcial. Desafortunadamente en este país en el que muy a menudo nos encontramos divididos en dos bandos opuestos, las opiniones de cada uno se intentan interpretar en un sentido o en otro, y de traerlas a un bando o al otro. Precisamente mi discurso iba en el sentido de la superación de este frentismo. Empecé reclamando que la otra lengua oficial de la Comunidad que es el castellano también contara con apoyo institucional. Salvo la modalidad en castellano del Premio Euskadi, por parte del Gobierno Vasco no existe ningún otro tipo de apoyo, subvención... que incentive a los escritores que trabajan en castellano. Vemos que somos unos cuantos, pero que por detrás no viene una cantera que vaya a tomar el relevo. Todo esto independientemente de las necesidades perentorias del euskera, pero esto no significa que haya que abandonar el castellano.

En mi discurso quise decir que el castellano no es el enemigo del euskera como a veces se suele decir aquí, y sobre todo para mí la clave es que la diversidad no es motivo de confrontación sino de enriquecimiento. Y los políticos que gestionen la diversidad como motivo de confrontación tienen una gran responsabilidad. Acusé de manera indiscriminada y seguramente de manera injusta a todos los políticos por igual. Creo que buena parte de las tensiones que hemos vivido y vivimos vienen desde arriba hacia abajo, a pesar de que nos quieren hacer creer que en la sociedad vasca hay un problema muy grave, y que los políticos intentan solucionarlo, cuando son ellos los que alimentan el problema. Y eso que con la salida de Aznar y el PP hay algo más de sosiego... Lejos de ser lo que deberían de ser, esto es, la clave para la solución del problema, están siendo la base del conflicto. Y esa responsabilidad que a ellos les incumbe, hay que denunciarla. Ese era el contenido fundamental de mi mensaje, y me alegro de que usted me haya dado la oportunidad de precisarlo.

Usted imparte clases de literatura en la Universidad del País Vasco. Elija, ¿profesor o escritor?

Soy profesor, soy escritor y casi siempre soy las dos cosas a la vez. Cuando soy profesor, soy mucho más escritor de lo que pueda parecer. Una de las cosas de las que pueden disfrutar mis alumnos es que tengo un conocimiento por activa, no por pasiva de la literatura. No sólo leo, también escribo, y eso es un plus. Esto me otorga una perspectiva muy rica dentro de la literatura. Me hace plantear los problemas de la historia literaria, de los conceptos y las técnicas literarias desde una perspectiva mucho más próxima. Así que como profesor soy muy escritor, y como escritor también soy muy profesor. Hay una rica confluencia entre ambas facetas, ya que no son para nada opuestas.

Catedrático de Literatura Francesa, ¡claro!, así que tiene tiempo para escribir.

Sí, efectivamente. Si tuviera otro trabajo, me resultaría mucho más difícil. En ese sentido, me beneficio de que en la carrera universitaria tenemos una dedicación importante a la docencia, pero que nos deja tiempo libre para nuestras investigaciones, porque es importante también que el profesor universitario investigue, se forme... Aunque nunca me lo van a reconocer el rector y demás autoridades académicas, para mí, como profesor de literatura, escribir una novela es un proyecto de investigación.

Otras de sus pasiones son los tebeos, de hecho, es el autor de “La España del Tebeo”.

Es un libro que publiqué en el 2001 donde hacía un recorrido histórico y social sobre la producción de tebeos españoles desde 1940 hasta nuestros días. A principios de los 40 España era un desierto devastado, donde no había ni siquiera papel para imprimir los primeros tebeos. Nos hemos olvidado de que en los años 40, 50, 60... el medio audiovisual dominante era el tebeo. Cabeceras tan emblemáticas como el propio TBEO, Pulgarcito, Capitán Trueno, El Guerrero del Antifaz, Roberto Alcázar y Pedrín... fueron iconos de nuestra cultura popular como pueden ser Carpanta, Zipi y Zape, Mortadelo y Filemón, las Hermanas Gilda... No estaban estudiados, se conocían los personajes, pero no los autores, como se produjeron, en que circunstancias...

¿Escondían un mensaje? ¿Tenían censura?

Sí, sí. Al ser un producto infantil, y como la censura franquista lo consideraba un producto inocuo, tenía vigilancia, pero muy superficial. La mirada del censor se quedaba en la parte anatómica, por ejemplo, Jane, la compañera de Tarzán en las versiones españolas de la época aparecía con unas falditas muy recataditas y sin escote, porque existían dibujantes que asumían también la función de retocadores de indumentarias. Pero había otra parte que para mí era la más interesante, que era como los tebeos reflejaban la sociedad, y hay un ejemplo muy claro, que es el de Carpanta. Quizás para las nuevas generaciones puede parecer un personaje cómico, que pasa mucha hambre, que sueña con con pollos asados, pero, ¡claro!, en aquella época había muchos Carpantas. Cuando aparecen las primeras historietas de Escobar, y aparece Carpanta en 1947 era uno de los reflejos de la sociedad del momento. No era un ser cómico, ni nada de esto. ¿Dónde se mostraba con más claridad la penuria, el hambre que se pasaba? En los tebeos. Con Don Pío se veía la esclavitud laboral, la explotación, el empleado pelota, la oficina siniestra, el jefe que era el dueño absoluto, podía humillar y hacer lo que quería a sus empleados. Si lees las Hermanas Gilda puedes deducir fácilmente la precariedad afectiva, el mundo de las solteronas, que estaban tan frustradas sexualmente y afectivamente. Es decir, que a través de las viñetas tienes una sociología de la época, y que pasó los filtros de la censura bajo la capa de ser un producto infantil, inocuo, para hacer risas... Creo que es uno de los puntos de vista por los que nos podemos asomar a la España de la segunda mitad del siglo XX, y comtemplarla desde una óptica fresca, popular, y además extraordinariamente cierta en cuanto a la vida cotidiana de las gentes de aquella época. Es más, hasta se puede ver la evolución de una sociedad que a partir de los años 60 entra en el consumismo. El mismo Carpanta que sigue viviendo debajo de un puente, se compra su aparato de televisión. Lógicamente lo que hace Carpanta es ver los programas de cocina. La transición trajo otros tebeos como El Víbora, Ajo Blanco, Star, Ramblas..., personajes de la movida, la contestación anti-franquista, el mundo de las drogas, las drogas de diseño, la posmodernidad... todo esto se puede seguir perfectamente a través de los tebeos.

Lleva muchos años en Vitoria-Gasteiz, pero nació en Zaragoza.

Llegué a Vitoria en el comienzo del curso 1975-76, con lo que llevo aquí casi 30 años, más de los que viví en Zaragoza. Tengo allí muy buenos amigos de la infancia y la adolescencia, pero toda mi vida profesional, afectiva, de relaciones está en Vitoria. Tampoco soy una persona de apegos, ni de raíces y cosas de estas. No se me pone la carne de gallina cuando oigo una jota o me pongo firme el día del Pilar. Mi patria siempre va conmigo, porque está hecha de mis ilusiones, de mis experiencias, de mis afectos...

¿Y cómo nos ve a los vascos? ¿Cómo se ve a sí mismo?

Creo que lo que voy a decir también lo piensa mucha gente que ha nacido aquí. Es una inquietud, o mejor dicho, una falta de inquietud, y es la cuestión nacional, que ni siquiera me atrevo a denominarlo el conflicto o el contencioso como se suele denominar. Como te decía antes creo que hay una gran parte, no digo toda, pero sí una gran parte de artificio interesado y partidista en la alimentación de ese contencioso. Esto contamina todos los debates, y en la mayoría de ocasiones esteriliza el debate. Que el parámetro de enjuiciamiento sea tu ubicación ideológica en relación con la identidad... Quizás sea por los antepasados ácratas de mi familia, por la educación que he tenido, más que en Zaragoza me he educado en ambientes anarquistas del sur de Francia donde pasaba todos los veranos... Mi padre era anarquista. Aquellos me enseñaron lo de ni dios, ni patria, ni rey. Entonces, este tipo de raíces no me dejan encajar en este tipo de debate, intento salir de él, porque creo que no podemos estar siempre mirándonos el ombligo, y a ver si tengo 75% de vasco y 25% de español, si soy vasco-español, vasco-vasco, español-vasco, español-español o no sé qué no sé cuantos... No sé, es otro mundo, es otra educación, no sé lo que pensaría si hubiera nacido aquí, si hubiera vivido en otro entorno, en otra situación... Seguramente mi visión sería diferente, cada uno somos hijos de nuestra propia historia. Si tengo alguna patria son mi padre y madre. Patria tiene la raíz de padre y madre... Nuestra patria son nuestra familia, nuestros amigos, nuestro pequeño mundo. Ahora bien, sí que reconozco ciertos comportamientos generalizados entre los vascos, y me gustan. Por ejemplo, la forma de trabajar, la seriedad, el compromiso con las cosas que existe aquí, yo trabajo muy a gusto aquí. Esto lo aprecio cada vez más. Antonio Altarriba Cuando Antonio Altarriba llegó a Vitoria-Gasteiz desde su Zaragoza natal, la capital alavesa se comunicaba con Bilbao principalmente por Barazar, las actuales oficinas del Gobierno Vasco en Lakua eran una residencia de ancianos en construcción o en el Deportivo Alavés jugaba Valdano. Y es que desde hace casi 30 años Altarriba imparte clases de Literatura en el campus alavés de la Universidad del País Vasco. Detalles poco importantes para un hijo de anarquista que tenía por lema aquello de “Ni Dios, ni Patria, ni Rey”.
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